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El objetivo del G20 es salvar el capitalismo

Fuentes: Observatori del Deute en la Globalització

Una versión reducida de este artículo se publicó en La Directa (Num. 134, 15 de abril). http://www.setmanaridirecta.info/

La reunión del pasado 2 de abril en Londres se cerró, tras mucha expectación y espectáculo, con declaraciones grandilocuentes y promesas previsibles. Más allá de las tan anunciadas medidas como el fin del secreto bancario, una mayor regulación del sector financiero o la promesa de más de un billón de dólares para las Instituciones Financieras Internacionales, se hace evidente que el objetivo no es un cambio de modelo económico, sino hacer pequeños retoques para que todo siga igual.

Desde que estalló la crisis actual del sistema financiero han ido proliferando las declaraciones y sentencias que, desde diferentes sectores, daban por rematado al sistema capitalista neoliberal y anunciaban el inicio de una nueva era, la de un nuevo capitalismo social, verde y responsable. Las dos reuniones del G20 que se han realizado hasta hoy, la primera el 15 de noviembre en Washington y la última el pasado 2 de abril en Londres, pretendían ser como espacios de discusión y decisión desde donde se tenía que «refundar el sistema económico y financiero», y desde donde construir un nuevo orden mundial. A pesar de la grandilocuencia de algunas de las declaraciones que han precedido, e incluso han clausurado la cumbre del G20 en Londres, una lectura atenta del comunicado y las medidas tomadas y prometidas pone en evidencia claramente que el objetivo dista mucho de ser la reforma del capitalismo. Como mucho, se trata, de un pequeño retoque de maquillaje (1).

El objetivo del G20, tal y como hace explícito el comunicado final de la cumbre en Londres (2), no es otro que «restaurar el crecimiento global» y el modo de conseguirlo es a través «de una economía mundial abierta basada en los principios de mercado, en una regulación efectiva y en instituciones globales fuertes» (aunque no necesariamente democráticas). Así pues, el reto que se plantea es preservar la esencia del capitalismo, intentando «restaurar la confianza» de la opinión pública en el modelo, y siguiendo con la persecución del crecimiento económico como motor central de la economía. Para hacerlo, es necesario poner un poco de orden en un sistema que se ha descontrolado, reconocen los líderes del G20, pero en ningún caso se pretenden abandonar los viejos dogmas neoliberales. Como decía Keynes «la dificultad no está tanto en desarrollar nuevas ideas, como en escapar de las viejas».

Nadie en el G20 está dispuesto a reconocer que la crisis no es sólo financiera, sino que se trata de una crisis sistémica que afecta a todas las esferas de la vida económica y social. La crisis actual, tal y como venimos declarando los movimientos sociales de todo el mundo, se «inscribe en un contexto de crisis globales múltiples (climática, alimentaria, energética, social,…) y de un nuevo equilibrio de poderes. La crisis es consecuencia de un sistema de producción capitalista basado en la auto regulación y alimentado por la acumulación por parte de una minoría de beneficios a corto plazo, un sistema comercial injusto, la perpetuación y acumulación de deuda irresponsable, ecológica e ilegítima, el pillaje de recursos naturales y la privatización de los servicios públicos» (3). Esta crisis requiere respuestas que nos lleven hacia un cambio de paradigma, pero las respuestas ofrecidas en la cumbre de Londres no van en esta dirección.

  Un billón de dólares para reflotar el sistema

La medida más celebrada por los titulares de los grandes medios de comunicación fue la promesa de un paquete de 1,1 billones de dólares para restaurar el crédito, el crecimiento y los puestos de trabajo en la economía mundial. Este dinero se canalizará principalmente mediante el Fondo Monetario Internacional (FMI), que se convertirá en el beneficiario principal de esta cumbre. En concreto, se han triplicado los recursos a disponibilidad del FMI, hasta 750.000 millones de dólares, para que éste pueda ofrecer créditos a los países que atraviesen dificultades a causa de la crisis, a los que se han de sumar una nueva partida de Derechos Especiales de Giro (DEG) (4) de 250.000 millones de dólares (que sobre todo, beneficiarían a los países con mayor participación en el accionariado del FMI, es decir, a los países ricos) y una partida de recursos adicionales por la venta de reservas de oro del FMI para préstamos concesionales a los países más pobres. Esta medida ha sido ampliamente criticada, no sólo por movimientos sociales y ONGs de todo el mundo, sino también por mandatarios como Evo Morales, quien afirmó que «dar más dinero al FMI es como dar dinero al lobo y poner las ovejas a su cuidado» (5). Al dinero a disposición de FMI, se le ha de sumar el que se aportará a otras instituciones financieras internacionales (IFI) como el Banco Mundial, los bancos regionales de desarrollo o el Banco Europeo de Inversiones, hasta 100.000 millones de dólares, y 250.000 millones de apoyo a la financiación del comercio a través de las Agencias de Crédito a la Exportación, ayudas a empresas privadas y bancos regionales de desarrollo (6).

