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El presidente Chávez, un hombre renacentista del siglo XXI

Fuentes: Rebelión

Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo

El presidente Hugo Chávez fue un hombre único en múltiples áreas de la vida política, social y económica, que realizó importantes contribuciones al avance de la humanidad. La profundidad, el alcance y la popularidad de sus logros le distinguen como el «presidente renacentista del siglo XXI».

Muchos autores han señalado una u otra de sus contribuciones históricas, destacando las leyes para combatir la pobreza, la capacidad para ganar elecciones populares con rotundas mayorías y su defensa de la educación y la sanidad públicas gratuitas y universales para todos los venezolanos.

En este artículo, destacaremos las singulares contribuciones históricas que el presidente Chávez realizó en el ámbito de la economía política, la ética y el derecho internacional y en la redefinición de las relaciones entre los líderes políticos y los ciudadanos. Comenzaremos con su contribución perdurable al desarrollo de la cultura cívica en Venezuela y otros países.

Hugo Chávez, el gran maestro de los valores cívicos

Desde sus primeros días en el cargo, Chávez emprendió un cambio constitucional que facilitara la rendición de cuentas de los dirigentes y las instituciones políticas ante los ciudadanos. A través de sus discursos, informó clara y meticulosamente al electorado de las medidas y las leyes que servirían para mejorar su modo de vida y le invitó a expresar comentarios y críticas. Su estilo era la creación de un diálogo constante, especialmente con los pobres, los desempleados y los trabajadores. Tuvo tanto éxito en sus enseñanzas de las responsabilidades cívicas al electorado venezolano que millones de habitantes de los barrios pobres de Caracas se levantaron espontáneamente para oponerse a la junta militar-empresarial respaldada por Estados Unidos que había secuestrado al presidente y clausurado el parlamento. En 72 horas -todo un récord- los ciudadanos con conciencia cívica restauraron el orden democrático y el gobierno de la ley en Venezuela, rechazando por completo la defensa de los golpistas que realizaron los medios de comunicación y su efímero régimen autoritario.

Chávez, como todos los grandes educadores, aprendió de esta intervención democrática de la masa ciudadana, que los defensores más efectivos de la democracia estaban entre la gente trabajadora, y que sus peores enemigos se hallaban en las élites empresariales y en los oficiales del ejército con contactos en Miami y Washington.

La pedagogía cívica de Chávez hacía hincapié en la importancia de las enseñanzas y los ejemplos históricos de los padres fundadores de la nación, como Simón Bolívar, a la hora de crear una identidad nacional y latinoamericana. Sus discursos elevaron el nivel cultural de millones de venezolanos que habían crecido en medio de la cultura servil y alienante de Washington y de las obsesiones consumistas que provocaban los grandes centros comerciales de Miami.

Chávez consiguió infundir una cultura de solidaridad y apoyo mutuo entre los explotados destacando la importancia de los vínculos «horizontales» frente a la dependencia clientelar vertical de los ricos y poderosos. Su triunfo en la creación de una conciencia colectiva afectó decisivamente al equilibrio de poder alejándolo de los gobernantes adinerados y los partidos políticos y sindicatos corruptos y orientándolo hacia los nuevos movimientos socialistas y sindicatos de clase. Lo que más provocó la cólera histérica de los venezolanos ricos y su odio imperecedero al presidente que había creado un sentido de autonomía, dignidad y «empoderamiento de clase» fue la educación política que realizó Chávez, explicando a la mayoría popular su derecho a disfrutar de una sanidad y una educación superior gratuitas, salarios dignos y pleno empleo, lo que consiguió mediante una educación pública que terminó con siglos de privilegios y omnipotencia de las élites.

