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El papel de los Intelectuales en el Cambio Social

Fuentes:

Traducido para Rebelión por Marina Trillo

Introducción

Hablar o escribir de «los intelectuales» hoy significa referirse a una gama de posiciones políticas desde la extrema derecha (neoliberales, neoconservadores), pasando por el centro derecha (social liberales), al centro izquierda (socialdemócratas), hasta la izquierda revolucionaria (Marxistas). Dentro y fuera de estas categorías políticas tenemos una gama de ecologistas políticos, feministas, homosexuales, e identidades raciales y étnicas.

Además estos intelectuales políticos se localizan en diferentes escenarios institucionales, algunos son líderes de ONGs (organizaciones no gubernamentales), otros se encuentran en la Academia, mientras que otros se dedican a ser «intelectuales públicos», periodistas, profesores, asesores sindicales, líderes de partidos, teólogos y escritores independientes.

Para los propósitos de este trabajo quisiera centrarme sobre los intelectuales de centro izquierda (CI) e izquierda revolucionaria (IR), puesto que estos grupos son los que están más directamente identificados con el proceso de cambio social progresivo. Los intelectuales de CI se encuentran en la mayor parte de los escenarios institucionales, mientras que los intelectuales de IR se encuentran principalmente entre los «intelectuales públicos» y en las universidades.

La distinción entre intelectuales de CI e IR está lejos de quedar establecida en el tiempo. De hecho una de las principales características de los intelectuales de izquierda es la ‘fluidez’ o ‘movimiento’ entre identidades políticas. El mayor tráfico se da en el movimiento desde la IR al CI y más allá del centro derecha (social liberalismo) y neoliberalismo. Las identidades políticas pasadas resultan pobres para pronosticar las posiciones políticas presentes o futuras. Hay numerosos exguerrilleros por toda Ibero América que fueron revolucionarios durante los años 1960 y 1970 pero que ahora son ministros, senadores y miembros del Congreso neoliberales y defienden el ejército, el imperialismo, los negocios agrícolas y la contra insurgencia. Hay pocas, raras, excepciones de intelectuales de CI que se desplacen hacia la izquierda revolucionaria especialmente después de los años 1990, sobre todo aquellos que tienen más de 50 años de edad.

Cualesquiera que sean los cambios políticos y sus adscripciones políticas los intelectuales tienen un papel relativamente importante en la política, especialmente en Ibero América – bajo ciertas circunstancias. Los intelectuales por lo general no influyen directamente sobre la política de masas, ni dirigen u organizan las luchas de masas, a pesar de las reivindicaciones y pretensiones de algunos de ellos.

Los intelectuales son importantes para (1) influir sobre líderes y militantes de partidos, movimientos sociales y clases sociales politizadas; (2) legitimar y hacer propaganda a favor de un régimen, liderazgo o movimiento político; (3) proporcionar un diagnóstico de la economía, el estado, la política, y las políticas y estrategias imperialistas; (4) elaborar prescripciones y estrategias políticas y programas para regímenes, movimientos y líderes; y (5) organizar y tomar parte en la educación política de los activistas del partido o del movimiento.

En este trabajo me centraré en, y compararé críticamente, el papel de los intelectuales de CI e IR en proporcionar a los movimientos y partidos un diagnóstico y prescripciones políticas.

Métodos y Análisis

Nuestro debate se centrará en el papel de los intelectuales de CI e IR en Ibero América durante los pasados 25 años. Nos fijaremos en dos líneas de investigación: (a) el papel de los intelectuales reformistas y revolucionarios con respecto a varios acontecimientos esenciales; y (b) un análisis crítico de los conceptos de principio elaborados por los intelectuales de CI e IR.

Hay cuatro acontecimientos fundamentales que debatiremos: (a) Las «transiciones» del gobierno militar a políticos civiles electos; (b) el surgimiento de los «nuevos movimientos sociales» de los años 1980 (movimientos de identidad) y los 1990 (movimientos de masas campesinas, parados e Indios); (c) el ascenso de regímenes de «centro izquierda» elegidos en el nuevo milenio; y (d) la expansión mundial del capital y la proliferación de guerras imperialistas.

