La imagen grabada en las pupilas de los venezolanos del hombre que combatió por la independencia de Estados Unidos, en la Revolución Francesa y en la gesta americana contra España es el cuadro desde el que los mira, nostálgico, triste, solo, sobre un camastro, en una celda, cercano al día de su muerte. Francisco de […]
La imagen grabada en las pupilas de los venezolanos del hombre que combatió por la independencia de Estados Unidos, en la Revolución Francesa y en la gesta americana contra España es el cuadro desde el que los mira, nostálgico, triste, solo, sobre un camastro, en una celda, cercano al día de su muerte.
Francisco de Miranda (1750-1816) revive en el año del bicentenario de una de sus hazañas, la del 3 de agosto de 1806, cuando desembarcó en La Vela de Coro, noroeste venezolano, para una fallida invasión que plantó, por primera vez en América, el tricolor amarillo, azul y rojo que ideó y todavía usan como bandera Colombia, Ecuador y Venezuela.
«Miranda en La Carraca», nombre de una prisión gaditana donde pasó sus últimos años, es un cuadro de 1896 del pintor realista venezolano Arturo Michelena (1863-1898), reproducido en cientos de libros escolares y que recoge los últimos días de quien Venezuela le entregó los títulos de «generalísimo» y Precursor de la independencia.
Ahora, «Francisco de Miranda» es un filme de Diego Rísquez, autor en 2001 de «Manuela Sáenz» (la amante quiteña del libertador Simón Bolívar), estrenada en esta segunda quincena de agosto con envidiable éxito de taquilla, pues sus 35 copias han llenado salas y desbancado del primer lugar en venta de boletos a la hollywoodense «Superman returns (Superman regresa)».
«Mi propósito ha sido sacar a Miranda de esa imagen fija de La Carraca y mostrarlo, más que como prócer marmóreo o estratega guerrero, como hombre de carne y hueso en una vida espectacularmente rica y fascinante», comentó Rísquez a IPS.
Pocas vidas como las de Miranda se prestan, incluso en demasía, para la novela o el cine, y «encapsularla en 105 minutos plantea desafíos que, en manos menos diestras, hubiesen hecho naufragar el proyecto», apuntó el crítico Edgardo Mondolfi, al elogiar el trabajo plástico y la intensa documentación de Rísquez y del libretista Leonardo Padrón.
Miranda, «el primer criollo universal» según el historiador José Luis Salcedo Bastardo, nació en Caracas, hijo de un inmigrante canario, Sebastián de Miranda, quien litigó con blancos de la aristocracia colonial que le impedían vestirse como capitán español.
Alistado en el ejército, el joven Miranda combate para la corona española en Marruecos y en Argel, en 1774-1775. En 1781 lucha contra los ingleses en Pensacola (oeste de Florida) y remonta el río Mississippi con auxilios para los patriotas estadounidenses.
Vive un año y medio en Estados Unidos y desde entonces bosqueja su proyecto de independencia para la entonces América española. Entre 1785 y 1789 viaja por Europa, llega a Rusia y se convierte en uno de los favoritos de la emperatriz Catalina II. La leyenda de que fueron amantes es un lugar común en Venezuela.
Participa en la Revolución Francesa, toma partido por los girondinos, y en 1792, ya mariscal de campo, comanda con Charles Dumouriez el ejército del norte y contribuye a la victoria de Valmy (20 de septiembre) contra Prusia. Perseguido y preso en medio de las luchas políticas francesas, se radica en Londres desde 1798.
Su nombre es el único sudamericano que figura en el Arco de Triunfo, de París.
Prepara para la futura Hispanoamérica libre el proyecto Colombeia o Colombia (nombre que adoptó entre 1819 y 1829 el Estado formado por las actuales Venezuela, Colombia, Ecuador y Panamá). En Estados Unidos y Haití arma la expedición que fracasa en 1806, pero deja la bandera.
A Londres van a buscarle en 1810 quienes en Caracas desconocen la autoridad española y se suma así a los republicanos que fuerzan la independencia en julio de 1811, recibiendo luego el mando de las tropas que se forman para enfrentar a las de la corona.
