En una reunión sobre el futuro de la Unión Europea de la asociación Horitzó Europa, organizada en colaboración con CCOO de Catalunya, a la cual se me había invitado para hacer la presentación inicial, me sorprendió que el representante del Partido Socialista de Catalunya (PSC) en la mesa de representantes de partidos políticos, presentara las […]
En una reunión sobre el futuro de la Unión Europea de la asociación Horitzó Europa, organizada en colaboración con CCOO de Catalunya, a la cual se me había invitado para hacer la presentación inicial, me sorprendió que el representante del Partido Socialista de Catalunya (PSC) en la mesa de representantes de partidos políticos, presentara las reformas del Gobierno socialdemócrata alemán presidido por el canciller Schröder (expuestas en su Agenda 2010) como modelo y punto de referencia para lo que debería hacerse en los países de la periferia de la Eurozona, incluida España. Estas reformas consistían en potenciar las exportaciones del país, a base de la reducción de la demanda doméstica, conseguida a base de reducir el consumo mediante la reducción de salarios y de la protección social. Esta postura fue también adoptada por el Gobierno alemán presidido por la canciller Angela Merkel, cuyas políticas son una mera continuación de las que en su día implementó el Gobierno Schröder.
Mi sorpresa se debe a que tal postura -que había estado muy extendida entre amplios sectores de la socialdemocracia europea, consecuencia de la influencia de la Tercera Vía, liderada por Toni Blair en Gran Bretaña-, había perdido gran parte de su atractivo a la luz de sus resultados, que han sido muy negativos para el crecimiento económico, y creación de empleo en aquel país. La postura del ponente socialista catalán parece, sin embargo, ser todavía dominante entre muchos economistas, como Josep Oliver, Catedrático de Economía Aplicada en la UAB, que tuvieron gran influencia en el desarrollo de las políticas económicas del Gobierno tripartito catalán (con muchas de las cuales estaba yo de acuerdo) pero que, por lo visto, han ido cambiando de postura con el tiempo.
Antes de analizar la política económica de Schröder-Merkel, quisiera hacer dos aclaraciones. Una es que ignoro si tal postura representa la postura del PSC. Sí que parece estar extendida entre sectores de la sensibilidad catalanista del PSC. Lo que sí sé es que es la postura ampliamente aceptada también por los partidos conservadores y liberales en Catalunya y en España. Y también, por cierto, del PSOE. Hay matices entre estas opciones políticas acerca del grado de austeridad necesaria, la distribución de los costes de tal austeridad, y otros elementos. Pero, en general, hay un acuerdo en la necesidad de potenciar las exportaciones, a base de reducir la demanda doméstica, como medida de salir de la crisis. El hecho de que este punto de vista esté aceptado por sectores de la socialdemocracia catalana y española es lo que me preocupa.
LOS DESCRÉDITOS DEL MODELO EXPORTADOR ALEMÁN
Esta postura que toma el Gobierno Schröder como modelo asume que la austeridad ahora es necesaria para reducir el déficit público del Estado, a fin de recuperar la confianza de los mercados, acentuando las medidas intervencionistas por parte de las autoridades públicas para potenciar el sector exportador, que es el que estimulará a toda la economía. Tal sector exportador se presenta como el que debe convertirse en el motor de la economía. La salida de la crisis pasa, pues, por un aumento de la productividad que se conseguirá a través de la reducción salarial y una reducción de la protección social, recortando el gasto público. Esta postura, sin embargo, ha sido la responsable de la gran crisis de la Eurozona, de su escaso crecimiento económico que, por cierto, está alcanzando el nivel de recesión, también en Alemania. Veamos los datos.
Según los últimos datos del Banco Central Europeo, la tasa de crecimiento de la Eurozona será para el 2012 negativo (-0,5% del PIB), y para el 2013, incluso peor (-0,7% del PIB). Una de las mayores causas del descenso de la actividad económica de la Eurozona es el descenso de la tasa de crecimiento de la economía alemana, centrada en las exportaciones. Las exportaciones han ido cayendo al ir disminuyendo la capacidad adquisitiva de los países importadores de la Eurozona, incluidos los países periféricos. Así, las exportaciones alemanas a España descendieron un 11,4%, a Portugal un 15,8%, a Grecia un 9% y a Italia un 8,6%. El declive de exportaciones alemanas a los países de la Eurozona fue de un 3,1%.