Los conceptos, que fueron popularizados por los intelectuales de CI, serán contrastados con aquellos utilizados por los intelectuales de IR. Esto incluirá un debate de la «transición democrática» frente a la «transición a la política electoral autoritaria»; nuevos movimientos sociales «con base de identidad» frente a los movimientos sociales de clase; y «globalización» frente al imperialismo. En la última sección del documento evaluaremos el desempeño de los intelectuales de CI e IR en términos de sus diagnósticos sobre política, sus prescripciones políticas y las consecuencias para el cambio social.

Intelectuales Reformistas y Revolucionarios: Confrontando los Acontecimientos Clave

Empecemos por observar que durante el período considerado (1980-2005) la gran mayoría de los intelectuales de izquierda estaban en el campo reformista; la izquierda revolucionaria era, y se quedó en, una minoría a lo largo de este período. No es el propósito de este trabajo analizar y explicar porqué sucedió así; sin embargo no sorprende dada la enorme preponderancia de académicos universitarios que ahora integran la mayor parte de la intelectualidad pública. Nuestro propósito es analizar la importancia y validez de las posiciones políticas adoptadas por estos dos grupos de intelectuales.

Transición a la Democracia

Los intelectuales reformistas estuvieron profundamente inmersos en propagar la idea de que el cambio del gobierno militar a políticos electorales civiles representaba una «transición a la democracia». Sostenían que la legalización de partidos, prensa, elecciones y libertades individuales eran condiciones suficientes para definir la «democracia». La izquierda revolucionaria señaló la continuidad de la estructura de clases, el aparato del estado (ejército, magistratura, inteligencia y banco central), el modelo económico y el poder de toma de decisiones por parte de las instituciones financieras internacionales como determinantes primarios de las políticas macro-socio-económicas. Los reformistas aceptaron tácitamente el argumento de la IR de que esas estructuras autoritarias seguían en el mismo sitio e imponían limitaciones sobre el sistema político pero aducían que eran posibles «cambios de incremento» y que estos avances llevarían gradualmente a mayor justicia. Por el contrario, los intelectuales revolucionarios sostenían que el armazón político electoral estaba subordinado a las fuerzas institucionales del estado capitalista y la clase dirigente y era orgánicamente incapaz de transformar la sociedad o incluso de redistribuir la riqueza y aumentar el nivel de vida.

Un examen detallado de los 24 años de política electoral de Ibero América demuestra que todas las suposiciones planteadas por los intelectuales de centro izquierda a favor de la política electoral como instrumento para el cambio social han probado ser falsas. En un cuarto de siglo toda una serie de regímenes políticos de Ibero América ha fracasado en mejorar el nivel de vida, redistribuir la riqueza, promover el desarrollo nacional o resolver los problemas básicos de vivienda, distribución de la tierra, empleo y desnacionalización de la economía. Al contrario, los regímenes electorales han ahondado y extendido las políticas regresivas que precedieron a su gobierno. La tierra y la propiedad han resultado estar más concentradas; la diferencia entre el 10% más rico y el 50% más pobre se ha ensanchado; amplios sectores de empresas públicas han sido privatizados y desnacionalizados; y cientos de miles de millones de dólares han sido extraídos de los trabajadores y transferidos a bancos extranjeros pagando la deuda exterior muchas veces.

En todos los aspectos y en todos los países el sistema electoral ha expresado su profundo carácter de clase – confirmando el análisis de la izquierda revolucionaria. Todos los «izquierdistas reformistas» que han formado parte de estos regímenes han acabado aplicando políticas regresivas y reprimiendo el descontento popular. Está claro que el diagnóstico y prescripción de la izquierda reformista – respecto a que había tenido lugar una transición democrática en la que la política electoral llevaría al cambio social, resultó equivocado y fallido. El análisis de la izquierda revolucionaria destacando la continuidad del poder burgués y las limitaciones capitalistas de la «la transición» mostró ser correcto y justificado.