Es preciso destacar que los discursos de Chávez, con enseñanzas tanto de Bolívar como de Karl Marx, crearon un trascendente y generoso patriótico y nacional y un profundo rechazo a la élite postrada a los pies de Washington, los banqueros de Wall Street y los ejecutivos de las compañías petroleras. Los discursos antiimperialistas de Chávez tenían eco porque utilizando el lenguaje de la gente común ampliaba su conciencia nacional hasta lograr su idntificación con América latina, especialmente con la lucha cubana contra las intervenciones y las guerras imperialistas.

Las relaciones internacionales y la Doctrina Chávez

A comienzos de la década anterior, tras el 11 de septiembre de 2001, Washington declaró la «Guerra al Terror». Fue una declaración pública que abría la puerta a intervenciones militares unilaterales y guerras contra naciones soberanas, movimientos e individuos considerados como adversarios, en violación del derecho internacional.

Casi todos los países cedieron frente a esa flagrante violación de los Acuerdos de Ginebra, pero no así el presidente Chávez, que hizo la refutación más profunda y sencilla contra Washington: «No se combate al terrorismo con terrorismo de Estado». En su defensa de la soberanía de las naciones y de la jurisprudencia internacional, Chávez subrayó la importancia de encontrar las soluciones políticas y económicas a los problemas y conflictos sociales, repudiando las bombas, la tortura y el caos. La Doctrina Chávez hacía hincapié en el comercio y las inversiones Sur-Sur y en la solución diplomática y no militar de los conflictos. Defendió los Acuerdos de Ginebra frente a la agresión colonialista e imperialista a la vez que rechazaba la doctrina imperial de la «Guerra contra el Terror», definiendo el terrorismo de Estado occidental como peligrosamente similar al de Al-Qaeda.

La gran síntesis de teoría y práctica política

Uno de los aspectos más profundos e influyentes del legado de Chávez es su original síntesis de tres grandes corrientes de pensamiento político: el cristianismo popular, el nacionalismo y la integración regional bolivarianos y el pensamiento político, social y económico del marxismo. El cristianismo de Chávez le inculcó una profunda creencia en la justicia y la igualdad de las personas, así como la generosidad y el perdón a los adversarios, aunque participaran en un golpe de Estado violento, en un paro patronal asfixiante, o colaboraran abiertamente y recibieran financiación de organismos de inteligencia enemigos. Mientras en cualquier otro lugar del mundo quienes dan un golpe de Estado se enfrentan a condenas en prisión o incluso a ejecuciones, la mayor parte de los golpistas contra Chávez rehuyeron la acción judicial e incluso volvieron a formar parte de sus organizaciones subversivas. Chávez demostró una firme creencia en la redención y el perdón. Su cristianismo forma parte de la «opción por los pobres», de la amplitud y profundidad de su compromiso con la erradicación de la pobreza y de su solidaridad con los pobres frente a los ricos.

La aversión profunda de Chávez y su oposición eficaz al imperialismo norteamericano y europeo y al colonialismo brutal israelí estaban hondamente arraigadas en su interpretación de los escritos y la historia de Simón Bolívar, el fundador de la patria venezolana. Las ideas bolivarianas sobre liberación nacional fueron muy anteriores a cualquier contacto con escritos de Marx, Lenin o de otros autores antiimperialistas más contemporáneos. Su fuerte e inquebrantable defensa de la integración regional y del internacionalismo estaban muy influidas por los «Estados Unidos Latinoamericanos» propuestos por Simón Bolívar y por su actividad internacionalista en apoyo de los movimientos anticoloniales.

Chávez incorporó sus ideas marxistas a una previa visión mundial basada en su antigua filosofía internacionalista de corte cristiano y bolivariano. La opción por los pobres se profundizó con su reconocimiento de la importancia de la lucha de clases y de la reconstrucción de la nación bolivariana mediante la socialización de «las cumbres de mando de la economía». El concepto socialista de fábricas autogestionadas y de poder popular mediante consejos comunitarios adquirió legitimidad moral gracias a la fe cristiana en un orden moral igualitario de Chávez.