El FMI atraviesa desde hace más de una década una grave crisis tanto de legitimación como financiera. En los últimos 30 años ha fracasado estrepitosamente en su función principal de mantener la estabilidad del sistema financiero internacional. Su actuación en las crisis del sureste asiático de mediados de los 90, así como en países latinoamericanos como Brasil, Argentina o Ecuador, minó enormemente la legitimidad del Fondo, y llevó a varios países a aprovechar la época de bonanza económica para pagar por avanzado las deudas con el FMI y declarar así su independencia financiera de la institución. Las pésimas «recomendaciones» sobre política económica y monetaria que el FMI había impuesto en estos países y los graves impactos sociales y económicos que éstas habían provocado, son el origen de la pérdida de legitimidad del Fondo. Así, el FMI se fue quedando sin clientes, arrojándolo a un grave problema presupuestario. Sin embargo, las medidas adoptadas por el G20 aseguran una rápida recuperación financiera del FMI, ignorando completamente la responsabilidad que tiene el FMI en el origen de esta crisis y reforzando peligrosamente su rol en el sistema financiero internacional.

El refuerzo del FMI se hace sin una revisión profunda de las políticas que impone a través de las «condicionalidades» que acompañan sus préstamos. El FMI, lejos de reconocer y enmendar sus errores, sigue «recomendando» medidas como la liberación del sector financiero y bancario, e imponiendo limitaciones al gasto y déficit público. Esto lo hace mientras el G20 recomienda paquetes de estímulo fiscal, basados en parte en un incremento tanto del gasto como del déficit público. Diversos informes publicados en los últimos días por organizaciones sociales muestran cómo los primeros préstamos que el FMI otorgó para hacer frente a la crisis contienen condicionalidades al más puro estilo del Consenso de Washington. Así, mientras la retórica es dejar atrás las viejas recetas neoliberales, la práctica es reforzar aquellas instituciones que mantienen estas recetas muy vivas.

Finalmente, el G20 reafirma tímidamente la necesidad de revisar el sistema de gobernabilidad y repartición de votos dentro de las IFI para adaptarlo a los «cambios en la economía mundial» y que «las economías emergentes y en vías de desarrollo, incluso las más desfavorecidas, tengan más voz y representación». Sin embargo, el anuncio se diluye cuando pasan a concretar, ya que en realidad se trata de aplicar las reformas en las cuotas del FMI y el Banco Mundial que estaban ya acordadas desde las reuniones de abril y octubre de 2008 que mantuvieron ambas instituciones (7). Es decir, se tratará de dar más votos a aquellos países que ahora tienen un peso mayor en la economía mundial como Brasil, India, China o incluso el Estado español, pero se deja en situación de todavía mayor inferioridad a los países más empobrecidos. En ningún caso se plantea un compromiso hacia una plena democratización de estas instituciones. En definitiva, el G20 quiere un FMI y un Banco Mundial controlados por el G20.

Las «ayudas» financieras de hoy son la deuda externa de mañana

Es importante destacar que cerca del 100% del billón de dólares prometido por el G20 para afrontar la crisis se desembolsará en forma de créditos, gran parte de ellos a países empobrecidos que ya están muy endeudados. Estos créditos se convertirán en las deudas externas de mañana, unas deudas que tendrán que sumarse a las deudas externas, generalmente ilegítimas, a las que hoy ya deben hacer frente los países empobrecidos.

