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El lenguaje de Chávez, del bolivarismo y los antichavistas españoles

Fuentes: kaosenlared.net

Todo ser humano, ante la muerte de un ser querido, no quiere que se le entierre, sino verlo, tocarlo, que se conserve, al menos, su presencia física,… de ahí la infantil y ridícula idea de embalsamar el cuerpo de Chávez Uno de estos días tuve la oportunidad -por ciento, bastantes veces repetida en la última […]

Todo ser humano, ante la muerte de un ser querido, no quiere que se le entierre, sino verlo, tocarlo, que se conserve, al menos, su presencia física,… de ahí la infantil y ridícula idea de embalsamar el cuerpo de Chávez

Uno de estos días tuve la oportunidad -por ciento, bastantes veces repetida en la última década-, de escuchar a gente conocida, amigos, vecinos,… tanto del terreno de la derecha como de la izquierda o en el de la simple apoliticidad (si ello fuera posible), comentar -no recuerdo las palabras concretas- que Nicolás Maduro había dicho que la mano de Chávez, allá en el cielo, había contribuido a que se eligiera como cabeza de la Iglesia a un papa latinoamericano.

Empezaron las risas bobaliconas, las consabidas bromas sobre el chavismo, sobre la ignorancia del pueblo venezolano que acepta semejantes disparates y que, a buen seguro, acarrearía votos a Maduro. Eran, como digo, de derechas o progres o alternativos varios,…sólo le unía el hecho de ser televidentes.

Creo que en los últimos años he logrado adentrarme algo en el sancta simplicitas que puebla estas mentes. Para ellos, lógicamente, Chávez ha sido un sangriento dictador -además de payaso- que ha encubierto su dictadura con la hoja de parra de la democracia; que Chávez controlaba absolutamente la prensa y a cualquier medio que hablara en contra de él es inmediatamente cerrado (ignoran en absoluto que los medios de comunicación en Venezuela antibolivarianos constituyen el 80 por ciento del total y que estos medios llamaban rutinariamente a Chávez «el mono» y otras lindezas de este tipo con una impunidad inconcebible en cualquier otro país), comentan estos que hablo -que son muchos, por cierto- que Chávez es un golpista (lógicamente, ignoran por completo, el momento en que se produjo lo que aquí se llama golpe de estado, así como las circunstancias -el asesinato de miles de personas del pueblo por las fuerzas del orden en las calles, que deslegitima a cualquier gobierno y al que a nadie se le ocurriría llamar democrático-, quién gobernaba por entonces en Venezuela, la revuelta del hambre,…), desconocen, por el contrario, que en 2002 sí se produjo un golpe de estado real contra una democracia real en Venezuela, contra Chávez, que dicho golpe de estado fue apoyado por EEUU y España, únicos países que reconocieron al golpista Carmona en su día de gobierno; son personas, en fin, que mientras despotrican de los dineros que los gobiernos socialistas (y como se va haciendo más evidente al transcurrir de los días, también lo hecho en las mismas dimensiones colosales por el PP) tiraron durante la época de las privatizaciones de los 80 y 90 en España, ignoran que del producto de las privatizaciones quien recibió como el que más fue Carlos Andrés Pérez, el íntimo de Felipe González, que gobernó antes que Chávez, durante el punto álgido del neoliberalismo y la hambruna popular, con los miles de muertos por la balacera y muchos más como consecuencia indirecta de las malas condiciones de vida.

Todos los que hemos estado en la calle y hablado con la gente, sabemos que el pensamiento anterior lo comparte la inmensa mayoría de la población española, ante la insistencia mediática. Pienso que la actuación frente a ellos debe ser la misma que la del propio Chávez: obviar todas estas evidentes estupideces, seguir actuando, seguir luchando codo a codo con el pueblo y, llanamente, «dejar que la gente hable». Estas personas tienen grabadas estas ideas en el disco duro de su ordenador mental y por mucho que los psicólogos cognitivistas digan, no son palabras las que modificarán estos pensamientos enquistados en su cerebro, sino el trabajo constante y sincero en la realidad.