Mientras el Presidente respetaba y escuchaba con atención las opiniones de los académicos izquierdistas que le visitaban y a menudo alababa sus escritos, muchos de éstos no llegaron a darse cuenta, o, peor aun, ignoraron deliberadamente la propia síntesis original de historia , religión y marxismo de Chávez. Desgraciadamente, como suele pasar, algunos académicos de izquierdas creían ser, desde su postura autoindulgente, «profesores» y asesores de Chávez sobre cualquier materia de «teoría marxista». Hablamos de ese colonialismo cultural de izquierdas que criticó despectivamente a Chávez por no haber seguido sus prescripciones listas para el consumo, publicadas en las revistas políticas de Londres, Nueva York y París.

Afortunadamente, Chávez aprovechó lo que le resultaba útil de los académicos extranjeros y de los estrategas políticos financiados por ONG mientras desechaba aquellas ideas que no tenían en cuenta las especificidades histórico-culturales, de clase y de Estado rentista de Venezuela.

El método de pensamiento que Chávez ha legado a los intelectuales y activistas del mundo es global y específico, histórico y teórico, material y ético, y abarca análisis de clase, democracia y trascendencia espiritual en resonancia con la gran masa de la humanidad, en un lenguaje que cualquier persona puede entender. La filosofía y la práctica de Chávez (más que cualquier discurso elaborado por expertos exaltados en un foro social) han demostrado que el arte de formular ideas complejas en un lenguaje sencillo puede mover a millones de personas «a hacer historia, y no solo a estudiarla…»

Búsqueda de alternativas prácticas al neoliberalismo y al imperialismo

Quizás la mayor contribución de Chávez sea el haber demostrado, mediante iniciativas políticas y medidas prácticas, que muchos de los mayores desafíos políticos y económicos contemporáneos pueden resolverse satisfactoriamente.

La reforma radical de un Estado rentista

Nada reviste más dificultades que cambiar la estructura social, las instituciones y las actitudes de un Estado petrolero rentista, con políticas clientelistas bien enraizadas, corrupción endémica del aparato de los partidos y del Estado y una psicología de masas basada en el consumismo. Sin embargo, Chávez tuvo éxito donde otros regímenes petroleros fracasaron. La administración Chávez comenzó realizando cambios constitucionales e institucionales para crear un nuevo marco político. Luego puso en marcha programas sociales, que profundizaron los compromisos políticos de una mayoría activa, que, a su vez, defendió valientemente al régimen frente a un golpe de Estado violento promovido por la élite empresarial y el ejército y respaldado por Estados Unidos. Las movilizaciones de masas y el apoyo popular radicalizaron, a su vez, al gobierno de Chávez y prepararon el camino para una mayor socialización de la economía y la puesta en marcha de una reforma agraria radical. La industria del petróleo fue socializada y se aumentaron los impuestos y las tasas para conseguir financiar el enorme aumento del gasto social en beneficio de la mayoría de los venezolanos.

Chávez preparaba prácticamente a diario charlas educativas fácilmente comprensibles sobre temas sociales, éticos y políticos relacionados con los programas redistributivos de su régimen, haciendo hincapié en la solidaridad social frente al consumismo individualista. Las organizaciones y los movimientos comunitarios y sindicales se multiplicaron, creando una nueva conciencia social dispuesta y deseosa de provocar el cambio social y enfrentarse a los ricos y poderosos. Las victorias de Chávez sobre el golpe de Estado apoyado por EE.UU. y sobre los paros patronales, así como su afirmación de la tradición bolivariana y de la identidad soberana de Venezuela crearon una conciencia nacionalista poderosa que socavó la mentalidad rentista y reforzó la búsqueda de una «economía equilibrada» diversificada. Esta nueva voluntad política y conciencia productiva nacional supuso un gran salto adelante, aunque todavía persistan los principales rasgos de una economía rentista dependiente del petróleo. La transición extremadamente difícil de Venezuela ha comenzado, y se trata de un proceso en desarrollo. Los teóricos izquierdistas extranjeros que critican la «corrupción» y la «burocracia» de Venezuela han ignorado por completo las enormes dificultades que supone pasar de un Estado rentista a una economía socializada y el tremendo progreso alcanzado por Chávez.

