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Su nueva articulación en la actual coyuntura golpista

El negocio especulativo con los alimentos y el «Desabastecimiento Programado»

Fuentes: Aporrea

Como producto del análisis de la coyuntura que vivimos en el año 2008, particularmente en la evaluación de las múltiples causas del fracaso de la reforma constitucional, comenzamos a emplear como categoría de análisis el «DESABASTECIMIENTO PROGRAMADO». Sostuvimos entonces, que al lado de la conversión de los alimentos en mercancía siguiendo la lógica de la […]

Como producto del análisis de la coyuntura que vivimos en el año 2008, particularmente en la evaluación de las múltiples causas del fracaso de la reforma constitucional, comenzamos a emplear como categoría de análisis el «DESABASTECIMIENTO PROGRAMADO». Sostuvimos entonces, que al lado de la conversión de los alimentos en mercancía siguiendo la lógica de la acumulación capitalista (explotación del trabajo, afán de lucro) donde prevalece el acaparamiento y la especulación, se presentó el fenómeno del uso político de la escasez y al alza de precio de los alimentos, en una estrategia multipropósito empleada por factores contrarrevolucionarios:

  • Ilegitimar el proceso bolivariano
  • Desestabilizar y generar un clima de ingobernabilidad
  • Lograr eliminar la regulación y el control de precios.
  • Adquirir dólares preferenciales o licencias de importación
  • Generar descontento y protestas, incentivando las movilizaciones de calle
  • Sacar provecho electoral del malestar por la carestía de los alimentos
  • Propiciar un caldo de cultivo para el golpe suave.

En consecuencia, en estos escenarios se combinan diversos intereses, donde no dejan de estar presentes los propósitos especulativos, pero la perspectiva del DESABASTACIMIENTO PROGRAMADO, se refiere a la capacidad de algunos grupos de terratenientes y organismos vinculados a la agricultura que poseen posiciones de dominio ( manejo de los inventarios y los canales de distribución ) o son monopolios vinculados al AGRONEGOCIO donde tienen el control desde la producción hasta al consumo ( siendo el más emblemático el Grupo POLAR), ventajas estas que les permiten direccionar políticamente la escasez de alimentos y planificar su empleo táctico en la coyuntura.

En tal sentido, encontramos que sectores de la cúpula empresarial de FEDENAGAS, FEDEAGRO, CAVIDEO, ANSA, pueden aliarse, fusionarse, combinarse, para adelantar periódicamente la estrategia del DESABASTECIMIENTO PROGRAMADO, tal como está ocurriendo hoy en día con la leche y el aceite.

Estos son sectores que han cartelizado históricamente la producción, el procesamiento, la distribución y el consumo de alimentos, y si no hubiese sido por el enorme esfuerzo que ha realizado la revolución con MERCAL, PDVAL, BICENTENARIO y mucha más en estos momentos con la Gran Misión Agrovenezuela, estos sectores habrían alcanzado sus objetivos.

Sin embargo, no se puede bajar la guardia frente a la ofensiva que mantienen estos carteles, la cual se va a acentuar de cara a los comicios del 2012.

Hay que tener claro que existe la anterior madeja de intereses y se ha conformado un tejido de complicidades donde juega un papel los lazos familiares y político-partidista cuartorepublicanos, las relaciones de dependencia y subordinación entre mafias de intermediarios, las asociaciones estratégicas entre los monopolios, y por supuesto la expoliación de los pequeña productores y campesinos.

El proceso de mercantilización del agronegocio anula el derecho a la alimentación, afectando la soberanía y la seguridad alimentaria:

  • Fortalece patrones de consumo ajenos y standarizados
  • Domina a los pequeños productores, comprando barato y vendiendo caro.
  • Refuerza las asimetrías en la ocupación territorial, ya que los centros de distribución están en las grandes urbes en la parte norte-costera de Venezuela mientras la producción está en espacios lejanos.
  • Tal situación genera el fenómeno de los «alimentos viajeros» los cuales pierden calidad, generan problemas de contaminación, desgastes en el parque automotor, saturación de carreteras y autopistas.
  • Esta «deslocalización alimentaria», (donde los alimentos recorren cientos de kilómetros antes de llegar al consumidor) niega el desarrollo endógeno y la agricultura sustentable.
  • Estos carteles asociados a grandes supermercados perpetúa la separación ciudad-campo, donde el agricultor bajo el control de estas cadenas de comercialización no llega directamente al consumidor y este no puede contactar directamente al productor.
  • De esta manera, existen miles agricultores y consumidores, controlados por roscas y monopolios.