Nuevos Movimientos Sociales

A medida que más y más intelectuales de izquierdas se dieron cuenta de que el proceso electoral no llevaba al cambio social, muchos se volvieron hacia los «nuevos movimientos sociales». Una vez más se produjo un debate sobre cual era la composición social y los planes de estos movimientos sociales. Los ‘reformistas’ – algunos llamados «post-modernistas» – subrayaron las «identidades sociales» como opuestas a las definiciones de clase. Durante los años 1970 a 1980 los intelectuales reformistas declararon que nuevos movimientos con base «de identidad» habían reemplazado a los movimientos de clase, señalando a movimientos ecologistas, étnicos, feministas y gay. Los intelectuales revolucionarios, aunque sin descartar a estos grupos de identidad, señalaron las luchas de masas de los movimientos de clase con base étnica y social como CONAIE de Ecuador, cocaleros de Bolivia, Zapatistas de México y movimientos rurales de clase en Brasil como el MST, como las fuerzas de liderato de los cambios sociales básicos. Los intelectuales reformistas podrían señalar cambios limitados que beneficiaron a sólo unos pocos grupos de «élite» pertenecientes a los movimientos «de identidad». En contraste, los movimientos sociales de clase lograron gran éxito al dar cuenta de algunos cambios básicos, al derrocar regímenes neoliberales corruptos y bloquear la legislación regresiva y los edictos Presidenciales. El MST en Brasil basado en la lucha de clases, forzó la expropiación de millones de hectáreas de tierra y el asentamiento de 350.000 familias (más de 1,3 millones de personas) en granjas. CONAIE derrocó a dos presidentes neoliberales; los trabajadores parados y la clase media empobrecida de Argentina derrocaron al Presidente De La Rua; los movimientos de trabajadores y campesinos de Bolivia derrocaron al Presidente Sánchez de Losada en defensa del petróleo.

La Política electoral y el Centro Izquierda

El debate entre intelectuales reformistas y revolucionarios se acentuó respecto a la cuestión de la vía electoral como camino revolucionario hacia el poder político y el cambio social. La inmensa mayoría de los intelectuales reformistas y la mayoría de los intelectuales «revolucionarios» apoyaron a candidatos electorales del «centro-izquierda», incluidos Toledo en Perú, Gutiérrez en Ecuador, Lula Da Silva en Brasil, Vázquez en Uruguay y Kirchner en Argentina, como instrumentos de la reforma social. Una pequeña minoría de intelectuales revolucionarios rechazó a estos políticos, indicando que ni estos ni sus partidos estaban ya en la izquierda sino que se habían derechizado y adscrito al FMI, al neoliberalismo y al ALCA.

Los intelectuales reformistas influyeron sobre los líderes de los movimientos sociales y sus partidarios masivos para que apoyaran a los políticos del «centro izquierda». La izquierda revolucionaria tuvo poca o ninguna influencia en el momento de las elecciones y en las repercusiones inmediatas. Los resultados ahora se saben bien: Lula, Gutiérrez, Toledo y el resto de los reciclados izquierdistas-convertidos-en-neoliberales ahondaron y extendieron las privatizaciones, promovieron los negocios agrícolas a costa de los pequeños granjeros y los trabajadores sin tierras, transfirieron cientos de miles de millones de dólares a bancos extranjeros, aprobaron legislación regresiva laboral y de pensiones y promovieron la explotación del Amazonas a costa de los pueblos indígenas. La estrategia electoral de los intelectuales reformistas de apoyar al «centro-izquierda» tuvo consecuencias desastrosas para los movimientos sociales. En Ecuador, el sindicato de los trabajadores del petróleo fue reprimido, CONAIE perdió el apoyo de miembros desencantados mientras algunos líderes fueron cooptados por Gutiérrez. En Brasil, el MST se desorientó políticamente, sufrió represión y frecuente expulsión de ocupaciones de tierras mientras las expropiaciones de tierra se movían a paso de tortuga. En Uruguay, el régimen de Vázquez siguió las directivas del FMI, promovió la inversión extranjera de los mayores contaminadores (compañías de celulosa) e impuso a los sindicatos ‘restricciones’ generales de salarios, socavando el prestigio de líderes sindicales y prominentes reformistas intelectuales de izquierdas, que lo apoyaron.

