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El MST y las disputas por las alternativas en Brasil

Fuentes: OSAL

Contexto y balance de las jornadas de lucha del «abril vermelho» La victoria del presidente Lula en las últimas elecciones cambió la correlación de fuerzas de la lucha por la reforma agraria en Brasil. Por los compromisos históricos del PT, su liderazgo y como partido de izquierda, tenemos ahora un gobierno federal que apoya la […]

Contexto y balance de las jornadas de lucha del «abril vermelho»

La victoria del presidente Lula en las últimas elecciones cambió la correlación de fuerzas de la lucha por la reforma agraria en Brasil. Por los compromisos históricos del PT, su liderazgo y como partido de izquierda, tenemos ahora un gobierno federal que apoya la reforma agraria, al contrario de lo que fue el gobierno de Fernando Henrique Cardoso. Por lo tanto, la disputa se sitúa en otro nivel. Sin embargo, hay otras fuerzas poderosas que se oponen a la reforma agraria como lo son el latifundio, el modelo neoliberal del agro-negocio, la clase dominante como un todo, el estado burgués brasileño y los medios de comunicación que actúan como un espacio de lucha ideológica que disputa la hegemonía en la sociedad contra nosotros. En este nuevo contexto el MST evalúa que ahora sí se puede avanzar en la reforma agraria, pero que es un momento de acumulación de fuerzas y no de grandes definiciones que consoliden la reforma agraria de nuevo tipo que nosotros defendemos. Es decir, estamos acumulando para el futuro.

Así, el año pasado hemos priorizado la organización de campamentos, y hoy tenemos 200 mil familias -más de un millón de personas- acampadas en las haciendas, en las orillas de los caminos, presionando. A fines de 2003, después de varios meses de disputas y debates, hemos llegado a un acuerdo con el gobierno respecto de un Plan de Reforma Agraria. Había sectores de éste que querían proporcionar tierras solamente para 80 mil familias en los tres años venideros. Y había un equipo de técnicos del Ministerio de Reforma Agraria que planificó la posibilidad de asentar un millón de familias en cuatro años. Así, llegamos a un acuerdo respecto de las metas para los próximos tres años por el cual el gobierno se comprometió a asentar a 400 mil familias. Sin embargo, como tenemos otros enemigos contra la reforma agraria tal como he comentado anteriormente, el acuerdo «no salió del papel». Y entonces, en el mes de abril, organizamos una jornada nacional que tenía como objetivo presionar por la reforma agraria, denunciar el latifundio y mostrar que aquélla es una forma de combatir la pobreza y la miseria en el campo. La jornada fue un éxito total porque hicimos una lucha ideológica en los medios de comunicación, movilizamos toda nuestra base social a nivel nacional y logramos hacer más de 140 tomas de tierras en todos los estados del país.

Una reforma agraria de nuevo tipo

El MST, así como el PT y otros movimientos sociales que hay en Brasil, es fruto de un proceso de reascenso del movimiento de masas que ocurrió como parte de la lucha por derrotar a la dictadura militar brasilera a fines de la década del setenta. Al principio de la historia del MST, es verdad, nuestra lucha era más bien por la tierra, por resolver los problemas sociales de las familias campesinas; y nos concentramos en la prioridad de tomar tierras y enfrentar al latifundio. Sin embargo, con el pasar de los años, como resultado de nuestra propia experiencia y del desarrollo del capitalismo en la agricultura, hemos percibido que la lucha por la tierra tiene que superar su carácter corporativo. Y por eso avanzamos hacia una concepción según la cual hay que luchar por una reforma agraria de nuevo tipo. La reforma agraria en esta etapa del desarrollo capitalista, aún más ahora, dominada por el capital financiero internacional y sus transnacionales, necesita de una nueva interpretación, de una nueva concepción de medidas. Por eso el MST y la Vía Campesina defienden una reforma agraria de nuevo tipo que no se reduce a la distribución de tierras, como lo hicieron las reformas agrarias clásicas desarrolladas en la época del capitalismo industrial e impulsadas por la propia burguesía nacional en la mayoría de los países hoy desarrollados.