Crisis económica sin austeridad capitalista

En todo el mundo capitalista arruinado por la crisis, los partidos gobernantes, laboristas o socialdemócratas, liberales o conservadores, han impuesto «programas de austeridad» regresivos que implican reducciones brutales de beneficios sociales y de gastos en educación y sanidad y despidos masivos de trabajadores, mientras utilizan nuestros subsidios para rescatar bancos y empresas capitalistas en quiebra. Coreando el lema thatcheriano, «no hay otra alternativa», los economistas capitalistas justifican la imposición de la carga que supone «la recuperación capitalista» sobre la clase trabajadora mientras permiten al capital que recupere sus beneficios para poder invertir.

La política de Chávez fue exactamente la contraria: en mitad de la crisis, mantuvo los programas sociales, rechazó los despidos masivos y aumentó el gasto social. La economía venezolana capeó la crisis mundial y se recuperó con un saludable índice de crecimiento del 5,8% en 2012. Es decir, Chávez demostró que el empobrecimiento masivo era producto de la propia «fórmula» capitalista para la recuperación y señaló otra alternativa para superar la crisis económica: aumento de la tributación de los ricos, fomento de la inversión pública y mantenimiento del gasto social.

Transformación social en una «economía globalizada»

Muchos analistas, de izquierdas, derechas y centro, han defendido que el advenimiento de una «economía globalizada» descartaba las transformaciones sociales radicales. No obstante, Venezuela, que está profundamente globalizada e integrada en el mercado mundial a través del comercio y las inversiones, ha realizado grandes avances en reformas sociales. Lo realmente relevante en una economía global es la naturaleza del régimen político-económico y de sus programas, que dictamina cómo se distribuyen los beneficios y los costes del comercio y la inversión internacional. En resumen, lo que resulta decisivo es el carácter de clase del régimen que gestiona su lugar en la economía mundial. Chávez, desde luego, no «des-conectó» a Venezuela de la economía mundial, sino que la «re-conectó» de una nueva manera. Dirigió el comercio y la inversión venezolanos hacia América Latina, Asia y Oriente Próximo, especialmente a países que no intervienen o imponen condiciones reaccionarias sobre las transacciones económicas.

Antiimperialismo en tiempos de ofensiva imperialista

En una época protagonizada por una intensa ofensiva imperialista por parte de Estados Unidos y la Unión Europea, que conlleva invasiones militares «preventivas», intervenciones con mercenarios, torturas, asesinatos y ataques con drones en Iraq, Mali, Siria, Yemen, Libia y Afganistán y brutales sanciones económicas contra Irán; expulsiones colonialistas israelíes de miles de palestinos con el apoyo de EE.UU.; golpes de Estado con respaldo norteamericano en Honduras y Paraguay y revoluciones abortadas mediante títeres en Egipto y Túnez, el presidente Chávez, en solitario, se ha mantenido como el principal defensor de la política antiimperialista. Su profundo compromiso antiimperialista marca un agudo contraste con la capitulación de ciertos intelectuales «marxistas» al modo occidental que han sostenido justificaciones rudimentarias para explicar su apoyo a los bombardeos de la OTAN sobre Yugoslavia y Libia, la invasión francesa de Mali y la financiación saudí-francesa («monarco-socialista») de los mercenarios islamistas y el equipamiento militar contra Siria. Los mismos «intelectuales» de Londres, París y Nueva York que trataban condescendientemente a Chávez de «populista» o «nacionalista», recriminándole por no haber escuchado su consejos o leído sus libros, han capitulado burdamente bajo la presión del Estado y los medios de comunicación capitalistas prestando su apoyo a «intervenciones humanitarias» (es decir bombardeos de la OTAN)… y justificado su oportunismo en un lenguaje de oscuras sectas izquierdistas. Chávez se enfrentó a las presiones y amenazas de la OTAN y a la subversión desestabilizadora de sus adversarios internos y articuló valerosamente los principios más profundos y significativos del marxismo de los siglos XX y XXI: el derecho inalienable a la autodeterminación de las naciones oprimidas y la oposición incondicional a las guerras imperialistas Mientras Chávez hablaba y actuaba en defensa de los principios antiimperialistas, muchos europeos y norteamericanos de izquierdas consentían las guerras imperiales: no había protestas masivas, los movimientos contra la guerra habían sido asimilados o estaban moribundos, el partido «socialista» de los trabajadores británicos defendía los bombardeos masivos de Libia, los «socialistas» franceses invadían Malí -con el apoyo del partido «anticapitalista». Mientras tanto, el «populista» Chávez desarrollaba una comprensión de los principios y la práctica marxistas mucho más profunda, en cualquier caso, que la de sus autodesignados «tutores» marxistas extranjeros.

