En setiembre del 2015, Mons. Roque Paloschi asumió la presidencia del Consejo Indigenista Misionero (CIMI), institución católica vinculada a la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil (CNBB) que fue creada en 1972 para garantizar la existencia, cultura y tradiciones de los pueblos indígenas y, al mismo tiempo, ayudar a la sociedad y las organizaciones no […]
En setiembre del 2015, Mons. Roque Paloschi asumió la presidencia del Consejo Indigenista Misionero (CIMI), institución católica vinculada a la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil (CNBB) que fue creada en 1972 para garantizar la existencia, cultura y tradiciones de los pueblos indígenas y, al mismo tiempo, ayudar a la sociedad y las organizaciones no indígenas a conocer a estos pueblos y respetarlos.
Tras 10 años como obispo de Boa Vista, capital del norteño estado de Roraima, Paloschi fue nombrado en diciembre pasado arzobispo de Porto Velho, capital de Rondônia, en el noroeste del país. A finales de julio, el CIMI obtuvo el estatus consultivo especial para la temática indígena en el Consejo Económico y Social (ECOSOC) de las Naciones Unidas. Según el CIMI, entre enero y julio de este año han ocurrido 33 asesinatos de indígenas, en su mayoría en el estado de Mato Grosso do Sul donde los indígenas guaraní kaiowá reclaman sus territorios ancestrales.
Paolo Moiola, colaborador de Noticias Aliadas, conversó con Mons. Paloschi sobre la situación de los pueblos indígenas en Brasil.
En el último año, usted ha pasado de la diócesis de Boa Vista a la de Porto Velho. También lo han nombrado presidente del Consejo Indigenista Misionero (CIMI) ¿Cuál de las dos funciones cree que será más difícil?
Son dos retos nuevos que exigen mucho empeño. Sin embargo, no hay duda de que la cuestión indígena es hoy en día una temática crucial en Brasil. El CIMI se creó en los años 70 para acompañar a los pueblos indígenas. Hace un año yo asumí la presidencia tras ocho años de la gestión de Mons. Erwin Kräutler. Hoy en día, el organismo está viviendo un momento de grandes desafíos por causa de las difíciles condiciones de los indígenas. En Mato Grosso do Sul se ha creado incluso una comisión parlamentaria de investigación para indagar sobre sus actividades.
El CIMI hizo público recientemente, como lo hace todos los años, su informe sobre la violencia contra los pueblos indígenas en Brasil. ¿Qué revela?
En el curso del año 2015 los pueblos indígenas han sido víctima de numerosos casos de violencia. Este reporte es un trabajo reconocido a nivel internacional. Con eso, nosotros denunciamos la violencia de las empresas mineras, agroindustriales y madereras, pero también la del gobierno con su represión policial en los enfrentamientos contra las poblaciones indígenas.
¿Cuáles cree usted que son los principales problemas que enfrentan los pueblos indígenas en Brasil?
El primer gran problema es la indiferencia de la sociedad brasileña. Una indiferencia histórica, que parte de los colonizadores que vieron en los pueblos indígenas una cultura atrasada. Como si no fuesen personas con dignidad. El segundo problema es la agresión a los derechos que, a un altísimo costo, fueron introducidos en la Constitución de 1988. Hoy en día existe un intento de de-construir estos derechos a través de numerosas propuestas de enmiendas constitucionales. Luego está la invasión por parte de las compañías mineras, las empresas madereras y las grandes obras del gobierno, de las tierras indígenas demarcadas. Podemos recordar aquí las hidroeléctricas de Belo Monte, Balbina, Jirau y muchas otras. Finalmente, está el gran problema de la salud indígena, que es un caos generalizado: la perspectiva de que esto se revierta es muy difícil.
La destituida presidenta Dilma Rousseff (2011-2016) no hizo mucho por la cuestión indígena durante su gestión. Basta con pensar en la ministra de Agricultura Kátia Abreu, notoria defensora del latifundio y anti-indígena.
Para los pueblos indígenas, el gobierno de Michel Temer [que juramentó a la presidencia tras la destitución de la presidenta Rousseff por el Senado el 31 de agosto] constituirá una prueba bastante más difícil que el gobierno de Rousseff. El objetivo de este gobierno es eliminar los derechos de los pueblos indígenas, es facilitar el acceso a las tierras indígenas, es eliminar todas las políticas de promoción indígena, de la educación diferenciada a la universidad. Nosotros no nos hacemos ilusiones con el gobierno de Temer, como no nos las hacemos con el Congreso nacional, siempre más hostil hacia la causa indígena que a la afro. Es un Congreso extremadamente conservador al que solamente le interesan los capitales internacionales.
