A dos semanas de la primera vuelta, Fernando Haddad se perfila como contrincante del candidato ultraderechista. Las próximas dos semanas serán dramáticas en la campaña electoral brasileña. Los sondeos más recientes apuntan a que por primera vez desde 1994, el partido de Fernando Henrique Cardoso no enfrentará en segunda vuelta al Partido de los Trabajadores […]
Las próximas dos semanas serán dramáticas en la campaña electoral brasileña. Los sondeos más recientes apuntan a que por primera vez desde 1994, el partido de Fernando Henrique Cardoso no enfrentará en segunda vuelta al Partido de los Trabajadores (PT). Y este, que seguirá siendo protagonista, se enfrentará esta vez a una figura nueva y potencialmente peligrosa.
Las principales encuestas indican que el ex alcalde de Sao Paulo Fernando Haddad, sustituto elegido por el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva para sucederlo en la candidatura, llegará a la segunda vuelta, gracias al empuje del partido y de su padrino político. El nombre del economista y filósofo que asume el lugar de Lula (preso desde abril) ha subido como espuma desde que su nombre fue anunciado oficialmente el 11 de setiembre, y de ser un desconocido a nivel nacional ya superó a candidatos importantes que estaban en campaña desde abril.
«Si con dos días de campaña ya estamos en segundo lugar, imaginen hasta dónde llegaremos en los 20 que faltan», celebraba el candidato presidencial del PT en una entrevista a corresponsales extranjeros, en Sao Paulo, sobre su camino ascendente que, si se mantiene empinado, puede llevarlo a la victoria.
Hace poco más de una semana, cuando era oficialmente el vicepresidente en la fórmula de Lula, las intenciones de voto por Haddad eran de un dígito. En agosto, el heredero de Lula apenas se dibujaba en los gráficos con 4%, mientras que ahora algunas encuestas ya le dan 18%, prácticamente confirmando su lugar en la segunda vuelta, en la que deberá enfrentar al ex capitán del Ejército Jair Bolsonaro, líder de las encuestas con entre 24% y 28%.
Si se confirman esas tendencias en los próximos días, será la primera vez que el PT irá a la segunda vuelta sin enfrentar a los tucanos del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), el grupo político del ex presidente Fernando Henrique Cardoso, que hasta la elección anterior había sido el partido protagonista en la oposición al PT.
Así las cosas, el partido de izquierda debe enfrentarse ahora a una formación novedosa, aunque con un líder curtido en la política y célebre por posiciones intolerantes y autoritarias. Bolsonaro recoge el sentimiento anti-PT del electorado, fuerte en las clases media y alta del sur y sudeste del país.
Tras 13 años en el poder, desde el primer gobierno de Lula en 2003 hasta la destitución de Dilma Rousseff en 2016, el PT logró importantes avances sociales, especialmente en el combate a la pobreza, la reducción de índices de mortandad infantil y el acceso a la educación universitaria para pobres y negros. Pero en ese mismo período, el partido también fue asociado con uno de los mayores escándalos de corrupción de la historia brasileña.
Abierta en marzo de 2014, durante el segundo mandato de Rousseff, la Operación Lava Jato desató una crisis sin precedentes. El escándalo de corrupción vinculado con Petrobras y con las mayores constructoras brasileñas manchó la reputación de políticos de todos los partidos, pero golpeó más duramente al gobernante PT, ya que era este el que en última instancia dirigía el rumbo de la petrolera.
La decepción con el partido, visto hasta entonces como un abanderado en la lucha contra la deshonestidad, fortaleció a grupos de derecha que ocuparon el espacio anti-PT que antes dominaba el PSDB, también afectado por los escándalos. Bolsonaro se adueñó de ese sentimiento de insatisfacción, pese a no ser un ícono de la ética y de acumular una serie de episodios discutibles en su historial, como haber aceptado una vivienda del Estado teniendo una propia, haber pagado a empleados particulares con fondos parlamentarios o haber acumulado un patrimonio incompatible con su trayectoria pública.
