El tailandés Apichart Anukularmphai preferiría conceder a Vietnam el título de «campeón mundial en exportaciones de arroz» antes que a su país, pues Tailandia regala su agua cada vez que vende el cereal. «Sólo para producir 10 toneladas de arroz, los cultivadores tailandeses necesitan 3.000 metros cúbicos de agua», explicó el presidente del comité técnico […]
El tailandés Apichart Anukularmphai preferiría conceder a Vietnam el título de «campeón mundial en exportaciones de arroz» antes que a su país, pues Tailandia regala su agua cada vez que vende el cereal.
«Sólo para producir 10 toneladas de arroz, los cultivadores tailandeses necesitan 3.000 metros cúbicos de agua», explicó el presidente del comité técnico para Asia sudoriental de la Global Water Partnership (Asociación Global del Agua), que agrupa a agencias multilaterales y gubernamentales, compañías e instituciones que trabajan en la administración de los recursos hídricos.
«El costo (del agua) no es considerado cuando exportamos nuestro arroz», dijo. Tailandia, uno de los principales exportadores mundiales del alimento, vendió 8,5 millones de toneladas en 2005.
Poner un precio al agua es una medida controvertida en muchos lugares del mundo, pero particularmente enAsia, un continente cada vez más sediento donde no sólo los cultivadores, sino los hogares e incluso las corporaciones transnacionales más duras la consideran un recurso gratuito.
En diciembre de 2003, un tribunal del meridional estado indio de Kerala ordenó a la planta embotelladora de Coca Cola, en la aldea de Plachimada, que dejara de extraer agua, tras las quejas de que en la región había pozos que se estaban quedando secos. La planta de la corporación transnacional más grande de las instaladas en India ha estado clausurada desde entonces. Ahora el asunto está ante la Suprema Corte de ese país.
Los activistas afirman que Coca Cola no hacía más que agregar colorante, azúcar, saborizante y efervescencia al agua que extraía gratuitamente, y vendiéndola a precios elevados en base a la fuerza de su marca.
Pero pedir a los agricultores que paguen por el agua que usan es más difícil. «Es políticamente imposible de implementar», dijo Apichart. «La mayoría de la gente cree que el agua es un derecho de nacimiento. Ningún político siquiera mencionaría esto, porque sería un suicidio».
Los cultivadores consideran al agua una materia prima gratuita y alrededor de 70 por ciento de todas las extracciones de agua dulce en todo el mundo son utilizadas para la agricultura. Muchos usuarios residenciales en toda Asia también creen que el agua, al ser un recurso nacional, debería ser gratuita.
«Si el agua es gratis, entonces se convierte en un subsidio, que es en realidad un tema para la Organización Mundial del Comercio (OMC)», dijo Ramon Alikpala, director ejecutivo de la agencia filipina Consejo Nacional de Recursos Hídricos, con sede en Manila.
«Las personas dan por sentado tener agua, entonces cuando una cañería tiene pérdidas nadie se siente responsable de arreglarla», explicó.
Los participantes en un taller para periodistas sobre el agua en Bangkok, a comienzos de este mes, coincidieron en que quienes pueden pagar no les importa hacerlo para que el agua limpia llegue a sus hogares, pero ningún político se atreve a sugerir que hasta el agua sin tratar debería tener un precio.
Ganesh Pangare, presidente del World Water Institute (Instituto Mundial del Agua) en India, cree en un término medio. «Estoy de acuerdo con que los cultivadores deberían pagar por el riego, pero hay que recordar que, en definitiva, el agua es la que determina si el agricultor puede obtener una ganancia y comer», dijo en el taller. «Si se quiere obtener más cultivos por gota, los agricultores deberían estar primero».
En Asia, señaló Pangare, 80 por ciento de los suministros de alimentos son producidos en 40 por ciento de la tierra cultivada que tiene irrigación.
Pangare también coincidió en que se necesitaba una fuerte voluntad política para efectuar reformas al manejo del agua. «Las gente debe dejar de pensar ‘que el gobierno se encargue del problema’, y de creer en los políticos que prometen ‘el agua será gratuita para todos'», opinó.
«Prometer agua gratuita no significa, en realidad, que el político esté obligado a cumplir. Si el agua ya es vista como ‘gratuita’, entonces ¿cuál es el punto?», preguntó Pangare. «¿Acaso no podemos, por lo menos, cobrar a los usuarios tarifas por concepto de operación y administración del agua?».
El desafío radica en hallar el precio justo para el agua sin procesar, dijo Alikpala. «Si el precio es demasiado bajo, entonces será inútil. Si es demasiado elevado habrá una indignación masiva».
Alikpala cree que las propias empresas hídricas deberían pagar por el recurso que extraen y no trasladar el costo a sus clientes. «Los clientes sólo deberían pagar por los servicios de las compañías, tales como la limpieza y distribución del agua».
No obstante, cualquier empresa, sea pública o privada, necesita tener un sistema de administración muy eficiente, para asegurar la máxima cobertura y acceso al agua.
La prueba de que la distribución puede ser administrada por una empresa pública está dada por el ejemplo de la Autoridad de Suministro de Agua de Phnom Penh, que durante 10 años atravesó varias reformas.
Pasó de ser una entidad endeble, sin mantenimiento y dependientee de los subsidios del gobierno, para convertirse en una empresa de suministro de agua socialmente responsable y altamente eficiente que se jacta de lograr una cobertura de 95 por ciento, así como de tener 100 por ciento de las conexiones y un servicio de 24 horas.
«Cambiamos nuestra política del subsidio gubernamental por una recuperación plena de costos. Por supuesto, también tuvimos que alterar mucho la actitud de los habitantes de Phnom Penh para que realmente estuvieran dispuestos a pagar por el agua», dijo Chea Visoth, gerente general de la empresa.
«Pero nadie se está queja, porque los precios del agua son ahora entre cinco y 10 veces más baratos que antes», aseveró.
La compañía utilizó efectivamente los medios de comunicación para transmitir su mensaje a 1,3 millones de residentes de la capital camboyana. «Les explicamos por qué deben pagar por agua limpia, segura y potable».
Visoth dijo que los medios también eran útiles para convencer a los «delincuentes» de que pagaran sus cuentas. «Simplemente les dijimos: ‘O pagan su factura o verán sus rostros en la televisión».
La participación privada en la distribución del agua fue exitosa en lugares como Manila, donde la empresa Manila Water se encarga de parte del suministro hídrico de la capital filipina, así como del alcantarillado, la salubridad y los servicios al cliente.
«Luego de una rehabilitación masiva, tenemos 35,4 por ciento de pérdida de agua, lo que es comparable a otras ciudades asiáticas», dijo Sherisa Nuesa, encargada de finanzas de la empresa. «Tenemos una política sobre uso de información privilegiada y reglas consistentes. También mantenemos audiencias públicas y usamos el arbitraje para resolver disputas».
Ian Fox, del Banco de Desarrollo Asiático, con sede en Manila, afrimó que las llamadas soluciones hídricas en realidad conllevan una serie de nuevos problemas. «Cuando uno toca una cosa de la naturaleza, averigua que va adjunta al resto del mundo», afirmó..
(*) Este informe fue escrito para Asia Water Wire.