En todas partes la derecha retomó la ofensiva. Ella se limita a la cuestión del déficit fiscal y al aumento de la deuda pública. Ella simula no ver que la austeridad presupuestaria, además de la transferencia del peso de la deuda a las clases populares que le agrada, no puede sino producir la recaída en una nueva contracción de la actividad. Se trata de la segunda fase de la crisis. Esta segunda fase no será la última. La nueva inmersión en la recesión necesitará de nuevas políticas, sostiene el economista francés Gérard Duménil en una entrevista con Jornal da Unicamp (Universidad de Campinas).
El economista francés Gérard Duménil es autor de varios libros y ensayos sobre el capitalismo contemporáneo. Este año publicó, en colaboración con Dominique Lévy, el libro La crisis del neoliberalismo (Harvard University Press, 2011). Duménil participó en una Conferencia sobre la actual crisis, realizada por el Centro de Estudios Marxistas (Cemarx), en el ámbito del programa de graduados en Ciencias Políticas del Instituto de Filosofía y Ciencias Humanidades (IFCH) de la Unicamp.
Jornal da Unicamp – Usted viene investigando el capitalismo neoliberal hace mucho tiempo. Según su análisis ¿cómo se debe caracterizar este paso actual del capitalismo?
Gérard Duménil – El neoliberalismo es la nueva etapa en la que ingresó el capitalismo durante la transición de los años 70 y 80. Yo y Dominique Lévy hablamos de un nuevo «orden social». Con esa expresión nosotros designamos la configuración de los poderes relativos de las clases sociales, dominaciones y compromisos. El neoliberalismo se caracteriza, de esta manera, por el reforzamiento del poder de las clases capitalistas en alianza con la clase de los gerentes (los cuadros), sobretodo en las cumbres de las jerarquías y de los sectores financieros.
En el transcurso de las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, las clases capitalistas observaron que su poder y sus ingresos se reducían significativamente en la mayoría de los países. Resumiendo, podríamos hablar de un orden «socialdemócrata». Las circunstancias creadas por la crisis de 1929, la Segunda Guerra Mundial y la fuerza internacional del movimiento obrero habían conducido al establecimiento de este orden social relativamente favorable al desarrollo económico y a mejorar las condiciones de vida de las clases populares, obreros y empleados subalternos. El término «socialdemócrata» para caracterizar este orden social se aplicaba, evidentemente, mejor a Europa que a los Estados Unidos.
Con el establecimiento del nuevo orden social neoliberal, el funcionamiento del capitalismo se transformó radicalmente: una nueva disciplina se impuso a los trabajadores, en cuanto a las condiciones de trabajo, poder adquisitivo, protección social etc., además de la desregulación (en particular financiera), abriendo las fronteras comerciales y a la libre movilidad de los capitales en el plano internacional, libertad para invertir en el extranjero. Estos dos últimos aspectos colocaron a todos los trabajadores del mundo en una situación de competencia, cualquiera sea el nivel de salario comparativo en los diferentes países.
En las relaciones internacionales, las primeras décadas de la posguerra, aún en el viejo orden «socialdemócrata», estuvieron marcadas por prácticas imperialistas de los países centrales: en el plano económico, presión sobre los precios de las materias primas y la exportación de capitales; en el plano político: corrupción, subversión, y guerra. Con la llegada del neoliberalismo las formas imperialistas fueron renovadas. Es difícil juzgar en términos de intensidad, haciendo comparación. En términos económicos, la explosión de las inversiones directas en el extranjero durante la década de 1990 sin duda multiplicó el flujo de los beneficios extraídos de los países periféricos por las clases capitalistas del centro. El hecho de que los países de la periferia desearan recibir esas inversiones no cambia nada la naturaleza imperialista de estas prácticas; se sabe que todos los trabajadores «quieren» ser explotados antes que desempleados.
Cuando a mediados de los años 90, hemos introducido esta interpretación del neoliberalismo en términos de clase, ella despertó poco interés. Pero la explosión de las desigualdades sociales dio esta interpretación la fuerza de la evidencia. La particularidad del análisis marxista es la referencia a las clases más que los grupos sociales. Ese carácter de clase está inscripta en todas las prácticas neoliberales, e incluso los keynesianos de izquierda se expresan, ahora, en esos términos. La negativa a esta interpretación, sin embargo, todavía se mantiene; muchos no aceptan el papel importante que atribuimos a los gerentes (cuadros, administradores o ejecutivos N.dT.) en el orden social neoliberal.
