Dejemos de lado el encanto que ha tenido y tiene para muchos el prescindir de hacer cálculos por el cambio de moneda al desplazarse por la zona del euro, que es un hecho que se entiende, ya quela comodidad psíquica es uno de los motores del comportamiento humano. El tráfico turístico por la zona […]
Dejemos de lado el encanto que ha tenido y tiene para muchos el prescindir de hacer cálculos por el cambio de moneda al desplazarse por la zona del euro, que es un hecho que se entiende, ya quela comodidad psíquica es uno de los motores del comportamiento humano. El tráfico turístico por la zona euro queda simplificado y no hay que ir cambiando de moneda. El beneficio psicológico no se pone en cuestión. Menos aún la comodidad por los movimientos económicos empresariales, ya que se elimina además el riesgo de cambio entre la fecha de operación y la de cobro. Con todo, éstas son ventajas de segundo orden frente a las intrínsecamente económicas, que son las que nos están llevando de cabeza.
Ahora aflora el problema profundo de unos Estados nacionales atrapados al no disponer del mecanismo del tipo de cambio en correspondencia a las fronteras políticas para ajustar las diferentes estructuras económicas a sus necesidades frente a una crisis que no se manifiesta igual en todas partes. En la zona euro al menos hay tres grupos, por no decir tantos como Estados forman parte. En un extremo hay Austria con la tasa de paro más baja (3,7%) y, al otro, España con un 21,2%. Francia está en el medio con 9,9%, pero con 17 estados por debajo y 9 por encima, o sea que cae del lado alto. Respecto a la producción anual, hay tasas negativas como las de Grecia y Portugal, a su lado Rumania y cerca España y Reino Unido, y con crecimientos elevados Estonia (8,4%), Lituania (6,2%), Letonia (5,7%) y Suecia (5,3%) y muy considerables los de Polonia y Austria (4,5% y 4,1%, respectivamente), y se fía todo a Alemania por su volumen, aunque presenta un crecimiento más modesto, del 2,8%.
Y mientras, se abre paso la duda y la evaluación de lo que pasaría si Grecia, Portugal, España o Italia salieran individualmente del euro, ejercicio «de ecomina ficción» que ha publicado un banco de negocios internacional a petición de algunos de sus clientes. Y es que el lío del euro es cada día más complicado y puede ser que no haya otro camino que deshacerlo. Una situación que satisface a unos Estados Unidos que podrían quedar más tranquilos con su dólar como moneda de reserva y financiar su déficit como hasta ahora.
Fernando G. Jaén es Profesor Titular Departamento Economía y Empresa, UVIC
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