Para nadie es un secreto que quienes en los próximos años dominen las fuentes y los abastecimientos del crudo, también influirán determinantemente en el curso de la historia futura. Con esa mira, Estados Unidos ha lanzado una agresiva y permanente estrategia para adueñarse de posibles zonas con reservas del crudo que abarcan también al continente […]
Para nadie es un secreto que quienes en los próximos años dominen las fuentes y los abastecimientos del crudo, también influirán determinantemente en el curso de la historia futura.
Con esa mira, Estados Unidos ha lanzado una agresiva y permanente estrategia para adueñarse de posibles zonas con reservas del crudo que abarcan también al continente africano.
La perspectiva norteamericana de adueñarse de las reservas iraquíes de combustibles, tras la invasión de ese país en marzo del 2003, se han visto frustradas por la enorme resistencia encontrada, que no le ha permitido normalizar la extracción del crudo al ser atacados y dañados tanto los oleoductos como los pozos.
El gigante norteamericano consume 20 millones de barriles diarios (la cuarta parte del gasto total en el orbe) así como uno de cada dos litros de gasolina que se fabrican en el orbe.
Un documento del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IIES) de Londres, asegura que tras los ataques del 11 de septiembre, Washington se lanzó a ocupar Iraq «como una manera de reducir su dependencia en el crudo de Arabia Saudita.»
Un estudio de la revista Estrategia de la Energía Mundial indicó que en el 2001 las reservas mundiales se cifraban en 1 050 miles de millones de barriles, concentrados mayormente en el Medio Oriente, que equivalen a solo 40 veces los niveles de extracción mundial de ese año.
Las cifran auguran que si no se encuentran nuevos yacimientos, el crudo estaría por desaparecer a la vuelta de medio siglo con sus correspondientes perjuicios para la humanidad. Por tanto se hace completamente necesario controlar desde ahora esas fuentes energéticas.
Informes del Gobierno y del Departamento de Defensa estadounidense indican que debe garantizarse por todos los medios el abastecimiento regular de petróleo, «prevenir la emergencia de hegemonías o coaliciones regionales hostiles…» «Asegurar el acceso incondicional a los mercados decisivos, a los suministros de energía y a los recursos estratégicos…»
En ese sentido, Estados Unidos está reforzando su presencia militar en Africa para asegurar la futura explotación de sus recursos naturales y en especial, el petróleo.
En enero de 2001, se efectuó en Washington un seminario del Instituto de Estudios Estratégicos y Políticos Avanzados que analizó y trazó lineamientos sobre la importancia de los yacimientos africanos para la seguridad norteamericana.
En la cita se llegó a la conclusión de que resultaba fundamental sentar las bases para alcanzar las reservas del crudo africano, a la par de que debían mejorar las relaciones políticas y militares con los países más importantes del continente. .
Así surgió el Grupo de Iniciativas Políticas del Petróleo Africano integrado por altos funcionarios gubernamentales y de empresarios de la esfera del crudo, cuyo primer informe (como era de esperar por la enorme relación con la compañía Halliburton) fue emitido por la oficina del vicepresidente Richard Cheney.
Entre los planteamientos y directrices el documento señala que «junto a América Latina, se espera que Africa Occidental sea una de las fuentes de mayor crecimiento de gas y petróleo para el mercado norteamericano. Ese crudo tiende a ser de alta calidad y bajo en sulfuros, lo que lo hace adecuado …»
Una serie de iniciativas están planteadas por diferentes organismos estadounidenses para penetrar en el continente negro, aunque las dos fundamentales son la de establecer un comando regional con disímiles tareas militares y de inteligencia para el Africa subsahariana, e incrementar abruptamente la inversión de capital estadounidense en todas las esferas de esas sociedades con el objetivo de presionar económicamente a los gobiernos.
En esta última dirección se prevé la firma de acuerdos de libre comercio y la penetración por medio de llamada NEPAD, organización de reciente creación integrada por países de la región que buscan el desarrollo económico.
Como es lógico, Estados Unidos ya tiene identificados los países africanos por potenciales reservas del oro negro y en algunos ya se encuentra presente.
En la lista aparecen Sudán, Mauritania, Chad, Angola, las tres Guineas (Conakry, Bissau y Ecuatorial) los dos Congos (Brazzavile y Kinshasa), Cabo Verde, Sao Tomé y Príncipe, Gabón, República Saharauí Gabón, Camerún, así como varias zonas de la plataforma marina en las costas del Atlántico.
La Casa Blanca, impulsada por los estrategas militares y petroleros ha suscrito en los últimos años varias leyes dirigidas a ese continente como fue la de Oportunidad y el Crecimiento de Africa, firmada primero por William Clinton y ratificada por George Bush.
Pero ésta, al igual que las otras, plantea la ayuda financiera y económica a los países de esa región que aparecen en una lista de «elegibles» siempre y cuando cumplan con lineamientos acordes con la política norteamericana entre ellas el libre mercado y facilidades de inversión para el capital foráneo.
A los problemas con el abastecimiento del crudo que le han surgido a Estados Unidos en el Medio Oriente, se le han sumado ahora los de América Latina, donde aumentan los gobiernos con líneas políticas más independientes y nacionalistas.
Por tanto, Africa aparece en estos tiempos en el ojo del colimador norteamericano, donde ha depositado la esperanza de calmar su insaciable sed petrolera.