Sentir más y pensar menos. Es lo que está buscando la gente en la posmodernidad. Frente a esa demanda, quienes ofrecen respuestas fáciles, inmediatas y concretas a los problemas cotidianos están ganándole el mercado a los guardianes tradicionales de las almas. El aderezo es la sobreexposición de ofertas. El mercado de los sentimientos está abierto, y cualquiera puede vender su receta
El escenario o la plaza, como dicen los mercadólogos es la posmodernidad, la globalización y el dominio de la economía de mercado. El concepto es la prosperidad, la vida plena. Los ofertantes, empresarios convertidos a líderes espirituales, comunicadores «especialistas» en los problemas de la mente, personas con capacidades psíquicas o «dones», mensajeros de doctrinas milenarias e iniciados esotéricos, políticos, economistas, artistas.
En el gran mercado de la felicidad, cualquiera puede vender su receta.
Ahí está, por ejemplo, el libro de moda: La felicidad, lecciones de una nueva ciencia, de Richard Layard, un conocido economista inglés, miembro de la Cámara de los lores, dedicado ahora al «estudio de la felicidad».
O, para no ir tan lejos, el bestseller en el que se ha convertido el libro que escribió en 1999 otra economista, Josefina Vázquez Mota, secretaria de Desarrollo Social en la actual administración, y cuyo legado está muy lejos de ser un material de apoyo para los estudiosos de la pobreza en este país.
Dios mío ¡Hazme viuda por favor! es, según sus promotores, «una invitación a la mujer para que cobre conciencia de su voluntad e inteligencia y se atreva a ser viuda del miedo a elegir, del temor a desarrollar sus talentos y potencialidades» y lleva más de 100 mil ejemplares vendidos.
«Es una característica de la posmodernidad: La gente quiere sentir más y pensar menos», dice, a modo de explicación, el pastor bautista Javier Ulloa, miembro de la Comunidad Teológica de México.
Coincide Luis Martín Cano, filósofo, teólogo y párroco de la Iglesia de San Felipe Neri: «La gente quiere respuestas rápidas y expeditas a sus problemas cotidianos: que su hijo salga de las drogas, salvar su matrimonio, tener espiritualidad. Busca lo inmediato, lo que implique menos reflexión. Quiere más respuestas y menos preguntas».
Es un fenómeno, sí, global.
Entre los protestantes de todo el mundo, por ejemplo, está de moda Una vida con propósito, de Rick Warren. Traducido a varios idiomas, el libro dice cómo ser exitoso en 40 lecciones.
«No digo que sea un mal texto, no dice nada nuevo, pero simplifica años de estudio pastoral explica Javier Ulloa. ¿Quién va a leer a (Dietrich) Bonhoffer? (un luterano que enfrentó al nazismo). Resulta que ahora para ser pastor no hay que estudiar teología, sino mercadotecnia, porque ya hay cientos de manuales de cómo ser un buen pastor».
El mercado de las almas
Después del 11 de septiembre de 2001, Dios y el futuro de la religión están de moda en los círculos académicos.
«El de Dios es un tema que saltamos de las aulas por ignorancia, pero ahora estamos volteando a la filosofía de la religión para explicar las cosas», dice Francisco Piñón, maestro de filosofía en la UNAM y en la UAM Iztapalapa.
«La religión está concatenada a la historia de la humanidad. Responde a una necesidad de inmortalidad, trascendencia y produce un sentido de identidad, de unidad y fiesta, también de crítica hacia el mundo».
Piñón es un apasionado del problema de Dios. Estudió filosofía en la Universidad Gregoriana de Roma y un doctorado en ciencias sociales en la Universidad de Santo Tomás. El problema ahora, dice, es que hay mucha confusión de las religiones frente al sistema de mercados.
«En un mundo donde todo es marketing hemos perdido el sentido de humanidad, de racionalidad humana. Lo que estamos viendo con la globalización es la difusión de los mercados al contento del comprador: yo te vendo un Dios a tu imagen y semejanza, al gusto del comprador».
Algo similar, dice Javier Ulloa, para quien la posmodernidad está vinculada a «la ruptura con los grandes sistemas y los grandes relatos»: «El elemento que domina al mundo es el mercado, y la religión no está exenta. En la competencia por el mercado de las almas, quien ofrezca el mejor producto, que responda más rápido y te haga sentir mejor va a tener un mayor número de adeptos».
