Fausto: «Por todos los medios posibles reúne masas y masas de obreros, aliéntalos mediante el goce y el rigor; paga, engolosina, engancha. Todos los días quiero tener aviso de cómo se adelanta la emprendida obra del foso». Mefistófeles (en voz baja): «Si no estoy mal informado, no se trata de un foso, sino de… una […]
Fausto: «Por todos los medios posibles reúne masas y masas de obreros, aliéntalos mediante el goce y el rigor; paga, engolosina, engancha. Todos los días quiero tener aviso de cómo se adelanta la emprendida obra del foso».
Mefistófeles (en voz baja): «Si no estoy mal informado, no se trata de un foso, sino de… una fosa». (J. W. Goethe, Fausto , Segunda Parte, Acto V)
Así como «Fausto» y otros personajes como él entregaron su «alma» a cambio de la satisfacción de unos deseos y vanidad irrefrenables, así también la burguesía aspira y hace todo lo posible para que el capitalismo se constituya en un sistema dominante e imperecedero, no obstante, nada puede hacer para evitar sus crisis y conmociones recurrentes.
Es cierto lo que señala Jeremy Rifkin (1989), que a lo largo del tiempo los economistas capitalistas han ido añadiendo refinamientos y correcciones al sistema, pero el problema es que el concepto básico del mecanicismo comercial de la oferta y la demanda sigue siendo el centro de todo el pensamiento económico clásico [1].
Por eso, en concordancia con este pensamiento, esos economistas han intentado reiteradamente atribuirle las causas de las crisis periódicas del capitalismo solo a factores relacionados con la psicología de los individuos, o bien con la eficacia de ciertos mecanismos económicos, pero raras veces siquiera mencionan las contradicciones que son inherentes a este sistema como las causas últimas o eficientes de sus crisis.
La historia de los pasados tres siglos de este sistema registra por lo menos cuatro crisis sistémicas, así como numerosas crisis cíclicas de largo plazo. Sería demasiado extenso hacer aquí un recuento histórico de las múltiples crisis del capitalismo [2], baste con anotar que ninguna de ellas ha encontrado en la burguesía realmente una solución definitiva.
Al ritmo de este desarrollo contradictorio del capitalismo han venido formándose y extendiéndose las diferentes corrientes del pensamiento económico burgués. Cada nueva fase de desarrollo del capitalismo, con sus ciclos de expansión, depresión y crisis, ha ido produciendo las ideas y estrategias económicas y políticas correspondientes. Entre estas se destacan dos grandes corrientes de pensamiento: La que sostiene la ventaja de una «economía abierta» o de «libre mercado», y la que postula la necesidad de una «economía regulada».
El debate Keynes versus Hayek
La idea de la necesidad de una «economía regulada» tiene sus fuentes en un amplio espectro del pensamiento económico reformista y de crítica a las teorías neoclásicas. De acuerdo con algunos autores [3], estas corrientes estarían representadas, entre otras, por la escuela de Estocolmo sostenida por los socialdemócratas suecos, la de los socialistas fabianos en Inglaterra, y por las tradiciones renana y nórdica del Continente, las cuales sirvieron de base para el modelo europeo de sociedad hasta el advenimiento del impulso neo-liberal.
Estas diversas escuelas encontraron una síntesis en los trabajos del economista inglés John Maynard Keynes (1883-1946), fundamentalmente en la Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, publicada en 1936. Estos trabajos estuvieron marcados además por la necesidad de encontrar una solución, compatible con el mantenimiento del sistema capitalista, para la crisis generalizada del sistema, conocida como la Gran Depresión de los años treinta.
Brevemente, las tesis de Keynes [4] suponen una serie de innovaciones de la política macroeconómica cuyo objetivo era producir tanto un crecimiento económico regularizado como estabilidad social basándose en el pleno empleo. Este autor refuta el liberalismo o teoría clásica. No obstante, aceptaba la permanencia del capitalismo pero juzgaba necesaria la intervención del Estado para corregir las disfunciones del mercado y propugnaba mecanismos macroeconómicos de control de la gestión de la demanda agregada por medio de la política fiscal y el gasto público a gran escala, con el fin de equilibrar el proceso de crecimiento económico mediante salarios elevados, precios estables y pleno empleo. De esta manera los intereses del capital serían garantizados por la gestión económica nacional, la paz social y el aumento de la productividad.
