Toda acción genera una reacción, o explicado por las sabias palabras del físico clásico, Sir Isaac Newton, según su tercera ley, cuando un objeto ejerce fuerza sobre otro, el receptor reacciona ejerciendo una fuerza de igual magnitud y dirección, pero en sentido opuesto… esto, es del conocimiento público pero no necesariamente notorio, lo estudiamos en […]
Toda acción genera una reacción, o explicado por las sabias palabras del físico clásico, Sir Isaac Newton, según su tercera ley, cuando un objeto ejerce fuerza sobre otro, el receptor reacciona ejerciendo una fuerza de igual magnitud y dirección, pero en sentido opuesto… esto, es del conocimiento público pero no necesariamente notorio, lo estudiamos en secundaria, pero pasa inadvertido en nuestra vida cotidiana.
No podría afirmarse que algo tan exacto como las leyes del movimiento promulgadas por el sabio inglés pueda aplicarse de manera estricta a la historia. Repasando las páginas escritas por quienes resultan vencedores, encontraremos pasajes de impunidad o de precios muy bajos pagados por quienes accionaron; genocidios que parecen saldados con alguna reflexión o leyenda que reivindica que: «sí, fue una lástima matar a tanta gente, pero por duro que les suene; lo hecho, hecho está».
Sin embargo no cabe duda de que siempre hay consecuencias. Si un líder que busca reivindicar a su gente coquetea con los poderosos, es anulado del modo más descarado, incluso ejemplar. Buena muestra es Cipriano Castro en la Venezuela de principios del siglo XX, o el Gadafi de la Argelia de unos cien años después, y un sinnúmero de episodios entre esos dos hitos que, si no nos dedicamos a estudiarlos, pasan desapercibidos como algo natural, igual que los principios newtonianos que aprendemos en bachillerato.
Las historias pueden ser románticas. Alguien dirá que la iglesia anglicana nació porque el rey Enrique VIII ejerció el derecho a divorciarse para garantizar que su linaje prevaleciera, dado que ese linaje, tal como Dios mismo lo decidió, era superior. Otros, materialistas, asegurarán que la burguesía inglesa del siglo XVI le ofreció al monarca financiar la guerra que él quería, a cambio de bienes que los católicos tenían en su poder.
Lo que es cierto es que Enrique VIII se divorció y se quedó con los bienes de los monasterios y nunca más envió un centavo al Papa; también es cierto que decapitó a su segunda esposa, Ana, esa por la que se divorció sin consentimiento papal para tener un heredero varón. Tuvo la creatividad de acusarla de usar brujería para enamorarlo. Si fue por dinero o por amor depende de quién lo cuente, de cualquier modo nació la iglesia anglicana.
Si revisamos las disertaciones acerca del Chile de Allende, habrá quienes digan que el modelo nunca funcionó y que la gente se dio cuenta de que abrazar el capitalismo es la única forma de obtener bienestar, otros dirán que no es el modelo sino la ineficiencia o corrupción de quienes lo aplicaron. Una tercera opinión explica que se aplicó un plan para estrangular al hombre que prometía justicia y bienestar a través del trabajo y la educación para todos, no falta quien asegura que el pueblo es un traidor o un cobarde que dejó que pisotearan sus esperanzas a cambio de una hogaza de pan; sin lugar a dudas otros lo atribuirán a la divina providencia, al destino o a una suerte de tragedia latinoamericana. Lo cierto es que la moneda fue bombardeada un 11 de septiembre y la muerte de Allende significó una de las más cruentas dictaduras de América Latina, título espantoso en una región donde los gobiernos totalitarios homicidas protagonizaron el pináculo del oprobio.
Así mismo podemos escuchar versiones de cómo o por qué el socialismo del siglo XXI hoy sufre importantísimos reveses, pero más allá de las causas (que deben ser objeto de profundo análisis) las consecuencias son visibles. Vemos claramente la reacción; lo que ocurre, aunque especulemos acerca de por qué ocurrió.
Miles de versiones, románticas o materialistas ven la luz, entretanto, las consecuencias de haber permitido que la derecha abarque los espacios conquistados en los últimos años son tangibles, demasiado quizá… presentes en un remolino de contradicción, sobre todo si esas derechas tuvieran planeado sobrevivir a través de la vía democrática.
Los movimientos contrarrevolucionarios que calaron en el imaginario de los votantes en Venezuela y Argentina, actúan desmesuradamente, desgastando en semanas la popularidad que les costó una década de gastos y financiamientos millonarios construir.
En términos materiales, en el extremo caribeño de América del Sur se pretenden aprobar leyes que la mayoría no debería aplaudir, aunque la mayoría colocó en el poder a ese parlamento lleno de propuestas risueñas. Por ejemplo, si cambia la legislación respecto a más de un millón de viviendas que construyó el gobierno durante los últimos años, centenares de miles de familias podrían quedar en la calle; si eso ocurriera, no sólo se afecta a las familias desalojadas sino a todos los demás ¿o es que esperan desalojarlas también del país?
