Recomiendo:
0

El precio de la gasolina, miseria y enormes beneficios: «¡Es la ley del mercado!»

Fuentes: michelcollon.info

Traducido del francés para Rebelión y Tlaxcala por Rocío Anguiano

¿Por qué los gigantes del petróleo no ponen freno a la subida galopante de los precios de la gasolina?

En Estados Unidos, el precio medio del galón (1) de gasolina era de 2,95 $ el 7 de mayo, es decir 4 centavos más que a finales de abril, según la revista Lundberg Survey. Millones de personas sufren los elevados costes de la energía. Algunos se ven obligados a reducir sus gastos de alimentación y otras necesidades o a empeñar objetos personales solo para hacerse con el carburante que necesitan para ir al trabajo.

Considerando las circunstancias, seguro que se le ocurrió pensar que los beneficiarios de las grandes compañías petroleras iban a contenerse un poco. Al fin y al cabo, esas compañías han alcanzado, en plena crisis, un récord de beneficios, puesto que el precio del barril se sitúa en torno a los 70 $.

Podría ser que también se haya imaginado que llegarían a ejercer una parte de su enorme poder económico e influencia política para reducir los precios y escapar a la indignación popular.

Pues no.

En lugar de eso, el 3 de mayo, el presidente de Exxon Mobil, Rex Tillerson, apareció en el Today Show de la cadena NBC defendiendo los enormes beneficios del petróleo.

«Es el libre mercado», dijo, levantando las manos al cielo, como si fuera la única explicación posible.

No se declaró culpable de piratería en detrimento de los trabajadores que ven como se vacía su monedero en la caja del supermercado, en pagar al médico o en llevar a sus hijos al colegio.

Se conformó con decir que Exxon Mobil y las demás compañías utilizaban algunos de sus rendimientos en «aumentar su capacidad de refinado y poner en marcha nuevos proyectos de prospección». Eso es, los capitalistas reinvierten sus beneficios en conseguir aún más beneficios. ¡Es la gallina de los huevos de oro!. «Nuestro trabajo consiste en hacer dinero», añadió Tillerson muy educadamente. Nada más cierto. El año pasado, Exxon Mobil alcanzó los mayores beneficios anuales de todas las sociedades en la historia del mundo: 36,16 mil millones de dólares, es decir un 43% más que en el 2004 (Washington Post, 30 de enero).

Las ganancias de Exxon Mobil han aumentado todavía más durante el primer trimestre de 2006, superando los 8,4 mil millones de dólares, mientras que en el mismo periodo del año anterior «solo» fueron de 7,86 mil millones (Bloomberg, 8 de mayo).

Tillerson no es el único. El Business Week Online anunciaba el 5 de mayo que los beneficios totales previstos en 2006 para Exxon Mobil, BP, Royal Dutch Shell, Chevron, Total y ConocoPhillips se elevarían a 135 mil millones de dólares, o sea mucho más que el PIB de un buen número de países.

Según un informe publicado en The Independent (Londres), el 7 de mayo, en Estados Unidos las grandes compañías petroleras han gastado cerca de 20 millones de dólares en publicidad y relaciones públicas desde principios de año. Y eso solo es un adelanto de los millones de dólares que gastarán en campañas, grupos de presión y publicidad cara a las elecciones parciales del próximo mes de noviembre.

No se crea toda esta cantinela.

No se engañe; estos beneficios obscenos hacen a los directores y grandes accionistas de las grandes compañías petroleras tan felices como cerdos rebozándose en el fango. Los tiempos les son propicios. Después de todo, la Casa Blanca y el Congreso están bajo el control de sus mejores amigos y la más imponente máquina de guerra del mundo permanece constantemente movilizada en su provecho. Sin embargo, hay algo que les preocupa.

Dado que son empresas capitalistas, a los monopolios petroleros le mueve una competencia intensa por mantener y aumentar su porcentaje de beneficios. La indignación contra ellos crece a escala mundial. Ha alcanzado un punto en el que sus futuros rendimientos podrían verse amenazados.

El 1 de mayo, con el apoyo de gran parte de su pueblo, el presidente boliviano Evo Morales anunció que se trataba de «un día histórico en el que Bolivia retomaba el control de sus recursos naturales». Morales ponía sus reservas de gas natural y petróleo bajo el control del Estado y ordenaba a las 25 compañías extranjeras de energía renegociar los términos de sus contratos.

