Nadie puede negar que en el centro de la crisis global que hoy vive el mundo se encuentra la (des)regulación de los mercados financieros. Bancos de inversión, fondos de cobertura y otros jugadores globales se la pasan timbeando con «posiciones de mercado» que usan como fichas, apostando a futuro la baja o alza de los commodities, lo que afecta los bolsillos de la población mundial.
Un amigo economista me dijo que los precios de los alimentos subían porque en China aumentaba la demanda. Y aunque la lógica y muchos medios de comunicación, siempre que se refieren a precios, nos dicen que éstos se fijan por la ley de la oferta y la demanda en una especie de sabiduría del modelo de libre mercado, lo cierto es que cada vez menos cosas -como el aumento de la población mundial o el constante y rápido crecimiento de las economías emergentes- definen los términos de intercambio del acero, el azúcar, el cobre, el oro, la plata, los alimentos y otras mercancías.
Su compra-venta se negocia en una especie de gran sala de casino mundial, «mercados de commodities», que siguen en expansión a pesar de la crisis económica que enfrentan los hasta hace poco llamados países ricos, pero hoy altamente endeudados. Estos mercados, haciendo uso de determinadas reglas pactadas para el efecto, se prestan de manera idónea para la especulación de quien sólo ve la manera más fácil de acumular todo el capital posible.
Realmente parece un juego de póker. Los «inversores» -o mejor dicho, especuladores-, partiendo de variables reales en los stocks de las mercancías que están en juego, empiezan a hacer apuestas sobre cómo estas variables van a influir en los precios futuros ,y sin necesidad de mostrar las cartas, pueden reemplazar el azar por especulación pura al mismo tiempo que también afectan los precios hoy. Pues cualquiera que haya estudiado contabilidad uno, sabe que los precios responden, además de al stock, al costo de reposición del bien y si la apuesta que gana, en el lugar donde se fijan los precios a futuro, es al alza, los precios subirán hoy. O al revés, si es a la baja, generando mucho dinero a quien se mueve mejor en la fluctuación de precios, o mejor aún dirigiéndola.
Siempre ganan porque las fichas no son las mercancías, objeto de la especulación, sino que lo que se transa son posiciones de mercado, una especie de cuotas representativas relacionadas con la variación de los precios. Y las ganancias con esta movida son mayores en muchos casos que las que se obtienen con la propia dinámica de la economía real. De ahí las burbujas que, al explotar, iban anunciando el inicio de la crisis global.
El Banco Mundial lo reconoce Según un reciente documento de la Red Latinoamericana sobre Deuda, Desarrollo y Derechos (Latindadd), www.latindadd.org, se da cuenta de que el propio Banco Mundial, en su informe Global Economic Prospects: Commodities at the Crossroads del 2009, sostiene que «las actividades de inversionistas financieros pudieran haber contribuido a las alzas de los precios también.
Tradicionalmente, aseguradores y especuladores han sido los principales jugadores en los mercados de futuros, pero en los últimos años, los fondos de inversión han devenido importantes jugadores también. Estos fondos pudieron haber influenciado indirectamente los precios de los commodities. Mientras tales compras no crean una real demanda por commodities, ellas podrían haber influenciado los precios, porque estos fondos son grandes comparados con sus contrapartes en el mercado físico y porque ellos se han expandido rápidamente».
Era la primera vez que el Banco Mundial reconocía el impacto que tiene la especulación de los fondos de cobertura (hedge funds) y de inversión en los precios de los commodities. Ya no podía seguir tapando el sol con un dedo, pues los mercados de commodities, y los mercados de futuros y derivados de commodities, que estuvieron en constante y ascendente actividad desde el 2003, para mediados del 2008 mostraban en la mayoría de precios, records históricos, como da cuenta el informe de Latindadd. Sin embargo, después de la primera etapa de la crisis global (crisis financiera 2007-2008), se produce un desplome de la economía mundial porque la explosión de la burbuja inmobiliaria, la caída a pique de las bolsas, la quiebra de bancos de inversión como Lehman Brothers, y el peligro de quiebra de otros, produjeron un credit crunch (contracción del crédito) que afectó el comercio.
