El Presidente Obama presentó hace unos días su programa de creación de empleo al Congreso de EEUU, proponiendo un gasto de las arcas públicas de 450.000 millones de dólares (unos 337.000 millones de euros). Con ello subrayaba la necesidad de cambiar la atención política y mediática del país, y en lugar de centrarse en la […]
El Presidente Obama presentó hace unos días su programa de creación de empleo al Congreso de EEUU, proponiendo un gasto de las arcas públicas de 450.000 millones de dólares (unos 337.000 millones de euros). Con ello subrayaba la necesidad de cambiar la atención política y mediática del país, y en lugar de centrarse en la reducción del déficit y de la deuda pública como tema principal de discusión pública (como ha sido hasta ahora), quiso que el tema principal pasara a ser el desempleo, el mayor problema pendiente en el país. El objetivo de estos 450.000 millones de dólares es crear empleo.
Este cambio de énfasis era y es muy necesario, no sólo en EEUU, sino también en la Unión Europea, incluyendo España. El desempleo no es sólo un enorme problema humano y social, sino también económico. La economía estadounidense (y la española) no se recuperará hasta que se haya llenado el vacío económico creado por el colapso de la burbuja inmobiliaria. Este vacío conllevó un enorme crecimiento del desempleo, que causó un gran descenso de la demanda doméstica. De ahí la urgencia de estimular esta demanda, y la mejor manera de hacerlo es creando ocupación a través del incremento del gasto público y su inversión en actividades que creen puestos de trabajo. De ahí la necesidad de gastar mucho dinero público, con el objetivo de crear empleo. Los sindicatos, los movimientos sociales y las bases del Partido Demócrata han aplaudido este intento de cambiar el centro del debate, haciendo de la creación de empleo el tema central de las políticas federales. Con ello, el Presidente Obama ha intentado también movilizar a las bases de su partido, bastante decepcionadas con su administración por su excesiva moderación y su excesiva dependencia y proximidad al capital financiero (es decir, Wall Street).
En realidad, parte de la esperanza que la elección del Presidente Obama había creado partía de su orientación keynesiana. En su discurso inaugural había enfatizado que «el estado actual de la economía exige una intervención pública clara y ambiciosa no sólo para crear empleo sino también para establecer las bases de un nuevo tipo de crecimiento, basado en inversiones físicas y en inversiones sociales… que nos mantendrán unidos como país«. Y una de las medidas más urgentes que propuso fue el programa de estímulo económico, con el compromiso de gastar 814.000 millones de dólares (unos 610.000 millones de euros) en las mayores inversiones en infraestructuras y sociales que el país había visto desde la II Guerra Mundial. Ahora bien, por muy grande que parezca esta cantidad, el hecho es que era insuficiente, pues el agujero creado en el PIB por el estallido de la burbuja inmobiliaria era tres veces mayor. Es más, un defecto de tal estímulo fue que dos terceras partes de esta cantidad se utilizaron, no en la producción de empleo directamente por parte del Estado, sino en la rebaja de impuestos que indirectamente debían estimular la economía, lo cual se suponía que crearía empleo, medida en parte impuesta por los conservadores y neoliberales que dominaban el Partido Republicano y los demócratas del sur de EEUU, que representan el ala conservadora del Partido Demócrata. Las izquierdas protestaron que el Presidente Obama cediera tanto, en este punto clave, a las presiones de las derechas, incluidas en su propio partido. El Presidente Obama, dirigente máximo del Partido Demócrata no disciplinó a los demócratas rebeldes sureños cuando el Partido Demócrata controlaba el Senado y la Cámara Baja. El Presidente Obama se ha caracterizado por una actitud favorable al establecimiento de consensos, lo cual ha dado poder de veto a las fuerzas conservadoras, dándoles más poder del que actualmente tienen. La crítica que las izquierdas han hecho del Presidente Obama no es su pactismo, necesario en cualquier sistema parlamentario, sino su deseo de alcanzar consenso con todas las sensibilidades políticas, lo cual ha dado gran poder a sus adversarios. Esta situación ha desdibujado gran número de propuestas, como la del estímulo económico.
Puntos flacos de la propuesta
Una situación semejante ocurre ahora. Por muy elevada que parezca esta cantidad de 450.000 millones de dólares (unos 337.000 millones de euros), es muy insuficiente para resolver el enorme problema del paro. El agujero que tiene que llenarse es más del triple de esta cantidad. Esta cantidad será claramente insuficiente. Los premios Nobel de Economía, Paul Krugman y Joseph Stiglitz, han subrayado este hecho. En realidad, los sindicatos (AFL-CIO) han calculado que se necesitan unos 2.500.000 millones de dólares (unos 1.870.000 millones de euros) para reparar la estructura física y social del país, y otros 2.000.000 millones (unos 1.500.000 millones de euros) para desarrollar la nueva estructura energética que requiere el país, creándose con estas inversiones 25 millones de nuevos puestos de trabajo, que es el número de puestos de trabajo que se necesitan para proveer empleo a todos los estadounidenses que lo desean. El Plan Obama creará sólo dos millones.