¿Considera, entonces, que el Congreso brasileño está dominado por partidos hostiles a los pueblos indígenas?
Así es. En el Congreso nacional tenemos tres bancadas anti-indígenas: la bancada de la Biblia, la de la bala y la del buey [conocidas como bancadas BBB, en referencia a los sectores religiosos ultraconservadores, militaristas y latifundistas]. El Poder Judicial también tiene una actitud completamente hostil. En resumidas cuentas, todos los poderes del Estado muestran una gran intolerancia hacia los pueblos indígenas.
Una de las objeciones que se hace a las políticas indigenistas puede resumirse en una frase: demasiada tierra para pocos indígenas.
Es una objeción infundada. Primero porque toda la tierra de Brasil era de ellos. Allí vivieron por mucho tiempo. Segundo, los indígenas tienen el usufructo de la tierra, pero no la propiedad. Tercero, es generalmente reconocido, incluso por el gobierno brasileño, que las tierras indígenas son las que están mejor conservadas. No muestran la destrucción de la naturaleza como los otros. Los ríos en tierras indígenas, aquellas que no están invadidas por mineros, son de agua cristalina. Por último, no es que la tierra pertenezca a los indígenas, sino que son los indígenas los que pertenecen a la tierra. Pertenecer a la tierra, en lugar de ser propietario, es lo que define a un indígena. Esta es una diferencia que, a primera vista, parece incomprensible para los no indígenas.
Otra objeción se centra en la necesidad del desarrollo económico, sobre todo ahora que el país ha pasado del milagro económico a la crisis.
El país debe encontrar un equilibrio. ¿Todos esos proyectos son de utilidad? Debemos escoger qué desarrollo queremos. ¿Un desarrollo donde pocos tengan mucho y muchos no tengan nada? O por el contrario, ¿un desarrollo equilibrado en el que haya una relación correcta con el medio ambiente y la Creación? Esta Casa Común -como la llama el Papa Francisco- está muy mal administrada. Los pueblos indígenas son aquellos que pueden enseñarnos cómo curarla y mantenerla. Con este ritmo de desarrollo, los recursos no alcanzarán para todos. Es necesario un camino hacia la austeridad, una vida más sobria en lugar de la actual que promueve el consumo por el consumo.
Más de un 60% de la Amazonia pertenece a Brasil. Es un hecho que esta está siendo afectada por la extracción de sus recursos de manera legal e ilegal.
Siempre se ha visto a la Amazonia como el lugar de la abundancia. Primero por Portugal, luego por Brasil, pero no por los pueblos indígenas. Sus recursos han estado al servicio del capital, nacional e internacional. Los proyectos vienen desde arriba y no respetan los modos de vida de los que siempre han vivido en la Amazonia. En otras palabras, están para servir a los grandes intereses y ciertamente no a los pueblos amazónicos.
La misión institucional de la gubernamental Fundación Nacional del Indio (FUNAI) es la de proteger y promover los derechos de los pueblos indígenas del país. ¿Es una tarea que se realiza de modo adecuado?
Históricamente, Brasil no ha trabajado en la promoción indígena. La FUNAI fue fundada [en 1967] por los militares [que gobernaron entre 1964 y 1985] y guiada por mucho tiempo según la filosofía de la seguridad nacional. Hoy en día es un órgano totalmente desorganizado y limitado por las mismas leyes brasileñas.
Desde hace 500 años los pueblos indígenas han denunciado el saqueo y la violencia contra la Madre Tierra, impuestos por la sociedad occidental con su modelo económico y de desarrollo altamente destructivo. Los pueblos indígenas pueden enseñarnos una relación armoniosa con el medio ambiente y la naturaleza. Pueden enseñarnos a vivir sin ser esclavos del dinero y de la acumulación. La decisión está en nuestras manos: o acogemos el grito de los pueblos indígenas o destruimos nuestra Casa Común en nombre del lucro y del bienestar de pocos.
Fuente: http://www.noticiasaliadas.org/articles.asp?art=7350