El keynesianismo , utilizado para dirigir la reconstrucción económica de la posguerra y para controlar los ciclos de auge y depresión del capitalismo, no sólo sirvió de base a las teorías de la «economía regulada o dirigida» que se difunden y reactualizan como alternativa de desarrollo capitalista, sino que también era la base del programa reformista socialdemócrata (conocido como el «Estado de Bienestar»), previo a su conversión definitiva al neoliberalismo con la caída del keynesianismo en los años setenta y ochenta.
Por otro lado, la corriente que sostiene las ventajas de una «economía abierta o de libre mercado», con ligeros matices, ha venido siendo desarrollada por los liberales de todas las tendencias y épocas. Entre ellos se destaca el economista austriaco Friedrich von Hayek (1899-1992), tanto por sus tesis ultra liberales que desarrolló junto con Ludwig Von Mises (1881-1973) , como por su polémica con Keynes publicada en la prensa británica en 1932 ( The Times , 17 y 19 de octubre de 1932). Su obra más representativa es Camino de la servidumbre, publicada por primera vez en 1946.
Según Denis Boneau (2009) , la teoría desarrollada por Hayek está basada en una creencia compartida por todos los liberales, desde los clásicos hasta los partidarios de las tesis de la escuela austriaca. La metáfora de la «mano invisible», que asegura en el pensamiento de Adam Smith la adecuación de la oferta y la demanda en los diferentes mercados, ilustra perfectamente este presupuesto común que tratan todos de demostrar a partir de diferentes postulados: equilibrio general de Walras, desarrollado por Pareto, la utilidad marginal de Jevons, el orden espontáneo del mercado o catalaxia para la escuela austriaca y, más tarde, las expectativas racionales de Friedman y su Chicago boys.
La concepción hayekiana de la economía sirve de justificación a la crítica del intervencionismo generador de desequilibrios y perturbaciones en la catalaxia. Hayek considera que los keynesianos hacen del Estado un «dictador económico». Por tanto, es partidario de un Estado mínimo, pues según él, el Estado no puede asegurar la redistribución, sobre todo en función de un criterio de «justicia social». Su papel sólo se reduce entonces a brindar un marco jurídico que garantice las reglas elementales del intercambio. Su programa básico es: desreglamentar, privatizar, disminuir los programas contra el desempleo, eliminar las subvenciones a la vivienda y el control de los alquileres, reducir los gastos de la seguridad social y finalmente limitar el poder sindical [5].
El pensamiento económico y político de Hayek se ha impuesto como fundamento ideológico del orden liberal opuesto al pensamiento tanto marxista como keynesiano. A causa de su derrota frente al keynesianismo su marginamiento duró hasta los años 80, cuando las tesis de Hayek fueron reanimadas por la conservadora Thatcher en Inglaterra y los republicanos de Reagan en Estados Unidos. Las tesis y programas de Hayek se han constituido en uno de los fundamentos ideológicos del orden liberal (especialmente del capitalismo anglosajón) y de varias organizaciones internacionales de la derecha conservadora.
No obstante ese enfrentamiento, Robert Skidelsky (2011) afirma que, de hecho, tanto las explicaciones keynesianas y hayekianas de los orígenes de la crisis en realidad no son muy diferentes, pues en ambas el sobreendeudamiento desempeña un papel central. Pero las conclusiones a las que apuntan son muy diferentes. Para Keynes y sus partidarios, la causa última de la gran depresión era el hundimiento de la inversión. Por lo contrario, para von Hayek y sus colegas la causa de la crisis económica era la superinversión provocada por una política monetaria laxista. Mientras para Hayek la recuperación requiere la liquidación de las inversiones excesivas y un aumento del ahorro de los consumidores, para Keynes consiste en reducir la propensión al ahorro y aumentar la inversión y el consumo a fin de mantener las expectativas de utilidades de las empresas. Para Keynes había que subir los salarios para estimular el consumo. Para Hayek, era preciso bajar los salarios si se quería restablecer el pleno empleo. Hayek exige más austeridad mientras que Keynes exige más gasto [6].