Es evidente que Nicolás Mauro sabe que no ha sido la mano de Chávez «en el cielo» la que ha colocado un papa hispanoamericano en la Tierra. También lo sabe el pueblo venezolano. No le va a hacer ganar votos ni perderlos. Esta manifestación es indiferente al respecto.

Sin embargo, el español medio al respecto piensa y viene a decir-: en Venezuela se hallan en período electoral, por lo que todo lo que diga Maduro es para ganar las elecciones y es impresionante que frases como estas sirvan para ganar votos. Menos ridículo, en todo caso, que cuando en este país del sur del Mediterráneo, muchos votaron a quienes les decían que iba a acabar con el paro, que afluiría el dinero de Europa, que se reducirían los impuestos, que los salarios de los empleados públicos no se tocaría, ni las pensiones, ni el IRPF. Y claro, con su voto actuaron en consecuencia. La «sancta simplicitas» de Jan Huss.

Chávez era el hombre del pueblo que hablaba como el pueblo. Pero que también, como el pueblo, utiliza la cabeza y el corazón, y aquella inmensa vitalidad y alegría suyas que tan poco nos ayuda a comprender a Chávez muerto es la vitalidad y la alegría del pueblo, que se expresa con espontaneidad, que luego piensa, razona, se ríe de sus propias equivocaciones, de sus asaltos emocionales, y después manos a trabajar , a construir casas, ensamblar barcos, arar la tierra, alargar los cables de la electricidad y los caminos que unen a los hombres y distribuyen la riqueza. El pueblo no puede entender la muerte de Chávez, le resulta inexplicable, tan rápido, tan sin sentido,…y Maduro dijo, como si fuera Chávez, lo que el pueblo en ese momento de emocionalidad no podía dejar de decir. «Nos lo han matado los gringos, le han inyectado el cáncer».

Todo ser humano, ante la muerte de un ser querido, no quiere que se le entierre, sino verlo, tocarlo, que se conserve, al menos, su presencia física,… de ahí la infantil idea de embalsamar a Chávez (que, por cierto, y como era de esperar, no se hará, porque la lógica popular al final se impone y hay que reconocer lo sucedido, por mucho dolor que provoque. No creo que sean razones de tipo técnico las que impiden el embalsamiento de Chávez). Todo ha sido producto del dolor, la desesperación, el desconsuelo antes un ser querido que ha muerto y no queremos que desaparezca.

Hombre del pueblo, desde sus orígenes; he aquí una anécdota que relata Tarq Alí: «Recuerdo que una vez me senté al lado de una anciana de ropas modestas, en uno de sus mítines. Ella me preguntó acerca de él. ¿Qué me parecía? ¿Actuaba bien? ¿Hablaba demasiado? ¿No era demasiado áspero a veces? Lo defendí, y ella se mostró aliviada. Era su madre, preocupada de que quizá no lo hubiera educado bien. Desde niño procuramos que leyera libros. Esa pasión por la lectura permaneció en él. La historia, la ficción y la poesía eran los amores de su vida: «Como yo, Fidel es insomne. A veces leemos la misma novela. Me habla a las 3 de la mañana y pregunta: ‘Bueno, ¿terminaste? ¿Qué te pareció?’ Y nos pasamos otra hora alegando.»

Cuando el pueblo escuchaba a Capriles en las últimas elecciones, no se trataque no lo entendiera, es que era simplemente el disco rayado que lleva miles de años diciendo las mismas cosas, incumpliendo las mismas promesas… Chávez, en cambio, hablaba de las cosas cotidianas, del pan de todos los días, de cómo solucionar el problema en aquel hospital, en qué emplear el dinero que proporciona el petróleo y el trabajo, de cómo darle salida a los problemas que acucian todos los días a los pobres.