En el extremo patagónico de esa misma América, en menos de dos meses de gobierno del flamante primer mandatario electo por poco más de la mitad de los ciudadanos en edad de votar, quedan en la calle unos 12 mil empleados públicos y sobre otros 60 mil cuelga la espada de Damocles y a los ciudadanos que abrazaron el cambio o no, les toca recibir la noticia del aumento de las tarifas de servicios básicos, derivada de la eliminación de subsidios.
Volviendo a Caracas, si se perdonan todos los delitos de asociación para delinquir, agavillamiento, y otros muchos propuestos en el proyecto de «Ley de Amnistía y Reconciliación Nacional» que promueve la bancada mayoritaria del nuevo parlamento, quedarán excarcelados o libres de cualquier persecución por parte de la ley, quienes, desde el primero de enero de 1999 hasta el día en que se promulgue, hayan secuestrado y extorsionado; quienes conformaron bandas para cometer ilícitos, o cualquier otro delito en grupo, incluso se perdonará la delincuencia organizada como la estipula el artículo 37 de la Ley Orgánica Contra la Delincuencia Organizada y Financiamiento al Terrorismo en Venezuela.
Entretanto, en Buenos Aires, el fisco deja de percibir más de 3 mil 500 millones de dólares por un ajuste en los aranceles a la soja y horas después se anuncia la eliminación de retenciones a las exportaciones industriales, lo cual sólo beneficia a los conglomerados económicos e implican menos recursos para la cosa pública.
En Venezuela prometen libertad para quienes con armas largas, y frente a las cámaras de televisión o de teléfonos celulares, se enfrentaron a la autoridad para evitar ser arrestados, tras haber explicado públicamente cómo degollar personas en la vía pública, y cuyas instrucciones fueron puestas en práctica al pie de la letra.
Estarán en libertad los que incendiaron preescolares llenos de niños, quienes detuvieron la producción petrolera durante meses costándole al país miles de millones de dólares en daños, pérdidas e incumplimientos de contratos; quienes impidieron que pasaran las ambulancias con moribundos o bomberos que pretendían apagar incendios; así lo dicen los artículos del documento ya aprobado en primera discusión, que en su denominación habla de congeniar a los venezolanos, pero parece que la reconciliación es con los delincuentes.
Y en Argentina se le ofrece mil por ciento de ganancia a los acreedores de los fondos buitres.
En este punto vale la pena detenerse a observar cómo la ecuación rebota y el ocho acostado que representa el infinito se dibuja nuevamente… la reacción se vuelve acción y el efecto causa: los factores (trátese de ineficiencia, incomunicación, torpeza, miopía, propaganda, odio o traición) ejercieron una fuerza en los sujetos políticos argentinos y venezolanos, estos reaccionaron para darle paso a las derechas en los espacios públicos y ahora ellas reaccionan de manera desconcertantemente negativa para la paz social.
Agoreros de lo obvio explicaron mil veces que si la derecha volvía al poder iba a arrasar con cualquier vestigio de socialismo, castigando a todos con sus formas trasnochadas de destrucción de la dignidad, pero incluso los más recalcitrantes esperaban una luna de miel. Tal parece que no hay tiempo para eso.
Actuando velozmente, en su apuro siembran en los más radicales una euforia rabiosa, en los caídos de la mata una alegría boba y en quienes siguieron apostando a la dignidad, aún después de las muchas de decepciones, una profunda indignación.
En medio de esta crisis económica mundial, la fórmula restauradora se pinta muy fea para todos y promete, en contraposición a la oferta electoral, malestar generalizado; como si no hubiera un mañana.
A pasos agigantados se avanza hacia la desazón de la mayoría. Es efectivamente la oportunidad para que vuelva el proyecto socialista recargado luego de permitir, a punta de torpeza y desatinos, que, en un ciclo muy corto, la ciudadanía descubra que el camino emprendido en este siglo es el correcto… necesitado de muchas rectificaciones, pero definitivamente el correcto.
Pero por qué tan fácil. ¿el 2020 y 2021 serán años para la consagración del socialismo?¿Será realmente la contrarrevolución restauradora tan torpe? ¿O enmascaran la búsqueda de un rebote quirúrgicamente planeado?
Qué pasará cuando incluso quienes entregaron la confianza al «cambio» se hastíen del descaro. ¿Esperan realmente que la gente común se resigne a perder la dignidad conquistada en la última década? ¿Están dispuestos quienes accedieron hace pocos meses al poder a entregarlo en pocos años? Si es así, para qué lo procuraron con tanto ahínco.
Qué ocurrirá cuando la masa crítica de los pueblos reciba, como pago a su confianza, la debacle de su forma de vida, esa que aunque hasta ahora austera le permitió sentirse dueña de su destino. Cabe preguntar si la lógica reacción de los ciudadanos cuando se lancen a la calle, se convierta en la causa justificada para una nueva escalada de violencia y represión.
El rebote es inevitable, y la acelerada forma de engendrar causas para él resulta desconcertante, cuando el efecto de las medidas avasalladoras se convierta en causa, qué reacción tienen preparada quienes hoy azuzan con el malestar. Hacia dónde rebotará esta fuerza imprimida, que es mucha… muchísima. Debemos preguntarnos cuáles serán las consecuencias de lo que ocurre y ubicar las causas para no repetirlas si tenemos la oportunidad de reorganizar el Socialismo del Siglo XXI.
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