Además de encontrarse envueltos en escándalos de corrupción, los tucanos también han perdido apoyo por su incapacidad para derrotar al PT en las últimas cuatro elecciones presidenciales, y por haberse aliado a Michel Temer, el político que traicionó a Rousseff y al PT y que ahora dirige un gobierno con sólo 4% de aprobación.
Así, una buena parte de los electores del PSDB migraron hacia Bolsonaro, una figura que se presenta como novedad, pese a que es parte del Parlamento desde hace tres décadas. Su propio comando electoral -el principal generador de fake news de esta elección- presenta a Bolsonaro como un sujeto honesto sin acusaciones de corrupción.
Son 13 los candidatos a la presidencia, pero sólo dos pasarán a la segunda vuelta, dejando atrás un pelotón de opciones que han ido sucumbiendo en las últimas semanas debido al fenómeno del voto útil, es decir, el comportamiento de los electores cuando, para evitar lo que considerarían un peligro mayor, privilegian a un mal menor, dejando de lado a su verdadero candidato.
Cardoso, líder intelectual de los tucanos y fundador del PSDB, publicó una carta el jueves en la que pedía el voto por su correligionario, el médico Geraldo Alckmin, ex gobernador de Sao Paulo y candidato por segunda vez a la presidencia. En esa misiva, FHC, como es más conocido, pidió unión contra lo que llamó la «marcha de la insensatez», en referencia a una segunda vuelta entre Bolsonaro contra el PT. Para el sociólogo, si alguno de los dos polos vence la elección tendrá dificultades para lograr un consenso nacional que ayude a superar la crisis económica y el aumento del desempleo.
«Como hubo ese alboroto en la disputa por el segundo lugar, me parece muy posible que la práctica del voto útil sea mayor que en elecciones anteriores y que los electores empiecen a pensar en eso mucho antes que lo usual, que es en la última semana», explica Mauro Paulino, director de la encuestadora Datafolha.
Pero en la opción del voto útil el más perjudicado no ha sido Alckmin, que no despega incluso cuando es quien tiene más minutos de propaganda televisiva, sino el economista Ciro Gomes, ex ministro de Planificación y de Integración Nacional de Lula. Ciro Gomes, que se ubica en la centroizquierda y se presenta como candidato del histórico Partido Demócrata Laborista fundado por Leonel Brizola, venía creciendo como opción contra Bolsonaro hasta que se oficializó la candidatura de Haddad, que ahora lo supera levemente en las encuestas. De todos modos, Gomes sale tercero en todos los sondeos.
Menos conocido en el nordeste, bastión del PT, donde lo llaman «Andrade» por la dificultad de pronunciar su apellido árabe, Haddad se presenta como el hombre que resucitará los que son considerados los mejores años de Brasil. «Brasil feliz de nuevo», dice la campaña publicitaria del PT, que también informa: «Lula es Haddad, Haddad es Lula», en un intento de dejar bien claro a los electores de quién es es esa cara, nueva para muchos.
La ambientalista Marina Silva, que había conquistado 20 millones de votos en las dos elecciones anteriores, cayó dramáticamente en la intención de voto, de 16% en agosto al 5% en los últimos sondeos, prácticamente sin chances de recuperarse. Silva fue ministra de Medio Ambiente de Lula y es recordada por haber desertado del PT, partido que fundó, por discrepancias entre el área económica y la ambiental. Conocida como la heredera del ícono del ambientalismo brasileño, Chico Mendes – asesinado en 1988 por defender la selva amazónica del avance de terratenientes-, Silva fundó un nuevo partido, Rede Sustentabilidade, que propone cambios en la forma de hacer política en Brasil, un modelo desgastado que exige alianzas partidarias impensables para lograr apoyo parlamentario. Sin recursos financieros y con su propaganda limitada a internet, su grupo no convenció más allá de a los jóvenes de centroizquierda, preocupados por los problemas ecológicas y de sustentabilidad. Su apoyo al tucano Aécio Neves, opositor a Rousseff en la elección de 2014, le restó simpatías entre una parte de la izquierda, así como su adherencia al evangelismo, pese a afirmar que su gobierno sería laico. Videos y grabaciones que confirmaron la participación de Neves en delitos graves también le han costado caro, incluso cuando esas noticias fueron posteriores a su apoyo.
