Un sacudón, según el DRAE, es una «sacudida rápida y brusca». Sacudón deriva del verbo sacudir que, entre otras, tiene las siguientes acepciones: «mover violentamente algo a una y otra parte; golpear algo o agitarlo en el aire con violencia para quitarle el polvo…golpear, dar golpes. Sacudir a alguien…Apartar de sí con aspereza de palabras […]
Un sacudón, según el DRAE, es una «sacudida rápida y brusca». Sacudón deriva del verbo sacudir que, entre otras, tiene las siguientes acepciones: «mover violentamente algo a una y otra parte; golpear algo o agitarlo en el aire con violencia para quitarle el polvo…golpear, dar golpes. Sacudir a alguien…Apartar de sí con aspereza de palabras a alguien, o rechazar una acción, proposición o dicho, con libertad, viveza o despego». Si somos respetuosos de esta etimología de nuestro idioma, si compartimos el valor semántico de estos dos términos de uso frecuente en nuestra lengua, si nos ubicamos adecuadamente en esta metalingüística y no en otra, entonces, no puede haber dudas de que, efectivamente, el presidente Nicolás Maduro dio un nuevo sacudón o sacudida al proceso político venezolano y al país. En verdad, se trata de otro sacudón de entre tantos que ha dado en el poco tiempo que lleva en el mando de la República. Veamos por qué.
El primer sacudón que dio Maduro fue a la militancia y al pueblo chavista para moverlo de la tristeza y la depresión, causadas por la partida física del líder supremo, hacia la batalla electoral por la presidencia, tal como lo había indicado el propio comandante Chávez. La eficacia limitada de esta sacudida de las fuerzas propias, nos condujo al segundo sacudón de Maduro como lo fue la derrota que le propinó al candidato de la oposición fascista, Capriles Radonsky, el 15 de abril de 2013 que significó una «sacudida rápida y brusca» de la pretensión de la derecha de ganar electoralmente el poder. Y enseguida, ya convertido en el nuevo presidente legítimo y legal de Venezuela, le propinó a la oposición el tercer sacudón cuando supo apartar y rechazar el peligro de la violencia criminal y el intento de golpe de estado que los fascistas pusieron en marcha con el pretexto falso y manido del fraude electoral.
Siguiendo el sentido de lo que es un sacudón o sacudida, no dudamos en afirmar que el gobierno de calle es uno de los sacudones fundamentales y ejemplares puesto en marcha por el presidente obrero para espantarle al gobierno bolivariano los polvos corrosivos de la ineficacia, el burocratismo y la corrupción. Así mismo, las inspecciones directas a los grandes establecimientos comerciales, tipo DAKA y toda la lucha contra el acaparamiento y la especulación con base en la nueva ley, la reestructuración territorial de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (redi y zodi), la lucha contra el contrabando y otras tantas medidas de la contraofensiva económica contra la guerra económica, constituyen un sacudón permanente y de gran escala.
No podemos perder de vista que la oposición fue derrotada en todas las batallas frente al gigante Chávez: en lo político, lo social, lo militar, lo cultural y lo internacional; y ha sufrido iguales derrotas frente al presidente Maduro. Hoy solo les quedan dos frentes de lucha decisivos: el económico y el mediático, en los cuales han demostrado una enorme fortaleza que no se puede subestimar. Tres enemigos fundamentales de la revolución están unidos en esta etapa: el gran capital financiero internacional, que manipula a su antojo el mercado de capitales y el mercado importador-exportador de productos de alto consumo; la burguesía nativa apátrida, rentista y parasitaria, que controla la industria y el comercio nacional en alianza con las trasnacionales; y la burocracia del Estado, los nuevos burgueses disfrazados de rojo rojito y las mafias infiltradas en el gobierno bolivariano, que sabotean las políticas sociales, roban parte de los presupuestos de los ministerios y empresas del Estado y conspiran contra el avance del socialismo.
