El dato es oficial: Alemania superó a China como el país con mayor superávit del mundo. Pero en vez de felicitar a los alemanes por esta hazaña, los comentaristas económicos le dan palos, acusando a la conducción económica de Berlín de convertir a su país en un freno para la recuperación económica mundial y no […]
El dato es oficial: Alemania superó a China como el país con mayor superávit del mundo. Pero en vez de felicitar a los alemanes por esta hazaña, los comentaristas económicos le dan palos, acusando a la conducción económica de Berlín de convertir a su país en un freno para la recuperación económica mundial y no en la locomotora que arrastre a los demás hacia la prosperidad.
«Alemania es un peso para el mundo», tituló el influyente columnista Martin Wolf en el Financial Times de Londres, mientras que la columna en el New York Times del premio Nobel de Economía Paul Krugman se titulaba «Los deprimentes alemanes», acusando a la mayor economía europea, no de ser aburrida, sino de no dejar crecer a las demás.
Según el Banco Mundial, el superávit alemán fue de 238,000 millones de dólares en 2012, superando al de China por casi 50,000 millones. En un informe enviado al Congreso por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos se dice que el superávit creció aún más en la primera mitad de 2013, llegando a siete por ciento del producto bruto alemán. Este resultado depende de las exportaciones, combinadas con un crecimiento «anémico» de la demanda interna alemana, lo cual «obstaculiza el reequilibrio» de la eurozona y tendría un efecto deflacionario sobre la economía mundial.
Estos informes al Congreso sobre la economía internacional y los tipos de cambio eran tradicionalmente usados para acusar a China de mantener su moneda artificialmente devaluada y perjudicar así al comercio de Estados Unidos.
«No es manera de tratar a un aliado», critica Melvyn Krauss, del conservador Instituto Hoover de la Universidad de Stanford. «Primero espiamos el teléfono celular de Angela Merkel y después la acusamos de causar deflación global», agrega el comentarista, atribuyendo las críticas a envidia o «proteccionismo disfrazado», porque en California circulan más Mercedes Benz, Volkswagen y BMW que Cadillac, Ford o Chevrolet.
El ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble, argumentó que el superávit tan criticado es «un signo de la competitividad de la economía alemana y de la demanda global por productos alemanes de calidad». Sin embargo, Stormy-Annika Mildner, experta en relaciones económicas transatlánticas del Instituto Alemán para Asuntos Internacionales y de Seguridad, admite en entrevista con el semanario Der Spiegel que la «demanda doméstica limitada» podría estar obstruyendo el crecimiento en la zona del euro.
Lo que los economistas denominan «demanda doméstica limitada» no es otra cosa que un sorprendente aumento de la pobreza. En coincidencia con el superávit récord de 2012, Alemania registró el año pasado un aumento de tres por ciento en el número de personas que recurren a la «asistencia pública» porque no pueden mantenerse por sí mismas o con el apoyo regular de la seguridad social. Medio millón de jubilados o pensionistas recurrieron a este apoyo en 2012, un siete por ciento más que el año anterior y el doble que en 2003. Según la federación sindical DGB, el número de personas mayores necesitadas es mucho mayor, pero muchos desisten de solicitar apoyo en sus localidades por vergüenza.
La niñez también sufre, y según UNICEF, el fondo de las Naciones Unidas para la infancia, en Alemania uno de cada diez niños o niñas vive en hogares con ingresos por debajo de la línea de pobreza.
Las estadísticas europeas definen como pobres a aquellos que ganan menos de la mitad del promedio nacional. Según datos divulgados a comienzos de noviembre, unos trece millones de alemanes, o sea 16,1 por ciento de la población, estarían «en riesgo de pobreza». Esta cifra es de diez por ciento en Holanda y la República Checa y de catorce por ciento en la vecina Francia, cuyo desempeño económico y competitividad son a menudo citados como fracaso, en comparación con Alemania.
Tal combinación de pobreza y prosperidad solo se explica por una creciente concentración del ingreso. La revista Manager Magazin sostiene que la riqueza de los cien alemanes más ricos aumentó casi seis por ciento en 2012 y el informe sobre la riqueza global del banco Credit Suisse dice que hay cuatro mil grandes fortunas individuales (de más de cincuenta millones de dólares) en Alemania y un millón y medio de alemanes tienen propiedades por más de un millón de dólares. Según el banco suizo, el número de millonarios alemanes crecerá 75 por ciento en los próximos cinco años, contra 50 por ciento en Francia y 53 por ciento en Estados Unidos.
Estas previsiones pueden no cumplirse. El economista jefe de South Centre, Yılmaz Akyüz, explica que «desde el 2000 Alemania ha mantenido los salarios reales estancados, reduciendo los costos laborales y creciendo sobre el aumento de las exportaciones. La competitividad alemana no resulta de una productividad superior, pero contrasta con el aumento de los salarios en la periferia europea». El superávit alemán se convirtió en préstamos de los bancos alemanes a España, Portugal y Grecia, con lo cual se estimuló el consumo en estos países y sus importaciones de productos alemanes.
La periferia europea es la «nueva Argentina», con un euro sobrevaluado y fuera de su control como en la Argentina de la «convertibilidad», mientras que el mismo euro está subvaluado para Alemania, que ahora es la «nueva China».
Nada hace suponer que este precario equilibrio pueda durar cinco años.
http://agendaglobal.redtercermundo.org.uy/2013/11/13/el-malogro-aleman/