Bolivia se ha asociado con Cuba y Venezuela, uno de los principales productores de petróleo del mundo, en un acuerdo comercial contrario a los tratados de explotación abusiva conseguidos por Washington. Venezuela también ha pedido acuerdos más equitativos por parte de las compañías extranjeras, al tiempo que propone, como muestra de solidaridad, combustible de calefacción a bajo precio a las comunidades americanas empobrecidas.

El 8 de mayo, las fuerzas de resistencia iraquíes bombardearon un oleoducto en el sur de Bagdad. Era el último en el tiempo de una serie de atentados que han obstaculizado de forma considerable la producción de petróleo, las exportaciones y la obtención de beneficios bajo la ocupación americana. La invasión de Iraq por parte de George W. Bush pretendía transformar el país en la reserva petrolífera privada de Estados Unidos. La resistencia popular ha llevado el plan a un callejón sin salida y sin un final previsto.

La administración Bush acosa ahora a Irán, otro gran productor de petróleo, a causa del desarrollo de su tecnología nuclear. Como respuesta, Irán ha amenazado con paralizar sus exportaciones de petróleo a Occidente.

Debido a los problemas en Nigeria, Sudán, el Chad y otros países africanos, las grandes compañías petroleras tienen cada día más dificultades para continuar con los programas de explotación de sus reservas. Rusia reclama más control de sus propios recursos petrolíferos, etc.

Un director de Exxon gana 144.574 dólares al… día.

Los habitantes de la pequeña ciudad de Beeville, Texas, han lanzado un boicot contra Exxon Mobil, anunciaba la Associated Press el 8 de mayo. Estas acciones, aunque sean modestas, ponen del manifiesto el alcance de la indignación que despiertan las compañías petroleras en su propio país.

Esta indignación surgió a raíz de un artículo del New York Times que afirmaba que un antiguo ejecutivo de Exxon Mobil, Lee R. Raymond, había ganado un sueldo de 144.573 dólares diarios durante 13 años, más un extra inesperado de casi 400 millones de dólares en 2005.

Raymond es un ejemplo flagrante de que los altos directivos ganan de media 531 veces más que los trabajadores que ellos mismos contratan.

Al mismo tiempo, la posibilidad de que los ciudadanos americanos pobres aumenten un poco -muy poco para empezar- su nivel de vida se aleja día a día.

Según Understanding Mobility in America (Comprender la movilidad en EEUU), un estudio publicado en abril por el economista Tom Hertz de la American University, un niño nacido en una familia pobre solo tiene una posibilidad sobre 100 de acceder un día al 5% de las rentas más altas.

De hecho «el país de las oportunidades» tiene uno de los niveles más bajos de movilidad de rentas de todos los países capitalistas prósperos.

La mayoría de los trabajadores de EEUU no ha leído este informe, naturalmente. Pero conviven cada día con sus consecuencias- no solo en el surtidor de gasolina, sino cada vez que un amigo o un ser querido vuelve de Iraq envuelto en una mortaja de plástico o cuando el precio del medicamento que le han recetado no está a su alcance.

Los ejecutivos de los gigantes del petróleo saben que la indignación sorda empieza a trasformarse en acción política de masa. Si todavía les quedaba alguna duda a este respecto el movimiento de trabajadores inmigrantes y de sus partidarios, el día 1 de mayo, les habrá convencido.

En una tentativa por recuperar y encaminar la indignación de las masas por vías más seguras, los demócratas del Congreso proponen una tasa sobre lo que ellos llaman los «beneficios excesivos». El presidente Bush ha encargado al gobierno federal que investigue sobre las acusaciones de la «hinchazón de los precios». Algunos Estados, como California, han hecho lo mismo.

Aunque estas iniciativas se tomaran en serio, como mucho representarían un pequeño toque de atención. Pero los gigantes del petróleo no pueden soportar la idea, de ahí los millones inyectados en las campañas electorales al Congreso, en publicidad y en el cabildeo.

Si el porcentaje de beneficios es lo suficientemente alto, decía Karl Marx, no hay ningún crimen que pueda parar a los capitalistas, ninguna atrocidad que no sean capaces de cometer. En resumen, para poner fin a los elevados precios de la energía, las guerras del petróleo y la destrucción del medio ambiente causada por al abuso de los carburantes fósiles, la clase obrera debe expropiar a los gigantes del petróleo así como a todas las industrias capitalistas y gestionarlas en función de las necesidades del pueblo y no en beneficio de unos pocos.

9 de mayo de 2006, Workers Wold (USA)

(1) Un galón US: 3,78 litros.

Rocío Anguiano es miembro de Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística (www.tlaxcala.es). Esta traducción es Copyleft.