Curiosamente, Gomes y Silva son personajes que integraron el gobierno Lula, así como el banquero Henrique Meirelles, que fue su presidente del Banco Central durante sus dos mandatos y ahora se candidatea, con bajísimo apoyo, por el MDB, el partido de Temer. Así, cuatro de los principales nombres de esta elección están vinculados de alguna forma con la historia de Lula. Tal vez por ello, se explique que el voto útil vaya directamente al candidato designado por el principal nombre de la política brasileña en las últimas tres décadas. Si Lula es Haddad y Haddad es Lula, el voto útil puede no querer intermediarios.
El ex militar puede considerarse el principal protagonista de esta elección mientras Lula está preso, pero se enfrenta a un fuerte rechazo, incluso internacional. La revista The Economist, referencia del liberalismo económico, lo estampó en su portada de esta semana advirtiendo que sería un «presidente desastroso».
Haddad, Gomes, Silva e incluso Alckmin, el más conservador de los cuatro, aún representan un voto de centro y de centroizquierda, y sumados llegarían a 43 puntos porcentuales, lejos del 28% que Bolsonaro tiene en el mismo sondeo.
Con una fuerte acción en redes sociales, principalmente en Whatsapp, Bolsonaro difunde acusaciones, memes, noticias falsas y se presenta como la alternativa anti-PT, pero también como una opción para los desencantados con las instituciones democráticas, como el parlamento y la Corte Suprema, que también son vistos como corruptos. Un estudio de la organización Latinobarómetro indicó que los brasileños son los más insatisfechos con la democracia en comparación con 18 países latinoamericanos. Sólo 13% de los brasileños dicen que están «satisfechos» o «muy satisfechos» con la democracia.
Ese desánimo ha alimentado la fuerza de Bolsonaro, que creció mucho más después de la puñalada que recibió en medio de un acto en Juiz de Fora (estado de Minas Gerais) el 6 de setiembre. La cuchillada, propinada por un albañil aparentemente desequilibrado, le atravesó el intestino y casi mata al candidato, que debió atravesar una larga y delicada cirugía y ahora se recupera en un hospital de lujo en Sao Paulo.
Convaleciente y fuera de la televisión y de la campaña, el popular candidato se encontró, sin proponérselo, a salvo de ataques y de sus propias frases polémicas. El atentado y la compasión de electores que estaban indecisos por el hombre abatido en una cama y vestido con una bata de hospital se han reflejado en un crecimiento, justo cuando las estadísticas apuntaban un techo y una tendencia a la baja.
Los ataques de sus opositores también habían cesado: ¿cómo arremeter contra un hombre que está en el hospital? Sin embargo, pasadas dos semanas del atentado, Alckmin ha vuelto a cargar contra Bolsonaro y contra Haddad, acusándolos de extremistas y advirtiendo que Brasil podría hundirse en una crisis similar a la venezolana si eligiese a alguno de los actuales favoritos.
Al crecer en las encuestas, Bolsonaro ha intentado controlar las posiciones que lo dieron a conocer, pero que ahora le imponen un techo electoral. Las frases intolerantes y agresivas contra negros, indios, homosexuales y mujeres, que le valieron el apodo de «mito» entre los electores ultraderechistas, le generaron también el índice más alto de rechazo entre los candidatos, con 43%, mientras Haddad, que comienza a hacerse conocido nacionalmente, tiene 29%.
Con la posibilidad de que llegue a la segunda vuelta y gane la elección, los grupos discriminados por él vienen organizándose en redes sociales con el objetivo de llevar protestas a las calles. El más fuerte de ellos, «Mujeres contra Bolsonaro» -que ya es apoyado por dos millones de personas y llegó a ser hackeado por la militancia del derechista- prepara una marcha el sábado 29 de setiembre.