No ha habido ningún otro dirigente político ni intelectual de izquierdas que haya desarrollado, profundizado y ampliado los principios fundamentales de la política antiimperialista en la era de la guerra imperialista global con mayor agudeza que Hugo Chávez.

Transición de un Estado neoliberal fracasado a un Estado del bienestar dinámico

La reorganización programática y global de Venezuela y su transformación de un régimen neoliberal desastroso y fallido a un Estado del bienestar dinámico supone un hito en la economía política de los siglos XX y XXI. La reconversión exitosa de las políticas e instituciones neoliberales, así como la nueva nacionalización de las «cumbres de mando de la economía» demolieron el dogma neoliberal reinante derivado de la era Thatcher-Reagan y resumido en el lema «No hay alternativa» a las brutales políticas neoliberales.

Chávez rechazaba las privatizaciones; de hecho, volvió a nacionalizar las industrias clave relacionadas con el petróleo, socializó cientos de empresas capitalistas y desarrolló una extenso programa de reforma agraria incluyendo distribución de tierras a 300.000 familias. Fomentó las organizaciones sindicales y el control obrero de las fábricas, en oposición incluso a administradores públicos y a su propio gabinete de ministros. En Latinoamérica, Chávez mostró el camino para definir con mayor precisión y con cambios sociales más generales la era post-neoliberal. Chávez visualizó la transición del neoliberalismo a un nuevo Estado del bienestar socializado como un proceso internacional y proporcionó fondos y apoyo político a las nuevas organizaciones regionales como el ALBA, PetroCaribe, y UNASUR. Rechazaba la idea de construir el Estado del bienestar en un solo país por lo que formuló una teoría de las transiciones post-neoliberales basada en la solidaridad internacional. Las ideas y las políticas originales de Chávez en relación con la transición para superar el neoliberalismo pasaron desapercibidas para los marxistas de sillón y los expertos viajeros de las ONG del Foro Social cuyas intrascendentes «alternativas globales» sirvieron fundamentalmente para conseguir fondos de fundaciones occidentales.

Chávez demostró mediante la teoría y la práctica la posibilidad de superar el neoliberalismo, lo que supone un descubrimiento político fundamental para el siglo XXI.

Más allá del liberalismo social: definición radical del post-neoliberalismo

Los regímenes neoliberales promovidos por EE.UU. y la UE se han desmoronado bajo el peso de la mayor crisis económica desde la Gran Depresión. El desempleo masivo provocó revueltas populares, nuevas elecciones y la emergencia de regímenes de centroizquierda en la mayor parte de Latinoamérica, que rechazaban o al menos decían repudiar el «neoliberalismo». La mayor parte de estos gobiernos dictaron leyes y decretos para financiar programas contra la pobreza, poner en marcha controles financieros y realizar inversiones productivas, a la vez que aumentaban el salario mínimo y estimulaban el empleo. No obstante, fueron pocas las empresas lucrativas que se nacionalizaron. En su agenda no estaba incluido tratar las desigualdades y la concentración de riqueza. Formularon su estrategia consistente en trabajar con los inversores de Wall Street, los exportadores locales agro-mineros y los sindicatos fagocitados.