La gestión capitalista de las crisis
Como se puede observar, estas dos corrientes económicas se presentan como la «solución» a los problemas del desarrollo y las crisis del capitalismo, sin embargo, ninguna de ellas ha conseguido una solución definitiva. Por ello, plantea Samir Amin (1999), en realidad el objetivo no es resolver las crisis, sino gestionarlas [7]. La estrategia de la gestión consiste en el juego de trasladar en cada ocasión el peso de la crisis a uno de los términos de la contradicción. Los términos de las contradicciones fundamentales del capitalismo son las siguientes: Capital vs. Trabajo; Mercado vs. Estado; Desarrollo vs. Medio ambiente; Economía productiva vs. Economía financiera; Libertad económica vs. Libertad política. Algunas de estas contradicciones son contradicciones principales, mientras que otras resultan ser secundarias. No obstante, es obvio que al enfrentar sus crisis el capitalismo no puede suprimir ninguno de los términos mencionados, porque cada uno de ellos está en función de su metabolismo.
Así, por ejemplo, el capital no podría realizarse sin la explotación del trabajo asalariado y la creación de plusvalía por parte de los trabajadores. Pero, como James Petras (2012) afirma, lo que sí puede hacer, y efectivamente hace, es trasladar la crisis del capital a este sector, convirtiéndola así en una «crisis laboral». Según este mismo autor, de esta manera la «crisis del capital» es convertida en una ventaja estratégica para profundizar los «intereses más fundamentales del capital»: el aumento de las ganancias, la consolidación del control capitalista, la mayor concentración de la riqueza, el incremento de las desigualdades entre capital y trabajo y la creación de enormes reservas de trabajo para aumentar aún más las ganancias» [8].
Igual acontece con la contradicción mercado versus Estado . Es sabido que la intervención estatal fue lo que hizo posible en todas partes la constitución de un mercado nacional, y que aún hoy, para funcionar, el capitalismo requiere de la intervención de ese estado para que represente y asista al capital gobernante. Así, por ejemplo, la bancarrota del mercado hace que el centro de gravedad del proceso de acumulación se traslade a la esfera del estado y sea éste quien gestione la crisis. Y viceversa, cuando se reanima el mercado vuelven a desatarse las pasiones anti estatistas y neoliberales. Entonces «la propuesta neoliberal aparece obligándonos a optar entre el mercado y el Estado. Pero -nos alerta Atilio Boron (2003)- sabemos que esa es una falsa disyuntiva, un mero artefacto ideológico y publicitario que en nada se compadece con el funcionamiento de los «capitalismos realmente existentes» [9]. Pues es evidente que la burguesía no puede desprenderse del Estado.
La tercera contradicción del capitalismo es la que se presenta entre desarrollo y el medio ambiente . Según explica Renán Vega Cantor (2009), el capitalismo realmente existente funciona a partir de dos condiciones fundamentales: de un lado, la expansión económica y geográfica como soporte de los procesos de acumulación del capital y, de otro lado, la explotación de los seres humanos y la destrucción de la naturaleza como sustento de dicha acumulación. Así, la relación entre capitalismo y ecología es antagónica, pero aquí tampoco puede suprimirse ninguno de los términos. Entonces, como en el capitalismo no hay salida para la crisis ambiental, este sistema lo único que ha hecho es ganar tiempo exportando los problemas al mundo periférico, procurando de esta manera eludir la responsabilidad de los centros dominantes [10].
La siguiente contradicción es la que se presenta entre economía productiva y economía financiera . Como ya vimos, el capitalismo es una formación social con una tendencia permanente a generar crisis de sobreproducción y subconsumo en las que las inversiones dejan de ser rentables. La crisis se manifiesta en el hecho de que los beneficios derivados de la producción no encuentran salidas suficientes en forma de inversiones lucrativas capaces de desarrollar posteriormente nuevas capacidades productivas. Por tanto, la gestión de la crisis implica hallar otras salidas para el exceso de capital flotante y para evitar su repentina desvalorización [11]. Entonces, en lugar de dedicarse a invertir en actividades productivas, creando riqueza efectiva y empleo, muchos inversores trasladan su actividad hacia la especulación financiera con la compra y venta de divisas, de deuda pública, contratos de créditos bancarios, transacciones a futuro de bienes y materias primas, etcétera [12]. De manera que esta «financierización» no es ningún vicio del capitalismo y las empresas, como alguna gente cree, sino que ella es la otra cara de una misma moneda. Forma parte integral de esa lógica salvaje y perversa del capitalismo de buscar expandir las ganancias a toda costa.
Finalmente, está la oposición entre libertades económicas y libertades políticas , o mejor sería decir junto con A. Boron la contradicción flagrante entre capitalismo y democracia . Tal como destaca este autor, no es un misterio para nadie que cada crisis del viejo modelo de acumulación requiere el reemplazo de las reglas del juego características de la democracia capitalista. Así se pasó sin pudor alguno de una democracia liberal-parlamentaria a un estado capitalista de excepción: el fascismo, el bonapartismo y la dictadura militar fueron sus formas «clásicas». Hoy, en el siglo XXI, debemos añadir la simple sustitución inconsulta de gobiernos electos democráticamente por una tecnocracia de banqueros y financistas impuestos en forma ilegítima y represiva por los grandes centros del capitalismo internacional (léase: FMI, BM, BCE), como ya sucedió en Grecia y en Italia. «Se configura así -sentencia Boron- la irresoluble oposición entre las necesidades que se originan en la esfera de la producción capitalista y la preservación de una institucionalidad democrática que, en una época de crisis generalizada, se convierte en gravoso lastre del cual la burguesía pugna por desprenderse lo antes posible» [13].
Salvar el capitalismo y crear la ilusión de cambio
Así, a lo largo de la historia del capitalismo el «péndulo salvador» de las crisis ha pasado en su recorrido por variadas fórmulas económicas: el liberalismo de los clásicos, el estímulo keynesiano, la austeridad hayekiana, el monetarismo friedmaniano, sin embargo, se considera que todas han fracasado porque, como afirma Ian Seda-Irizarry (2009), las políticas económicas adoptadas para tratar de revivir el sistema no han funcionado, y en el mejor de los casos, lo único que lograrán es suprimir de manera temporera los síntomas de profundos problemas sistémicos, problemas que históricamente siguen manifestándose en los ciclos económicos que son inherentes al sistema capitalista [14].
En el contexto de la actual crisis del capitalismo, como era de suponer, los economistas hayekianos defienden las políticas restrictivas como necesarias para superar el endeudamiento, mientras que los economistas keynesianos consideran un grave error estratégico aplicar las políticas restrictivas y por el contrario alaban las estrategias expansionistas y de crecimiento. No obstante, algunos estudios señalan que las instituciones oficiales, tanto europeas como estadounidenses, distan mucho de estar aplicando cabalmente alguna de estas ortodoxias económicas.
En el caso europeo, afirma GARA (2012), sorprendentemente, la Eurozona está desarrollando en realidad una extraña combinación de políticas presupuestarias restrictivas con políticas monetarias expansivas, como lo son las políticas de tipos de interés y de financiación bancaria desarrolladas por el Banco Central Europeo. Esas políticas monetarias expansivas del Banco Central Europeo están, sin duda, dando aliento al sector bancario, y tienen efectos drásticos desde el punto de vista de la redistribución de renta entre los distintos países y colectivos sociales en Europa [15].
En el caso de Estados Unidos, en los últimos meses del término de George W. Bush y en lo que va de la presidencia de Barack Obama igualmente hemos visto que las autoridades económicas, desde el inicio de la crisis, han optado por diferentes soluciones: la inyección de liquidez desde los bancos centrales, [] la intervención y la nacionalización de bancos, la ampliación de la garantía de los depósitos, la creación de fondos millonarios para la compra de activos dañados o la garantía de la deuda bancaria, etcétera.
Como en ambos casos el origen de la crisis es fundamentalmente financiera, que lógicamente tiene repercusiones en la economía real o productiva, las políticas parecen tener como objetivo principal el mantener la solvencia de las entidades financieras, restablecer la confianza entre estas entidades, calmar las turbulencias bursátiles y tranquilizar a los depositantes de ahorros. Aunque, como señala GARA, estas políticas de financiación bancaria del sistema monetario implican sin duda un trasvase ingente de recursos de la sociedad hacia el sector bancario.
Por otra parte, también es conveniente comentar que la gran burguesía cuenta además con operadores-tecnócratas y con ciertos actores político-partidistas quienes, muy bien ubicados en los gobiernos y en los organismos económicos dirigentes, son los encargados de aplicar las políticas anti-crisis. Si estos son conservadores , entonces exigirán políticas de «libre mercado», «competitividad» y «crecimiento», pero con «austeridad» y «disciplina fiscal» («Merkel da un giro…», El País , 21/04/2012); Si son socialdemócratas propondrán «rigor fiscal» «reducción del déficit», pero con «estímulo a la economía» y «preservación del modelo social» («Hollande elegido presidente de Francia»: EFE , 02/05/2012).
Se crea así una gran ilusión por la recuperación de la crisis y por el cambio, gracias a la combinación y/o alternancia de esas variadas y hasta contradictorias políticas. Sin embargo, como a todas luces es imposible «amarrar todos esos gatos por la cola», al fin y al cabo todos terminarán por adherirse a las recetas neoliberales, que son las fórmulas que en realidad le agradan a la gran burguesía. Entonces veremos que hayekianos y keynesianos, conservadores y socialdemócratas van y vienen, pero las crisis se mantienen.
Conclusión
Así, mediante el «juego pendular» entre capital y trabajo, oferta y demanda, producción y finanzas, estrategias expansivas y políticas de austeridad, o sea, entre la implementación temporal del keynesianismo y/o el hayekismo, entre dictaduras y democracia, entre gobiernos neoconservadores y socialdemócratas, es como la gran burguesía gestiona las crisis y logra esa «inesperada flexibilidad adaptativa del capitalismo».
Una gestión de las crisis en las que obviamente siempre se beneficia el gran capital, mientras se sacrifica el lado más débil o desprotegido de la relación. Lo cual significa: la destrucción de fuerzas productivas «rezagadas», la liquidación de pequeñas inversiones «equivocadas», la eliminación del empleo «sobrante», la reducción salarial y la eliminación o reducción de los servicios sociales, la privatización de las ganancias y la socialización de las pérdidas. Esto es, lo que Schumpeter denominaba la dinámica de la «destrucción creativa» del sistema capitalista.
No obstante, cabe preguntarse ¿hasta cuándo podrá la burguesía gestionar las crisis recurrentes del sistema de esta manera tan ladina y perversa? ¿Hasta cuándo se podrá «correr la arruga» para que sean las generaciones futuras quienes enfrenten los problemas sociales, económicos y ambientales creados por el capitalismo?
Ciertamente las llamadas «épocas de oro» de expansión capitalista se hacen cada vez más cortas (48, 35, 36, 32 y 10 años), mientras las crisis periódicas se hacen más intensas y frecuentes. Luego, no parece descabellado que alguien pueda pensar en el momento en el cual una crisis permanente arropará definitivamente al capitalismo.
Sin embargo, es evidente que la solución no surgirá jamás motu proprio del interior del sistema capitalista; La solución tendrá que ser externa, pues son realmente los trabajadores y trabajadoras de las ciudades y los campos, los jóvenes estudiantes y profesionales, así como las personas conscientes y sensibles de las otras clases y grupos sociales, quienes tienen en sus manos la verdadera y definitiva solución de estos problemas.