Por supuesto, no se puede obviar las conexiones y subordinación que poseen estos carteles con las transnacionales o grandes monopolios que están controlando el agronegocio mundialmente.

Estos monopolios internacionales actualmente están manipulando los inventarios para mantener los precios de los alimentos elevados. Por ello han comprado la mayor parte de la cosecha del mundo.

García Ferran en su ensayo «PRECIOS EN AUMENTO»: Cuando los árboles no dejan ver el bosque, nos hace una descripción de este fenómeno, puntualizando que los CAPITALES ESPECULATIVOS (hedge funds) están actuando tanto en el mercado de futuros, así como están comprando compañías especializadas en el almacenaje del producto agrícola. Los grandes operadores no esperan a que llegue el momento de vender o de comprar la materia que han producido o que necesitan, sino que lo realizan con un plazo anticipado en el llamado «mercado de futuros».

Existen oligopolios en cada nodo de la cadena que controlan las condiciones y precios de cada producto, empresas como Monsanto, Cargill, la industria agroalimentaria y de la gran distribución (Wall-Mart o Carrefour) determinan qué se produce, cómo se produce, marcan precios y especialmente seleccionan quién produce los alimentos.

Este fenómeno de mundialización de la crisis alimentaria y su impacto en más de 1.000 millones de hambrientos, demanda de un análisis sistemático, dada sus implicaciones en nuestra soberanía y seguridad alimentaria, ya que esta cartelización hace difícil el acceso a un suministro alimentario medianamente seguro por parte de los pueblos soberanos como el nuestro.. Aquí no sólo hay implicaciones especulativas, sino que también sirve para las presiones y el chantaje político, incluida las amenazas de boicot.

Por ello en el ensayo «CRISIS ALIMENTARIA Y SOCIALISMO INDOAFROMAERICANO» (Prospectiva estratégica del Programa todas las Manos a la Siembra), editado en febrero de 2008″, nos planteamos lo siguiente:

 El papel de los agronegocios en la hambruna mundial

Hoy por hoy se ha reconocido la crisis alimentaria de carácter global, y como siempre, diversos organismos que asumen las experticias y las vocerías calificadas del asunto, comienzan a disfrazar la problemática o desviar la atención hacia factores que permiten evadir las responsabilidades con medias verdades .En tal sentido, encontramos organismos como la FAO, quien en la Conferencia Mundial de Roma de 2008, reconoce la crisis alimentaria, pero le da un marco explicativo a partir de los siguientes factores: Impacto del cambio climático, Emergencia de los agrocombustibles, Incremento de la capacidad de consumo en India y China. Esta limitación epistemológica no es nada ingenua, responde a la lógica de hacer apología del régimen de producción capitalista. Este escamoteo teórico-conceptual está descrito en el Informe de GRAIN en los siguientes términos:

«Los promotores de las políticas que han dado forma al actual sistema mundial alimentario -y que supuestamente son los responsables de evitar tales catástrofes han ofrecido una serie de explicaciones sobre la crisis actual que todo el mundo ya ha escuchado una y otra vez: la sequía y otros problemas que afectan las cosechas, aumento de la demanda en China e India donde la gente aparentemente se está alimentando más y mejor, cultivos y tierras que se reconvierten masivamente hacia la producción de agrocombustibles, y demás explicaciones. Agreguen a esto la actuación de los especuladores que inflan los precios, lo cual también está siendo objeto de mayor indagación. Todos estos asuntos, obviamente, contribuyen a la actual crisis alimentaria. Pero no son totalmente responsables de su profundidad…»»Nada de lo que dicen los nerds que formulan las políticas debe opacar el hecho de que la actual crisis alimentaria es el resultado de la presión permanente ejercida desde la década de 1960 hacia el modelo agrícola de la «Revolución Verde», y de la liberalización del comercio y las políticas de ajuste estructural impuestas a los países pobres por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, desde la década de 1970. Estas recetas de políticas fueron reforzadas a mediados de la década de 1990 con el establecimiento de la Organización Mundial del Comercio y, más recientemente, a través de un fárrago de acuerdos bi-laterales de libre comercio y de inversión. Junto con todo un paquete de otras medidas, han desmantelado de manera implacable los aranceles y otros instrumentos que los países en desarrollo tenían para proteger su producción agrícola local, y los forzaron a abrir sus mercados y tierras a los agronegocios mundiales, a los especuladores y a las exportaciones de alimentos subsidiados provenientes de los países ricos. …»