Según el propio Banco Mundial, los países más empobrecidos, el próximo año, necesitarán entre 270 y 700 mil millones de dólares extras para afrontar los impactos de la crisis (8). Los recursos financieros hacia los países del sur, ya sea en forma de ayuda oficial al desarrollo, de inversión extranjera, de remesas de emigrantes o de ingresos por exportación, están cayendo dramáticamente los últimos meses, y seguirán bajando a medida que se vaya haciendo más profunda la crisis económica. Esta caída pretende cubrirse con nuevos créditos, gestionados por las instituciones financieras internacionales como el FMI, el Banco Mundial o los bancos regionales de desarrollo, lo que conllevará, a medio y largo plazo, un incremento de la deuda externa de los países del sur, que hemos de calificar como ilegítimo, ya que se genera por la irresponsabilidad de los países del norte, que son los responsables de esta crisis (9). Tal y como lo explicó el presidente de Brasil, Lula da Silva, «la crisis ha sido causada por el comportamiento irracional de gente blanca con ojos azules, los que antes de la crisis parecían saberlo todo, pero ahora demuestran que no saben nada de nada (10)»; y será la mayoría pobre y no blanca la que sufrirá tanto por la avaricia y estupidez de unos pocos como por las medidas que se adoptarán para hacer frente a las consecuencias de esta avaricia y estupidez.

Del fin de los paraísos fiscales a la fe en el libre comercio

«La era del secreto bancario se ha acabado» es una de las frases más repetidas en los medios de comunicación y por los mandatarios del G20 después de la cumbre. La cuestión de los paraísos fiscales ha ido protagonizando buena parte de las negociaciones previas a la reunión del G20 y era uno de los resultados más previsibles de esta cumbre. No en vano, movimiento sociales y ONGs llevan años denunciando que los paraísos fiscales se llevan más de 160 mil millones de dólares anuales de los países del sur, mucho más que toda la ayuda oficial al desarrollo que reciben estos países. No obstante, ¿son las medidas anunciadas por el G20 suficientes?

El comunicado es bastante ambiguo anunciando medidas contra las «jurisdicciones no cooperativas» y tomando como referencia el limitado listado de paraísos fiscales que publicó la OCDE, donde se excluyen conocidos paraísos fiscales como la City de Londres o Luxemburgo. Se opta por un modelo de intercambio de información puntual sobre empresas e individuos de los que se sospeche que evaden impuestos, en lugar de un sistema automático y obligatorio de transparencia e intercambio de información fiscal como proponen algunas organizaciones de la sociedad civil. Lo que se puede esperar, pues, son sanciones o medidas puntuales y ejemplares, pero no una acción decidida para eliminar totalmente los paraísos fiscales. Así, las medidas para regular el sistema bancario, prohibir los hedge-funds y derivados financieros tóxicos, o limitar las remuneraciones de los directivos de las grandes empresas, se quedan en pura habladuría, en frases ambiguas faltas de voluntad política real.

El compromiso con el libre comercio ya se explicitó en el comunicado de la cumbre del G20 en Washington en noviembre de 2008. En esta ocasión, el G20 ha querido reafirmar su fe en el libre comercio, reiterando su negativa, al menos sobre el papel, a las medidas proteccionistas y la intención de revivir las negociaciones de la OMC. En primer lugar, se ha de denunciar la hipocresía que se esconde tras este supuesto rechazo al proteccionismo, pues, según un reciente informe del Banco Mundial, hasta 17 de los 20 países del G20 han levantado nuevas barreras proteccionistas en los últimos meses (11). Más allá de la hipocresía, la fe ciega en el libre comercio y en las reglas de la OMC supone una grave amenaza para la soberanía alimentaria de los pueblos y a la sostenibilidad del planeta (12). Además, el G20 parece haber olvidado que las negociaciones incluyen la desregulación de los servicios financieros, que encontramos en medio de las causas de esta crisis. El mantenimiento del dogma irrenunciable e indiscutible del libre comercio es una señal más de lo que se pretende no es un cambio de paradigma o de modelo económico, sino el mantenimiento de este sistema con el que las grandes empresas transnacionales tantos beneficios han acumulado.

Una crisis global, ¿una respuesta global?

El comunicado del G20 se presenta desde el principio como la respuesta global que el mundo necesita ante la crisis. «Nos enfrentamos al mayor reto para la economía mundial de la era contemporánea; una crisis (…) que afecta a la vida de las mujeres, hombres y niños de todos los países, y todos los países han de sumar esfuerzos para resolverla. Una crisis global exige una solución global»; pero ¿qué legitimidad tiene el G20 para erigirse como el espacio donde se decidan las medidas que se han de tomar? ¿Dónde quedan las opiniones y propuestas de los 172 países que no fueron invitados a Londres?

