Recomiendo:
0

El mensaje de Africa a Europa: «No, gracias»

Fuentes: Red del Tercer Mundo

Cincuenta años después que la colonia británica de Costa de Oro -Ghana, en la actualidad- dijera que «no» a sus amos coloniales e iniciara el camino de Africa a su independencia política, los presidentes africanos dijeron a coro que «no» a sus pares europeos y rechazaron la propuesta de sus antiguos colonizadores de firmar un […]

Cincuenta años después que la colonia británica de Costa de Oro -Ghana, en la actualidad- dijera que «no» a sus amos coloniales e iniciara el camino de Africa a su independencia política, los presidentes africanos dijeron a coro que «no» a sus pares europeos y rechazaron la propuesta de sus antiguos colonizadores de firmar un pacto de libre comercio entre ambas regiones antes del fin de este año.

Reunidos en Lisboa, más de setenta líderes europeos y africanos posaron el domingo para la «foto de familia» protocolar y emitieron un comunicado conjunto al cierre de la segunda cumbre (la primera fue en El Cairo, en 2000), en el que prometen «construir una nueva alianza política estratégica, superando las tradicionales relaciones de donantes-receptores».

Mucho más breve, y con mayor impacto mediático, el presidente de Zimbabwe, Robert Mugabe, consultado sobre cuál era su mensaje para Europa, no dijo palabra y levantó su puño izquierdo.

La presencia de Mugabe en la capital portuguesa motivó la ausencia del primer ministro británico, Gordon Brown, quien quiso evitar ser fotografiado dando la mano a un violador de derechos humanos.

La mayoría de los mandatarios africanos presentes en Lisboa fueron elegidos democráticamente en comicios con pluralidad de partidos políticos, pero Mugabe no es la única excepción a la regla. Para muchos africanos no es consistente el ensañamiento de los europeos con el ex guerrillero que lideró la causa de la mayoría negra contra el régimen opresivo de los colonos blancos en la antigua Rhodesia, mientras que un dictador como Omar Bongó gobierna Gabón hace cuarenta años con el beneplácito de las transnacionales europeas que explotan sus reservas petroleras. El propio «guía de la revolución» Libia, Muammar Gaddafi, hasta hace poco calificado de terrorista, pudo acampar en Lisboa e incluso fue honrado con una visita de Estado de cinco días a Francia después de la cumbre. (Lo de «acampar» es literal: en vez de alojarse en un hotel o en su embajada, Gaddafi se instaló en una tienda de campaña beduina custodiada por milicianas.)

En la pulseada diplomática pre-cumbre, los cincuenta y tres mandatarios africanos se habían puesto de acuerdo en defender el principio de soberanía y de igualdad entre los estados: «O vamos todos o no va nadie», dijeron cuando se comenzó a hablar de una posible exclusión de Mugabe. Y en eso les dio la razón el presidente de la Comisión Europea, el portugués José Manuel Barroso, quien presionó para que el boicot de Brown no fuera seguido por los demás gobernantes europeos.

Para la Unión Europea, lo estratégico era no perder la batalla diplomática con China, que el año pasado celebró en Beijing una cumbre sino-africana. La potencia asiática emergió como el segundo socio comercial de Africa, después de Europa, y el primero en términos de inversiones. Y la urgencia estaba dada por el vencimiento del plazo otorgado por la Organización Mundial Comercio (OMC) para que Europa ponga fin a los tratamientos comerciales preferenciales hacia sus ex colonias.

Según una de las resoluciones de la Ronda Uruguay de negociaciones comerciales que dio origen a la OMC, a partir del 1 de enero de 2008 los acuerdos post coloniales entre Europa y sus ex colonias por el cual éstas tienen acceso preferencial a los mercados europeos deben caducar o bien extenderse a todos los países en desarrollo, en particular a los de América Latina, según los principios de no discriminación y de «nación más favorecida».

Para sustituir estos acuerdos, desde hace varios años Europa y Africa vienen negociando tratados regionales y bilaterales de libre comercio, conocidos como EPAs por la sigla en inglés de «Economic Partnership Agreements». El problema es que a cambio del acceso a los mercados europeos, que era «gratuito», Europa reclama ahora un precio: áfrica debe eliminar las protecciones arancelarias a sus endebles industrias, abrir sus mercados a los servicios europeos, a sus inversiones y a la participación en igualdad de condiciones de las empresas europeas en las licitaciones de los gobiernos africanos, además de someterse a obligaciones reforzadas en cuanto a los derechos de propiedad intelectual, que entre otros efectos aumentarían los precios de los medicamentos. Como Europa no va a disminuir sus subsidios agrícolas, millones de campesinos africanos que cultivan para el mercado interno podrían verse arruinados por la competencia desleal de frutas, verdura, carne y leche importadas. La minería y el petróleo serían las únicas actividades económicas sobrevivientes en el continente.

«Es inaudito que la Unión Europea siga presionando a favor de acuerdos tan injustos que afectarán a los campesinos pobres y socavarán todo futuro desarrollo de áfrica», dijo a la prensa en Lisboa Amy Barry, portavoz de la organización humanitaria Oxfam.

«Nadie va a hacernos creer que no tenemos derecho a proteger nuestro tejido económico», dijo el presidente de la Unión Africana, Alpha Oumar Konaré, quien acusó a la Unión Europea de emplear una táctica de «dividir para reinar». Se estaba refiriendo a los acuerdos comerciales bilaterales «interinos» que la Unión Europea ya ha firmado con una decena de países africanos y que debilitan a los mercados comunes subregionales y la posición negociadora de Africa en su conjunto. «Si la debilidad de nuestra unión es la base de nuestra asociación con Europa, tendremos problemas», concluyó.

La amenaza de imponer tarifas a los países africanos a partir de enero estuvo presente en Lisboa, así como la promesa de aumentar la ayuda si las negociaciones resultaban exitosas. Sin embargo, los abogados africanos argumentan que de no firmarse un nuevo acuerdo lo que prevalece es el statu quo, o sea que las preferencias vigentes no pueden ser canceladas unilateralmente. Y los economistas sacaron sus cuentas sobre la ayuda: descontando las sumas ya presupuestadas, el estímulo prometido sería de apenas setecientos millones de euros, a repartirse entre los setenta y ocho países de Africa, el Caribe y el Pacífico con tratamiento preferencial.

«El desarrollo de Africa sólo puede venir de una estrategia basada en las necesidades y prioridades de nuestro pueblo», escribieron centenares de organizaciones sociales africanas a sus gobiernos en vísperas de la cumbre de Lisboa. «Este principio no debe ser negociado a cambio de la continuidad del acceso al mercado de la Unión Europea, especialmente ahora que hay mercados alternativos creíbles».

Y esta vez el reclamo de la sociedad civil fue atendido: «Está claro que Africa rechaza los EPAs», dijo a la prensa el presidente senegalés, Abdoulaye Wade, convertido en vocero de todo el continente. «No estamos hablando más de EPAs, los hemos rechazado. Lo que queda por conversar es qué vamos a poner en su lugar».

Ante un «no» tan rotundo y las múltiples referencias a China como alternativa, la cancillera alemana, Angela Merkel, prometió que durante la cumbre de la Unión Europea del próximo viernes «vamos a ver si Europa puede ser un poco más flexible». Más elocuente, el presidente francés, Nicolás Sarkozy, dijo que Europa no debe «desangrar hasta secarlos» a los países pobres de Africa.