La Teología de la Prosperidad
Los carismáticos son un movimiento de renovación espiritual (hay carismáticos católicos y evangélicos) que inició a finales de los sesenta y promueve la difusión de los carismas (gracias, dones) del Espíritu Santo.
«Se inscribe en el bautismo de la espiritualidad y se promueve el testimonio por el evangelio y la caridad cristiana», explica el padre Ignacio Díaz de León, Misionero del Espíritu Santo y párroco de la iglesia del Altillo, donde organiza talleres para divorciados.
Él, por supuesto, es un convencido de que la gente se transforma a través del «contacto» con el Espíritu Santo.
«La gente lee la Biblia y deja de beber, a partir de un encuentro personal con Cristo, ¿Cómo va a ser malo eso?», dice, en respuesta a las críticas.
Será el sereno, pero las manifestaciones litúrgicas de los carismáticos provocan escozor: el «contacto» con el Espíritu Santo llega en muchas ocasiones en forma de vómito o convulsiones, o incluso un fiel puede soltarse hablando lo que ellos denominan «la lengua», que es una suerte de idioma común del principio de los tiempos.
El debate de fondo con las iglesias históricas, empero, parte de su propuesta teológica.
«Los carismáticos promueven la Teología de la Prosperidad explica Ulloa.
«Esto significa que Jesucristo es el Rey, nosotros somos hijos del Rey, luego entonces somos favorecidos con los bienes materiales que el Rey nos da, y por eso, el progreso espiritual va empatado con el progreso material».
También plantea que este mundo no tiene remedio, por lo cual lo que tiene que cambiar es el espíritu.
«Son fugas, insiste el pastor. No procesas ni tu propia vida. No interpretas tu realidad. Es el ‘yo estoy bien y no miras alrededor'».
¿Por qué un planteamiento así crece en regiones de gran pobreza, como el sureste mexicano y Centroamérica?
¿Quién no quiere salir de pobre? O mejor dicho: ¿Quién no quiere un Dios que lo saque de pobre?
Pare de sufrir y Los carros del faraón
La Iglesia Universal del Reino de Dios, más conocida como Pare de sufrir, nació en Brasil en 1977. Desde entonces su crecimiento ha ido de la mano con denuncias de fraude y lavado de dinero hacia su líder, Edir Mazedo Becerra, obispo Macedo. Se inscribe en el movimiento carismático de las llamadas iglesias neopentecostales y promueve la Teología de la Prosperidad. En Brasil se le ha señalado como uno de los financieros de la campaña presidencial del presidente Lula y está en vías de formar un partido político.
En México hay 48 templos; su centro de operaciones es el antiguo teatro Silvia Pinal, en la colonia Roma. Su fuerza, empero, radica en su alianza con Televisa.
Pare de Sufrir tiene emisiones diarias en la madrugada en el Canal 4 y en 730 AM del Grupo Radiópolis.
El padre Cano reparte responsabilidades: «Publicar un libro sobre la felicidad es una irresponsabilidad del autor, pero también de la editorial que lo publica. Es decir, no hay una censura intelectual o ética en los medios de comunicación, que por un lado critican el fanatismo religioso y por otro aceptan comerciales de quien sea. Y ¿cuál es el éxito de las iglesias de Pare de Sufrir? Que salen en la tele y con este modelo muy gringo del testimonio, de antes estaba así y ahora estoy así».
Es el molde de los carismáticos.
«El intercambio de información en el contexto de la ruptura de los grandes relatos provoca el surgimiento de un sincretismo y un regreso al maniqueísmo, dice Javier Ulloa. Es una gran guerra espiritual donde las fuerzas del mal luchan contra las fuerzas del bien y donde hay un gran panteón de demonios de manera que cualquier manifestación contraria a la fe cristiana tiene un demonio que hay que reprimir. Un canto común en sus liturgias es Los carros del faraón. El mensaje de fondo del himno es que estamos en una guerra espiritual y Dios va a acabar con los enemigos de Dios».
Vaya. Cualquier similitud con el discurso de George W. Bush y de Pat Robertson, el pastor estadunidense que pidió en televisión matar al presidente venezolano Hugo Chávez, es, seguramente, mera coincidencia.