Otra comunidad que se acaba de formar es «Judíos contra Bolsonaro», que repudian la postura «fascista» del candidato. Bolsonaro llegó a comparar al comunismo con el nazismo, y la analogía sin sentido terminó complicando hasta al embajador de Alemania en Brasil, Georg Witschel. A su vez, la embajada fue cuestionada por electores de Bolsonaro, por difundir un video que explica el nazismo como una ideología de extrema derecha. Así como dicen que no hubo una dictadura brasileña, los bolsominions, como han sido apodados sus defensores, negaron el holocausto judío. Para Witschel, que se sorprendió con la protesta, la reacción se explica por ignorancia y deshonestidad. «Queremos informar para evitar que el nazismo se repita. Pero otros tienen interés en adecuarlo a sus objetivos inmediatos», criticó el diplomático.
Lo que parece definirse hacia el primer domingo de octubre, cuando se llevará a cabo la primera vuelta electoral, será la disputa entre Haddad, un intelectual de la respetada Universidad de Sao Paulo, contra Bolsonaro, un ex militar de baja calificación que propone el autoritarismo como solución a problemas que afligen a los brasileños. Como salida para la inseguridad pública, por ejemplo, ofrece la liberación de las armas.
Sobre su oponente, el catedrático en filosofía Haddad trata de explicar: «Voy a responderte como un profesor universitario, no como un candidato. El proyecto neoliberal fracasó, y lo que estamos viendo en el mundo es una reacción hacia eso. Cuando el neoliberalismo entra en colapso, el elector busca una solución fácil». Haddad analiza así un fenómeno que ve repetirse en Europa y en Estados Unidos, donde gobierna Donald Trump, con quien Bolsonaro viene siendo comparado.
El filósofo de 55 años, elegido como la voz de Lula fuera de la prisión, es también una nueva cara del PT. Carismático y popular entre jóvenes de izquierda, Haddad es considerado una opción de renovación, mientras que fundadores y líderes del PT están siendo enjuiciados por acusaciones de corrupción.
Su paso por la alcadía de Sao Paulo (2013-2017) ha hecho que Haddad sea reconocido en la principal ciudad brasileña como un político innovador y bien evaluado, que inauguró kilómetros de ciclovías y redujo los índices de muertes en el tráfico.
Se ganó la simpatía de Lula por ser uno de sus ministros más exitosos. Haddad fue ministro de Educación de Lula y Rousseff entre 2005 y 2012 y creó programas exitosos, como las cuotas universitarias para negros y pobres, así como nuevas universidades públicas y proyectos como Universidad para Todos, que mejoraron los índices educacionales y sociales de Brasil.
Según el Banco Mundial, cuando Haddad dejó el ministerio, Brasil era el país que más había avanzado en el aumento de escolaridad, y la Organización para Cooperación de Desarrollo Económico (OCDE) calificó la evolución en educación básica de «impresionante». En una encuesta de Folha de São Paulo, Haddad también fue el ministro mejor evaluado por los brasileños durante los años del PT.
El desgaste del PT, sin embargo, contribuyó a que perdiera su reelección como alcalde de Sao Paulo en la primera vuelta ante João Doria, un empresario de comunicación que se presentaba como un anti-Lula. Sus adversarios dicen que su derrota frente a un novato 53% a 16% puede repetirse si llega a la segunda vuelta con Bolsonaro.
Haddad es una figura totalmente opuesta a su padrino político, un obrero de origen muy humilde, acostumbrado a mezclarse con la masa. Lo que ahora busca es aceptación nacional, tratando de acercarse a movimientos populares y a los electores más pobres, que no lo conocen. Si logra ser elegido, promete buscar consenso con oponentes como el PMDB y aliviar la tensión del clima político de forma de ayudar a cambiar la situación de Lula. «Su proceso volverá a ser un tema jurídico y no más político», apuesta Haddad, que también es abogado.