La joven república cae en 1812, por reveses como la pérdida del fortín con armas y pólvora confiado al entonces joven coronel Bolívar. Miranda capitula ante el comandante español Domingo de Monteverde y se apresta a embarcar para intentar una nueva incursión sobre Venezuela cuando las condiciones sean más propicias.
El 31 de julio de 1812, patriotas descontentos con la capitulación, entre ellos Bolívar, arrestan a Miranda, lo encadenan en un fortín del puerto de La Guaira y desde allí, los españoles que le persiguieron por décadas lo envían a Puerto Rico y luego a La Carraca, donde muere. Sus restos fueron a una fosa común.
Miranda fue miembro de la masonería, inspirador de libertadores como el chileno Bernardo O’Higgins y el propio Bolívar. Hombre de una gran cultura, escritor de mensajes independentistas –editó en Londres el periódico «El Colombiano» y en su expedición de 1806 trajo la primera imprenta a Venezuela– además de guerrero, amante prolífico y aventurero.
No sólo estuvo en primera fila de los grandes procesos de su tiempo, sino que alternó y fue amigo de los personajes de la época, como George Washington, Bolívar, Napoleón Bonaparte (quien le llamó «Quijote sin locura»), Danton, Thomas Jefferson, Wellington, Pitt, O’Higgins, Bello, Catalina…
«Pude haber tomado un solo tramo de su vida, el de la Revolución Francesa o el de la independencia venezolana, pero quise hacer un filme que mostrase la envergadura del personaje, sin hacer un documental como para History Channel (Canal de Historia), sino una versión libre de este monstruo», dijo Rísquez.
Encarna a Miranda, con una actuación elogiada por la crítica, el actor venezolano Luis Fernández, acompañado de un reparto de 90 actores y 900 extras, que trabajan entre las licencias poéticas y teatrales que se toma Rísquez, como colocar a su Miranda de 1,80 metros de estatura junto a una Catalina II que mide cuatro metros. Algunas escenas impactan sobremanera a los venezolanos. En una sala del sudeste de clase media de Caracas, los espectadores más jóvenes y cultos deslizan comentarios risueños ante el imperfecto inglés que hablan algunos personajes, pero el silencio avanza, espeso, cuando Miranda es aprehendido por Bolívar para entregarlo a los españoles.
Es que es una de las dagas clavadas en la memoria histórica de los venezolanos, que aprenden en la escuela primaria cómo uno de sus íconos patriotas entrega al otro.
Una escena original y risueña es la de la firma del acta de la independencia, el 5 de julio de 1811, intensamente promovida por Miranda y pintada en otros cuadros famosos por Juan Lovera (1776-1841) y Martín Tovar y Tovar (1827-1901).
Para recrear la escena, el director buscó a figuras de la política y la cultura en la Venezuela actual, incluso de posiciones políticas enfrentadas, como el gobernador del oriental estado de Anzoátegui, Tarek Saab, seguidor del presidente Hugo Chávez, y el caricaturista opositor Pedro León Zapata.
También intervienen el sociólogo Tulio Hernández, el ex ministro de Ciencia Carlos Genatios, el antropólogo Alfredo Chacón y el joven presentador de radio y televisión Luis Chataing. Todos visten como próceres civiles y militares mientras Rísquez hace de pintor, «como una especie de testigo o narrador», según explicó.
«La firma del acta fue un episodio en el que se reunieron diferentes posturas acerca del futuro del naciente país, y la jornada que agrupó a distintas expresiones políticas y culturales buscó mostrar el país de todos, en estos tiempos de confrontación, y además homenajear la unanimidad con la que el parlamento aprobó en 2005 la nueva Ley de Cine», remató Rísquez.
Estrenado en el «año mirandino», este filme de un millón de dólares de presupuesto acudirá a festivales internacionales, en tanto Rísquez estudia hacer una nueva película, esta vez sobre el artista plástico venezolano Armando Reverón (1889-1954), «el pintor de la luz».(FIN/2006)