Hablaba, escuchaba, se mezclaba con las bandas, es decir, los deshauciados de la sociedad, esas bandas que nunca habían querido saber nada de un mundo que los había dejado en la miseria, en sus chabolas, aspirando alquitrán para olvidar las penas, y que, en cambio, cuando el golpe de estado contra Chávez, cuando este iba a ser asesinado, bajaron de los suburbios, convocados por su instinto, a salvar a su presidente o, simplemente, a uno de los suyos. Carmona no iba a disparar contra Chávez, iba a disparar contra el pueblo de las favelas en Brasil, contra los extrarradios de Bogotá, contra los sin nada y los nadie. Cuando los marginados bajaron de los suburbios y se sintieron parte de la sociedad, se dio el momento fundador del chavismo como corriente novedosa dentro del socialismo.

Las razones objetivas por las que la gente votan al movimiento bolivariano son obvias, por mucho que intente confundirnos el 90 por ciento de la prensa, por mucho que se lo trague la mayor parte de la población fuera de las fronteras de Venezuela.

Cuando me informaba por primera vez de las cosas de Chávez allá a fines de los 90, conocí a dos mujeres venezolanas. Profesora de un colegio en una ciudad venezolana la una, procedente de buena familia; funcionaria la otra del ayuntamiento de Caracas. La primera, para mi sorpresa, me comentó cómo Chávez había ordenado disparar a sus tropas sobre una multitud reunida en una plaza y los había matado «como si fueran aves». Lógicamente, era imposible que esto ocurriera y no se enterara el mundo en un régimen en abierta oposición a los EEUU y con todos los medios de comunicación a la contra (por cierto, hace varios meses escuché a un técnico de una refinería española decir tranquilamente que en los mítines de Capriles los chavistas disparaban contra los simpatizantes del opositor. Cualquier comentario, aquí, está de más). La funcionaria del ayuntamiento, con varios hijos, me comentaba las cosas que Chávez hacía por el pueblo, pero que a veces le parecía que «nuestro presidente hace unas cosas que a veces nos parece que está loco». Había nacido el hombre del pueblo, y acostumbrados a los políticos engominados, engreídos, pulcros,…la voz del pueblo pareció, en aquel momento, locura.

Pero pocos años después fuimos comprendiendo la forma de hablar del pueblo, el lenguaje de Chávez. Nos comenta Tariq Alí una magnífica historia del hacer de Chávez cuando, tras el fracaso del golpe de Estado de Carmona con la mirada benevolente de los gobiernos de España y EEUU, lo intentaron esta vez con la huelga petrolera. Textualmente, Tariq Alí escribe, en el mismo artículo del que saqué la cita anterior. «¿Alguna vez se cansaba? ¿Se deprimía? ¿Perdía confianza? Sí, respondió. Pero no fue por el golpe de Estado ni por el referendo. Lo que le preocupaba era la huelga organizada por los corruptos sindicatos petroleros y apoyada por las clases medias, porque afectaría a toda la población, en especial los pobres: «Dos factores me ayudaron a sostener mi ánimo. El primero fue el apoyo que conservamos en todo el país. Me cansé de estar sentado en mi oficina. Así que me salí con un guardia de seguridad y dos camaradas para escuchar a la gente y respirar un aire mejor. Su respuesta me conmovió mucho. Una mujer se me acercó y me dijo: ‘Chávez, sígame, quiero enseñarle algo’. La seguí a su diminuta vivienda. Dentro, su marido y sus hijos esperaban que se cociera la sopa. ‘Mire lo que uso de combustible… la base de la cama. Mañana quemaré las patas, luego la mesa, luego las sillas y puertas. Sobreviviremos, pero no se dé por vencido ahora.’ Cuando iba de salida los chicos de las bandas se acercaban a darme la mano. ‘Podemos vivir sin cerveza’, decían. ‘Acabe con esos hijos de puta.’