Entre los marxistas, se sigue negando que el control de los medios de producción en el capitalismo moderno esté asegurado conjuntamente por las clases capitalistas y por la clase de los administradores (cuadros), lo que hace a esta última categoría un segundo componente de las clases superiores. Esta negativa es incluso más desconcertante cuando se tiene en mente que en el neoliberalismo las rentas de las categorías superiores de los gerentes se expandieron más que las rentas de los capitalistas.
JU – Para algunos autores, el neoliberalismo fue un ajuste inevitable provocado por la crisis fiscal del Estado; para otros fue el resultado, también inevitable, de la globalización.
Gérard Duménil – La explicación del neoliberalismo por «crisis fiscal» y a menudo también por la inflación es la explicación de la derecha; es una defensa de los intereses capitalistas. Ella especula con la inconsecuencia de los bloques políticos que dirigieron el orden social de la posguerra. Ellos fueron incapaces de gestionar la crisis de los años 70 y prepararon la cama para el neoliberalismo. Lo mismo ocurre con la explicación que presenta al neoliberalismo como consecuencia de la globalización. Este argumento invierte las causalidades. Lo que el neoliberalismo hizo es orientar la globalización, una vieja tendencia, hacia nuevos objetivos y acelerar su curso, abriendo el camino a la «globalización neoliberal». El movimiento altermundista luchó por otra globalización, solidaridad y no basada en la explotación en beneficio de una minoría.
JU- Usted acaba de publicar, junto a su colega Dominique Lévy, un libro sobre la actual crisis económica. En su evaluación, ¿cuál es la naturaleza de esta crisis?
Gérard Duménil – La crisis actual es una de las cuatro grandes crisis – crisis estructurales – que el capitalismo atravesó desde finales del siglo XIX: la crisis de 1890, la crisis de 1929, la crisis de la década de 1970 y la crisis actual que comenzó en 2007/2008. Estas crisis son episodios de perturbación de una duración de aproximadamente una decena de años (para las tres primeras). Que ocurren con una frecuencia de unos 40 años y separan los órdenes sociales que recordé en respuesta a la primera pregunta. La primera y la tercera de estas crisis, la de las décadas de 1890 y de 1970, continuaron en fases de caída de la tasa de ganancias y pueden ser calificadas como crisis de rentabilidad. Las otras dos crisis, la de 1929 y la actual, nosotros las llamamos como «crisis de hegemonía financiera». Son grandes explosiones que ocurren como consecuencia de prácticas de las clases superiores con el objetivo de aumentar sus ingresos y su poder. Todos los procedimientos del neoliberalismo están aquí en acción: desregulación financiera y globalización. El primer aspecto es evidente, pero la globalización fue también, como se indicará, un factor clave de la actual crisis.
La caída en la tasa de ganancia y explosión descontrolada de las prácticas de las clases capitalistas son dos grandes tipos de explicación de las grandes crisis en la obra de Marx. El primer tipo es bien conocido. En el libro III de El Capital, Marx defiende la tesis de la existencia de una «tendencia decreciente de la tasa de ganancia» inherente al carácter del cambio tecnológico en el capitalismo (la dificultad de aumentar la productividad en el trabajo, sin realizar inversiones muy costosas, lo que Marx describe como la «elevación de la composición orgánica del capital»).
Nótese que Marx refuta explícitamente la imputación de la caída en la tasa de ganancia al aumento de la competencia. (El segundo mayor tipo de explicación de las crisis ya aparece en esbozo en los escritos de Marx de la década de 1840). En el Manifiesto del Partido Comunista, Marx describe las clases capitalistas como aprendices de brujos, desarrollando mecanismos capitalistas bajo formas y en grados peligrosas y perdiendo, finalmente, el control sobre las consecuencias de su acción. Los aspectos financieros de la actual crisis remiten directamente a los análisis del «capital ficticio», a los que Marx dedicó largos desarrollos en el libro II de El Capital, desarrollos que hacen eco de las ideas expuesta en El Manifiesto. De una manera bien extraña, algunos marxistas sólo aceptan la explicación de las grandes crisis por caída en la rentabilidad, excluyendo cualquier otra explicación, y pasan a multiplicar cálculos mal fundamentados.