Luego devino un enorme rescate financiero por parte de los Estados de aquellos grandes jugadores del sistema que se quedaron con la bomba de las hipotecas infladas en las manos y que, hoy por hoy, en muchos casos, han devuelto el monto del rescate debido a nuevos juegos en el póker mundial que sólo estuvo parado algunos meses. Y he aquí una de las mayores trampas que se montaron en la discusión sobre la crisis global. Me refiero a que luego del terremoto financiero, los especuladores volvieron a apostar con metales preciosos (oro y plata), cobre, aluminio, acero, alimentos y azúcar, y volvieron a generarse niveles de ganancias parecidos a los anteriores a la crisis. Y ese indicador sirvió para decir que estábamos saliendo del hoyo, mientras las crisis fiscal, de empleo y bancaria se desarrollaban en Europa, Japón, Estados Unidos y otros países y regiones, y duran hasta hoy.
Al igual que el alza de los precios, afectan a todos. Y si bien es un tema espinoso, porque los países productores de estos commodities ven aumentar sus ingresos fiscales, bastará que revienten las burbujas nuevamente para que se den cuenta de que su apuesta nacional sobre la gran apuesta «financiera» era fallida. Porque debe quedar claro que sólo algunos apostadores pueden entrar en el juego.
Ni las trasnacionales de la gran minería son admitidas. Sólo el jet set de las finanzas globales entra en la sala: JP Morgan, Citigroup, Deutsche Bank, Golman Sachs y otros fondos de inversión, de cobertura y especuladores marca mayor. El poder político que deriva de tanta riqueza explica por qué hasta hoy no se logra torcerle el brazo a los grandes líderes de las finanzas mundiales, después de la creación de nuevas instituciones reguladoras en Europa o la famosa Ley Dood-Frank en Estados Unidos, ambas para poner límites a la especulación, rodeadas de muchos discursos dentro del G-20.
Especulación versus inversión El Banco Mundial reconoce en el informe citado que se encontró fuerte evidencia de que las posiciones de futuros de los inversores de Index Funds durante los años 2006-2008 afectaron los precios de la soya (pero no del maíz) y que entre enero del 2006 y febrero del 2008, la actividad de los fondos de inversión pudo haber empujado los precios del algodón un catorce por ciento más alto de lo que habrían estado.
Sólo durante de algunos meses del 2009, los precios de los commodities se rigieron por una especulación relacionada con la propia mercancía, como la retención de stocks ante la incertidumbre o la compra de más de lo necesario por la misma razón. Una vez restaurado a plenitud el juego, los precios siguieron la danza de la especulación a lo póker. Pero por más evidencia que haya de este juego, las instituciones financieras multilaterales y muchos representantes del poder político mundial defienden el rol de los mercados de commodities como para poner freno a los que piden reformas radicales y, en fin, cerrarles el casino a los especuladores. Por ejemplo, el Banco Mundial no se plantea determinar, luego de sus constataciones iniciales, en qué medida el propio diseño y organización de los mercados podría estar incentivando los comportamientos especulativos de los fondos. O la naturaleza propiamente especulativa de los mercados.
Para Jorge Trefogli, consultor de Latindadd, los fondos de inversión aparecen entonces, en la visión del Banco Mundial, como agentes individuales que actúan por iniciativa propia, cuando lo cierto es que lo hacen desde estructuras muy organizadas (los mercados) donde encuentran todas las facilidades para tener un impacto organizado en los precios. Menos aún, afirma Trefogli, se encuentra un enfoque sobre lo que podría significar una manipulación de los mercados por abusos de posiciones dominantes eventualmente cometidos por estos agentes, ni tampoco una reflexión sobre los peligros de confundir especulación con inversión.
El tema da para mucho. En especial para centrarse en cada uno de los commodities y en las regulaciones de sus respectivos mercados, pues si bien hay un marco común, existen particularidades que vale la pena divulgar para entender en detalle frente a qué estamos. Sobre todo cuando comienzan a subir los precios de los alimentos y en nuestros países la población piensa que es culpa del gobierno, y cuando no suben, mérito de él.
Pero en realidad los que deciden no necesitan hacer política activa en ningún lado, pues tienen empleados que hacen esa labor. Lo que no han medido es que en medio del espíritu revolucionario que domina hoy en el mundo, que surgió en los países árabes pero que alienta protestas en Wisconsin, por ejemplo, el seguir timbeando con los precios de los commodities puede convertirse en un búmeran.