Como puede observarse aquí hay algunas precisiones que hacen alusión a la génesis y a la estructura de la crisis capitalista, a las políticas neoliberales del capitalismo mundial. Por ello, aquí cobra toda su relevancia el marco explicativo que esbozamos con anterioridad, relacionando el bloqueo de la valorización-acumulación capitalista, y en este caso su articulación con el negocio especulativo de los commoditie agrícolas.

La explosión de la burbuja hipotecaria-financiera y la quiebra subsecuente de muchas entidades condujo a que el mismo capital especulativo buscara refugio en los commoditie, lo que ha conducido a la escasez y alza en los precios de los alimentos por las maniobras de los carteles del agronegocio, quienes controlan el circuito agroalimentario (producción, procesamiento distribución y consumo).

Este panorama nos los describe Michael Mater de la siguiente manera:

«…los grandes fondos especulativos son responsables de la escalada de precios de las materias primas.» En cinco años, la presencia de estos fondos se multiplicó por 20 en términos monetarios. A fines de 2003, el dinero que estos actores asignaban a los futuros de commodities era de u$s 13.000 millones. Al finalizar el primer trimestre de 2008, ese monto alcanzaba los u$s 260.000 millones.

En el mismo período se incrementó 183% el precio de los futuros del conjunto de los principales commodities, una lista de alrededor de 25 productos, de los cuales alimentos y energía son los que más preocupan a los consumidores en todo el mundo. Sólo en los primeros 52 días de 2008, se estima que los fondos índice inyectaron u$s 55.000 millones en el mercado de futuros de commoditie.

Otra referencia sobre el papel del capital especulativo en la subida de los precios de los alimentos a nivel mundial la encontramos en las siguientes líneas:

«… La especulación sobre los productos agrícolas ha sido muy fuerte en 2007 y 2008, acentuando un fenómeno que comenzó a principios de la década del 2000, después del estallido de la burbuja de Internet. Tras la crisis de las subprimes que se desencadenó en Estados Unidos durante el verano de 2007, los inversores institucionales10 se retiraron progresivamente del mercado de las deudas construido de manera especulativa a partir del sector inmobiliario estadounidense y se fijaron en el sector de los productos agrícolas e hidrocarburos como un mercado que podría darles interesantes beneficios. Por lo tanto, se dedicaron a comprar las cosechas futuras de productos agrícolas en la Bolsa de Chicago, en la de Kansas City y en la de Minneapolis, que son los principales mercados mundiales donde se comercia con cereales. En forma similar, en otras Bolsas de productos primarios compraron la producción futura de petróleo y de gas, especulando con la subida de sus precios.»

En esa misma dirección los compañeros vinculados a Vía Campesina y al Instituto Latinoamericano de Agroecología (IALA) Paulo Freire de Venezuela, nos señalan:

«Entre las causas de corto plazo, la más importante es la entrada repentina del capital financiero especulativo, los llamados fondos de riesgo o hedge funds, en las bolsas de los contratos a futuro de los cereales y otros alimentos, los llamados commodities (Macwhirter, 2008). Con el colapso de la burbuja artificial del mercado inmobiliario de Estados Unidos, su desesperada búsqueda de nuevas oportunidades de inversión les hicieron descubrir estas bolsas de alimentos. El capital financiero es atraído por la volatilidad de cualquier mercado, ya que toma sus ganancias tanto en las subidas como en las bajadas, apostando como si fuera un casino. Apostando, pues, con la comida de la gente (La Vía Campesina, 2008b). Estos fondos hasta ahora han inyectado unos 70 mil millones de dólares extras a los precios de los commodities, inflando una burbuja que coloca los alimentos fuera del alcance de los pobres. Y cuando la burbuja entra en su inevitable colapso, van a quebrar a millones de agricultores del mundo entero.»

