El referendo en Venezuela surge como un importante choque entre: EE.UU. y la OPEP; el imperialismo estadounidense y nacionalistas latinoamericanos; el neoliberalismo y el nacionalismo social; entre autoritarias elites gobernantes respaldados por EE.UU. y trabajadores urbanos, desempleados, pequeños comerciantes, trabajadores rurales sin tierra y pequeños campesinos endógenos, socialmente conscientes. Estas confrontaciones históricas encuentran su centro de atención específico en el referendo
El 14 de agosto de 2004, los electores venezolanos tomarán una decisión en un referendo, que es de suma importancia histórica y estratégica a nivel mundial. Lo que está en juego es nada menos que el futuro del mundo de la energía, las relaciones entre EE.UU. y América Latina (en particular Cuba) y el destino político y socioeconómico de millones de pobres urbanos y rurales de Venezuela. Si Chávez resulta derrotado y la derecha toma el poder, esta privatizará la compañía estatal de petróleo y gas, la venderá a multinacionales estadounidenses, se retirará de la OPEP, aumentará su producción y las exportaciones a EE.UU.; y, de este modo, reducirá los ingresos de Venezuela a la mitad o menos. Internamente, terminarán los programas populares de salud en los «ranchos» urbanos, junto con la campaña de alfabetización y las viviendas públicas para pobres. Se dará marcha atrás a la reforma agraria y se expulsarán de las tierras a unas 500 000 personas que las han recibido (100 000 familias). Esto se realizará a través de un derramamiento de sangre ―por parte del Estado― extenso e intenso, encarcelamientos y asesinatos extrajudiciales, y una masiva represión en los barrios, los sindicatos y los movimientos sociales partidarios de Chávez. Si la oposición triunfa, el referendo aparentemente «democrático» tendrá resultados profundamente autoritarios, coloniales y socialmente regresivos.
Desde el punto de vista regional, un resultado contrario a Chávez aumentará el control de los recursos petroleros de América Latina por parte de EE.UU. y Europa; la desnacionalización de la industria del petróleo en el período posterior a Chávez seguirá los pasos de la privatización de PETROBRAS, por parte de Lula, en Brasil; la privatización de Gutiérrez, en Ecuador; y la continuidad de la propiedad privada extranjera, en Argentina, Bolivia y Perú. El control del petróleo de Venezuela aumentará el control estadounidense sobre el petróleo mundial, reducirá su dependencia del Medio Oriente, en especial, con un conflicto de alta intensidad en Iraq ahora, y en Arabia Saudita e Irán en el futuro. Lo que resulta ser de igual importancia: EE.UU. eliminará al más fuerte adversario del ALCA ―el Tratado de Libre Comercio― y preparará el camino para un control estadounidense directo sobre las reglas y regulaciones para el comercio y las inversiones en el hemisferio, desde el punto de vista estratégico. El control del petróleo venezolano por parte de EE.UU. tendrá graves consecuencias en la economía cubana, ya que Washington pondrá fin de forma abrupta a las exportaciones y probablemente, su régimen cliente romperá relaciones con Cuba. El control colonial directo sobre Iraq y Venezuela, dos de los principales suministradores de petróleo aumentará el poderío global estadounidense sobre sus competidores, mientras que será una «lección objetiva» para potenciales de oposición.
El referendo en Venezuela surge como un importante choque entre: EE.UU. y la OPEP; el imperialismo estadounidense y nacionalistas latinoamericanos; el neoliberalismo y el nacionalismo social; entre autoritarias elites gobernantes respaldados por EE.UU. y trabajadores urbanos, desempleados, pequeños comerciantes, trabajadores rurales sin tierra y pequeños campesinos endógenos, socialmente conscientes. Estas confrontaciones históricas encuentran su centro de atención específico en el referendo. Los acontecimientos que conducen al referendo hablan con elocuencia de la crasa intervención estadounidense, la táctica violenta de las elites, la estrategia de gobernar o arruinar de la oposición, la desenfrenada propaganda totalitaria de los medios masivos de propiedad privada. La oposición ha respaldado un violento golpe militar (que fue derrotado); organizó un cierre patronal que casi destruye la economía (y que terminó en fracaso); organizó un contingente de más de 130 militares colombianos y fuerzas paramilitares con la ayuda de oficiales venezolanos en activo para sembrar la violencia ―que fue abortado por la inteligencia venezolana. Igualmente siniestro, en la campaña por garantizar firmas para el referendo, se produjeron y distribuyeron masivamente tarjetas de identidad fraudulentas; se falsificaron las firmas de decenas de miles de fallecidos, incapacitados y víctimas de la coacción; y miles de firmas fueron escritas por una misma mano. La corrupción y el fraude por parte de la oposición fueron algo común, pero los observadores internacionales oficiales instaron al gobierno de Chávez a aceptarlos y proceder al referendo. Lo más siniestro es que entre las voces principales que hicieron sentir su presencia se hallaban las del omnipresente James Carter y el notorio José Miguel Vivanco, de «Human Rights Watch».