Creado en enero de 1984 para impulsar la reforma agraria en uno de los países con más desigualdades en el campo, el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) de Brasil cumple 25 años con logros a festejar, pero con crecientes divisiones internas y con menos apoyo popular y financiero a su lucha. Según […]
Creado en enero de 1984 para impulsar la reforma agraria en uno de los países con más desigualdades en el campo, el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) de Brasil cumple 25 años con logros a festejar, pero con crecientes divisiones internas y con menos apoyo popular y financiero a su lucha.
Según cálculos de la organización no gubernamental Cuentas Abiertas, la ayuda federal al MST cae a un ritmo de 25 por ciento anual desde 2004, y suma actualmente menos de 600 mil dólares, frente a los 12.5 millones de reales (unos 5.3 millones de dólares, al cambio actual) de hace cinco años.
Hasta esa pequeña ayuda está hoy en duda, ya que el presidente del Supremo Tribunal Federal (STF), Gilmar Mendes, advirtió hace unos días que el gobierno no puede financiar a organizaciones que realizan acciones ilícitas
, como las ocupaciones de haciendas y edificios públicos comandadas por el MST.
Los problemas del MST coinciden con el inicio del séptimo año de gobierno del presidente Luiz Inacio Lula da Silva, un antiguo aliado de los campesinos sin tierra, y quien, al tomar posesión en enero de 2003, prometió asentar a 500 mil familias de labriegos en cuatro años.
El ministro brasileño de Reforma Agraria, Guilherme Cassel, asegura que el programa ha sido un éxito y benefició a 520 mil familias en los seis primeros años del gobierno Lula: Seguiremos asentando entre 70 mil y cien mil familias por año
, prometió el ministro.
El MST, sin embargo, rechaza esas estadísticas: afirma que poco más de cien mil familias han sido asentadas y siguen existiendo en Brasil cuatro millones de labriegos sin tierra, además de unas 230 mil familias que aguardan la reforma agraria instaladas en precarios campamentos al margen de las carreteras del país.
La organización agrega que la reforma agraria no logró cambiar el panorama de fuerte concentración de riquezas en el campo, donde 1.6 por ciento de los propietarios controla 46.78 por ciento de las tierras privadas.
En medio de la guerra de números
, dirigentes del MST defienden una intensificación de las ocupaciones de fincas y edificios públicos y sostienen que esas acciones no son ilegales.
El MST no es un movimiento de bandidos
, sostuvo uno de los principales líderes de la organización, José Rainha, quien en el último carnaval comandó 17 ocupaciones en el estado de Sao Paulo y pidió un encuentro con el presidente del STF para exponer sus argumentos.
No obstante, el apoyo popular al MST, que en la década pasada llegó a ser claramente mayoritario, hoy cayó a alrededor de 30 por ciento, según las últimas encuestas, y la organización revela claras divisiones internas entre sectores moderados y facciones más radicales.
Las críticas al MST aumentaron en el último carnaval, cuando agricultores mataron a balazos a cuatro vigilantes de una hacienda durante una ocupación realizada en el nororiental estado de Pernambuco. El MST justificó los crímenes en una nota en la que afirma que los labriegos fueron atacados por los vigilantes armados y dispararon para defenderse.
Según uno de los principales dirigentes del movimiento, Gilmar Mauro, las críticas no harían cambiar la estrategia de la organización de ocupar fincas, edificios públicos y puestos de peaje para llamar la atención de la sociedad y del gobierno para sus demandas.
Al contrario, Mauro aseguró que esas acciones se multiplicarán en marzo y abril próximos, y pronosticó que el número de militantes de la organización aumentará mediante la adhesión de agricultores que se quedaron sin trabajo a raíz de la crisis financiera mundial.