Pero la crisis actual no es una simple crisis financiera. Es la crisis de un orden social insostenible, el neoliberalismo. Esta crisis, en el centro del sistema, debería ocurrir en cualquier caso, un día u otro, pero llegó en forma particular en 2007/2008, apareciendo en los Estados Unidos. Dos tipos de mecanismos convergieron. Encontramos, por un lado, la fragilidad inducida en todos los países neoliberales por las prácticas de financierización y de la globalización (en particular financiera), prácticas impulsadas por la búsqueda desenfrenada de ganancias crecientes por parte de las clases dominantes, reforzada por el rechazo de la regulación. El Banco central de Estados Unidos, en particular, perdió el control de las tasas de interés y la capacidad de conducir las políticas macroeconómicas como resultado de la globalización financiera. Por otra parte, la crisis fue el efecto de la trayectoria económica estadounidense, una trayectoria de desequilibrios acumulados, que los Estados Unidos pudieron mantener debido a su hegemonía internacional – contrariamente a Europa que considerada en su conjunto, no conocía tales desequilibrios.
Desde 1980, el ritmo de acumulación de capital en los Estados Unidos se desaceleró en el territorio del propio país, al tiempo que aumentaron las inversiones directas en el extranjero. A esto es necesario añadir: un déficit creciente del comercio exterior, un gran aumento en el consumo (de parte de las capas más favorecida) y un endeudamiento igualmente creciente de las familias. El déficit de comercio exterior (el exceso de importaciones frente a las exportaciones) alimentaba un flujo de dólares para el resto del mundo que tuvo como único uso la compra de títulos estadounidenses, llevando a la financiación de la economía de los EE.UU. por los extranjeros- una «deuda» vis à vis de los extranjeros, simplificando un poco.
Por razones económicas, que no voy a explicar aquí, el crecimiento de la deuda externa debía ser compensado por el de la deuda interna, la de las familias y la del Estado, a fin de mantener la actividad en el territorio del país. Esto fue hecho alentando el endeudamiento de las familias por la política de crédito y de desregulación- la deuda del Gobierno podría haber reemplazado el endeudamiento de las familias pero eso iba contra las prácticas neoliberales anteriores a la crisis. Los acreedores de las familias (bancos y otros) no conservaron os créditos originales, porque los revendían bajo la forma de títulos (obligaciones), cuya mitad, más o menos, fue comprada por el reto del mundo.
De tanto prestar a las familias más allá de su capacidad para saldar las deudas, los incumplimientos al pago de los vencimientos se multiplicaron desde el comienzo del año 2006. La devaluación de esos créditos impagos desestabilizó el frágil edificio financiero, de los Estados Unidos y del mundo, sin que el Banco central de los Estados Unidos estuviese en condiciones restablecer los equilibrios en el contexto de la desregulación y de la globalización que él mismo había favorecido. Este fue el factor desencadenante, pero no el fundamental de la crisis – combinación de factores (la locura neoliberal en este dominio) y reales (la globalización, el sobre consumo estadounidense y el déficit de comercio exterior de ese país).
JU – Usted dijo en sus conferencias en Brasil que la crisis económica habría entrado en una segunda fase. ¿Como se ha venido desarrollando la crisis?
Gérard Duménil – El mundo ya ingresó en la segunda fase de la crisis. Es fácil comprender las razones. La primera etapa llegó en el otoño de 2008, cuando cayeron las grandes instituciones financieras estadounidenses, donde comenzó la recesión y la crisis se extendió al resto del mundo. Las lecciones de la crisis de 1929 fueron bien aprendidas. Los bancos centrales intervinieron masivamente para apuntalar las instituciones financieras (por temor a una repetición de la crisis bancaria de 1932) y los déficits presupuestarios de los Estados alcanzaron niveles excepcionales. Pero estas medidas keynesianas, estimulando la demanda, sólo podrían tener el efecto de un apoyo temporal de la actividad.