Esta reforma agraria de nuevo tipo significa que además de la tierra tenemos que democratizar el capital y construir nuestras propias agroindustrias cooperativizadas para que el campesino se quede con el valor agregado y no termine sometido a la explotación de las empresas transnacionales agroindustriales, y sobre todo para que se amplíen los niveles de empleo para la juventud en el campo. Hay que democratizar también la educación y llevarla hacia el campo, a todos los niveles. Sin educación, sin el desarrollo del nivel cultural y educacional, no se puede alcanzar la ciudadanía plena de las masas campesinas. También hay que desarrollar nuevas tecnologías agrícolas adecuadas al medio ambiente y a la explotación familiar y cooperativa, evitando y combatiendo la llamada «revolución verde» que utiliza altos niveles de agro-tóxicos. Y finalmente, priorizar la reorganización de la agricultura para que produzca alimentos y trabajo para la gente. Ésa es la reforma agraria de nuevo tipo que necesita ser hecha de forma simultánea.

Es evidente que esta propuesta sólo puede desarrollarse en matrimonio con un nuevo modelo económico en nuestro país, que no es el socialismo pero que demanda una forma de organizar la economía volcada hacia los intereses del pueblo y de la nación. Es por eso que las transnacionales, los neoliberales y la burguesía nos combaten tanto por los medios de comunicación; porque saben que nuestra propuesta no implica únicamente desapropiar algunas haciendas mal utilizadas sino que significa producir cambios profundos en el modelo de desarrollo agrícola.

Potencialidades y dificultades para avanzar en la reforma agraria

La victoria electoral del PT y la elección del presidente Lula, aunque han cambiado la correlación de fuerzas, no han significado una derrota estratégica para la clase dominante y su modelo neoliberal. ¿Por qué? Porque la victoria ocurrió en un período de descenso del movimiento de masas y eso le quita poder al gobierno central. Y por eso estamos viviendo un período complejo, de transición, de intensas y crecientes disputas y pugnas, en que la clase dominante procura mantener todo el tiempo encorsetado al gobierno de Lula para impedir que avance y le impone así, por sus compromisos y alianzas electorales, una política económica neoliberal.

Ante esta situación, se nos plantea la pregunta: ¿cuál es la salida, no solamente para avanzar en la reforma agraria, sino también para conseguir adelantos sociales en el terreno más general? Esto sólo será posible si se produce un proceso de luchas sociales y de movilización que provoque una nueva etapa de reascenso del movimiento de masas, capaz de alterar fundamentalmente la correlación de fuerzas en la sociedad y garantizar que el gobierno haga cambios efectivos en la política económica actual y adopte el modelo económico propuesto históricamente por el PT. Ésa es la prioridad del MST y de la Vía Campesina, y por ello estamos impulsando un frente de masas de todos los movimientos sociales de Brasil, que es la Coordinadora de Movimientos Sociales (CMS), con el fin de articular luchas sociales comunes. En esta coyuntura elegimos como bandera principal la lucha contra el desempleo porque creemos que pequeños cambios en la política económica no van a alterar la situación del empleo. Entendemos así que luchando por empleo ponemos en jaque al modelo neoliberal y forzamos la discusión sobre un nuevo proyecto para el país. Este proceso, como ya comenté, pasa tanto por generar los cambios necesarios a nivel general, como también los específicos en el modelo agrícola y la lucha por la reforma agraria.

Perspectivas a un año del gobierno de Lula

Como he dicho anteriormente, el gobierno de Lula fue elegido en condiciones adversas porque, por un lado, el movimiento de masas estaba en descenso y, por el otro, para ganar las elecciones hizo alianzas con sectores de la clase dominante. De eso resultó un gobierno compartido con sectores neoliberales. Esos sectores se quedaron con el área económica y, hasta ahora, mantienen una política económica neoliberal. Lo dicen y lo defienden y, aún más, anuncian que si dependiera de ellos la misma continuaría por diez años más.

La aplicación de esta política económica neoliberal, claro está, no ha enfrentado los problemas estructurales que sufre la sociedad brasileña, entre los que se cuentan la dependencia externa, la dependencia del capital financiero internacional, la concentración de la riqueza y de la renta, la concentración de la tierra, y el monopolio de los medios de comunicación. Por el contrario, la política económica neoliberal sólo agravó aún más las consecuencias de esos problemas y nuestra sociedad es más pobre y más desigual. Y eso se demuestra en el hecho de que, aun con crecimiento de la economía, el desempleo, la pobreza y la desesperanza también crecen.

