Conocemos a Augusto recitando Aceituneros de Jaén en honor a un compañero del SOC andaluz con quien comparte mesa, durante un encuentro sobre Luchas por la Tierra. Augusto de carácter alegre y profundo convencimiento, pertenece al Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra del Brasil (MST). Así, en el centenario Centro Musical de Benimaclet donde tienen […]
Conocemos a Augusto recitando Aceituneros de Jaén en honor a un compañero del SOC andaluz con quien comparte mesa, durante un encuentro sobre Luchas por la Tierra. Augusto de carácter alegre y profundo convencimiento, pertenece al Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra del Brasil (MST). Así, en el centenario Centro Musical de Benimaclet donde tienen lugar las conferencias, concretamos con él una entrevista para la tarde siguiente. Augusto nos hablará de Brasil, de esa fulgurante aparición en el panorama internacional, de la década Lula-Dilma, de la amenaza del agronegocio y la filosofía del MST.
Para comenzar, nos presenta un país multiétnico; el país de las tres culturas, de las tres razas. La del indígena autóctono, mayoritaria en la Amazonía norte, la negra de descendientes esclavos, situados principalmente al noreste y la blanca que pueblan sobre todo el sur del país. «Con todo, el mestizaje es muy amplio, los mismos portugueses se mezclaron mucho más que los españoles con el resto del continente.» Así se distribuyen unos 190 millones de personas. De estos, los indígenas están en una situación bastante complicada. «Los llamados kilombolos descendientes de esclavos rebeldes que fueron pseudocompensados con algunas tierras por los siglos de esclavitud, están siendo atacados por las multinacionales. A día de hoy están en guerra, enfrentándose a ejércitos profesionales con sus pinturas, sus arcos y sus flechas.» Existe un comité para la protección del indígena, pero no funciona. El indio tiene un problema muy grande de adaptación. «Hay también un alto porcentaje de suicidios en indígenas que van a vivir a las grandes ciudades.» Por su parte, los brasileños negros padecen el racismo. Hasta hace menos de diez años, «no aparecían personas negras en programas ni teleseries del país, daba la sensación al resto del continente de que todos los brasileños eran blancos.» Siempre se les asocia con la pobreza y las favelas. La policía les dispara y luego pregunta. «Es frecuente que un trabajador vuelva a casa por la noche, lo paren y amanezca muerto. Mientras las élites brasileñas, en su mayoría blancos, concentran en un 1% de la población el 45% de la riqueza del país. «Esta élite posee la mayor concentración de tierras del mundo, la 2ª es Paraguay cuyos terratenientes son brasileños.»
Antes de adentrarnos a analizar los años del gobierno Lula-Dilma, hagamos un poco de memoria para entender la lucha histórica que hizo posible la llegada de un sindicalista al poder. Proviniendo de las luchas sociales de los 70s, es en 1981 cuando Lula aparece como uno de los fundadores del Partido de los Trabajadores, en plena dictadura militar. La dictadura concederá una apertura en el 85 acabando por promulgar una democracia representativa. Fernando Collor de Melo, muy duro con los movimientos sociales, será el primer presidente; «el pueblo lo expulsa en 1989.» Tiempo después llegará al poder Enrique Cardoso, «un intelectual de derechas, que representa el proyecto de las élites brasileñas y de las políticas neoliberales.» Gobernará entre 1995 y 2002. En 2003 después de una larga carrera como sindicalista en la metalurgia de Sao Paolo y de años de lucha contra la dictadura, Lula da Silva llega a la presidencia de Brasil. «El MST hizo campaña por Lula pero si pudo acceder al poder fue porque las clases dirigentes lo permitieron.» Todo el mundo le apoyaba, la clase media y trabajadora pero también la burguesía nacional y las multinacionales extranjeras. Por esto último, Lula prosiguió con las mismas políticas neoliberales que Cardozo había comenzado, «incluso fue más allá ya que por ser de izquierdas pudo hacer cosas que la derecha no se hubiera atrevido.»
