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España

El lobo

Fuentes: Rebelión

Ya empieza a asomar -incipiente y aún algo enharinada- la patita lobuna del Partido Popular bajo la puerta. Rajoy ha anunciado entre sus propuestas económicas la reforma de los convenios colectivos, para que prevalezcan los convenios de empresa sobre los de ámbito superior -nacional o sectorial- en cuestiones salariales y condiciones de trabajo, lo que […]

Ya empieza a asomar -incipiente y aún algo enharinada- la patita lobuna del Partido Popular bajo la puerta. Rajoy ha anunciado entre sus propuestas económicas la reforma de los convenios colectivos, para que prevalezcan los convenios de empresa sobre los de ámbito superior -nacional o sectorial- en cuestiones salariales y condiciones de trabajo, lo que coloquialmente significa la instauración de la disyuntiva «lo tomas o lo dejas», en ese cara a cara siniestro y particular entre empresario y trabajador. «Y no se te ocurra pedir más o quejarte porque detrás de la puerta hay cinco millones de parados, un excedente de mano de obra dispuesta a trabajar más horas y por menos sueldo del que yo -empresario con la sartén bien asida por el mango- te ofrezco a ti».
 
«Responsabilidad, realismo y reformas», sostiene Rajoy, cuando sería más preciso decir «retroceso, regresión y recortes». Con la reforma de la estructura y contenidos de la negociación colectiva, los empleados de la era rajoniana sentirán en sus carnes parecido desvalimiento al de las cabritillas en ausencia de la madre y con un lobo amenazante ante su puerta, sin convenio colectivo que las ampare en la negociación de sus condiciones laborales, y, en consecuencia, teniendo que lidiar directamente con el patrón de su empresa.
 
Hoy aproximadamente el 80% de los trabajadores españoles cuentan con este respaldo legal, mediante el cual se regulan salario, jornada, formación o promoción interna. También en la Europa desarrollada son mayoría los ciudadanos amparados por convenios colectivos, sobre todo en aquellos países con elevado nivel de protección social y laboral; en Francia el 95% de los trabajadores, en Alemania el 63%; en Italia el 80%, en Dinamarca el 82%, o en Finlandia el 90%; frente al 10% de los asalariados de Estados Unidos y Corea. La clave es ¿qué hay de verdad en la presunta inflexibilidad de nuestro mercado laboral?, ¿a qué países queremos parecernos? y ¿qué significa la pertenencia a Europa?
 
En España los bajos salarios y la temporalidad de los contratos han originado ya un proceso gradual de empobrecimiento de los trabajadores, que se muestra en la constante pérdida de peso de los salarios frente al capital en la distribución porcentual de la renta o en la extensión del fenómeno de los trabajadores pobres. Sin embargo la Europa del bienestar sólo es posible con empleo estable, seguridad laboral y protección social. En suma, lo que la Organización Internacional del Trabajo denomina trabajo decente, una relación laboral en condiciones de libertad, igualdad, seguridad y dignidad humana; contrapuesta al empleo temporal, ocasional, inseguro, encubierto, sin garantías y sin cobertura legal o sindical, que, arropado bajo eufemismos como «flexi-seguridad» o «empleabilidad», se va imponiendo.
 
Pero ¡qué cansino se hace defender cada logro laboral conseguido por los trabajadores que nos precedieron!, conquistas amenazadas por una jauría desalmada que lo quiere todo, y que acabará, insaciable, por devorarse a sí misma. ¡Qué desazonadora batalla!, la que nos muestra la fe ilustrada en el progreso automático de la Humanidad como una desnuda antigualla.
 
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