La política económica es el rasgo fundamental de toda sociedad, pues su desarrollo atraviesa todas las demás ramas del quehacer humano. De ella dependen no sólo la explotación de los recursos estratégicos, el desenvolvimiento de la industria, la aplicación de los servicios, la distribución del trabajo y la riqueza, sino también la investigación científica, la […]
La política económica es el rasgo fundamental de toda sociedad, pues su desarrollo atraviesa todas las demás ramas del quehacer humano. De ella dependen no sólo la explotación de los recursos estratégicos, el desenvolvimiento de la industria, la aplicación de los servicios, la distribución del trabajo y la riqueza, sino también la investigación científica, la difusión de las artes y las ideas, la elaboración de la información, y, fundamentalmente, la amplitud y la calidad de las libertades individuales: la libertad para movilizarse, trabajar, disfrutar, informarse, educarse, atender la salud, alimentarse. Los paladines del capitalismo se autoproclaman defensores de la libertad, pero, en realidad, defienden sólo la libertad de poder hacer negocios, y, obviamente, la libertad de la ínfima minoría que maneja el Mercado mundial: ellos son los únicos verdaderamente libres, pues tienen acceso a todos los adelantos de la ciencia y la tecnología, al ocio y los placeres de la vida. El resto, la inmensa mayoría, las 5/6 partes de la población del planeta, miles de millones de seres humanos, pasan algún tipo de privación, lo que atenta directamente contra su libertad de desarrollarse. De ellos, mil millones directamente sufren hambre. El hambre y la miseria de millones de personas se constituyen entonces no en efectos no deseados del sistema capitalista, sino en condiciones necesarias para su funcionamiento.
Esta realidad planetaria que nos toca vivir demuestra más allá de toda prédica lo que significa el sistema capitalista, cuya faceta actual es el neoliberalismo. Y que su aplicación no es una cuestión divina ni producto de la fatalidad, sino simplemente elaboración «humana», es decir: decisión política de quienes detentan el poder de hacerlo.
Las políticas económicas nos ilustran, entonces, a cerca del posicionamiento de quienes las delinean respecto de la creación y distribución de la riqueza, de qué sectores o intereses quieren beneficiar. Su aplicación no es para nada inocente, sino que persigue la organización de un determinado orden social, lo cual implica explícita o solapadamente una ideología.
La introducción sirve para meternos de lleno en el terreno nacional, para analizar las consecuencias de la política económica llevada a cabo por el gobierno kirchnerista a través de la gestión del ministro Lavagna y su verdadera naturaleza, más allá de los dichos del oficialismo. Esa política ha dividido aguas en el denominado campo popular, despertando amores (incluso en sectores que se autoproclaman «revolucionarios» y que dicen luchar por el socialismo) y odios. Más allá de las subjetividades, es bueno poner sobre el tapete algunos datos de la realidad para poder así realizar un análisis lo más objetivo posible.
– Luego del «exitoso» Canje de Deuda (según los parámetros del gobierno), la Argentina habrá reconocido alrededor de 125.000 MILLONES DE DÓLARES de deuda pública. A esto se le deben sumar los más de 20.000 millones de dólares que no entraron en el Canje, y que serán reclamados tanto por el FMI y el G7 como por los bonistas (estos seguramente por vía judicial en tribunales internacionales), por más alharaca que haga el gobierno. O sea, en total, algo así como 145.000 millones de dólares. Es decir, lo mismo que antes de entrar en cesación de pagos, pero luego de pagar miles de millones de dólares durante los últimos tres años a los organismos internacionales de crédito (exactamente 7.000 millones de dólares de promedio anuales). Prácticamente el PBI completo de un año (unos 450.000 millones de pesos, 150.000 millones de dólares)
– Según un estudio llevado a cabo por el diputado Mario Cafiero, «…En función de los números que están en el informe que le pedimos al ministro de Economía para que nos dijera cuál es el nivel de actividad, el nivel de pobreza y el de desempleo, se puede inferir que recién en el año 2039 vamos a alcanzar el PBI de 1998. Con esta distribución del ingreso, el desempleo no va a caer a menos de 6 por ciento hasta dentro de cincuenta años, y la pobreza recién va a bajar a menos de la mitad en el año 2021». ( FUNDAMENTO DEL VOTO NEGATIVO DEL DIPUTADO MARIO CAFIERO A LA LEY CERROJO)
– Según datos oficiales del ministerio de economía del tercer trimestre del 2004, la participación de los trabajadores en el reparto del PBI es del 29%, mientras que antes de la devaluación se situaba en el 36% (¡o sea, hoy es peor que cuando estalló el «que se vayan todos»!) según datos del Banco Central. Así, hoy los trabajadores reciben 7 puntos menos del PBI, lo que significan 30.000 millones de pesos o 10.000 millones de dólares menos para repartir. Por supuesto esos 7 puntos no se volatilizan, sino que van a parar a los bolsillos de las clases dominantes.
