Recomiendo:
0

El mito del colapso norteamericano

Fuentes: Sin Permiso

«Como es mi intención escribir algo útil para los interesados, me pareció más conveniente buscar la verdad por el efecto de las cosas, que por lo que de ellas se puede imaginar.» [Maquiavelo, El Príncipe, 1513] El pasado 6 de octubre de 2008, la crisis financiera norteamericana desembarcó en Europa, y repercutió en todo el […]

«Como es mi intención escribir algo útil para los interesados, me pareció más conveniente buscar la verdad por el efecto de las cosas, que por lo que de ellas se puede imaginar.» [Maquiavelo, El Príncipe, 1513]

El pasado 6 de octubre de 2008, la crisis financiera norteamericana desembarcó en Europa, y repercutió en todo el mundo de forma violenta. Las principales bolsas de valores del mundo registraron caídas significativas, gobiernos y bancos centrales tuvieron que intervenir para mantener la liquidez y el crédito de sus sistemas bancarios. En este momento, ya no caben dudas: la crisis financiera que comenzó por el mercado inmobiliario de alto riesgo en los Estados Unidos se transformado ya en una crisis profunda y global que ha destruido una cantidad fabulosa de riqueza y terminará por alcanzar de manera más o menos extensa, desigual y prolongada a la economía real de los EE.UU. y de todos los países del mundo. Muchos bancos y empresas seguirán quebrando, nacerán rápidamente nuevas normas e instituciones, y se dará en los próximos meses una gigantesca centralización del capital financiero, sobre todo en los Estados Unidos y en Europa. Los bancos y organismos multinacionales siguen paralizados e impotentes, y se afianza por doquiera la tendencia a la estatización de empresas, a la regulación de los mercados y al aumento del proteccionismo y del nacionalismo económico. Mírese como se mire, terminó la «era Tatcher-Reagan», y el «modelo neoliberal» anglo-norteamericano cayó al basurero de la historia, junto con las ideas económicas hegemónicas de los últimos 30 años. Como contrapartida, incluso sin hacer proselitismo explícito, tendría que ganar puntos, en los próximos meses y años, en todas las latitudes, el «modelo chino» nacional-estatista, centralizado y planificador.

En medio del ensordecedor tiroteo, se hace difícil pensar. Tal vez por eso, se multiplican en la prensa y en la academia los adjetivos, las exclamaciones y las profecías apocalípticas, anunciando el fin de la supremacía mundial del dólar y del poder global de los EE.UU, o del propio capitalismo norteamericano. Y eso, al mismo tiempo que los gobiernos y los inversores de todo el mundo se están refugiando en el mismísimo dólar y en los títulos del Tesoro norteamericano, a despecho de la bajísima rentabilidad de los mismos y pesar de que el epicentro de la crisis se halle en los Estados Unidos. Y lo más interesante es que son los gobiernos de los Estados que estarían supuestamente amenazando la supremacía estadounidenses quienes, los primeros, se refugian en la moneda y en los títulos norteamericanos. Para explicar este comportamiento aparentemente paradójico, es preciso dejar de lado las teorías económicas convencionales sobre el «patrón-oro» y el «patrón-dólar», no menos que las teorías políticas convencionales sobre las crisis y «sucesiones hegemónicas» dentro del sistema mundial.

Comencemos por la paradoja de la «fuga hacia el dólar» como respuesta a la crisis del propio dólar. Aquí es preciso entender algunas características específicas y fundamentales del sistema «dólar-flexible». Desde la década de 1970, los EEUU se transformaron en el «mercado financiero del mundo», y su banco central (la FED) pasó a emitir una moneda nacional de circulación internacional, sin base metálica, administrada a través de las tasas de interés de la propia FED y de los títulos emitidos por el Tesoro norteamericano, que actúan en todo el mundo como la base del sistema «dólar-flexible». Por eso «la casi totalidad de los pasivos externos norteamericanos es denominada en dólares y prácticamente todas las importaciones de bienes y servicios de los Estados Unidos son pagadas exclusivamente en dólares. Una situación única, que genera enorme asimetría entre el ajuste externo de los EEUU y los demás países […] De aquí, también, que la remuneración en dólares de los pasivos externos financieros norteamericanos, todos denominados en dólares, siga de cerca la trayectoria de las tasas de interés de su propia «deuda externa». (1) De una mágica poderosa y una circularidad imbatible, porque se sustenta de forma exclusiva en el poder político y económico norteamericano. Ahora mismo, por ejemplo, para enfrentar la crisis, el Tesoro norteamericano emitirá nuevos títulos que serán comprados por los gobiernos e inversores de todo el mundo, como justifica el influyente economista chino, Yuan Gangming, al afirmar que «es bueno para China invertir mucho en los Estados Unidos, porque no hay muchas otras opciones para sus reservas internacionales de casi 2 billones de dólares, y las economías de China y EE.UU. son interdependientes». (FSP, 24/11)

Por lo demás, desde el punto de vista de la jerarquía mundial, sí esta crisis fuera administrada de manera estratégica por el gobierno norteamericano, podría reforzar, y no debilitar, la posición futura de los EEUU dentro del sistema mundial. Mas, para entender esta segunda paradoja, es necesario ir un poco más allá de la economía y las finanzas, y analizar con cuidado el origen del desencadenamiento de las crisis y de la competencia entre los Estados nacionales.

En primer lugar, casi todas las grandes crisis del sistema mundial fueron provocadas, hasta hoy, por la propia potencia hegemónica.

En segundo lugar, estas crisis son provocadas, casi siempre, por la expansión victoriosa (y no por la declinación) de las potencias capaces de derribar las normas e instituciones que ellas mismas crearon en un momento anterior, y que después se transforman en un obstáculo en el camino de su propia expansión.

En tercer lugar, el éxito económico y la expansión del poder de la potencia imperante es un elemento fundamental para el fortalecimiento de todos los demás Estados y economías que se proponen competir o «sustituir» a la potencia hegemónica. Así, finalmente, las crisis provocadas por la «exuberancia expansiva» de la potencia imperante afectan, en general, de forma más perversa y destructiva a los «competidores» que al propio hegemón, acostumbrado a recuperarse de forma más rápida y vigorosa que los demás.

Resumiendo: «a pesar de la violencia de esta crisis financiera, no debería haber un vacío en de ‘sucesión’ en el liderazgo político y militar del sistema mundial. Y, desde el punto de vista económico, lo más probable es que ocurra una fusión financiera cada vez mayor entre China y los Estados Unidos». (2)

NOTAS: (1) Serrano F. (2008) «A economía Americana, o padrâo «dólar-flexível» e a expansâo mundial nos anos 2000″, in J.L. Fiori, F. Serrano e C. Medeiros, Ed. Récord, Río de Janeiro p. 83. (2) Fiori, J.L. (2008) «O sistema mundial, no inicio do século XXI, in J.L. Fiori, F. Serrano e C. Medeiros, Ed. Récord, Río de Janeiro p. 65.

José Luis Fiori, profesor de economía y ciencia política en la Universidad pública de Río de Janeiro, es miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO.