Con el impulso arrollador que ha tenido en los últimos años el sistema neoliberal, los datos han confirmado que el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) de un país no es sinónimo de igualdad social para sus habitantes.
Para comprender mejor este concepto económico, es necesario conocer que el PIB no es más que el valor total de la producción corriente de bienes y servicios finales dentro del territorio nacional durante un período de tiempo determinado, que generalmente abarca un año y se calcula según el precio de los factores o el precio de mercado.
Aunque el PIB representa la forma más importante para estimar la capacidad productiva de una economía, tiene varias deficiencias como la de ofrecer datos imprecisos sobre el nivel de bienestar y de equidad entre la población pues calcula la producción de bienes y servicio sin determinar su finalidad.
O sea, se ha convertido en un hecho casi irrefutable para muchos economistas, instituciones y organizaciones, que cuando en el año un país aumenta su PIB, por carácter transitivo, sus ciudadanos gozarán de mejor bienestar social para satisfacer las principales necesidades básicas como alimentación, acceso a la educación, salud y disminución de la pobreza.
Numerosos analistas contradicen esa ecuación al asegurar que el cálculo del crecimiento de una nación por el PIB obtenido se convierte muchas veces en una cortina para ocultar la realidad que vive la mayoría de sus habitantes pues no mide la desigual distribución de las riquezas, la extracción de las ganancias por las transnacionales y las políticas socio-económicas de los diferentes gobiernos.
Según un informe de la organización Reporte Mundial de Desigualdad, publicado en diciembre de 2022, el 10 % más rico del planeta se beneficia del 52 % de la riqueza global, mientras que la mitad más pobre alcanza únicamente el 8 % de los bienes económicos generales.
El estudio señala que «en promedio, un individuo del 10 % más alto de la distribución de riqueza global gana 122 100 dólares al año, mientras que uno de la mitad más pobre de la escala, genera 3 920 dólares al año».
En cuanto a Latinoamérica, subraya que el 10 % de los sectores más ricos concentran el 55 % de la riqueza total.
Destaquemos algunos casos. En Honduras el PIB creció 4,8 % en 2017 y 3,7 % en 2018. Datos oficiales del Instituto Nacional de Estadística de la nación centroamericana, publicados por el diario La Prensa, informa que casi seis millones (71 %) de los 8,5 millones de habitantes son pobres.
De esa cifra, 4,2 millones están en situación de extrema pobreza que tratan de sobrevivir con solo un dólar al día.
Se estima que después del golpe de 2009 contra el legítimo presidente Manuel Zelaya, más de 500 000 personas pasaron a integrar esa categoría, sobre todo en las zonas urbanas con un 77,8 % de pobreza e indigencia.
La desigualdad también ha ido creciendo en espiral debido a las políticas neoliberales impulsadas por los últimos regímenes lo que han ayudado a que 15 familias controlen el 80 % de las riquezas, mientras que el 80 % de la población recibe menos del 10 %.
Paraguay obtuvo crecimiento del PIB de 5 % en 2017 y 3,7 % en 2018 lo cual no se corresponde con los niveles de pobreza pues el 29 % de sus 6 700 000 habitantes se encuentran en esa desafortunada categoría que se convierte más preocupante en las zonas rurales al situarse en 39,72 %.
Tras un respiro social que tuvo ese país durante la presidencia de Fernando Lugo (2008-2012) con aumento de programas de salud, educación y empleos, sobrevino un golpe parlamentario de derecha y seguidamente la imposición de los presidentes neoliberales, Federico Franco y Horacio Cartes, ligados a intereses oligárquicos, a las transnacionales y al narcotráfico. Ambos impulsaron una bondadosa política neoliberal de entrega de recursos naturales, económicos y financieros a las empresas privadas nacionales y extranjeras.
Otro mal ejemplo es el de Perú que aunque creció como promedio un 4,5 % entre 2010 y 2019, el 10 % de la población adinerada es 50 veces más rica que el 20 % de los más necesitados; cerca del 60 % de sus habitantes están catalogados como pobres; uno de cada tres niños sufre desnutrición; el 40 % de la población carece de acceso al agua potable y el 70 % a los servicios sanitarios.
En cuanto a Argentina, que había logrado una estabilidad económica durante los años de gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, la situación se revertió debido a las políticas neoliberales impuestas por Mauricio Macri (2015-2019). Al término de su mandato, el 48,1 % de los menores del país eran pobres, mientras que los niveles de indigencia y de hambruna alcanzaban el 10,2 %. En los tres últimos años de su gobierno el PIB aumentó alrededor del 2 % y a la par la pobreza alcanzó al 32 % de los habitantes.
Con un simple análisis se puede comprender que sin voluntad política por parte de los gobiernos para aplicar beneficios sociales, el PIB servirá para calcular transacciones y evaluaciones comerciales de una nación determinada pero no para dignificar a una gran mayoría de los pueblos.
Hedelberto López Blanch, periodista, escritor e investigador cubano.
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