Lo que queda claro en estas reseñas es que el alza de los precios de los alimentos y su escasez está íntimamente relacionado con:

  • El papel de los fondos especulativos que migran del sector financiero a los activos reales, específicamente bienes agrícolas.
  • Control y manejo de la bolsa agrícola.
  • Compras a futuro donde la cosecha del actual ciclo ya a nivel de papel está monopolizada por los carteles de los agronegocios.
  • Este proceso conduce a la quiebra de miles de pequeños productores y arruina la agricultura campesina, generalizándose la hambruna.

Al lado del impacto social devastador hay que agregar la destrucción de la naturaleza, la ruina de suelos, agua, aire, tal como lo nos plantea Diego Griffon B cuando examina el modelo agrícola industrial asociado a la revolución verde:

«Esta crisis demuestra elocuentemente que la agricultura se encuentra en una encrucijada (Vía Campesina, 2008). Esta situación impone fuertes exigencias sobre las 1,500 millones de hectáreas cultivadas (Altieri, 2008). Resulta alarmante que las soluciones preponderantemente planteadas a esta coyuntura sean la intensificación de los sistemas de producción (Grain, 2006), la expansión de la frontera agrícola (Giardini, 2006) y la recuperación de tierras en descanso (Millar, 2008). Todas estas alternativas involucran mayores perturbaciones ecológicas y no son sostenibles.»

«Estas presiones, prolongadas durante tanto tiempo, han socavado la capacidad de la naturaleza (nuestro único sistema de soporte de vida) para suplir las demandas de la humanidad en cuanto a alimentos, fibras y energía (Altieri, 2008). En el estado actual de la coyuntura, es imprescindible sopesar las necesidades de producción de alimentos, con los perjuicios que la actividad agrícola industrial impone sobre los servicios ecológicos que nos ofrece la biosfera (ciclos de agua y nutrientes, regulación del clima, secuestro de CO2, etc.). Es importante recordar que la agricultura industrial contribuye hoy con más de 1/3 de las emisiones globales de gases de invernadero (Altieri, 2008). En particular, este tipo de agricultura es responsable del 25% de las emisiones del dióxido de carbono del mundo, del 60% de las emisiones de gas metano y del 80% de óxido nitroso (Goldsmith, 2004).

Aparece en estas líneas el nexo entre la valorización – acumulación del capital y su impacto ecológico, ya que al lado de la especulación con los alimentos está el deterioro ambiental, al agostamiento y contaminación del suelo, la emisión de gases de invernaderos, lo que ha conducido a cambios climáticos que ha arruinado también la producción agrícola en el mundo.

En tal sentido, la crisis alimentaria global está asociado tanto a la valorización del capital como a los déficits ecológicos.

Los beneficiarios de la crisis alimentaria, impactos y consecuencias.

Ya anteriormente planteamos que la hambruna mundial no es un proceso «natural», neutral, ya que los carteles del agronegocio son los grades beneficiarios, tal como nos los dice Silvia Ribeiro:

«Los grandes ganadores de la crisis alimentaria son también actores centrales y grandes ganadores en la promoción de los agrocombustibles: las trasnacionales que acaparan el comercio nacional e internacional de cereales, las empresas semilleras, los fabricantes de agrotóxicos. En estos dos últimos rubros son en muchos casos las mismas empresas: a nivel global, Monsanto es la principal empresa de semillas comerciales y la quinta en agrotóxicos. Bayer es la primera en agrotóxicos y la séptima en semillas, Syngenta la segunda en agrotóxicos y la tercera en semillas, Dupont la segunda en semillas y la sexta en agrotóxicos. Junto a BASF y Dow (tercera y cuarta en agrotóxicos), estas seis empresas controlan el total de las semillas transgénicas en el mundo, que casualmente es también la solución que proponen a todos los nuevos problemas (que ellas mismas han sido parte fundamental en provocar).Junto a los que dominan más del 80 por ciento del comercio mundial de cereales: Cargill, ADM, ConAgra, Bunge, Dreyfus; todas han tenido ganancias absolutamente impúdicas, gracias a la escasez de alimentosUn excelente informe de Grain (El negocio de matar de hambre, http://alainet.org/active/23996), da cuenta de estas ganancias: para el 2007, Cargill aumentó sus ganancias 36 por ciento; ADM, 67 por ciento; ConAgra, 30 por ciento; Bunge, 49 por ciento; Dreyfus, 77 por ciento, en el último trimestre de 2007. Monsanto obtuvo 44 por ciento más que en 2006 y Dupont-Pioneer 19 por ciento.» )

Estando ubicado los carteles del agronegocio como los grandes beneficiarios de la hambruna en el mundo ( Monsanto, Cargrill y socios) veamos ahora la reseña de sus víctimas. Hoy en el diagnóstico tenemos la ventaja que la crisis al desnudo no la pueden ocultar y los propios responsables de catástrofe como el Banco Mundial realizan proyecciones en forma de progresión aritmética sobre la crisis:

7 años «perdidos»

10 mill. en Am. Lat. en peligro de pobreza extrema

22 países en riesgo de hambruna

30 países con desequilibrios sociales

100 mill. de pobres en riesgo (30 en África)

862 mill. con problemas serios de desnutrición

2000 mill. directamente afectados en todo el mundo.

Tal cuadro dantesco que pone en entredicho la seguridad y soberanía alimentaria de nuestros países y en particular el derecho a la alimentación, estaba pronosticado por la propia ONU-FAO:

«… 826 millones de personas padecen actualmente desnutrición crónica y grave; de ellas, 34 millones viven en los países económicamente desarrollados del Norte; la mayoría de las víctimas viven en Asia: 515 millones, es decir un 24% de la población total de este continente. Pero si se considera la relación entre el número de víctimas y la población, el primer lugar corresponde al África subsahariana: 186 millones de mujeres, hombres y niños padecen desnutrición permanente grave, es decir un 34% de la población de esta región. La mayoría de las víctimas sufren de «hambre extrema» ya que su ración diaria es, por término medio, inferior en 300 calorías al mínimo para asegurar la supervivencia.

El conjunto de estas proyecciones tiende a agravarse en los próximo meses por la combinación de la inflación-recesión que apenas comienza y sus implicación en la producción de alimentos: Restricción en siembras y cosechas, Escasez relativa y baja en los inventarios, Altos precios y prácticas especulativas de los carteles del agronegocio a través de la compra a futuro ya realizada en la fase previa al «lunes negro» que detonó esta crisis. En los EEUU el commoditie cerealero está cruzado por el impacto de las anteriores determinaciones y en rubros como el maíz se deja sentir el proceso recesivo: reducción de 27 millones de toneladas en la producción, disminución de 14 mill. de toneladas en los inventarios, reducción de 15 millones de toneladas en exportaciones todo lo anterior hay que agregar que el imperio para asegurarse su seguridad alimentaria está reponiendo sus inventarios y garantizando las reservas estratégicas y operativas, para lo cual ha adquirido la poca producción mundial. Tal cuadro implica una verdadera amenaza para los países del sur (convertidos en las últimas décadas en importadores neto de alimentos) porque aún cuando pudiesen tener divisas o poder de compra no van encontrar en el mercado bienes agrícolas en cantidad, calidad y seguridad en el suministro. Por todo lo anterior para nuestro proceso revolucionario, ese proceso inflacionario-recesivo a nivel mundial involucra graves riesgos a su seguridad y supervivencia, siendo al mismo tiempo una oportunidad para cambiar las relaciones de producción capitalista, impulsando un nuevo modelo productivo, donde se integra el desarrollo rural integral como componente del socialismo agrario.

Fuente: http://aporrea.org/internacionales/a128657.html