Los gobiernos de los países del centro aun no habían tomado conciencia del carácter estructural de la crisis. Ellos actúan como si la crisis hubiera sido puramente financiera, ya desactualizada; sin embargo, las medidas recetas keynesianas sólo crean una suspensión. Ninguna media anti neoliberal importante fue tomada en los países centrales. Son sólo políticas encaminadas a fortalecer la exploración de las clases populares.
En los Estados Unidos, la administración de Barak Obama elaboró una ley, la ley Dodd-Frank, para regular las prácticas financieras, pero los republicanos bloquearon completamente su aplicación. En otras esferas, tales como la administración de empresas, exportación, déficit del comercio exterior, nada se hizo. En Europa, la crisis no fue identificada como la crisis del neoliberalismo. Alemania se presenta como habiendo demostrado la sustentabilidad del camino neoliberal. La crisis es imputada a la incapacidad de gestión de determinados Estados, particularmente de Grecia y Portugal.
En todas partes la derecha retomó la ofensiva. Ella se limita a la cuestión del déficit fiscal y al aumento de la deuda pública. Ella simula no ver que la austeridad presupuestaria, además de la transferencia del peso de la deuda a las clases populares que le agrada, no puede sino producir la recaída en una nueva contracción de la actividad. Se trata de la segunda fase de la crisis. Esta segunda fase no será la última. La nueva inmersión en la recesión necesitará de nuevas políticas. Contrariamente a Europa, los Estados Unidos se lanzaron masivamente al financiamiento directo de la deuda pública por el Banco central (la quantitative easing). Mucho más será necesario, a pesar de la derecha. Tenemos dificultad en ver cómo Europa puede escapar de eso.
JU- Se sabe que la crisis económica ha golpeado más fuerte, al menos hasta ahora, en Estados Unidos y Europa. En la década de 1990, por el contrario, las crisis económicas fueron más fuertes en la periferia. ¿Por qué esta diferencia? ¿Cómo la actual crisis se manifiesta en diferentes regiones del mundo?
Gérard Duménil – Hasta la segunda mitad del decenio de 1990, el neoliberalismo produjo estragos en el mundo, en particular en América Latina y Asia. Incluso hoy en día, las tasas de crecimiento en América Latina siguen siendo inferiores a la de las primeras décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial y esto a pesar de la reducción masiva de los salarios reales, que fueron rebajados a la mitad durante la crisis de 1970 en algunos países de la región. En la década de 1990 – y en 2001 en la Argentina – los avances del neoliberalismo provocaron grandes crisis, de la que la crisis Argentina es un caso emblemático.
El mundo entró ahora en una nueva fase. La transición hacia el neoliberalismo provoca un tipo de «divorcio», en los países del centro, entre los intereses de las clases altas y el territorio económico del país. El caso de los Estados Unidos es espectacular. Como he dicho, las grandes empresas del país invierten cada vez menos en el territorio del país y cada vez más en el resto del mundo. La globalización ha dado lugar a un desplazamiento de la ubicación de la producción industrial hacia la periferia: en Asia, América Latina e incluso en algunos países del África subsahariana.
JU- Las políticas propuestas para superar la crisis por los dos grandes de la Unión Europea han reiterado las fórmulas neoliberales. Los mercados intimidan a los gobiernos; Sarkozy y Merkel exigen más y más recortes presupuestarios. ¿Por qué insistir en una política que, para muchos observadores, está en el origen de la crisis? ¿Qué resultado se logrará con la aplicación de tales políticas?
Gérard Duménil- Yo no creo en absoluto que el rigor presupuestario haya sido una de las causas de la crisis. Esta es la expresión de una creencia keynesiana ingenua, tan ingenua como la creencia en la capacidad de esas políticas para llevar a una salida de la crisis, prescindiendo de las necesarias transformaciones anti-neoliberales. Sin embargo, en este contexto, las políticas que tienden a erradicar el déficit provocarán una nueva caída de la producción.