Bien es cierto que Lula promulgó iniciativas políticas como luz para todos, hambre cero o las bolsas de sueldos para familias que mejoraron en mucho la calidad de vida de millones de personas. «Pero después de esto, no vino nada. Son políticas asistencialistas, de caridad, muy populistas, no hay cambios políticos importantes. Cuando ellos se vayan la situación de la gente será la misma que antes.» Dilma ha seguido con las mismas políticas asistencialistas y de privatización. «Si hubieran hecho cambios el pueblo los hubiera seguido, a Lula lo adoran, pero no se atreven. Es un gobierno con poco valor para enfrentarse al capital.» Los grandes ministerios están en manos de la burguesía. Sin ir más lejos el ministerio de agricultura está bajo el entorno de la Banca Ruralista, la banca de los terratenientes, que jamás apoyará una reforma agraria. «Lula y Dilma no tienen un proyecto de desarrollo nacional sino que están a expensas de los dictados internacionales.»
En estos diez años de gobierno de centro-izquierda, el tándem Lula-Dilma mantuvo una política exterior de relaciones muy buenas con sus vecinos Chávez, Evo, Celaya, Lago, Múgica… y de cara al resto del mundo la imagen es inmejorable. «A nivel global Brasil ha pasado de ser deudor a acreedor del FMI prestando dinero a la cooperación internacional.» Este espectacular crecimiento ha situado al país como 6ª potencia económica mundial. Pero el crecimiento no revierte en desarrollo social, el hambre ha aumentado y hay 17 millones de brasileños bajo el nivel de pobreza. Incluso en la novísima potencia mundial existe hoy en día el trabajo esclavo. «Hay unos 35 mil trabajadores escondidos en el norte del país que trabajan en las haciendas, continuamente movilizados y secuestrados sin poder escapar.» Esto sucede en un contexto en el que la Banca Ruralista pretende cambiar la ley para la explotación de la Amazonia, pulmón del planeta, para acabar con los bosques y poseer más tierras.
Lejos de la selva, en las ciudades, donde Dilma subió los salarios y mejoró la calidad del empleo en un clima de entusiasmo que recuerda al de pre-crisis, «los trabajadores siguen reivindicando la reducción de la jornada laboral a 40 horas, sin concesión del gobierno.» En lo que respecta a las relaciones del gobierno con el MST, Lula no hizo concesiones a las familias para asentarse. «Hoy hay 80 mil familias que han ocupado tierras para trabajar y están a la espera de que se las cedan. Dilma tampoco ha reconocido ninguna.» Mientras, el ministerio de agricultura reparte su presupuesto dando el 30% a los pequeños propietarios que deben dar de comer al 80% de la población y destina el 70% restante para el agronegocio.
Momento ahora de explicar en qué consiste este invento. «Es la forma que tiene el capital financiero internacional de organizar la producción agrícola a nivel mundial. Este poder financiero internacional lo conforman las multinacionales, los grandes propietarios y los medios de comunicación que les avalan.» Este poder se convenció que la hegemonía ya no la proporcionan los bienes reales, físicos, sino el capital ficticio. Y así jugó, «sabiendo que podía usar un solo dólar para invertirlo al mismo tiempo en las bolsas de Nueva York, Tokio y París gracias al desarrollo de internet y las nuevas tecnologías». De este modo, todo ese capital ficticio se ha ido desvinculando de la producción de capital real. «Este es el desajuste que ha generado la crisis. No hay producción real que justifique el capital ficticio por lo que hay dinero que empieza a no valer, a desaparecer; más o menos unos 33 mil trillones de dólares que no tienen una justificación física.» Para nivelar el desajuste comienza a invertirse, entre otros, en agricultura. Se diseña así, una nueva división internacional del trabajo. «A los países «desarrollados» les corresponde la tecnología y los productos de valor añadido. Al sudeste asiático les toca manufacturar, dada su abundancia en mano de obra barata. África y América les corresponde la agricultura como tarea y el agronegocio como forma de explotación.» La idea es sencilla: grandes extensiones de monocultivos intensivos para la exportación. Para ello se promueve el uso de maquinaria industrial, tóxicos y productos transgénicos» que provocan cáncer por el consumo excesivo de ansiolíticos.»