Lo que nos salva es que la población se dio cuenta y ha empezado a hablar. Primero, como es normal, los sectores intelectuales, luego los sectores de las organizaciones sociales y ahora las iglesias e incluso algunos partidos de la base aliada al gobierno, como el Partido Liberal (PL), el Partido Comunista do Brasil (PCdoB), el Partido do Movimento Democrático Brasileiro (PMDB) o el Partido Popular Socialista (PPS) ya empiezan a pedir cambios en la política económica. Creo que el gobierno está metido en una emboscada y que, más tarde o más temprano, tendrá que decidirse por cambiar la política económica o caer en el descrédito ante la población. Por otro lado, el país es grande, rico, tiene muchas posibilidades, y podemos a corto plazo construir una política alternativa, otro proyecto de desarrollo.

La convergencia hacia un nuevo proyecto de país

El MST, junto a otras fuerzas sociales, está ayudando a construir un frente de masas que se llama Coordinadora de Movimientos Sociales. En esa coordinadora están aglutinados veintitrés sectores y movimientos sociales entre los más importantes de nuestro pueblo, entre ellos la Central Única dos Trabalhadores (CUT), la União Nacional dos Estudantes (UNE), la Vía Campesina, las iglesias, el Grito de los Excluidos, etcétera. Hemos debatido mucho entre nosotros la necesidad de construir un movimiento de masas y de tener unidad alrededor de algunos puntos, y la unidad que estamos construyendo se basa, cada vez más, en la idea de que no basta solamente con criticar al modelo neoliberal o pedir cambios puntuales en la actual política económica, sino que es necesario avanzar en un nuevo proyecto de desarrollo. Nuestra unidad se construye entonces sobre la base de que es posible otro proyecto de desarrollo fundado en la recuperación de la soberanía nacional, es decir que tenemos que romper con el FMI y rediscutir los términos de la deuda externa. Un proyecto que reformule la deuda interna para que la acumulación social recolectada a través de los impuestos no vaya al pago de intereses financieros como ocurre hoy cuando el gobierno de Lula gasta casi el 60% de toda la recaudación en el pago de intereses a la banca. En tercer lugar, un proyecto que dé prioridad absoluta a la generación de empleo para garantizar el derecho al trabajo a todos los brasileños; y que distribuya equitativamente la renta para que todas las personas puedan vivir mejor. Y por último, un proyecto que recupere el rol del estado como inductor de las inversiones públicas, tanto en la industria de bienes de consumo de masas como también en el área de los servicios públicos de salud y educación, cuya universalización debe garantizar.

Pero para que estas propuestas de un nuevo proyecto salgan de la teoría y se transformen en lucha política efectiva por la hegemonía en la sociedad, la CMS considera que su papel en este momento consiste fundamentalmente en estimular por un lado todo tipo de luchas sociales del pueblo, para que eso conlleve un reascenso del movimiento de masas, y por otro lado fortalecer también la unidad alrededor de la construcción de un movimiento de desempleados. Para eso estamos censando y nucleando a los desocupados, vamos a hacer una gran jornada de sensibilización sobre esta cuestión en el mes de julio y pensamos culminar este proceso con grandes movilizaciones el día 7 de septiembre, que es el día de los excluidos y el día de la patria. También estamos haciendo esfuerzos para llevar a toda la sociedad, y en especial a los sectores más organizados, el debate sobre la necesidad de este nuevo proyecto. Es imprescindible que la sociedad, que por ahora está callada asistiendo solamente a la impotencia del gobierno de Lula por hacer cambios, se involucre en esta discusión.

Los desafíos para avanzar en un camino de salida del neoliberalismo

Hay muchos desafíos. Hay desafíos determinados por la correlación de fuerzas adversa de este momento histórico. Hay otros desafíos relacionados con la crisis orgánica e ideológica de la llamada izquierda partidaria y social. En realidad, en Brasil tendremos que reconstruir una práctica de izquierda. En los últimos veinte años nos quedamos solamente acumulando fuerzas en el terreno electoral e institucional y eso no fue suficiente para alterar la correlación de fuerzas en la sociedad. Tendremos que recuperar al querido Gramsci para comprender los diferentes espacios de organización que se deben dar los trabajadores para poder hacer la verdadera disputa por la hegemonía en la sociedad, que no se reduce a la lucha por cargos públicos sino que, por el contrario, es mucho más amplia.

