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Los Manuscritos

El Marx sin ismos de Francisco Fernández Buey (XXII)

Fuentes: Rebelión

«Un humanismo critico pero también positivo» es el título del cuarto capítulo del Marx sin ismos [1]. FFB lo abre con una cita de Paul Lafargue, Karl Marx. Recuerdos personales, el yerno de Marx que pretendió dedicar a Darwin una de sus obras: «Marx nunca estaba contento con su trabajo: siempre estaba cambiando cosas y […]

«Un humanismo critico pero también positivo» es el título del cuarto capítulo del Marx sin ismos [1]. FFB lo abre con una cita de Paul Lafargue, Karl Marx. Recuerdos personales, el yerno de Marx que pretendió dedicar a Darwin una de sus obras: «Marx nunca estaba contento con su trabajo: siempre estaba cambiando cosas y siempre pensaba que la exposición lograda quedaba por debajo de la representación del asunto. Le impresionó profundamente un estudio psicológico de Balzac, La obra maestra desconocida, porque describía sentimientos que él mismo había experimentado. En esa obra se ve a un pintor genial, tan torturado por la necesidad de presentar las cosas tal como éstas se presentan en su cerebro, que no para de retocar su cuadro; y tanto lo hace que, al final, éste ya no es sino una masa informe de colores, que, sin embargo, a sus ojos velados es la representación más exacta de la realidad.»

No está mal la obertura refiriéndose a Marx (y acaso, en algunos momentos, al propio FFB).

El capítulo está dividido en los siguientes apartados: «Descripción de los Manuscritos de 1844», «Cómo leer los Manuscritos de 1844», «Alienación del trabajo, alienación humana», «Emancipación y comunismo» («Hay todavía un último paso, en el tercer manuscrito, en que Marx vuelve sobre el concepto de comunismo [OME 5, 395-396]. El fragmento muestra hasta qué punto las formulaciones de Marx son tentativas, a pesar de la contundencia formal con que fueron expresadas. Algo parecido le ocurriría, al final de su vida, cuando, en carta a Vera Sazulicht, quiso traducir a las condiciones rusas de 1880 su idea europeo-occidental de comunismo»), «Precisando los sentidos del término ‘crítica», » Cómo se pasa, argumentalmente, del humanismo positivo a la idea de comunismo» («La segunda cosa que viene a complicar la comprensión de los Manuscritos, cuando se leen como texto independiente, por separado, es que en ellos no hay transición argumental entre las consideraciones de base para una antropología filosófica realista (feuerbachiana) y la crítica de la economía política, de un lado, y las implicaciones del carácter positivo del humanismo, o sea, la fundamentación de la idea de comunismo, de otro lado»).

Un breve apunte sobre la forma de leer los Manuscritos, el segundo apartado del capítulo.

Desde su publicación en los años treinta del siglo XX y, sobre todo, desde el término de la segunda guerra mundial, los Manuscritos de 1844 habían suscitado numerosísimos comentarios. «Varios de los exponentes de la intelectualidad europea (de Lukács a Fromm, de Merleau Ponty y J.P. Sartre a A. Schaff, de E. Bloch a los principales representantes de la Escuela de Francfort, pasando por Hannah Arendt y por el Heidegger de los años cincuenta) habían dedicado a estos escritos marxianos una atención preferente». Tanto era así que, a estas alturas de esta pequeña historia, podía decirse que ese habría sido el texto de Marx más reiterada y favorablemente analizado en la segunda mitad del siglo XX. El que más.

Existían al menos dos motivos por los que podía explicarse tal interés.

Uno era de tipo teórico: «el notable cruce, que hay en ellos, de ideas económico-sociales con consideraciones filosóficas, filosófico-políticas y de antropología filosófica. Este carácter híbrido da a los conceptos de trabajo, enajenación, anudamiento de las relaciones del ser humano con la naturaleza y comunismo, tal como están bosquejados en los Manuscritos, una textura polimórfica que no tendrían ya en otras obras de Marx (más claras y precisas en la exposición, pero también más rotundas) escritas en los años posteriores».

El otro motivo que explicaba el interés suscitado por el texto, desde el mismo momento de su publicación, era de tipo político: «el humanismo, crítico pero positivo, perceptible en algunos pasos de los Manuscritos enlazaba bien no sólo con el intento de fundamentar una filosofía existencial sino incluso con la formulación alternativa de un socialismo de rostro humano que oponer a lo que ya desde los años años treinta se conocía del terrorismo de Estado estalinista». El humanismo de la Manuscritos podía oponerse, así se hizo de hecho, «al positivismo determinista y cientificista que parecía inspirar la política socioeconómica del socialismo estalinista.»