 Lo anterior basta para comprender por qué Chávez ganó abrumadoramente las elecciones hace meses y por qué Nicolás Maduro las va a ganar el 14 de abril. Es tan natural como el hecho de que el pueblo se vote a sí mismo. Ante las frases extemporáneas de Chávez o Maduro, los Capriles se ríen, insultan, bromean,…Sin embargo, es la desesperación de saber que han perdido para siempre el pueblo. Un inmenso muro se ha establecido entre el gobierno bolivariano y el pueblo de un lado y la oligarquía de otro. Es un muro indestructible y lo saben. Ese muro sólo desaparecerá cuando desaparezca una de las partes; el pueblo no puede morir, es eterno, luego,…

Los antiguos partidos obreros – también los que decían serlo- no lograron el contacto íntimo que ha conseguido el movimiento bolivariano para desarmar a la prensa. Pongamos el ejemplo de Mao. Durante las dos últimas décadas se le ha querido poner como la encarnación del mal. Muchos se han creído la historia que en los últimos años de su vida se acostaba con centenares de jovencitas, para lograr mantener el calor de la vida. En un libro por entero esclarecedor de Rebecca E. Karl (Mao Zedong and China in the Twentieth-Century World, Duke University Press, Durham, 2010)., aún no traducido al castellano, la escritora desmantela por completo toda esta locura que se montó acerca de la vida sexual de Mao. Su pensamiento y acción estuvieron enteramente del lado de la mujer a lo largo de toda su vida. Sin embargo, no se consigue -ni creo se conseguirá- acabar con la fábula del viejo Mao y las jovencitas difundida por la prensa. Mao y su partido llegaron a estar lejos del pueblo, lo que para Mao constituía una causa de insalvable angustia, él,un hombre que siempre quería palpar el sentir del pueblo (en este sentido, sólo Lenin llegó a comprender al pueblo tan bien como Hugo Chávez). Cuando a fines de los 50 Mao trató de realizar «el Gran Salto Adelante», millones de campesinos murieron, al igual que había sucedido en la Rusia de fines de los veinte y los treinta.

Mao ignoraba la situación, pensaba que el Gran Salto hacia adelante, con su intento de forzar la industrialización, estaba teniendo éxito. Cuando conoció la magnitud del desastre humano, hundido en la desesperación, convocó a los organismos del partido, se hizo una crítica despiadada a lo realizado y se produjo el parón. A partir de ahora la nueva China de Mao no seguiría la política socio-económica rusa; durante un tiempo siguió hablándose bien de la URSS, también de Stalin, pero en la práctica se convirtieron en dos mundos completamente distintos.

Mao fue sometido a duras críticas por el divorcio que se había producido entre el partido y el pueblo ¿A qué se debió? Los partidos comunistas surgieron a principios de los años veinte; durante el primer periodo de la era estalinista, siendo pequeños partidos, para sobrevivir se basaron en los principios de jerarquía, centralismo, vanguardia revolucionaria,…Cuando después de la Segunda Guerra Mundial muchos de ellos se transformaron en partidos de masas, el mal causado era ya irreversible y siempre falló la buena comunicación entre los dirigentes y el pueblo, pese a los intentos que muchas veces se hizo para que esta intercomunicación tuviese lugar.

Mao prácticamente fue apartado del poder dentro del Partido Comunista Chino (entonces, como suele decir, su C era de comunista, no de capitalista), y la Revolución Cultural fue no sólo el intento de Mao por recuperar el poder, sino de conseguir el contacto con el pueblo (ya se sabe, los dirigentes comunistas yendo a trabajar a los campos),…

El inmenso éxito de bolivarismo y chavismo ha sido introducirse indisolublemente en el pueblo, lo que no se consiguió en el siglo XX y fue la causa última de todos los fracasos por construir el socialismo en el pasado siglo. Esperemos, por el contrario, que de la misma forma, la integración de los nuevos movimientos en el pueblo (en su lenguaje, en su forma de actuar, de pensar, incluso de vestir,…) en Venezuela, en Ecuador, en Bolivia en la Cuba que se desburocratiza,… nos explique más temprano que tarde el triunfo del socialismo en el siglo XXI. Esta vez no podemos permitirnos el lujo de fracasar.

Fuente: http://www.kaosenlared.net/america-latina/item/50521-el-lenguaje-de-ch%C3%A1vez-del-bolivarismo-y-los-antichavistas-espa%C3%B1oles.html