El G20 es a todas luces un espacio no democrático y no legítimo para decidir las medidas que nos han de sacar de la situación que, los propios países del G20 han creado. La arrogancia del G20 llega a extremos insospechados en el comunicado de la cumbre, en la que después de afirmar que la crisis requiere una solución global, limitan la definición de esta solución a sólo 20 países, o donde hablan sin vergüenza de «nuestras instituciones financieras internacionales» (claro que son los países del G20 los que tienen la mayoría de votos en las mismas). Otras organizaciones claramente más democráticas y representativas como las Naciones Unidas son relegadas a una mera función de supervisión del «impacto de la crisis sobre los más pobres y vulnerables»

De hecho, en el marco de Naciones Unidas se ha iniciado un proceso en paralelo. «Tenemos la oportunidad y la responsabilidad de buscar las soluciones que tengan en cuenta los intereses de todas las naciones, las ricas y las pobres, las grandes y las pequeñas. Ésta es la misión del G192» (13). Con estas palabras, Miguel d’Escoto, presidente de la Asamblea General de Naciones Unidas ha convocado para la primera semana de junio una conferencia de alto nivel para «analizar las salidas de la crisis que está devastando la economía mundial». No podemos esperar que el G20 se deje quitar fácilmente el protagonismo en esta lucha global contra la crisis, pero nosotros no podemos permitir que unos pocos sigan decidiendo el futuro del mundo.

    —– Notas:

(1) Ver el artículo de Damien Mollet y Eric Toussaint «G20: UN PEQUEÑO RETOQUE DE PINTURA EN UN PLANETA EN RUINAS» (2 de abril de 2009 http://www.cadtm.org/spip.php?article4279)

(2) Ver el comunicado del G20 en la pàgina oficial de la cumbre (en inglés) http://www.londonsummit.gov.uk/en/media-centre/latest-news/?view=News&id=15766937. La traducción al castellano fue publicada per diversos medios de comunicación, por ejemplo: http://www.elpais.com /articulo/portada/Texto/integro/acuerdo/suscrito/lideres/Londres/elpepipor/20090403elpepieco_7/Tes/

(3) «Para un nuevo modelo económico y social ¡Pongamos la finanza en su sitio!» Belem, 1 de febrero del 2009

 http://www.choike.org/campaigns/camp.php?5#spanish (4) «Què son els DEG?» por el FMI: http://www.imf.org/external/np/exr/facts/spa/sdrs.htm (5) Mirar declaraciones en: http://www.periodistadigital.com/economia/object.php?o=1122222

(6) Para más información sobre cómo se distribuye el billón de dólares prometido, pueden consultar los artículos «G20 ‘trillion’ dollar magic trick»http://www.brettonwoodsproject.org/art-564159, «G20 communiqué: some progress on governance and finance, but a long way to go»http://www.eurodad.org/whatsnew/articles.aspx?id=3539 i «G20 Financial Package Unpacked»http://www.eurodad.org/uploadedFiles/Whats_New/News/G20_financial_package_unpacked.pdf

(7) «¿Quién debe controlar el Banco? Los ricos mantienen el control de las básculas» (6 de octubre de 2008 )http://www.brettonwoodsproject.org/art-562596 y «Renovación de la gobernabilidad del FMI: pintura fresca y cimientos en descomposición» (11 de abril de 2008) http://www.brettonwoodsproject.org/art-561317

(8) «El Banco Mundial proyecta una drástica desaceleración del crecimiento en los países en desarrollo en 2009 y una leve recuperación en 2010, como consecuencia del deterioro económico a nivel mundial» http://go.worldbank.org/7TACFB1GA0

(9) Ver el artículo de Patricia Adams «TODAY’S THIRD WORLD STIMULUS PACKAGES WILL BE TOMORROW’S ODIOUS DEBTS» (3 de Abril 2009) http://www.cadtm.org/spip.php?article4290

(10) Associated Press «Lula desata polémica con comentario sobre blancos de ojos azules» http://espanol.news.yahoo.com/s/ap/090327/latinoamerica/ams_gen_brasil_lula

(11) Noreena Hertz «G20 should abandon its faith in free trade» (1 de abril de 2009)http://www.nrc.nl/international/Opinion/article2200236.ece/G20_should_abandon_its_faith_in_free_trade

(12) Ecologistas en Acción «Decisiones del G-20 profundizan la emergencia social y ambiental global» (3 de abril de 2009)http://www.ecologistasenaccion.org/spip.php?article14103

(13) «GENERAL ASSEMBLY PRESIDENT ANNOUNCES UNITED NATIONS WILL HOLD JUNE CONFERENCE» 7 de abril 2009http://www.un.org/News/Press/docs/2009/ga10821.doc.htm

— Iolanda Fresnillo Observatori del Deute en la Globalització www.odg.cat [email protected]