Desde el año pasado, la administración Trump planteó la posibilidad de imponer aranceles a las importaciones del acero y aluminio. En febrero de 2018 la medida tomó fuerza en virtud de los datos vertidos en diversos informes del Departamento de Comercio sobre las importaciones de productos de acero y de aluminio forjado y sin forjar […]
Desde el año pasado, la administración Trump planteó la posibilidad de imponer aranceles a las importaciones del acero y aluminio. En febrero de 2018 la medida tomó fuerza en virtud de los datos vertidos en diversos informes del Departamento de Comercio sobre las importaciones de productos de acero y de aluminio forjado y sin forjar (informes elaborados en el marco de la Sección 232 de la ley de Expansión Comercial que data de 1962, en su segunda enmienda) [1]. El objetivo de las medidas proteccionistas es elevar la producción nacional de acero del 73 % al 80 % y del aluminio del 48 % al 80 %, procurando una «viabilidad» de la industria nacional estadounidense a largo plazo.
Se trata de un asunto de «seguridad nacional» para el Departamento de Estado y de productos vitales según el Departamento de Defensa. El aluminio es esencial para garantizar las capacidades militares, que incluyen: armadura para vehículos blindados, piezas y componentes estructurales de aeronaves, buques de guerra, componentes estructurales especiales y de misiles, y propulsores [2]. Además de su uso militar, el acero y aluminio son clave en sectores de infraestructura: transmisiones de energía, sistema de transportes, industria manufacturera, construcción y otros [3].