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El remedio y la enfermedad

Fuentes: Rebelión

Ahora mucha gente apuesta a que el pueblo chavista reaccionará ante el conjunto de medidas económicas que, se piensa, tomaría el gobierno en los próximos meses. En primer lugar hay que decir que nuestro país sufre de una enfermedad desde hace mucho tiempo. La enfermedad holandesa, propia de una economía rentista. Eso ha llevado a […]

Ahora mucha gente apuesta a que el pueblo chavista reaccionará ante el conjunto de medidas económicas que, se piensa, tomaría el gobierno en los próximos meses.

En primer lugar hay que decir que nuestro país sufre de una enfermedad desde hace mucho tiempo. La enfermedad holandesa, propia de una economía rentista. Eso ha llevado a algunos pensadores criollos a plantear que el petróleo ha sido una especie de maldición que nos ha mantenido atados a los beneficios que produce, convirtiéndonos en un pueblo dependiente de la renta que produce. Un país dispuesto a gastar más de lo que produce; viviendo en medio de una gran irrealidad producida por los altos subsidios que su población recibe.

Pero, un momento: hemos dicho de un subsidio que su población recibe, sin embargo ello es una verdad a medias, porque esos subsidios han sido distribuidos de manera muy desigual.

Esta distribución desigual ha sido la razón de muchas luchas. También la que constituyó uno de los fundamentos del arribo de Chávez al poder, quien se propuso distribuir aquella renta de manera más justa.

Pero, en la búsqueda de esa distribución, tomó caminos equivocados, básicamente por la urgencia de producir resultados en el propósito planteado.

De esa manera hemos llegado a una situación económica donde no es posible distribuir la renta petrolera en la forma en que lo planteó e hizo Chávez. Los reales no alcanzan y hay que producir más para poder alcanzar el propósito justiciero.

No sólo producir más petróleo, lo cual tiene su límite si se conviene en mantener precios altos, sino también mayores bienes y servicios.

La realidad de hoy indica que se avanzó en una justa distribución de la riqueza petrolera, aún cuando esos avances no hayan podido superar los mecanismos subyacentemente históricos para capturar esa riqueza por parte de sectores con mejores equipos para hacerlo. De esta manera, tenemos un segmento pequeño de nuestra población que captura una gran tajada de ella. A los capturadores de toda una vida, se han unido unos nuevos, vestidos de rojo y con un lenguaje agresivo, confuso, cínico, diría yo.

El hecho es que estamos en una situación donde son necesarias medidas que corrijan las distorsiones provocadas por una manera alegre, en un sentido, de distribuir aquella renta y por el repique de métodos de siempre, jalonados por viejos y nuevos actores unidos por los reales, aún cuando exhiben ideas diferentes.

Hay que aplicar ciertos medicamentos para curar o al menos, aliviar, los síntomas críticos que hoy presenta la enfermedad que hemos sufrido desde que apareció el petróleo y lo vendemos en grandes cantidades.

Hay que hacerlo porque hemos llegado al llegadero. De lo contrario pudiéramos vernos metidos en un bote del que saldríamos, con suerte, amputados de algunos miembros de nuestro cuerpo como país.

Hay que hacerle comprender a la gente que es necesario tomarse los remedios; que estos saben mal pero que, en cierto tiempo, te sentirás mejor. Ello, claro, si las cosas se hacen bien.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.