Si se dejaba por un momento a un lado este último motivo («que difícilmente puede atraer ya al lector del siglo XXI»), había que decir enseguida que no era nada fácil establecer cuál era el hilo conductor de los Manuscritos. Era cierto «que se puede reconstruir analíticamente ese hilo conductor desde fuera, atendiendo a lo que sabemos que eran las preocupaciones de Marx en aquellos meses de estancia en París y a sus declaraciones posteriores». También lo era que esta tarea de reconstrucción analítica, como señaló en su momento Paul Kägi, tenía que solventar varios obstáculos.

El primero de ellos era «que los tres manuscritos que han llegado hasta nosotros están incompletos: faltan bastantes folios que presumiblemente el mismo Marx debió sacar de allí para utilizarlos en otros escritos». El segundo obstáculo al que tiene que hacer frente esa reconstrucción era que, «a medida que Marx iba avanzando en su lectura comentada de los clásicos de la economía política, concibió la idea de relacionar ésta con la crítica de la filosofía hegeliana del derecho y del estado a la que se había dedicado en los dos años anteriores». De hecho, el prólogo con que termina el tercer manuscrito anunciaba un plan mucho más amplio (una crítica de la economía y de la política) que lo que contenían los manuscritos propiamente dichos.

Este prólogo se solía editar encabezando los Manuscritos [OME 5, 303-306] , lo cual contribuía a crear un equívoco, «pues, bien mirado, no es en realidad un prólogo a lo que hay en los Manuscritos de 1844 sino un epílogo recapitulador que sitúa el pensamiento de Marx en un nivel distinto al que había alcanzado cuando empezó a redactar el primer manuscrito». Este prólogo enlaza un proyecto editorial anterior que no se había legado a materializar «(o sea: la crítica general de la filosofía hegeliana del derecho y del estado) con otro proyecto mucho más amplio, que tampoco acabó de tomar la forma anunciada: una serie de folletos que deberían ocuparse sucesivamente de la crítica del derecho, de la moral y de la política para terminar con una exposición de conjunto que tenía que relacionar todo con todo.»

Marx empieza aclarando en ese prólogo -en realidad un epílogo- la razón por la que no llegó a imprimirse su crítica de la filosofía hegeliana del derecho y del estado: «que al mezclar la crítica de la filosofía especulativa hegeliana con otras materias distintas el resultado iba a ser totalmente inadecuado porque «entorpecería el desarrollo y dificultaría la comprensión». Recogiendo seguramente críticas que le habían hecho, Marx llegó a la conclusión de que era mejor hacer a un lado su anterior escrito sobre la filosofía de Hegel. Por ora parte, «juntar y condensar, en una exposición de tipo positivo, todo lo que estaba bosquejado en los Manuscritos obligaría a un tratamiento «muy aforístico» y daría la impresión de «sistematización arbitraria»».

Marx concibe, pues, la idea de volver a empezar yendo por partes, señala FFB, manteniendo la orientación crítica original pero ocupándose, en escritos separados e independientes, «de la crítica del derecho, de la moral y de la política para luego, en un trabajo recapitulatorio, exponer la relación de unas cosas con otras, la conexión del todo y una síntesis crítica de la elaboración especulativa». Entretanto, el interés principal de Marx -después de contactar con Engels en París- se había desplazado hacia la economía política y el socialismo, razón por la que presenta una parte de lo contenido en los Manuscritos de 1844 como algo dedicado a la conexión de la economía política con el estado, la moral, el derecho, la vida civil, etc. En suma, apunta FFB, «cuando acaba los Manuscritos y escribe este breve prólogo Marx tenía ya en la cabeza el proyecto de su vida. Enseguida tendría incluso un contrato editorial (y un adelanto económico) para llevarlo a cabo. Pero la forma de hacerlo, para evitar el tratamiento meramente aforístico y la sistematización arbitraria, le seguiría atormentando».

