«Estamos limpiando la habitación de Manuel Bartual por 1,50 euros la hora». Con este tuit las Kellys introducen alguno de los elementos que permiten comprender, cuál será el ejercicio del conflicto colectivo en el marco de la España de la precariedad estructural. Durante el verano se han desarrollado en las grandes ciudades españolas una serie […]
«Estamos limpiando la habitación de Manuel Bartual por 1,50 euros la hora». Con este tuit las Kellys introducen alguno de los elementos que permiten comprender, cuál será el ejercicio del conflicto colectivo en el marco de la España de la precariedad estructural.
Durante el verano se han desarrollado en las grandes ciudades españolas una serie de conflictos colectivos en sectores altamente precarizados como los riders o repartidores (Deliveroo), acciones que han abierto un debate social sobre el turismo de masas y su modelo laboral derivado, tan bien expresado en la denuncia de las trabajadoras de Tommy Mel´s cuyo video denuncia se convirtió en viral, o el conflicto de las camareras de hotel popularizado por las Kellys (las que limpian).
La relación entre turismo, precariedad y nuevo conflicto laboral alcanzó su máximo nivel con la huelga de los trabajadores de Eulen y las subcontratas en el Aeropuerto del Prat, contestado de manera contundente y excepcional por el Gobierno, el cual suspendió sus vacaciones para intervenir de manera autoritaria en una huelga que se desarrolla en el sector clave de la economía nacional. Gobierno central, Generalitat, Ayuntamiento de Barcelona o la patronal coincidieron en mostrar distintos grados de hostilidad hacia dicho colectivo de trabajadores.
Consecuencia de la precariedad estructural es el surgimiento de una nueva forma de expresión del conflicto obrero, resultado de una profunda trasformación de la clase trabajadora fruto de su extensión, crecimiento, feminización y precarización.
Una nueva clase trabajadora con un peso social gigante, inmenso, pero que no se corresponde, de momento, con su peso político y cultural. No se habla de ellos más uqe de manera puntual. No hay cargos públicos, ni en ayuntamientos del cambio ni en los de no cambio, ni en los parlamentos, ni tertulianos, ni serie de la FOX que representen a este sector. No salen en ningún sitio. Pero es el sector que construye ejemplos de ejercicio de conflicto social ahí dónde nadie lo esperaba.
Dichos conflictos marcan al menos siete pautas, con los que ir construyendo una tipología de nueva conflictividad laboral en la España precaria:
En primer lugar, ¿cómo plantear la acción colectiva en el marco de la subcontratación? El elemento central no está en qué empresa realizas formalmente el trabajo (la subcontrata) sino para quién trabajas en realidad, de tal forma que da igual que tu contrato sea con Eulen, o para empresas de servicios externalizadas por los hoteles, o seas un falso autónomo; si trabajas en un aeropuerto de AENA, para una cadena de hoteles o para Deliveroo, es a esa empresa a quién atacas, es contra la empresa principal a la que le planteas el conflicto.
En segundo lugar, ¿quién ejerce el conflicto? Para ganar, el conflicto del futuro debe tender a unir a todos los afectados por el mismo, sean trabajadores, familias, el entorno social, o en el caso de los servicios públicos, los usuarios. Si la empresa es global y en red, la respuesta debe ser global y así socializar el conflicto particular, y pasar de la fragmentación del trabajador globalizado a la recomposición del obrero colectivo.
En tercer lugar, ¿cómo ejercer el conflicto? Para la nueva acción colectica no solo hay una expresión del conflicto -la huelga- sino todas las acciones forman parte de una misma estrategia: con la huelga se lanza una serie de concentraciones, manifestaciones, actos, charlas, trabajo en redes sociales, herramientas judiciales, prácticas culturales y demás formas de ejercicio del conflicto. Para vencer a la precariedad y la empresa global, la acción colectiva se acerca más a un formato de guerra asimétrica que de guerra de posiciones.
En cuarto lugar, ¿cuál es el tiempo del conflicto? En la era de la nueva acción colectiva, ganar significa prepararse para dar conflictos de larga duración; el conflicto social en el marco de la empresa global será duro, largo y fuente de un inmenso desgaste, pero que al final permitirá generar un estado de opinión pública hostil a la precariedad y a la práctica empresarial y así construir una correlación de fuerzas favorable.
En quinto lugar, el nuevo conflicto social se libra también en la superestructura y el marco de las ideas. Una de las claves de Coca Cola en Lucha y su acción sindical, fue establecer desde el inicio la unidad con profesionales que pueden ayudar a resolver el conflicto en favor de los trabajadores: juristas, sociólogos, economistas, periodistas, trabajadores de la cultura, editoriales y demás profesiones, con el objetivo de aportar sus conocimientos técnicos y teóricos dirigidos a un objetivo central: desmontar los argumentos de la empresa. Esto es un ejemplo que siguen los nuevos colectivos laborales, donde el sindicato de manteros se constituye con la participación de intelectuales como Cesar Rendueles, el apoyo de Isaac Rosa a la sección sindical de CCOO de Médicos sin Fronteras o la implicación de cooperativas de abogados en apoyo a la lucha de las camareras de hotel.
En sexto lugar, la nueva acción colectica es totalizadora. Al manifestar su acción en el territorio, se logra pasar de un conflicto laboral particular a uno social generalizado, para desde ese proceso, vencer a la empresa. La ciudad en su totalidad es la geografía de la nueva realidad precaria, el espacio metropolitano la escala del conflicto y la periferia urbana, la protagonista de la construcción de una nueva subjetividad obrera.
Y, en séptimo lugar, el nuevo conflicto laboral se apodera de la redes, como forma de romper el aislamiento, que se deriva de la fragmentación del obrero colectivo que impone la empresa global. Las redes social como ámbito de conocimiento, organización, difusión, generadora de opinión y constructora de una nueva imagen que represente el conflicto y construya imagen de colectivo, pero también la acción en redes permite reconocerse en una realidad a la que se puede plantear cara.
Estamos, por tanto, ante una creciente y nueva clase trabajadora, fundamentalmente en el sector servicios, expresión del país del «turismo totalizado«. Es la irrupción de un nuevo asalariado urbano que seguro va a transformar política y culturalmente la España actual. Una nueva clase trabajadora que crece y se consolida y que va a ser un actor fundamental no solo de las relaciones laborales, sino de la estructura social del país.
Dedico este artículo José Daniel Lacalle, ingeniero, sindicalista, sociólogo y marxista español, que con sus trabajos y análisis ya planteó hace décadas lo que ahora es una realidad.