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Entrevista a Alvaro B. Márquez-Fernández, Doctor en Filosofía y profesor de la Universidad de Zulia (Venezuela)

El proceso bolivariano de Chávez representa el socialismo del siglo XXI

Fuentes: Gara

Desde su particular visión de los procesos emancipatorios de América Latina, cree que el cambio liderado por Hugo Chávez en Venezuela ha pasado ya sus peores etapas, pese a que todavía se enfrenta a algunos problemas, entre ellos, el derivado de la propia figura del presidente, insustituible por el momento y sin recambio posible a […]

Desde su particular visión de los procesos emancipatorios de América Latina, cree que el cambio liderado por Hugo Chávez en Venezuela ha pasado ya sus peores etapas, pese a que todavía se enfrenta a algunos problemas, entre ellos, el derivado de la propia figura del presidente, insustituible por el momento y sin recambio posible a medio plazo.

Tiene un currículum tan extenso que resulta muy difícil situarle en exclusiva en algún campo concreto del conocimiento. Doctor en Filosofía y profesor en la Universidad de Zulia (Venezuela), sus investigaciones incursionan en terrenos como el Estructuralismo, la Epistemología, el Marxismo, la Historia de las Ideas en América Latina, etc. Una reciente visita a Euskal Herria ha sido la excusa para hablarnos del «proceso bolivariano».

­¿Cómo calificaría la figura de Hugo Chávez?

Chávez representa una visión caudillista que traza la injerencia entre militarismo y política. Lo que ocurre es que se trata de un militarismo que entiende la política en sentido de derechos solidarios, de ciudadanía pública y de participación institucional. Chávez supera la visión clásica del caudillismo y se convierte en un líder que es capaz de homogeneizar socialmente la masa heterogénea en la que Venezuela se había convertido en los últimos veinticinco años. Es un político, un estadista que se dedica a una visión de síntesis, y eso hace que Chavez se haya convertido, más que en un líder populista, en un líder que recoge el sentir popular de toda una nación.

­Sin Chávez, ¿el proceso bolivariano estaría tocado del ala?

En estos momentos sí, porque la desaparición mediática, sicológica o física de Chávez implicaría una ruptura y un desequilibrio en la relación de fuerzas institucionales, ciudadanas y de masas que podrían modificar el rumbo del proceso político venezolano. O sea, que tendríamos otra puesta en escena con otro director de orquesta.

­¿Qué se puede hacer para que no siga siendo tan imprescindible?

La cuestión de ser prescindible o no de una figura política está en su capacidad para generar un relevo, una generación, un grupo o un partido político de relevo. Pero lo que caracteriza a este proceso bolivariano es que la figura de relevo es la del pueblo que dirige el poder. Entonces cualquiera que esté formado en esa ecuación política del pueblo estaría en capacidad de ascender a la dirección política del Estado.

­¿Es éste uno de los puntos más débiles del proceso?

En este momento, la forma en que Chávez maneja el poder y el gobierno popular implica que es una persona que tiene la tarea de cumplir el rol de quien hace otro estilo de la Presidencia. Desde ese punto de vista la insustitubilidad de Chávez es indispensable para refigurar y resituar el nuevo imaginario político venezolano. En cualquier caso, pienso que él mismo irá reconociendo la valorización y la permanencia de su inserción en la actividad política y dará paso a otras posibilidades, aparte de las que puedan derivarse del propio chavismo y de las que puedan originarse contra el chavismo.

­Golpes de Estado, sabotajes, etc. ¿Ha pasado ya lo peor?

Pienso que nos falta ya muy poco por ver. O sea, lo que estamos presenciando es cómo se ha ido diluyendo en el tiempo una reacción contestataria a una forma de ejercer el poder en el sentido no representativo sino coparticipativo, en donde el estado de subida de las aguas ha ido disminuyendo su cauce. Ahora hay mejores acuerdos, mejores alianzas con sectores que se oponían al Gobierno, porque entre ambos están reconociendo sus necesidades mutuas, viendo otras formas de participar. Y en estos últimos años la oposición ha ido haciéndose más consciente de la necesidad de que la identidad con el Estado sea, más que de clase o de propiedad privada, de institucionalidad ciudadana.

­¿Qué no debería copiar Venezuela de Cuba?

La idea del centralismo del partido. Sería una copia inadecuada que la V República no debe asumir porque en Venezuela no existen partidos políticos por el momento, lo que existe son estructuras de movilidad social que se dirigen de forma partidista, pero no existe la línea de un partido de arriba hacia abajo. Pienso que la idea clásica leninista del partido es una figura que la propia historia ha desarticulado desde el punto de vista de la participación de derechos que tienen las personas para hacer práxis política.

­Y Cuba, ¿qué podría tener como referencia de Venezuela?

Creo que Cuba está viendo que en Venezuela hay, como dice Chávez, «un socialismo del siglo XXI» que está en construcción y que apuesta por la autonomía, por la heterogeneidad, por la ciudadanía recíproca y por el derecho público que todos tenemos que tener frente a las formas que estamos entendiendo el uso del poder del Estado. Yo pienso que el pueblo cubano está cada vez más en el camino de un concepto de democratizar la forma en la que el socialismo se desarrolla. Y no se puede desarrollar únicamente por vía del Estado sino por vía de quienes formamos parte del Estado dentro de nuestras propias diversidades.

­¿Quiere decir con esto que Chávez representa al socialismo del siglo XXI?

Sí, aunque éste es un término que se está trabajando ahora, es decir, cuáles son las características de forma y contenido de un socialismo del siglo XXI que tiene que desarrollar ciudadanías políticas y derechos humanos sin coacciones de quienes manejan el poder o de quienes manejan la economía. Entonces, lo que dice Chávez es que hay que bajar la soberanía al pueblo como una condición moral de quienes están en capacidad de dirigir políticamente el Estado. Esa es una visión que desmantela el Estado moderno por un Estado de carácter básicamente ciudadano y social.