La noticia de que la Reserva Federal de los Estados Unidos subió la pasada semana la tasa de interés desde el 1,75 % al 2 % –la cuarta vez que lo hace en este año–, no parece haber inquietado a la mayoría de los grandes medios masivos occidentales, pero la prensa alternativa ha vaticinado en […]
La noticia de que la Reserva Federal de los Estados Unidos subió la pasada semana la tasa de interés desde el 1,75 % al 2 % –la cuarta vez que lo hace en este año–, no parece haber inquietado a la mayoría de los grandes medios masivos occidentales, pero la prensa alternativa ha vaticinado en los últimos meses que puede esperarse un colapso económico global tras la ruta de las continuas «correcciones» monetarias en Estados Unidos.
El aterrizaje suave
Para entender esos vaticinios, que en ocasiones pueden llegar a ser apocalípticos, debe recordarse que la Reserva Federal norteamericana (FED) había realizado 13 recortes consecutivos desde enero de 2001 hasta junio del 2003, cuando llegó al 1 %, el nivel más bajo desde 1958.
La extraordinaria tendencia bajista que se mantuvo durante dos años y medio fue una respuesta de la FED al severo proceso recesivo que sobrevino a fines del año 2000 cuando comenzó a producirse una estrepitosa caída del mercado bursátil norteamericano y la economía dejó de crecer a niveles aceptables.
Fue una respuesta monetaria que hizo posible el llamado «aterrizaje suave» de una economía que apuntaba hacia la crisis, pero para los latinoamericanos esta respuesta podía resultar paradójica, pues lo que normalmente hacen sus gobiernos ante la sola amenaza recesiva, tras el consejo inapelable del Fondo Monetario Internacional, es subir las tasas a la estratósfera, al tiempo que ponen en marcha todo tipo de ajustes presupuestarios para que la gente se apriete el cinturón al máximo posible.
Contrariamente, en EE. UU. la idea es que el consumidor gaste cada día más. Mariana Martínez, columnista de BBC Mundo, describe la política económica norteamericana de la siguiente forma: Si usted vive en Estados Unidos y afronta la misma recesión, sabe que las cosas no funcionan de maravilla en materia económica, pero también sabe que de ahora en adelante, comprar casa, auto o cualquier otro elemento que forme parte del denominado «sueño americano», le será más fácil de alcanzar. ¿Cómo puede ser eso posible? Muy fácil, el presidente de la Reserva Federal (FED), Alan Greenspan, tiene bien claro que la única forma de poner nuevamente en marcha una economía débil es a través de la reactivación del consumo. Y la mejor forma de hacerlo es bajando las tasas de interés.
Pero además de bajar la tasa de interés a niveles históricos, hay otros elementos indispensables que difícilmente podría poner en práctica cualquier otro país: el gobierno de Bush ha desatado guerras imperiales para llevar al tope la industria bélica y ha estimulado la reanimación económica con un crecimiento descomunal del déficit del presupuesto, endeudándose también desmedidamente con la emisión de títulos del gobierno para financiar ese déficit. En consecuencia, afirma el economista F. William Engdhal, el mundo está inundado de dólares baratos.
De los sueños tarde o temprano hay que despertar
A estas alturas son muchos los que dudan que la economía norteamericana se haya recuperado realmente, pero nadie discute que la orgía de créditos baratos mantenida por dos años y medio creó la ilusión de un real mejoramiento económico. Pero una ilusión es un sueño, y de los sueños, tarde o temprano, hay que despertar.
Mientras el gobierno de Bush soñaba, el déficit presupuestario ascendía a cerca de 500 mil millones de dólares y el déficit del comercio exterior llegaba a una cifra de la misma envergadura.
Imaginaban que elevar el consumo reanimaría automáticamente el crecimiento, mas el crédito superbarato indujo a las familias norteamericanas a endeudarse como nunca antes. Los datos de la Reserva Federal dan un nivel de deuda total por encima de los 35 billones, unos 450 000 dólares por cada familia tipo de cuatro miembros.
A la par que la FED hacía malabares monetaristas para no perjudicar la aspiración al segundo mandato de George W. Bush, Estados Unidos se consolidaba como el mayor deudor del mundo. Los bancos centrales de China y Japón tienen, entre los dos, más de un billón de dólares en títulos del Tesoro norteamericano en sus reservas. Los bancos centrales de otros países del mundo poseen alrededor de otro billón trescientos mil millones.
Estos acreedores principales exportan a Estados Unidos muchísimo más de lo que de allí importan, e invierten esos inmensos superávits comerciales en Bonos del Tesoro norteamericano para engrosar sus reservas y evitar que sus monedas se aprecien excesivamente, lo que los haría menos competitivos.
La deuda multiplicada de la población estadounidense, los astronómicos déficits fiscal y comercial y la deuda externa norteamericana serían los cuatro jinetes del Apocalipsis económico global que se avecina y que muchos especialistas lo ven llegar tan pronto como en el próximo año 2005, de la mano de las subidas de la tasa de interés. La FED está en una trampa sin salida
Sin embargo, la FED está obligada a elevar las tasas continuamente no solo por el peligro inflacionario que supone el crédito barato en un momento en que todos los precios están subiendo, comenzando por el petróleo que incide en el alza de infinidad de ellos.
En cuanto a lo primero, hace nada más que un año el peligro mundial era la deflación, pero ahora el mundo entero está en ascuas por el crecimiento continuo y generalizado de los precios de los bienes y servicios, brotes infraccionarios que ya se perciben en Estados Unidos, en el área del euro y en América Latina.