– A pesar del crecimiento de la economía (8,6% en los primeros diez meses del 2004), el reparto de la riqueza es de lo peor de la historia. En Capital y el conurbano, los 6,5 millones que tienen algún ingreso -asalariados, jubilados, profesionales o rentistas- ganan en promedio $705 (alrededor de 240 dólares), cifra por debajo del nivel de pobreza ($735); a fines del 2001, el ingreso promedio en la región era de $626 (626 dólares). Es decir, en pesos, se gana nominalmente 12,6% más, pero como en el mismo lapso la inflación superó el 50%, el poder adquisitivo en la región más poblada del país bajó un 26.2%.
– Entonces tenemos que en los últimos tres años, como ya se ha dicho, se pagaron 21.000 millones de dólares de Deuda Pública a los organismos de crédito internacional; en los últimos dos, 18.000 millones de dólares de ¡compensación! a los bancos; en el último (2004), en concepto de subsidios del estado a las empresas privatizadas alrededor de $1.300 millones, y para el 2005 se prevé elevar esa cifra a $2.300 millones; ni qué hablar de los 13.000 millones de dólares ANUALES que deberemos pagar «gracias» al canje de deuda de kirchner-lavagna. Todo mientras los niños mueren de hambre y los ancianos olvidados, las mujeres y los hombres penan sus vidas sin trabajo, salud ni educación para sus hijos. ¿Para dónde patea entonces el gobierno?
¿Qué festejan?
La administración Kirchner presentó como «un éxito enorme» el canje de deuda por la «disminución» que ello representa para la deuda pública del país. «Es la quita más grande de la historia» dicen. Sin embargo, lo que realmente hay que señalar es que el gobierno acaba de reconocer 125.000 millones de dólares de una deuda ilegítima, ilegal, fraudulenta y que ya pagamos varias veces. Además, en relación al PBI hoy se debe el 72% (o casi el 100%, si se cuentan los bonos que no entraron en el canje), cuando antes de entrar en cesación de pagos esa relación era del 54%. Argentina afronta vencimientos este año por 13.000 millones de dólares, de los cuales podrá pagar «sólo» 5.000 millones, por lo que el resto deberá refinanciarlo con el FMI, lo que no sólo generará más deuda e intereses, sino que condicionará las políticas económicas a los postulados de ese organismo de crédito internacional, lo que supone nuevos acuerdos en los que se plantearán -otra vez- aumentos de tarifas, renegociación de contratos con las privatizadas, mayor flexibilización laboral, profundización en la reforma del Estado, presión por la privatización de lo que queda de banca pública (Provincia y Nación), etc. Por eso suena a bravuconada para la tribuna -otra más y van…- la expresión del presidente al referirse al encuentro de Lavagna con Rato en Nueva York: «van a tomarse un cafecito…». Va a ser el café más caro de la historia, y no hace falta ser un genio para adivinar quién va a pagarlo…
El sacrificio que significa para el pueblo la erogación y cumplimiento de semejantes compromisos es oprobioso, inhumano: los actuales niveles de pobreza, indigencia y desocupación se mantendrán por décadas. ¿En aras de qué deberemos hacerlo? Pues, evidentemente, de que los señores dueños del Mercado puedan seguir haciendo sus negocios con cuantiosas ventajas, y seguir llenando sus bolsillos a costa del sudor y el dolor ajeno. En definitiva, eso es el capitalismo: la búsqueda de la máxima utilidad, sin importar las consecuencias sociales que ello pueda acarrear. Y eso es lo que dijo y dice el presidente Kirchner que quiere «implantar» en la Argentina: «un capitalismo serio»; lo cual suena contradictorio, primero, porque el capitalismo hace rato está implantado en el país y porque, por más acepciones que se le quieran agregar (salvaje, serio, «humanizado», etc.) el sistema capitalista fue, es y será (mientras dure) un mecanismo de explotación y dominación. A confesión de parte…
La estrategia trazada entonces por el kirchnerismo para el desenvolvimiento de las fuerzas productivas del país es más neoliberalismo. El neoliberalismo, como ya se ha dicho, es la cara actual del capitalismo. Implica, en un simple pantallazo, la libre circulación de bienes, servicios y capitales en el mundo, además de la producción industrial fragmentada en diferentes regiones y países (allí donde mayores utilidades genere) y la apropiación de los recursos naturales de los países periféricos por parte de las potencias centrales. Pero la idea fundamental que ha implantado el modelo es que no es posible el desarrollo de esos países periféricos sin la entrada de capitales de los países desarrollados. Para atraer esos capitales las naciones subdesarrolladas deben prometerles condiciones que los seduzcan, y ellas son ganancias seguras y extraordinarias, bajos costos laborales, leyes permisivas de protección ambiental, exenciones fiscales, inversiones nulas o sin riesgos, subsidios estatales, explotación de mercados monopólicos u oligopólicos (sobre todo en el área de servicios públicos), políticas todas que van en contra de los intereses populares. La idea de que sólo podremos desarrollarnos si «caritativos» capitalistas se avienen a invertir en nuestro país es lo que hoy quieren seguir haciéndonos creer Kirchner y su troupe. Por eso viajan a EEUU y Europa, por eso negocian con China, por eso no rompen con el FMI y el G-7.
Por eso, por más que nos quieran vender espejitos de colores (y muchos se lo crean), su política es neoliberal, y atiende los intereses del Mercado, que siempre, SIEMPRE, son contrarios a los intereses de la Humanidad.