Campo fértil
Más allá de las fallas propias que han propiciado el crecimiento carismático (la rigidez moral y el énfasis racional de la fe, del protestantismo. La fundamentación sacramental y la verticalidad del catolicismo), lo cierto es que los carismáticos están ganado la batalla: 70% de las iglesias protestantes en América Latina están cerrando sus escuelas dominicales y muchas iglesias de tradición histórica, que al principio los rechazaban, han adoptado sus formas.
«Era eso o perder a su fieles», lamenta Ulloa.
Algo similar a lo que ocurre con el catolicismo popular, cuya penetración es tan fuerte que el catolicismo institucional (Vaticano) prefiere tolerarlo a perderlo.
Los líderes religiosos saben, sin embargo, que América Latina es un campo fértil para estas nuevas expresiones religiosas, y ya se plantean cómo enfrentar el embate de las otras dos grandes religiones universales: islam y budismo.
Los católicos, que tienen en México y Colombia dos de sus grandes bastiones, ven muy difícil que puedan arraigarse en la cultura mexicana.
«Por el sentido de identidad dice el padre Cano. Por eso los católicos sienten que pueden ir a esos talleres espirituales, pero seguir bautizando a sus hijos y casándose por la iglesia».
Los carismáticos y las filosofías orientales tienen un punto en común: promueven la idea de que si estás bien con los demás no tienes que ayudarles.
«Las religiones orientales son coherentes porque tienen una perspectiva panteísta que promueve una irresponsabilidad social. Es más fácil en esa concepción deslindarse de sus responsabilidades históricas y sociales».
Caballo de Troya
Como sea, las visiones orientales ya están aquí. Hay una comunidad islámica fuerte en Chiapas y un grupo pequeño en la colonia Roma. En la ciudad de México también existe desde hace varios años la Casa de Buda. Las escuelas de yoga, los talleres de reiki y las diversas técnicas de medicina alternativa.
Es parte de lo que en distintas doctrinas orientales se identifica como una época de búsqueda y de difusión del conocimiento.
«En la tradición de los Vedas hay dos etapas distintas: satia yoga (santos) y kali yoga (destruir para construir). Estamos en kali yoga, donde salen los peores males de la humanidad, ves los horrores externos y entonces vuelves a tu interior para construir y volverte santo», explica María Lira, gerente de capacitación en una importante empresa privada. Ella practica sida yoga desde hace varios años y antes estudió teología y una maestría en educación. De esa mezcla derivó su decisión de dejar la academia e incorporarse a la iniciativa privada.
«Como un caballo de Troya, porque el mundo ya no puede sostenerse en el caso en el que está. Y con quien hay que trabajar es con los que están provocando esta situación».
La ¿nueva ciencia?
«De la mano de la figura más destacada de la nueva ciencia de la felicidad nos llega esta innovadora obra que descubre qué es la felicidad y qué podemos hacer para conseguirla», dice la contraportada del libro de Layard. Editado por Taurus, con una pasta rosa mexicano, se distingue en los aparadores entre otros títulos de moda. Por ejemplo, los que figuran entre los 10 más vendidos en las tiendas Samborns durante el mes de septiembre: La Conspiración, y Angeles y Demonios, de Dawn Brown; Padre Rico, padre pobre, de R. T. Kiyosaki; Comunícate, cautiva y convence, de Gaby Vargas; El Zahir, de Paulo Cohelo.
O los que anuncia como bestseller la Editorial Panorama (editora de Dios mío ¡Hazme viuda por favor!): El Camino a la felicidad; Yo, la persona más importante de mi vida; Usted también puede ser próspero; El niño triunfador; Dios mío ¡Quítame lo bruto!.
Un empleado de librerías de Polanco comenta que la proporción de ventas de libros de esoterismo y superación, en relación con libros de literatura, es de ocho a dos.
Puesto frente a este argumento, el padre Luis Martín Cano advierte:
«Está la moda de abrir secciones de esoterismo y ahí meten al Dalai Lama, a los ángeles, astrología. Es decir, todo lo que sea espiritual entra aquí. Y eso crea una gran confusión entre la gente».
Sí. Quizá en lo único que se parecen es lo que ofrecen. Como la película What the bleep do we know? (¿Y tú que sabes?) de Mark Vicente, William Arntz y Betsy Chasse, actualmente en cartelera. Un documental de la física cuántica que a través del personaje de una mujer divorciada deja su mensaje: Sé feliz, aquí y ahora.