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El «lulismo» y los medios

Fuentes: Página 12

En un artículo reciente, el historiador inglés Perry Anderson marcaba las diferencias entre la cobertura proporcionada por parte de la prensa internacional y de la brasileña sobre el gobierno de Lula de este modo: «Cualquiera cuyas impresiones de su gobierno viniesen de la prensa internacional tendría un shock al encontrarse con el tratamiento dado a […]

En un artículo reciente, el historiador inglés Perry Anderson marcaba las diferencias entre la cobertura proporcionada por parte de la prensa internacional y de la brasileña sobre el gobierno de Lula de este modo:

«Cualquiera cuyas impresiones de su gobierno viniesen de la prensa internacional tendría un shock al encontrarse con el tratamiento dado a Lula en los medios brasileños. Prácticamente desde el inicio, The Economist y Financial Times ronronearon satisfechos con las políticas promercado y la concepción constructiva de la presidencia de Lula (…) El lector de la Folha o del Estadao, por no hablar de la revista Veja, estaba viviendo en un mundo diferente. Normalmente, en sus columnas, Brasil estaba siendo gobernado por un grosero aspirante a caudillo, sin la menor comprensión de los principios económicos o respeto por las libertades civiles, una amenaza permanente a la democracia y la propiedad privada».

Una situación similar se produjo durante la reciente visita de la comitiva brasileña a Francia. Mientras el ex presidente se encontraba allí junto a la mandataria Dilma Rousseff, y el país era señalado en la tapa del semanario económico francés Challenge como «Brasil, el país donde se precisa estar», las declaraciones del empresario condenado por corrupción Marcos Valerio sobre un supuesto beneficio de Lula del esquema del Mensalao inundaban las páginas de los periódicos de mayor tirada nacional. La insistencia en la descalificación hacia la imagen de Lula por parte de la prensa obligaron a Dilma Rousseff a ensayar una defensa desde Francia: «Repudio todas las tentativas de intentar destituir a Lula de la inmensa carga de respeto que el pueblo brasileño le tiene», al tiempo que Hollande señalaba que «Lula tiene en Francia una gran imagen» y «es visto como una referencia».

El especial énfasis crítico que ha demostrado la prensa brasileña con el ex presidente obliga necesariamente a la reflexión, ¿acaso, como señala Anderson, «el relacionamiento directo de Lula con las masas» interrumpió un ciclo, «minando el papel de los medios en la formación del escenario político»?

A pesar de que resulta innegable la capacidad de Lula como comunicador para establecer con las camadas populares una relación de profunda identificación, el poder de los medios en la sociedad brasileña no ha sido minado. Lula es percibido como quien amenaza con su estima popular y sus posibilidades presidenciales hacia 2014 el statu quo mediático brasileño. Destruir el capital político del ex presidente, que se había acrecentado con el triunfo de su candidato Fernando Haddad en las últimas elecciones municipales, parece ser un objetivo visible.

La tensa relación de Lula y el PT con los medios posee una historia que antecede a su llegada a la presidencia -lo que ha producido una mutación en la relación-. Estas tensiones comenzaron a incrementarse durante las elecciones de 1989, 1994 y 1998, donde los medios dominantes tejieron múltiples acusaciones para desacreditar al candidato petista. Durante las elecciones de 1989, resaltó la actuación del Grupo Globo para construir como rival de Lula a Collor de Mello, un candidato de la elite brasileña y sin construcción partidaria, editando el debate televisivo de la segunda vuelta notoriamente en su favor.

Esta historia de operaciones en su contra explica cierta aversión frente a los medios que existe tanto en Lula como en otros líderes partidarios, como José Dirceu, jefe de Gabinete 2003-2005.

A pesar de ello, la elaboración de una legislación reguladora de la comunicación parece estar lejana en Brasil. Pese a la insistencia de lo que podría ser denominado como «la vieja guardia dirigente» del PT, como Dirceu, Genoino y el actual presidente Rui Falcao, que han resultado intensamente perjudicados con la cobertura del juzgamiento del Mensalao, Dilma Rousseff ha proclamado en numerosas ocasiones: «Prefiero el barullo de la prensa al silencio de las dictaduras», proporcionando una respuesta tanto a las exigencias de regulación como a las acusaciones de los grandes medios de que se intentaría cercenar la «libertad de expresión».

El conflicto resulta estructural, pues remite a cuestiones que van desde el papel de comunicador popular que ejerce Lula, que lo sitúa en una lógica alternativa a la unidireccionalidad de los grandes medios, hasta el recambio de elites políticas que ha producido el PT, que dificulta las mediaciones «intra» que caracterizaban las relaciones gobierno-prensa previamente, así como a la agenda progresista de gobierno, que tiende a entrar en conflicto con la cosmovisión de los medios conservadores.

Es por ello que los recurrentes picos de tensión que atraviesa esta compleja relación parecen recién el largo comienzo en una medición de fuerzas entre actores que no permite resoluciones de «suma cero»: entre la negociación y el conflicto se irán definiendo los contornos de esta transición.

* Sociólogo (UBA). Becario del Conicet en el Instituto de Estudios de América latina y el Caribe (Iealc).

Fuente original: http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/subnotas/210453-61698-2012-12-23.html