I En el punto de partida, quiero reflexionar, una vez más, sobre lo que es una urgencia mayor: la difícil situación por la que atraviesa el país, hoy por hoy, en materia eléctrica. El lunes 8 de febrero, luego de una extensa y minuciosa evaluación, nos vimos en la imperiosa necesidad de decretar estado de […]
I
En el punto de partida, quiero reflexionar, una vez más, sobre lo que es una urgencia mayor: la difícil situación por la que atraviesa el país, hoy por hoy, en materia eléctrica.
El lunes 8 de febrero, luego de una extensa y minuciosa evaluación, nos vimos en la imperiosa necesidad de decretar estado de emergencia eléctrica en todo el territorio nacional. Así mismo, anunciamos la conformación de un Estado Mayor Eléctrico con el propósito de enfrentar, con la celeridad del caso, esta crisis que es de carácter coyuntural.
Quiero destacar la sustantiva inversión que haremos este año en materia eléctrica: 4 mil millones de dólares. Una inversión que va a permitirnos, entre otras cosas, aumentar nuestra capacidad de generación termoeléctrica.
El problema no reside, entonces, en la falta de inversión.
Independientemente de las fallas y los retardos en algunos proyectos, cosa que hemos asumido con el más riguroso sentido autocrítico, el problema eléctrico se debe a una severísima y prolongada sequía.
¿Cuál es el origen de estas condiciones ambientales tan adversas? No dudo a la hora de responder: la destructividad que es intrínseca al sistema capitalista. Su voracidad consumista y depredadora no se detiene ante nada.
Para superar la presente crisis el conjunto de medidas que hemos tomado debe ir acompañado, inexorablemente, por la creación de una nueva conciencia colectiva que evite el derroche y el despilfarro.
El Gobierno, de manera responsable, como lo ha demostrado en distintas ocasiones, está actuando -tomo la expresión de Rómulo Gallegos- con la escrupulosidad y la energía debidas. Sin embargo, ciertos grupos políticos apátridas han querido sacar provecho del problema eléctrico: así de desalmados son. Por un lado, dicen que desobedecerán los límites del consumo como forma de provocación; por otro que de lo que se trata es de un aumento del servicio bajo cuerda, sin hablar de que nos hacen responsables hasta de la sequía. Déjense de locuras y quieran -así sea un poquito- al país.
II
El miércoles 10 de febrero anunciamos los nuevos socios que trabajarán con nosotros en el Bloque Carabobo de la Faja Petrolífera del Orinoco. El Bloque Carabobo I fue adjudicado a un consorcio integrado por la petrolera española Repsol, la malasia Petronas y las indias ONGC, Oil India Corporation e India Oil Corporation. Igualmente, un consorcio conformado por la petrolera estadounidense Chevron, las japonesas Mitsubishi e Inpex y la venezolana Suelopetrol se adjudicó el Bloque Carabobo III.
Estamos hablando de dos grandes consorcios, por el peso específico de las empresas que los integran.
Se ha caído, una vez más, el tinglado mediático. Tanto las transnacionales de la comunicación como sus apátridas réplicas locales han quedado, una vez más, en evidencia: mienten flagrantemente cuando dicen que no hay condiciones reales ni seguridad jurídica para invertir en y con Venezuela.
III
De la mayor trascendencia fue el acto del jueves 11 de febrero dentro de la dinámica del I Congreso Extraordinario del PSUV: el partido tomó la decisión, histórica decisión subrayo, de elegir por la base a sus abanderadas y abanderados para las elecciones parlamentarias del 26 de septiembre. Vamos a primarias el 16 de mayo: las mismas estarán precedidas por un proceso de autopostulación (4 al 7 de marzo) y campaña interna (24 de abril al 14 de mayo). Del 17 al 21 de mayo se harán las respectivas proclamaciones.
El PSUV se juega, a todo riesgo, la carta de la transparencia y de la radicalización de la democracia. Parafraseando a Mariátegui: para vencer categóricamente en septiembre hay que cerrar filas por la base y desde la base popular que respalda a la Revolución Bolivariana, comenzando, por supuesto, con la base militante del PSUV. Esta imprescindible cohesión popular sólo puede ser fruto del ejercicio más amplio e ilimitado de la democracia: el PSUV está dando el ejemplo y señalando el camino.
Véase, por el contrario, el más que lamentable espectáculo que está en pleno desarrollo en las filas de la contrarrevolución: una verdadera pelea a cuchillo por las candidaturas sin el menor respeto por las y los compatriotas que adversan al Gobierno Bolivariano.
Quiero reafirmar una convicción que expresé el pasado jueves: tengo confianza en el pueblo y, por eso mismo, tengo confianza en las bases del PSUV. Sé que no van a defraudarnos: me resteo con ellas porque, lo digo con Bolívar, confío en su tino a la hora de las grandes resoluciones. Confío en un pueblo que se está haciendo legislador como quería nuestro Robinson: en la eficacia política y la calidad revolucionaria que lo caracteriza.
En realidad y en verdad, el 11 de febrero se abrió el camino para que el 26 de septiembre sea el día de la más rotunda victoria popular.
IV Día de la Juventud: de la juventud rebelde y revolucionaria que es heredera y continuadora de la gesta del 12 de febrero de 1814. Ciento noventa y seis años de una jornada memorable: la Patria joven venció con la brillante conducción de un soldado revolucionario llamado José Félix Ribas. Era el año terrible de 1814 y parecía imposible detener el empuje y la bravura de la caballería llanera al mando de Boves y, sin embargo, aquella muchachada sin experiencia militar lo hizo en La Victoria. Nos dolerá siempre que la contienda fuera entre venezolanos: la independencia no era, para aquel entonces, causa popular. En la mañana estuvimos en La Victoria conmemorando esta gloriosa fecha con un desfile donde el pueblo y sus soldados, pueblo en armas, pusieron de manifiesto cuán unidos están en el mismo fervor patrio y revolucionario: con la juventud en la vanguardia. En la tarde fui al encuentro de aquel mar de jóvenes que habían marchado hacia Miraflores para reafirmar su sentir y conciencia socialista. Ciertamente, y así se los dije, no es lo mismo celebrar el 12 de febrero hoy que hace 20 años. Antes, la celebración del Día de la Juventud era pura retórica, pura fachada: en el presente la celebración es viva y activa porque celebrar es comprometerse con la Patria y con su independencia definitiva. Es el compromiso que se materializa con la constitución del Frente de Juventudes Bicentenario 200 como avanzada de los frentes sociales del pueblo en batalla. Quiero retomar una de mis reflexiones de la tarde del viernes: no puede haber una juventud acrítica. A la juventud revolucionaria le corresponde el ejercicio de la rebeldía crítica y creadora: su participación protagónica es decisiva para la batalla sin tregua contra las desviaciones. Necesitamos, hoy más que nunca, su fuerza vigorosa para derrotar a la corrupción, al burocratismo y a la ineficiencia. En el inicio del Ciclo Bicentenario, llegó la hora para que la juventud tome la vanguardia. Sobre sus hombros descansa y descansará el porvenir de la consolidación y profundización de nuestro socialismo. Decía el gran pensador Miguel de Unamuno: «Lo que no es eterno tampoco es real». Esta Revolución será eterna y real sólo si la juventud venezolana la encarna y la hace suya. La perpetuidad de la Patria libre, soberana, independiente, depende de la realidad de una juventud en pie de lucha: la juventud que se hizo sentir en este luminoso 12 de febrero de 2010. Y hoy, domingo 14, es día de San Valentín. ¡Feliz día de las enamoradas y de los enamorados! P.S. No pude ponchar al Kid. |