Después de meses de brutales políticas neoliberales, muchos de los intelectuales reformistas que apoyaron originalmente a los partidos gobernantes de «centro izquierda» se volvieron críticos de los regímenes criticando las «políticas erróneas» más que siguiendo la crítica sistemática recomendada por los intelectuales revolucionarios. Los intelectuales revolucionarios de izquierdas aumentaron su influencia entre sectores de los intelectuales reformistas desencantados quiénes reconocieron la validez de su diagnóstico. Las prescripciones de acción política revolucionaria para el cambio social recomendadas por los intelectuales de IR comenzaron a resonar en algunos sectores de los movimientos de masas. Los líderes de algunos movimientos sociales aceptaron los métodos revolucionarios de lucha pero no necesariamente las metas revolucionarias.

Globalización o Imperialismo

La cuarta área de debate entre los intelectuales reformistas y revolucionarios fue respecto a su diagnóstico sobre la naturaleza y fuerzas motrices del capitalismo mundial. Los reformistas hablaron de la globalización y la creación de un nuevo orden mundial dominado por las corporaciones multinacionales (CMN) que transcendía las fronteras nacionales y al que se oponían «multitudes» desclasadas que se reunían en «foros sociales» o se manifestaban frente a las reuniones internacionales de la élite.

Además, el análisis de clase de los intelectuales revolucionarios era un instrumento mucho más poderoso para la comprensión de la naturaleza de la resistencia efectiva al imperialismo, que el concepto amorfo de las ‘multitudes’. Los movimientos de masas de parados en Irak formaron el elemento principal de la resistencia armada a la ocupación colonial estadounidense. Los campesinos, trabajadores y parados de Ibero América proporcionaron el liderazgo para derrotar a clientes imperiales e impedir la privatización de la electricidad (México), agua (Bolivia) y puertos (Uruguay). Son los ejércitos con base en gran parte campesina los que están resistiendo al imperialismo y al neoliberalismo en Colombia, Nepal y Filipinas. Una vez más los ideólogos reformistas de la globalización han fallado en proporcionar un diagnóstico adecuado y sus acciones políticas (Foros Sociales, eventos multitudinarios) han perdido eficacia, mientras que el punto focal de los intelectuales revolucionarios sobre el imperialismo y la resistencia nacional y de clases han ganado amplia aceptación en la medida en que se corresponden con las realidades.

Conclusión

Los contrapuestos enfoques conceptuales y teóricos de los intelectuales reformistas y revolucionarios han sido un importante factor que ha influido en las luchas por el cambio social. Hemos demostrado que las apelaciones reformistas han sido inicialmente más influyentes sobre los líderes de movimientos sociales y masas que el análisis de la izquierda revolucionaria. Sin embargo con el tiempo hemos encontrado que el diagnóstico, descripciones, predicciones y prácticas de los intelectuales reformistas han llevado a desastrosas consecuencias socioeconómicas y políticas. Los resultados reforzaron a los nuevos regímenes «neoliberales» y sus alianzas con el imperialismo, y llevaron a la división y la desorientación de los movimientos sociales. Por el contrario, el diagnóstico y las prescripciones para el cambio social de los intelectuales revolucionarios de izquierdas contaron inicialmente con escasa adhesión de líderes populares y tuvieron poco impacto sobre las masas. Sin embargo, con el tiempo, su influencia creció, a medida que tuvieron presencia en los movimientos sociales y raíces en los movimientos de masas y entre los intelectuales. El problema fundamental con el que se enfrentan los intelectuales revolucionarios es su aislamiento de la lucha de masas y su falta de acceso a los medios de comunicación para hacer circular sus ideas.

Vendrán cambios sociales consecuentes por medio de la vinculación entre los intelectuales revolucionarios y los movimientos de masas. Esto requiere luchas sobre reformas inmediatas por medio de métodos revolucionarios que conduzcan a una lucha por el poder estatal por parte de organizaciones de clase independientes. Sólo un régimen revolucionario puede garantizar que los cambios estructurales en las relaciones de propiedad, la estructura de clase y el estado, sean irrevocables y sostenidos.