Y hay también algunos desafíos internos, de nuestras propias formas de organización, frente a los que estamos todavía muy débiles. Nosotros defendimos la urgencia y necesidad de recuperar los métodos del trabajo de base, es decir, volcarse al trabajo de hormiga; ir adonde el pueblo vive, trabaja y estudia, y debatir ideas y organizarlo. La izquierda social brasilera ha abandonado hace muchos años este tipo de trabajo de base. Tenemos que recuperar la formación política de militantes y de cuadros capacitándolos para los desafíos que plantea la lucha de clases. Y debemos recuperar en nuestra práctica cotidiana los valores humanistas y socialistas que forman parte de nuestro proyecto de sociedad. La práctica institucional de la izquierda produjo desviaciones de todo tipo en los dirigentes y los militantes, que van desde oportunismos personales hasta, infelizmente, la corrupción. Por otra parte, afrontamos también el desafío de construir nuestros propios medios de comunicación de masas para poder hacer efectivamente la disputa de la hegemonía en la sociedad. Esos son, a mi entender, los principales desafíos que los movimientos y organizaciones populares tienen en Brasil, y si no los superamos difícilmente podamos lograr cambios efectivos en el terreno de las políticas gubernamentales.

Política, partidos y movimientos

De cierta forma la izquierda latinoamericana también sufrió el mal de la colonización ideológica de la izquierda europea. Sólo ahora empezamos a comprender la importancia de entender nuestra propia realidad socioeconómica, de desarrollar esta comprensión nosotros mismos superando los esquematismos y sin esperar las evaluaciones de afuera. Hace poco tiempo aprendimos a valorar a nuestros grandes pensadores latinoamericanos, como Martí, Mariátegui, el Che y tantos otros en nuestros países, que han logrado interpretar nuestras realidades a partir de un método dialéctico y de las necesidades de los pueblos.

Y también padecimos mucho la colonización en los métodos y formas de organización, donde las corrientes europeas priorizaban y sólo valorizaban el partido, y donde el sindicato y otros movimientos eran correas de transmisión de la voluntad de éste. Ahora, creemos que hay una lectura más amplia, más plural, del rol de los movimientos sociales, de las diferentes formas de organización política y de las diferentes formas de organización popular, y sobre el papel mismo de los partidos. Pero lo principal, me parece, es la capacidad de construir juntos un proyecto político estratégico común y mantener la autonomía y la independencia organizativa, respetando los papeles y las formas de cada sector social. Ésa es nuestra visión de lo que representa el desafío aquí en Brasil. Por otro lado, tuvimos la dificultad de que los partidos políticos tendieron a limitarse sólo a los aspectos electorales y prácticamente abandonaron la construcción de proyectos políticos estratégicos, lo que dificultó un poco la relación en términos de alianzas estratégicas.

El Movimiento Sin Tierra es un movimiento social que lucha por una reforma agraria de nuevo tipo; pero lucha también por una nueva sociedad y para eso tiene que enfrentarse con muchos enemigos de la clase dominante. En ese sentido tiene un carácter político, pero seguramente no partidario. Jamás el MST se transformará en un partido, eso lo acabaría; pero seguirá siendo cada vez más político en el sentido de disputar un proyecto de país y la hegemonía en la sociedad. Como decía Gramsci, de nuevo lo recordamos, hay muchas formas de disputar el poder en la sociedad y hay muchas formas de disputar el estado, más allá de la contienda en las elecciones.

La autonomía en la experiencia de los asentamientos

Los asentamientos que tenemos se inscriben en un proceso de acumulación social, donde la gente recupera la ciudadanía plena y su capacidad de decidir sobre su vida, su destino y su futuro. Pero no pueden entenderse tampoco y simplemente como «islas socialistas». Al contrario, dentro de los asentamientos se reproducen todas las contradicciones de la sociedad capitalista en la cual vivimos. Lo que procuramos construir en los asentamientos es precisamente la autonomía, que la gente sepa que su destino está en sus manos y a la vez siga organizada para presionar al estado y al gobierno para que cumplan con sus obligaciones en lo referente a los servicios y las políticas públicas. Por otro lado, vamos impulsando en los asentamientos la implementación práctica de esta concepción de reforma agraria de nuevo tipo, que combina la democratización de la propiedad de la tierra con la democratización del capital y la agroindustria, con acceso a educación en todos los niveles y con el desarrollo y la aplicación de nuevas técnicas agrícolas.