Frente a toda esta lógica de explotación de la gente y la naturaleza, surge el MST brasileño. Aquella historia, por supuesto no oficial, de los esclavos rebeldes que fundaron el Kilombo dos Palmares, es la referencia de la que se declaran herederos los sin tierra del Brasil. Ya más recientemente, en los 50, hubo movimientos organizados en ligas de campesinos que fueron destruidas con la llegada de la dictadura en 1964. Tiempo después en 1978, comienzan las primeras ocupaciones de tierras en diversas partes del país. ¿Por qué no coordinarlas? Fue la pregunta y la respuesta la fundación del MST en 1985.
Augusto reconoce un papel muy importante para la organización del MST a las gentes de la Teología de la Liberación. Aunque los campesinos tenían sus propias ideas y conservaban su autonomía, la CPT (Comisión Pastoral de la Tierra) estaba presente en todos los estados del país, como perteneciente a la iglesia. «Esto dio muchas facilidades a la coordinación de los distintos asentamientos. Primero ocupamos la tierra, después vienen la permanencia y la resistencia, y así el movimiento va evolucionando.» Del mero autoconsumo para el hambre, se crece hacia una organización más compleja, la producción propia y la demanda de la reforma agraria. Pero el desarrollo de los asentamientos es desigual en las distintas zonas del país.
Y es que la lucha siempre fue y sigue siendo dura. «La mayor represión vino con el gobierno de Felipe Mello, que fue brutal. Con Dilma y Lula no hay represión federal pero sí a nivel local por parte de los gobiernos autóctonos.» En los 5 primeros meses de 2013 han sido asesinados 4 dirigentes del MST. Augusto recuerda ahora otra fecha y un lugar concreto. El 17 de Abril de 1996 en el Dorado dos Carjás, en Paná, la Amazonía. «Los campesinos protestaron cortando las carreteras para paralizar el transporte de camiones de la compañía Vale. Hubo una masacre de campesinos perpetrada por sicarios contratados por las multinacionales, que hizo que incluso mucha gente abandonara por lo terrible de las consecuencias.»
Ese mismo año 1996, surge un concepto nuevo, el de Soberanía Alimentaria. Para contraponerse a los dictámenes de la FAO, que sólo reconoce el derecho a comer, la Soberanía Alimentaria reclama la decisión sobre qué producir y cómo hacerlo.«Son las ideas del cuidado de la tierra, del autoabastecimiento, del comercio local para evitar los grandes transportes, causa principal del agujero en el ozono.»El MST recoge la agroecología como contrapunto al agronegocio y desarrolla toda una filosofía de vida. «Desde las producciones pequeñas, sostenibles, la promoción del mercado local hasta la división entre lo que se produce para consumir y lo que se destina al comercio.»Un desarrollo basado en la cooperación que deriva en otras facetas como la salud, la educación, el género, la juventud…«Una tarea gigante que exige el momento histórico para contribuir a un gran cambio que replantee todas las facetas de la vida.» El MST comprende así hasta 11 sector diferentes. Se consideran a sí mismos como socialistas de base. Hoy es la gran fuerza política de Brasil. En 30 años ha dado tierra a 370 mil familias, unos 2 millones de personas organizadas en 24 de las 26 provincias del país. Aún con todas las dificultades el MST ha conseguido que gente que no sabía leer ni escribir esté, 3 décadas después, dando clases en la universidad. «Se ha restituido la dignidad, hoy en día un sin tierra puede entrar en cualquier sitio con toda seguridad y la cabeza bien alta.»
El compañero Augusto no quiere despedirse sin dejar un mensaje: «Estamos conectándonos con los demás pueblos, no sólo de Sudamérica. La clase media europea está engañada por los mass media. Luchar aquí es luchar por la gente de allí y viceversa. En mayor o menor medida todos somos explotados por unas cuantas familias que dominan el planeta. La lucha es global.»