En cuanto a lo segundo, la FED está obligada también a la corrección alcista de la tasa porque, como bien ha afirmado el articulista de Rebelión, Juan Torres López, el financiamiento de los déficits estadounidenses requieren de una entrada de capital mucho mayor que la que se está produciendo y eso se consigue subiendo considerablemente los tipos de interés.
El problema, advierte F. William Engdhal, es que cuanto más demore en hacerse más aumentarán los precios, mayor será el riesgo de una crisis del dólar y mayor el temor de los inversores internacionales de que la economía norteamericana se encuentre en una posición peor de la que admiten sus responsables.
Pero, ¿qué pasará cuándo las tasas de interés norteamericanas finalmente tengan que subir hasta los niveles que les urge?
La burbuja inmobiliaria
En la medida en que las tasas sigan subiendo, y ya se pronostica para diciembre una nueva elevación, las familias estadounidenses, endeudadas a niveles exorbitantes, percibirán que su costo mensual explota y no podrán cumplir sus compromisos de pagos. Es presumible que en el mismo año 2005 se precipite un verdadero alud de incumplimientos de hipotecas y por consiguiente, una importante cadena de quiebras bancarias en aquellas numerosas entidades que concedieron créditos alegremente en los últimos años.
Los especialistas advierten que, así como en el inicio mismo del siglo XXI reventó la burbuja de las empresas «punto.com», explotaría ahora la burbuja inmobiliaria, pues hacia ese sector fue dirigida la inversión de las familias norteamericanas estimuladas por la orgía crediticia y por la percepción, aparentemente razonable, de que un refugio más seguro que adquirir acciones era la posesión de nuevas viviendas, las cuales, por cierto, están sobrevaluadas en alrededor del 20 % promedio a escala nacional.
Pero la posible caída estrepitosa de la compra de viviendas, y de su valor en el mercado, será solo la punta del iceberg; también cesarán otras compras asociadas, además de las múltiples restricciones de consumo que habrán de imponerse a sí mismos millones y millones de deudores apremiados por bancos en peligro de quiebra.
En ese escenario, que muchos dan por seguro, sucedería finalmente en toda su intensidad la crisis recesiva que solo se pospuso y atenuó con las 13 bajadas de la tasa de interés en el primer mandato de W. Bush.
El colapso del dólar
Ahora mismo, cuando se está muy lejos de lo peor, el dólar estadounidense está perdiendo paridad de manera vertiginosa frente a las otras monedas debido, según se afirma, a las preocupaciones que generan en los mercados los enormes desequilibrios fiscal y comercial de la Unión.
El miércoles 10 de noviembre la moneda estadounidense llegó a un mínimo histórico, cuando el euro se cotizó a 1,3007 dólares.
Recientemente, el economista mexicano Alfredo Jalife destacaba que la insolvencia del dólar ya no puede ocultarse, basándose en que el periódico USA Today (5 de octubre) no tuvo más remedio que admitir que «la salud económica de largo plazo se encuentra amenazada por los pasivos y deudas de Estados Unidos por vencer en los próximos cuatro años». Después de revelar la estratosférica «deuda oculta» de Estados Unidos, el rotativo estadounidense se pregunta «si aun con un incremento radical de impuestos la otrora economía más próspera del mundo podría cumplir sus compromisos».
La confesión de USA Today, unida a los síntomas visibles que hacen pensar en un futuro desastre, resulta en verdad peligrosa. ¿Qué pasaría si los bancos centrales de China y Japón, y de los demás países que sostienen el dólar y financian los déficits norteamericanos, convencidos de que la economía del coloso del Norte anda muy mal, retiraran sus gigantescas masas de dinero fuera del área dólar? ¿Y qué pasaría si lo hacen los países grandes exportadores de petróleo?
¿Sube el petróleo, o más bien se derrumba el dólar?, se pregunta Jalife en su artículo «Nivel descomunal de la deuda estadounidense, alzas del petróleo, gas, oro y plata», y se responde asegurando que varios países, temiendo un colapso del dólar, se han unido en los últimos tiempos a Japón y China en la compra intensa de mercaderías reales, como oro, plata, acero o petróleo, en vez de atesorar papeles verdes.
Hasta en Argentina, un país cuya economía no está precisamente en su mejor momento, se han comprado hace poco 55 toneladas de oro como reserva y se estima que ese ejemplo puede cundir en todo el Cono Sur.
La teoría de la bicicleta
Aunque los críticos de la globalización neoliberal han considerado desde el principio que el predominio de esa doctrina, con sus «burbujas financieras» y su «economía de casino», crearía en breve tiempo la necesidad objetiva, espontánea e inevitable, de un proceso de ajuste en forma de una gran crisis económica mundial, la presencia de un mandato ultra reaccionario en Estados Unidos promete la mayor incapacidad política posible para tan siquiera paliar los efectos de una crisis global. Por ejemplo, una medida elemental ante la preocupante debilidad del dólar y las amenazas de la astronómica deuda gubernamental estadounidense sería la disminución del presupuesto militar, algo que bien se puede hacer en el corto plazo, pero todo el mundo sabe que el gobierno de Bush no va a frenar el gasto militar por nada del mundo.
Tampoco cambiará su política fiscal ni hará nada importante para detener el déficit.
Como dice Juan Torres López cuando se expresa con pesimismo sobre el futuro inmediato, la política del grupo Bush es como cuando se monta bicicleta, que no se puede dar marcha atrás, y ni siquiera detenerse, si no se ponen los pies en el suelo. Y eso sería mucho pedir a Bush y su cofradía.
Renato Recio (Visiones Alternativas)