El crecimiento del voto protesta fue un claro reflejo del desencanto del electorado con la política y los políticos en general, consecuencia de la desaforada campaña de desprestigio organizada por los grandes conglomerados de comunicación.
Los 5568 municipios brasileños estaban preparados para recibir a alrededor de 144 millones de electores ayer. Y entonces surgió la primera sorpresa del día, bastante significativa aunque olímpicamente ignorada por los medios de comunicación: el aumento del ausentismo, de los votos en blanco y de los votos intencionalmente anulados.
En Río de Janeiro, por ejemplo, segundo colegio electoral del país, la suma de esas tres modalidades de voto de protesta significó 33 por ciento del electorado de la ciudad. Ha sido un claro reflejo del desencanto del electorado con la política y los políticos en general, consecuencia de una desaforada campaña de desprestigio llevada a cabo por los grandes conglomerados de comunicación.
Al principio de la noche, empezaron a ser divulgados los resultados. Algunas previsiones obvias se confirmaron. La principal de ellas: la impactante caída del PT, cuyo desempeño en elecciones municipales retrocedió casi veinte años.
Luego de una fuerte e insidiosa campaña de desgaste que culminó con la destitución, por la vía de un golpe institucional, de la presidenta Dilma Rousseff, y la persistente acción de sectores del Poder Judicial, claramente dirigida a las principales figuras del partido, ese desempeño era esperado.
En la escena política brasileña, sin embargo, las disputas municipales poco o nada tienen de influencia en las presidenciales, y viceversa. Por lo tanto, 2018 sigue siendo una gran incógnita, y Lula da Silva permanece al frente en todos los sondeos electorales. Esa es, inclusive, una de las razones de la persecución implacable que sufre, con pleno e irrestricto respaldo de fiscales y jueces.
De las sorpresas, la principal y más importante de ellas ocurrió en San Pablo: la victoria, en la primera vuelta, de João Doria, un empresario sin ningún antecedente en disputas electorales. Era favorito, pero no se esperaba tanto. El actual alcalde, Fernando Haddad, del PT, a última hora creció contra viento y marea, pero no fue capaz de impedir la estampida del derechista Doria, nueva estrella en el sector local del neoliberal PSDB.
Doria es un invento del actual gobernador de San Pablo, Geraldo Alckmin, que sale fortalecido en la disputa interna del PSDB. Ese fortalecimiento amplía sus aspiraciones a disputar la presidencia en 2018. Pero, para lograr tanto, tendrá que atropellar otros dos fuertes pretendientes, el senador Aécio Neves y el canciller José Serra. Concretamente, el único punto de plena convergencia entre los tres está en haber sido derrotados por el PT en sus disputas anteriores. Serra, a propósito, dos veces.
Esa división interna, cada vez más visible y aguda, podrá significar problemas para Michel Temer. Hasta ahora, Alckmin poco pudo influir en el gran juego nacional: Temer optó por abrir amplio espacio a sus adversarios internos. Serra fue nombrado canciller, y Aécio Neves deja clara, día sí y el otro también, su fuerza en el gobierno.
Mientras los grandes medios de comunicación tratan de concentrar sus baterías en el desempeño del PT, un dato significativo es dejado a un lado: tanto en San Pablo como en Río, los candidatos del PMDB de Michel Temer fueron claramente rechazados.
En la mayor ciudad brasileña, la candidata Marta Suplicy no logró más que el cuarto puesto, con 10 por ciento de los votos. Fue el precio que tuvo que pagar por haber abandonado el PT luego de más de 30 años. Por esa sigla fue alcaldesa de la ciudad, y luego senadora y ministra. Cuando abandonó una militancia de décadas para unirse al PMDB de Temer y compañía, argumentó que no podía permanecer en un partido bombardeado por denuncias de corrupción. Pareció olvidar que sus nuevos compañeros tienen la corrupción como sello de identificación estampado en la frente. No logró convencer a nadie.
En Río de Janeiro, la derrota del PMDB de Temer tuvo un agravante: el candidato Pedro Paulo contó con pleno respaldo del actual alcalde, Eduardo Paes, que trató de transferirle el capital político conquistado con la reciente realización de los Juegos Olímpicos. El rechazo a Temer fue más fuerte y decisivo.
En relación con el PT, lo que se observa es una situación tan delicada como prevista. En municipios en que siempre estuvo en la línea del frente de las disputas políticas, como Porto Alegre, el partido tuvo ahora un desempeño más bien pifiado, y no logró siquiera pasar a la segunda vuelta. Una vez más, se hizo claro el resultado de la campaña desaforada contra el que hasta hace pocos años era considerado el mayor partido de izquierdas de América latina. Ahora, mientras redobla esfuerzos para preservar Lula, la militancia tendrá que trazar nuevas estrategias.
Otro punto que atraerá atenciones a partir de ahora: si la gran derecha y sus neófitos avanzaron en centros importantes, hay que observar que hubo partidos de izquierda que igualmente sorprendieron.
No hay, en el horizonte, ni señal de lo que podría ser considerado como un nuevo PT. Pero el PSOL (Partido Socialista en Libertad), nacido de una disidencia del PT hace como diez años, logró resultados interesantes en varias capitales y ciudades importantes. En Río, por ejemplo, su candidato, Marcelo Freixo, logró superar a los demás adversarios y disputará la segunda vuelta con el autonombrado obispo evangélico Marcelo Crivela.
En la segunda vuelta, todo parece una incógnita. Pero el candidato del pequeño PSOL logró aplastar, sin apoyo del PT, a su adversario del poderoso PMDB de Michel Temer. En la nueva etapa contará con una alianza de izquierda. Y aunque no logre derrotar el obispo, habrá conquistado, para él y para su partido, un importante espacio en el nuevo mapa político que se diseña en Brasil.