Puesto que las importaciones de Alemania de productos de los países de la Eurozona permanecieron constantes, con un ligero declive (resultado de la escasa demanda doméstica, consecuencia de las políticas de austeridad del gobierno alemán), resulta que la balanza de pagos (el saldo entre lo que Alemania vende y lo que compra) fue reduciéndose de manera que hoy casi está equilibrada con los países de la periferia, incluida España (tal como muestra el economista Andrew Watt en su artículo «IMK forecast-euro area recession to continue» ‘Social Europe Journal’. 05.10.12). Este equilibrio no se debe a que las exportaciones españolas a Alemania hayan aumentado (como varios economistas españoles han interpretado) sino a que las exportaciones alemanas a estos países han descendido. La corrección de la balanza de pagos alemana no se debe pues (como con excesiva frecuencia se asume) al crecimiento de la productividad y de las exportaciones de tales países, incluida España. Se debe al descenso de las exportaciones alemanas a los países periféricos, resultado de la escasa capacidad adquisitiva de la población de estos países, como consecuencia de las políticas de austeridad. Y las importaciones de Alemania de productos de los países periféricos no han aumentado (en realidad han descendido) debido al estancamiento de la capacidad adquisitiva de la clase trabajadora alemana, consecuencia de las políticas de austeridad de los gobiernos Schröder-Merkel.
Por un momento parecería que la economía alemana estaba respondiendo bien a las medidas de austeridad alemana, con una economía que iba creciendo, resultado del aumento de las exportaciones. Pero ello se debió a que la economía alemana se desligó de la Eurozona, aumentando sus exportaciones a EEUU, China, Rusia y Japón. Su solución fue separarse de la Eurozona. Ahora bien, cuando la economía de estos países dejó de crecer en los términos que se esperaban (consecuencia, en parte, del parón de la economía mundial), las exportaciones alemanas cayeron, y así ocurrió también en su economía, centrada en las exportaciones. La austeridad impuesta por el binomio Schröder-Merkel está causando una enorme crisis a nivel de Alemania, de la Eurozona y del mundo. Si en el debate entre Schröder (que quería potenciar el sector exportador) y su ministro de Finanzas, el señor Oskar Lafontaine (que quería potenciar la demanda doméstica subiendo los salarios y el gasto público), éste último hubiera ganado, no estaríamos donde estamos. El crecimiento de la demanda doméstica alemana hubiera estimulado el crecimiento económico alemán y europeo.
Dos últimas observaciones. Josep Oliver cuestiona que España esté llevando a cabo políticas de austeridad pues la deuda pública se ha incrementado enormemente, resultado -según él- de un gran aumento del gasto público (Oliver J., «Es el crédito, estúpido». ‘El Periódico’. 04.10.12). Pero el crecimiento de la deuda pública es en sí un resultado de las políticas de austeridad. Los recortes de gasto público y bajada de salarios -que caracteriza las políticas de recortes- disminuyen los ingresos al Estado, lo cual crea un aumento del déficit y de la deuda pública. Este aumento de la deuda pública es una consecuencia, no es una causa de la austeridad. El impacto del crecimiento de la deuda como estímulo de la economía es nulo, pues requiere un aumento de los pagos por los intereses de la deuda, lo cual no tiene ningún impacto estimulador de la economía. No es lo mismo que aumente la deuda pública como resultado de haber invertido en la infraestructura social, humana y física del país, que aumentar la deuda pública resultado de pagar los intereses a la deuda.
La otra observación es que no es cierto de que aumentar los impuestos reduzca la demanda. Si tal reducción se centra en las rentas superiores (que consumen poco) y con los fondos adquiridos el Estado crea puestos de trabajo, (que es lo que debería hacerse), la demanda aumenta no disminuye. El problema económico (además de humano y social) más importante que tiene hoy España es el desempleo, no el déficit público. En realidad este no descenderá a no ser que haya mayor crecimiento económico, resultado de un aumento de la creación de empleo. Y tal inversión puede hacerse mediante una reforma fiscal progresiva y redistributiva que genere la cantidad suficiente de recursos. Los ingresos al estado de España y otros países periféricos están muy por debajo de los que debería ser por su nivel de riqueza. De ahí la urgencia de la reforma fiscal que permita el crecimiento de gasto público y la inversión en la producción de empleo. Continuar las políticas de austeridad, esperando que las exportaciones sean las que nos saquen de la crisis es profundamente erróneo. Y los datos así lo muestran.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.