Estado y poder desde el horizonte de la transformación social

Éste es un tema muy complejo. No concebimos al poder como un espacio autoritario para imponer a los demás sectores nuestras ideas o proyectos. Concebimos al poder como todos los espacios que existen en la sociedad donde las personas participan y pueden decidir. En ese sentido debatimos y concientizamos a nuestras bases en el camino de la necesidad que tenemos de participar y disputar en todos los espacios de poder, que van desde tener nuestra propia agroindustria y el control sobre nuestra producción, pasando por tener nuestra radio comunitaria o nuestro periódico, hasta tener influencia en los métodos de enseñanza que se utilizan en nuestras escuelas primarias.

Pero, por otro lado, el estado es un espacio de poder de toda la sociedad que los trabajadores también tienen que disputar aunque no sea el único espacio de poder en la sociedad. La reflexión, que es todavía insuficiente, apunta a cómo los trabajadores van a influenciar el control del estado. Porque tampoco creemos que la única forma sea la contienda electoral para llegar a ser gobierno, ya que ser gobierno se ha vuelto insuficiente para democratizar el estado burgués. En realidad necesitaremos de una gran acumulación de fuerzas sociales, desde el punto de vista organizativo e ideológico, que sea capaz de aglutinar a las mayorías en torno a un proyecto de construcción de nuevas políticas públicas. En el pasado reciente, la izquierda superó la visión idealista del «asalto al poder» como si éste fuera un «pase de magia» donde las guerrillas o un proceso de insurrección lograban tomar los palacios e implementar un proyecto popular. Ahora tendremos que superar la visión estrecha que colocó todas las energías en imaginar que bastaba disputar y ganar una elección para dirigir el estado. En esto reside nuestra debilidad teórica, que es fruto también de la crisis ideológica que tenemos en la izquierda social sobre cómo construir los instrumentos políticos que organicen al pueblo, politicen y construyan proyectos verdaderamente populares que controlen el estado y lo transformen de estado burgués a estado al servicio de las mayorías.

América Latina y los tratados de libre comercio

El MST, la Vía Campesina y la mayoría de los movimientos sociales estamos involucrados en la campaña contra el ALCA. En Brasil hemos desarrollado grandes movilizaciones con la consulta popular donde participaron más de 10 millones de electores que se manifestaron contra el ALCA.

El ALCA es el aparato jurídico que el capital internacional necesita para ampliar su dominio sobre nuestro territorio y nuestra economía, pero está enfrentando muchas contradicciones. En Brasil esas contradicciones se manifiestan incluso dentro del gobierno, que tiene posiciones diferenciadas entre los distintos ministerios. Lamentablemente, la campaña contra el ALCA no ha logrado todavía consolidar un gran movimiento de masas, de lucha. Por ahora, creo que estamos todavía en una etapa de concientización. Por suerte las contradicciones entre los gobiernos nos han dado un tiempito más, pues los acuerdos parecen postergarse para 2006. Pero necesitamos urgentemente pasar del período de información y concientización, que también es pequeño, a una etapa de luchas masivas, coordinadas entre todos los países.

Es prioritario que todos los movimientos y las fuerzas sociales y partidarias asuman la posición de que el ALCA será el fin de la posibilidad a corto plazo de proyectos de desarrollo nacional, será la recolonización en beneficio de los capitales de Estados Unidos; y que, por lo tanto, estamos librando una batalla no solamente puntual sino estratégica. Esperamos que en los próximos meses, con la realización del Foro Social de las Américas en Quito, Ecuador (julio 2004), y otros eventos, podamos seguir reflexionando y articulando todas las fuerzas latinoamericanas para hacer frente a los intereses del capital. Pero eso también dependerá de nuestra capacidad de recuperar el ascenso del movimiento de masas en nuestros países. Si esto no sucede tendremos un período duro, de enfrentamiento y de resistencia. Si el pueblo se alza más rápido, más rápido podremos derrotar al capital del norte y sus aliados nacionales. Nosotros somos optimistas porque, en tanto el capital internacional financiero no ha logrado responder a las necesidades mínimas de nuestros pueblos, las contradicciones económicas y sociales nos ayudan a avanzar en la idea de que necesitamos construir otro proyecto.

* Miembro de la Dirección Nacional del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) de Brasil.

Notas

1 Transcribimos aquí, bajo formato de artículo, las respuestas de Joao Pedro Stedile al cuestionario que se le hizo llegar desde el OSAL. Aprovechamos para agradecerle la posibilidad de contar con sus opiniones en esta publicación.