Chávez planteó una alternativa completamente diferente a esta forma de «post-neoliberalismo»: nacionalizó las industrias de materias primas, dejó fuera a los especuladores de Wall Street y limitó el papel de las élites vinculadas con la agroindustria y la minería. Proyectó un Estado del bienestar socializado como alternativa a la ortodoxia social-liberal imperante de los gobiernos de centro izquierda, aunque trabajara con estos gobiernos en la integración latinoamericana y la oposición a los golpes de Estado promovidos por EE.UU.

Chávez fue el líder que definió una alternativa más socializada para la liberación social y la conciencia que aguijoneaba a sus aliados para avanzar más allá.

Socialismo y democracia

Chávez inauguró un nuevo y extraordinariamente original y complejo camino al socialismo basado en elecciones libres, reeducación del estamento militar para defender los principios democráticos y constitucionales y desarrollo de los medios de comunicación de masas y comunitarios. Acabó con el monopolio capitalista de los medios de comunicación y reforzó la sociedad civil como forma de contrarrestar el intento de paramilitares y quintacolumnistas apoyados por Estados Unidos de desestabilizar el Estado democrático.

Ningún otro presidente demócrata-socialista ha resistido con éxito las campañas de desestabilización promovidas por el imperio (ni Jagan en Guayana, ni Manley en Jamaica, ni Allende en Chile). Desde el principio, Chávez comprendió la importancia de crear un marco legal y político sólido para facilitar su liderato ejecutivo, promover las organizaciones populares de la sociedad civil y terminar con la influencia norteamericana en el aparato del Estado (policía y ejército). Puso en marcha programas radicales de gran impacto social que le aseguraron la lealtad y fidelidad de las mayorías populares y debilitaron los tentáculos económicos del poder político ejercido por la clase capitalista desde antiguo. Como resultado, los dirigentes políticos, los soldados y oficiales leales a la constitución y las masas populares aplastaron un sangriento golpe derechista, un paro petrolero asfixiante y un referéndum financiado por Estados Unidos y se lanzaron reformas socio-económicas aún mayores en un proceso continuado y creciente de socialización.

La originalidad de Chávez, en parte fruto de un proceso de ensayo y error, radicaba en su «método experimental»: Su profunda comprensión de las actitudes y comportamientos populares estaba fuertemente enraizada en la historia de injusticias raciales y de clase y de la rebeldía popular de Venezuela. Chávez viajó, conversó y escuchó a las clases populares de Venezuela hablar de las cosas cotidianas. Su «método» era trasladar el conocimiento basado en lo pequeño a grandes programas de cambios. En la práctica, era la antitesis del esos intelectuales extranjeros y locales sabelotodo que se dirigen a la gente literalmente desde arriba y que se consideran a sí mismos los «maestros del mundo»… al menos en el micromundo académico de izquierdas, conferencias socialistas endogámicas y monólogos ególatras. La muerte de Hugo Chávez ha sido llorada por millones de personas en Venezuela y por cientos de millones en todo el mundo porque su transición al socialismo era su mismo camino; porque escuchó sus demandas y actuó en consecuencia con eficacia.