Pero el otro problema es que de los 450.000 millones de dólares, 300.000 millones son recortes de impuestos, que tendrán poco impacto en crear empleo. Es cierto que al tener los ciudadanos más dinero en sus bolsillos, gastan más. Pero las reducciones de impuestos benefician, sobre todo, a las rentas superiores, que consumen menos (y por lo tanto, tienen menor nivel de demanda) que las clases populares. De ahí que su impacto en estimular la demanda y en crear empleo sea relativamente menor. En un estudio presentado el 24 de julio del 2008 al Congreso de Estados Unidos (Comité de Pequeñas Empresas U.S. House Committee of Small Business) por el economista Mark Zandi (que fue asesor económico del candidato republicano John McCain), éste reconoció que la mejor manera de estimular la economía y crear empleo era a través de inversiones públicas en infraestructuras físicas y sociales del país, así como en transferencias públicas orientadas a las clases populares como seguros de desempleo y asistencia a las rentas inferiores (como en el programa Food Stamps, alimento para los pobres). La evidencia científica acumulada a favor de que la mejor manera de crear empleo es mediante las inversiones públicas es robusta y enorme (a pesar de las voces neoliberales que dominan los medios de difusión que machaconamente promueven la falsedad de que la mejor manera de crear empleo es bajando los impuestos).
Lo que sí es eficaz en el programa Obama, es la asignación de 140.000 millones (unos 105.000 millones de euros) en crear empleo directamente en inversiones físicas (tales como sistemas de transporte, carreteras, puertos y otros) y sociales (escuelas, servicios sanitarios, servicios sociales, entre otros). Además de estos 140.000 millones, el Presidente Obama asigna otros 35.000 millones (unos 26.000 millones de euros) a los diferentes Estados y municipios para que no tengan que despedir al personal que trabaja en los servicios públicos del Estado del Bienestar. Estos 140.000 millones más los 35.000 millones, tendrán un impacto directo en disminuir el desempleo. Pero los otros 300.000 millones (en recortes fiscales), es probable que tengan un impacto menor, como ya ocurrió con los 400.000 millones de dólares que invirtió en diferentes recortes fiscales en el primer estímulo. Y tanto entonces como ahora, la causa de que un porcentaje tan elevado del estímulo económico sea la reducción de impuestos es la influencia del Partido Republicano (controlado ahora por el Tea Party) que se opone a las inversiones públicas y en cambio favorece -a pesar de su menor impacto- las reducciones de impuestos. Y ello debido a que tales reducciones de impuestos favorecen a las rentas superiores, cuyos intereses son privilegiados siempre por el Partido Republicano.
La relevancia del programa Obama para España
La experiencia de los programas de creación de empleo del Presidente Obama es relevante para España. A pesar de las diferencias existentes en la estructura económica de ambos países, el hecho es que los dos tienen causas comunes en su Gran Recesión, mucho mayor en España que en EEUU. Y estas causas comunes son el enorme vacío creado por la explosión de la burbuja inmobiliaria que no puede rellenarse con la iniciativa privada debido al enorme endeudamiento de la población, tanto de las empresas medianas y pequeñas, como de la ciudadanía. De ahí la enorme falta de demanda de productos y servicios y la consiguiente reducción de empleo.
La solución obvia a este problema es que el Estado, a través del gasto público, tiene que llenar este vacío creando empleo. Esto es lo que ha hecho la Administración Obama, y que ningún país, ni tampoco España, ha hecho. Es un indicador del enorme conservadurismo de los países de la Unión Europea y de sus establishments, que sus gobiernos continúen acentuando que el mayor problema de la Unión Europea sea su deuda pública, y no su elevadísimo desempleo. Hoy la mentalidad del Partido Republicano -controlado por la ultraderecha estadounidense, el Tea Party- es la dominante en los establishments políticos de la U.E.
Por otra parte, la experiencia del programa Obama también muestra la mejor manera de crear empleo, que no es a través de rebajas de impuestos -que fue la medida escogida por el gobierno Zapatero, y ahora propuesta por el PP-, sino la inversión pública en infraestructuras físicas y sociales, siendo estas últimas muy poco desarrolladas en España. Nuestro país tiene el porcentaje de personas adultas trabajando en los servicios públicos del Estado del Bienestar más bajo de la UE-15. Y los establishments políticos, financieros y económicos del país todavía no se han dado cuenta.
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