Por ello, y en razón de estas reflexiones, nos subscribimos a las palabras del economista Henri Houben (2012), quien finalmente concluye en que:
«Es difícil afirmar que el capitalismo está viviendo sus últimos estertores. Pero en todo caso, no puede continuar como antes. La crisis lo impone. La cuestión central es saber si la población va a dejar a los «poderosos del mundo» corregir determinados excesos mientras siguen manteniendo lo esencial, lo que causará nuevos dramas sociales, pérdidas de empleo, miseria, desastres ecológicos y sin duda en algún momento nuevas guerras; o si van a tomar las riendas de su destino. En nuestra opinión, eso sólo será posible por medio de un socialismo verdadero, en el que los trabajadores sean realmente los dueños de los medios de producción» [16] .
Referencias:
[1] Más o menos con estas palabras Jeremy Rifkin expone en su obra Entropía , Ediciones Urano S. A., Barcelona, 1989, p. 150, el carácter mecanicista de la Economía política capitalista. Marx la llamaba Economía política vulgar, porque sus representantes sustituyen el estudio científico de los fenómenos económicos por la simple descripción de sus fenómenos externos.
[2] Para una información más detallada sobre Las crisis en la historia del capitalismo se recomienda consultar la Enciclopedia Interactiva y Biblioteca Virtual de las Ciencias Sociales , Económicas y Jurídicas , EMVI. Fuente: http://www.eumed.net/cursecon/
[3] Sobre el debate entre «economía regulada» y «economía de libre mercado» se consultaron entre otras las siguientes fuentes: Michel Albert, Capitalismo contra capitalismo , Paidós, Buenos Aires, 1999; Eric Toussaint, Revolución keynesiana y contrarrevolución neoliberal , Fuente: http://www.cadtm.org , Reproducido por Rebelión, Fecha de publicación: 29/09/2009.
[4] Para una información más completa sobre J. M. Keynes se puede consultar el Diccionario de economía política de Borísov, Zhamin y Makárova, en http://www.eumed.net/cursecon/
[5] Igualmente, sobre F. V. Hayek se recolectó de manera resumida la información contenida en el artículo de Denis Boneau en Red Voltairenet , Fuente: http://www.correntroig.oeg/
[6] Skidelsky, Robert. Una nueva contienda entre Keynes y Hayek , Proyect Syndicate, 2011. Skidelsky es Miembro de la Cámara británica de los Lores y Profesor Emérito de Economía Política en la Universidad de Warwick. Este artículo fue reproducido por Adrián Ravier en http://puntodevistaeconomico.
[7] Amin, Samir. El capitalismo en la era de la globalización , Paidós, Barcelona, 1999, p. 12.
[8] Petras, James. La «crisis global del capitalismo» ¿De quién es la crisis y quiénes se benefician de ella ? , Rebelión, Fecha de publicación: 10/03/2012.
[9] Boron, Atilio. Estado, capitalismo y democracia en América Latina , CLACSO, Buenos Aires, 2003, p. 150.
[10] Vega Cantor, Renán. Sofismas ambientales del capitalismo para justificar la mercantilización y destrucción de la naturaleza , en Insustentabilidades del capitalismo, Actuel Marx Intervenciones , N° 7/Primer Semestre 2009, María Emilia Tijoux Merino/Lom Ediciones, Chile, pp. 77-97.
[11] Amin, S. Ob. cit., p. 12.
[12] Para una amplia información al respecto se recomienda consultar a Juan Torres López. La crisis financiera, Guía para entenderla y explicarla , Editado por ATTAC España, 2009, Fuente: www.attac.es
[13] Boron, A. Ob. cit., p. 86.
[14] Seda-Irizarry, Ian J. Capitalismo neoliberal y capitalismo regulado: dos caras de la misma moneda , Publicado por Rebelión, Fuente: http://www.rebelion.org/
[15] EKAI Center, GARA. Políticas anticrisis en la Unión Europea, Análisis de las políticas de austeridad en Europa , Fuente original: http://www.gara.net/peperzkoa/
[16] Houben, Henri. Una cuestión de sistema, pero ¿de qué sistema? Capítulo 11 del libro La Crisis de 30 años , Fuente: http://www.jaimelugo.org/node/
Autor: Augusto Lapp Murga
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.