La socialdemocracia y la seguridad nacional

Chávez fue un presidente socialista durante más de 13 años que hizo frente a una oposición violenta y prolongada a gran escala y a sabotajes financieros de Washington, la élite económica local y los magnates de los medios de comunicación. Fue el artesano de la conciencia política que dio motivación a millones de trabajadores y aseguró la lealtad constitucional del ejército para vencer el golpe militar-empresarial apoyado por Estados Unidos en 2002. Chávez adaptaba los cambios sociales de acuerdo a una evaluación realista de lo que podía encajar dentro del orden político-legal. Y, sobre todo, Chávez se aseguró la lealtad de los militares poniendo fin a los «asesores» norteamericanos y al adoctrinamiento imperial en el extranjero, promoviendo en su lugar cursos intensivos sobre la historia venezolana, la responsabilidad cívica y el vínculo fundamental que debe unir a las clases populares y a los militares en una misión nacional común.

Las políticas de seguridad nacional de Chávez se basaban en principios democráticos y en el claro reconocimiento de las graves amenazas que se cernían sobre la soberanía del país. Consiguió salvaguardar la seguridad nacional y los derechos democráticos y libertades políticas de sus ciudadanos al mismo tiempo, una proeza que ha ganado para Venezuela la admiración y la envidia de abogados constitucionalistas y ciudadanos de Estados Unidos y la UE.

Por el contrario, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama se ha arrogado el poder de asesinar sobre la base de informaciones secretas y sin juicio previo, dentro o fuera de EE.UU. Su administración ha asesinado a ciudadanos norteamericanos «seleccionados» y a sus hijos, ha encarcelado a otros sin juicio y mantiene «archivos» secretos de 40 millones de estadounidenses. Chávez nunca se atribuyó esos poderes, ni asesinó o torturó a un solo venezolano. La docena de prisioneros convictos de actos violentos de subversión juzgados públicamente en los tribunales de Venezuela, ofrece un agudo contraste con las decenas de miles de inmigrantes musulmanes y latinoamericanos encarcelados y secretamente inculpados en Estados Unidos. Chávez se opuso al terror de Estado, mientras que Obama cuenta con equipos especiales para realizar asesinatos sobre el terreno en más de 70 países. Obama respalda el allanamiento policial arbitrario de hogares y lugares de trabajo «sospechosos», según «pruebas secretas», mientras que Chávez llegó a tolerar las actividades de conocidos partidos de la oposición financiados por la CIA. Es decir, Obama utiliza la «seguridad nacional» para destruir las libertades democráticas mientras que Chávez hizo respetar las libertades democráticas e impuso límites constitucionales al aparato de seguridad nacional.

Chávez procuró una resolución diplomática y pacífica de los conflictos con vecinos hostiles, como Colombia, que alberga siete bases militares norteamericanas, potenciales trampolines para una intervención norteamericana. Por otra parte, Obama está implicado en guerras abiertas con al menos siete países y ha realizado acciones hostiles encubiertas contra otros muchos más.

Conclusión

El legado de Chávez posee múltiples facetas. Sus contribuciones son originales, teóricas y prácticas y de relevancia universal. Demostró en la práctica cómo un pequeño país puede defenderse contra el imperialismo, mantener los principios democráticos y a la vez poner en marcha programas sociales avanzados. Su búsqueda de la integración regional y su promoción de los valores éticos en el gobierno de la nación son ejemplos relevantes en un mundo capitalista anegado de políticos corruptos que rebajan el nivel de vida de sus pueblos mientras enriquecen a los plutócratas.

El rechazo de Chávez a la doctrina Bush-Obama (que justifica el «terrorismo de Estado para combatir al terror»), su afirmación de que las raíces de la violencia son la injusticia social, el saqueo económico y la opresión política y su creencia en que el camino hacia la paz pasa por la resolución de estos temas fundamentales suponen una guía ética-política para la supervivencia de la humanidad.

Enfrentado a un mundo violento de contrarrevolución imperial y decidido a estar del lado de los oprimidos del mundo, Hugo Chávez entra a formar parte de la historia mundial como un dirigente político completo, con la estatura del líder más humano y multifacético de nuestra época: Una figura del renacimiento para el siglo XXI.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.