JU- Muchos analistas han puesto de relieve que los partidos, ya sean de derecha o izquierda, no difieren mucho en las propuestas para enfrentar la crisis. Además, en varios países europeos como Inglaterra, España y Portugal, la derecha fue favorecida electoralmente por la crisis económica. ¿Los movimientos sociales podrían construir una alternativa de poder? ¿Cuál podría ser un programa popular para enfrentar la crisis actual?
Gérard Duménil – Nosotros no hablamos de los aspectos políticos del neoliberalismo. La alianza en la cumbre de las jerarquías sociales entre las clases capitalistas y la clase de los gerentes (cuadros) logró por diversos mecanismos apartar a las clases populares de la política «politiquera». Quiero decir: las apartó de los juegos de los partidos políticos y de los grupos de presión. Para las clases populares sólo quedó la lucha en la calle.
Es necesario hacer entrar en escena a los grupos sociales que se encuentran en la «periferia» de los gerentes (cuadros): los intelectuales y los políticos profesionales. En el compromiso social de la Posguerra, fracciones relativamente importantes de esos grupos eran partidarias de la alianza con las clases populares (a las que ellos no pertenecían), a las que ellas apoyaban en sus propios campos de actuación.
En el contexto del colapso del movimiento obrero mundial, las clases capitalistas lograron, con el neoliberalismo, sellar una alianza con las clases de los gerentes – usando el recurso de la remuneración, claramente – llevando poco a poco esos grupos periféricos (la Universidad proporciona muchas ilustraciones sobre este fenómeno) en el emprendimiento de la conquista social del neoliberalismo. La proporción de los grupos sociales motivados hacia una alianza con las clases populares se redujo considerablemente, quedando limitada a algunos grupos «iluminados» a los que yo mismo pertenezco.
El sufrimiento de las clases populares no llega al grupo de los gerentes y, en el plano político, no hay ningún gran partido de izquierda. En Francia se sabe en lo que convirtió el Partido Socialista, ganado completamente por la «globalización», un término para ocultar el neoliberalismo. Algo similar podría decirse de los demócratas en Estados Unidos y dejo a ustedes mismos juzgar la situación de Brasil a ese respecto.
La vida política – politiquera – se reduce a la alternancia entre dos partidos no equivalentes; pero el partido que se dice la izquierda es incapaz de proponer una alternativa, para no hablar de su implementación. El voto se reduce a aquello que nosotros llamamos en Francia el «voto castigo». La derecha sucede a la izquierda en España, por ejemplo, porque la izquierda estaba en el poder durante la crisis; la derecha no tiene, por supuesto, ninguna capacidad superior para gestionar la crisis.
JU- Muchos observadores han hablado de la posibilidad de extinción del euro. ¿Cree usted que esto puede ocurrir? En su evaluación, ¿cuáles serían los resultados más probables de la crisis actual?
Gérard Duménil – Es posible que algunos países salgan de la zona euro. Esto no resolvería el problema de la deuda de ellos, que se tornaría todavía impagable después de la devaluación de la nueva moneda que sustituya al euro. El problema es la cancelación de la deuda o su adopción por el Banco central. La crisis de la deuda ha llegado ahora a los países de Europa Central y será necesario que estos países tomen conciencia de la amplitud y de la verdadera naturaleza del problema.
Esto remite a las características de lo que llamamos «la tercera fase de la crisis». ¿Cuáles políticas serán tomadas frente a una nueva recesión? ¿Cómo será gestionada la crisis en Italia y luego en Francia? ¿Cómo Alemania responderá a la presión de los «mercados» (las instituciones financieras internacionales)? Una cosa es cierta: estas deudas no pueden ser pagadas, lo que exige la transferencia de ellas fuera de los bancos o una fuerte intervención en su gestión.
Ahora, el punto fundamental es la voluntad de los gobiernos de los países más poderosos de Europa, especialmente de Alemania, para fortalecer la integración Europea (en lugar de reventar la zona euro), que se opone a la voluntad de «desglobalizacion» de algunos. Ese debate esconde la cuestión central: ¿Cuál Europa? Una Europa de las clases altas o la de un nuevo compromiso de izquierda.
Gérard Duménil es investigador del CNRS. Su último libro, en colaboración con Dominique Lévy, es La crisis del neoliberalismo (Harvard University Press, 2011).
Traducción para www.sinpermiso.info: Carlos Abel Suárez