Hablando con propiedad, prosigue FFB, Marx no acabaría de encontrar esa forma nunca. «Los principales escritos de Marx en los años siguientes son sólo aproximaciones a aquel primer proyecto: su parte de La sagrada familia, redactada nada más terminar los Manuscritos, aborda indirectamente, por vía crítica, algunos de los asuntos que tenían que haber sido objeto de folletos independientes; las Tesis sobre Feuerbach (1845), que son un texto capital para entender la evolución de Marx, han sido redactadas precisamente con la brevedad de la forma aforística; y La ideología alemana (1845, en colaboración con Engels) vuelve a ser un texto híbrido en el que la polémica con los partidarios de Bruno Bauer y el diálogo con Feuerbach todavía ocupa mucho más espacio que la formulación en positivo del materialismo histórico». De hecho, la crítica de la economía política, que, según el proyecto de 1844, tenía que haber sido lo primero, se fue dilatando y ocupó a Marx veinte años (hasta la publicación del volumen primero de El capital en 1867) «y la síntesis crítica de la elaboración especulativa, el trabajo recapitulatorio anunciado, quedó integrado en las otras cosas.»

Partiendo, pues, de la observación de que no se trata de una obra acabada, los Manuscritos de 1844 se tienen que leer, sostiene FFB, con una doble perspectiva:

En primer lugar, «como documento para el estudio de la génesis del pensamiento de Marx en casi todos los temas teóricos importantes de su obra». Lo contenido en ellos es, por así decirlo, «material en bruto para la elaboración más precisa y detallada de su pensamiento».

En segundo lugar, como texto en sí, «por la formulación de ideas y conceptos nuevos en constante diálogo con algunos de los autores que más contribuyeron a su formación: los economistas ingleses y franceses clásicos (Adam Smith, David Ricardo, John Ramsay Mac Culloch, James Mill, Pierre Le Pesant Boisguillibert. J.B. Say), los socialistas ingleses, franceses y alemanes contemporáneos que elaboraron el concepto de socialismo moderno, el propio Hegel, nuevamente revisitado, los exponentes de la izquierda hegeliana en su evolución y, sobre todo, la filosofía de Feuerbach.»

En opinión de FFB, toda la aportación personal de Marx «al bosquejo de un punto de vista propio en el análisis de la relación entre capital y trabajo», o a la misma formulación de la idea de comunismo, o la caracterización del concepto de enajenación, o a «la formulación de una antropología filosófica y de un nuevo humanismo positivo», es deudora de este diálogo con los autores mencionados.

La novedad que Marx representa respecto de ellos se apreciaba metodológicamente en tres aspectos:

Primero: en la afirmación del punto de vista adoptado, muy explícito en favor de los de abajo y particularmente en favor de los trabajadores asalariados, «lo que le separaba de la economía política entendida como ciencia económica descriptiva y le permite sacar conclusiones sociopolíticas distintas de las establecidas por Smith y Ricardo y próximas a las de los socialistas contemporáneos (Sismondi, Proudhon, etc.)». Tal es también, como es sabido, la posición de FFB en numerosas ocasiones.

Segundo: «la capacidad de poner en contacto conceptos procedentes de distintas áreas de conocimiento y de establecer, a partir de éstos, relaciones imprevistas». Lo que tenía como consecuencia una interesante invención de conceptos nuevos. Eso es lo que ocurría, por ejemplo, «con el concepto de alienación o enajenación (que pasa del campo teológico o estrictamente filosófico a un área teórica nueva, el de la filosofía de la economía)».

Tercero: en la orientación crítica de todos los desarrollos teóricos. Marx no se limita «en ningún caso a asimilar conceptos acuñados por sus antecesores, sino que o bien compara las conclusiones de éstos con lo que está ocurriendo en la realidad económico-social, y desde ahí propugna variaciones teóricas, o bien, al juntar las diferentes perspectivas (filosofía alemana, socialismo francés, economía política inglesa), indica a continuación, en el diálogo con los economistas, los filósofos o los socialistas, aquello que le parece el límite teórico de estos últimos».

Esta estrategia intelectual de Marx planteaba un obstáculo adicional en la lectura de los Manuscritos, un obstáculo añadido al de la fragmentariedad, y que no debía ocultarse: «que los economistas de profesión se encuentran enseguida con un vocabulario filosófico que les es ajeno e incluso les desagrada (las referencias explícitas o implícitas a la filosofía de Hegel y sus discípulos) y que los filósofos de profesión chocan ahí con conceptos económicos superpuestos al análisis filosófico tradicional, que les perturba». Por todo ello, advertía FFB, la lectura seguida de los Manuscritos resulta actualmente «particularmente difícil».

FFB intenta una reconstrucción el contenido de los mismos subrayando lo que hay en ellos de pensamiento propio, positivo, y «haciendo a un lado las críticas particulares de Marx a tales o cuales autores con los que dialoga». La tentativa parecerá razonable, señalaba el propio FFB, siempre y cuando se hiciera constar desde el principio que no existía unidad en el texto y que todo él estaba «recorrido por un espíritu polémico, nada dogmático o sistemático.»

No se pierdan el intento del autor de Contribución a la crítica del marxismo cientificista.

PS: Tres aproximaciones de Manuel Sacristán a los Manuscritos:

1. «El principal ejemplo de la paulatina síntesis de la crítica filosófica, la económica y la política en el trabajo del joven Dr. Marx es quizás su aportación ya aludida al concepto de alienación. Al final de este período, en unos borradores hoy célebres bajo el nombre de Manuscritos económico-filosóficos de 1844, Marx ha construido su concepto de alienación; ésta es para él un hecho que corroe toda la vida de las gentes, desde la de los sentidos hasta la inteligencia, y cuya raíz se encuentra en el carácter alienado, enajenado, que tiene el trabajo en las sociedades en que existe se divide no por la simple y cambiante razón de eficacia de cada caso, sino como resultado de la división fija de la sociedad en clases de individuos definidas por la peculiar relación de cada una con los medios de producción, esto es, con los bienes destinados a producir más bienes (tierra, energía, utensilios, máquinas, etc). Esta alienación básica, la alienación del trabajo, se generaliza y se agudiza en el capitalismo, la organización social que convierte en mercancía, en cosa ajena al trabajador, no sólo el producto de su trabajo, sino incluso el trabajo mismo, o (como años después dirá Marx, más precisamente) la fuerza de trabajo de los hombres. La división de la sociedad en dos clases principales -la de los propietarios de medios de producción, o capitalista, y la de los que sólo poseen y pueden vender su fuerza de trabajo y la de su prole, los proletarios- es el correlato social de la completa mercantilización de la vida, de su alienación extrema. En las sociedades modernas -piensa el joven Dr. Marx- el dinero es símbolo concentrado e instrumento de esa desnaturalización del vivir. El dinero transforma «el amor en odio, el odio en amor». Marx, que se ha casado en uno de los peores momentos de esta época (el 10 de junio de 1843), precisamente al perder, por obra de la censura, su trabajo en la Gaceta Renana, ha compuesto su noción del comunismo en los mismos meses en que rechaza la segunda oferta de compra por parte de los poderosos, el ofrecimiento del empleo y suelto de jefe de redacción de la Gaceta Estatal Prusiana…»

2.»Los aludidos Manuscritos de 1844 presentan un Marx que cuenta con unos objetivos políticos obtenidos mediante la crítica filosófica de la sociedad y con intentos de fundamentación científica de la realizabilidad de esos objetivos, intentos realizados mediante una crítica de la economía. En esta crítica el joven Marx va de la mano de los economistas clásicos ingleses, principalmente de Adam Smith (1723-1790) y también de David Ricardo (1772-1823). Se puede decir que el Marx de 1844 es el primer Marx temáticamente completo, el primer Marx ya interpretable según la descripción célebre de uno de sus principales seguidores, Vladimir Ilich Ulianov, «Lenin» (1870-1924): el marxismo temáticamente completo cuenta con tres fuentes y partes: la filosofía clásica alemana (con la que critica la cultura capitalista y clasista en general), la economía política inglesa (bisturí con el que reseca la «anatomía de la sociedad») y la política revolucionaria francesa (impulso y tradición cultural que da nombres -libertad, igualdad, comunidad, etc.- a los objetivos despejados y fundamentados por la crítica). Este marxismo es ya completo no en el sentido que conste de todas las proposiciones teóricas que lo caracterizarán, sino sólo en el de que presenta todos los aspectos, todos los campos de temas en que se pueden repartir aquellas tesis.»

3. «Un año después, en los Manuscritos de París, durante la primera época de estudio intenso de cuestiones económico-políticas por Marx, aquel pensamiento se ha concretado en la idea precisa de la ciencia como forma de producción (al igual que las demás «objetivaciones» de la cultura): «Religión, familia, estado, derecho, moral, ciencia, arte, etc. no son sino formas especiales de la producción, hallándose sometidas a su ley general».

Referencias: 1. «Karl Marx» ,PM I, pp. 288-289. 2. Ibid., p. 292. 3.»Karl Marx como sociólogo de la ciencia», mt 16.17, p. 14.

Nota:

[1] FFB, Marx sin ismos. El Viejo Topo, Barcelona, 1998, pp. 94-118.

Salvador López Arnal es miembro del Frente Cívico Somos Mayoría y del CEMS (Centre d’Estudis sobre els Movimients Socials de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona; director Jordi Mir Garcia)

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.