De manera que la guerra económica y la guerra mediática (implementadas como una sola ofensiva permanente, agresiva y sutil con frases irónicamente venenosas, como por ejemplo, «no hay papel «toalet», pero tenemos patria») ya no tienen carácter coyuntural sino estructural. Se trata de las dos últimas batallas estratégicas vitales para el presente y el futuro de nuestro país y del continente nuestroamericano. Si logramos derrotar estas dos guerras, es seguro el avance de la democracia participativa y protagónica en la transición hacia el socialismo; pero, si ellos la ganan, vendrá el fascismo agresivo e irracional o la restauración de la democracia formal representativa pro-imperialista y antipopular del pasado puntofijismo. Ese es el gran problema político estratégico que subyace en el centro de la actual guerra económica y mediática. El ataque de los enemigos del pueblo, ha sido total en el terreno que dominan: los medios de información, la economía manufacturera- comercial y buena parte de la estructura burocrática del Estado.
Lo interesante y el primer avance de esta gran batalla es que el presidente Maduro le ha dicho al país, especialmente al pueblo, que esta confrontación es el resultado de la contradicción histórica, profunda, entre el nuevo gobierno popular revolucionario y la vieja estructura burocrática, ineficaz y corrupta del viejo Estado burgués rentista y parasitario del capitalismo venezolano. Identificado así el enemigo del proceso bolivariano, viene ahora la preparación de las fuerzas propias para la pelea victoriosa contra ese viejo monstruo de mil cabezas hasta destruirlo y, sobre sus ruinas, ir construyendo el nuevo poder político-económico-social-productivo-comunal. Los instrumentos para esta batalla histórica están en las manos del pueblo: la democracia participativa y protagónica, consagrada en la Constitución; el Plan de la Patria, que es nuestra carta de navegación para construir el país que queremos; el Poder Popular, como fuerza legitimadora de los cambios sociales; la unidad cívico-militar, como fuerza fundamental para la defensa estratégica de la constitucionalidad, la soberanía y los intereses del pueblo; y el liderazgo del presidente Maduro, quien ha demostrado ser auténtico continuador de la obra y el legado del comandante invicto.
Es en este contexto histórico, absolutamente nuevo en comparación con el periodo de la democracia formal representativa, que sí es posible avanzar hacia la construcción del modelo de socialismo bolivariano del siglo XXI. En ese sentido, el nuevo sacudón que ha puesto en marcha Maduro, se distingue de los anteriores porque en su esencia tiene más carácter ofensivo que defensivo. Ya no se trata de defender el proceso de los ataques de la guerra económica y mediática, lo cual se ha venido cumpliendo con el control de cambios, la superintendencia de precios justos y la lucha contra el contrabando; ahora se trata de atacar la estructura misma que ha facilitado la guerra económica y avanzar en paralelo con la construcción de las bases materiales más sólidas para el socialismo, como lo son una economía productiva y el poder comunal socialista en cada territorio municipal de la República.
Ello implica, tal como se contempla en el plan presidencial, una reestructuración en el funcionamiento del alto mando gubernamental (las nuevas vicepresidencias a través de las cuales el Presidente controle mejor todo el gabinete); el reagrupamiento de los ministerios por áreas afines, para superar la dispersión de la gestión oficial y coordinar más y mejor los recursos y los esfuerzos; y los consejos presidenciales en los que se incluye el consejo presidencial comunal. En fin, se trata de una ofensiva revolucionaria global y envolvente distribuida en cinco ámbitos que definen el avance hacia una nueva etapa del proceso bolivariano. Son cinco revoluciones que implican cinco ofensivas contra lo viejo y de construcción de lo nuevo con base en los objetivos históricos del Plan de la patria. Eso es lo central y lo relevante. Lo demás son las medidas administrativas y las políticas concretas del gobierno para cada situación.
Finalmente diremos que lo más importante y estratégico es la contraloría social permanente por parte del pueblo y el poder popular, así como el ejercicio activo de la crítica y la autocrítica de los revolucionarios sin dejarnos confundir ni seducir por los distractores confusionistas que el enemigo pone en nuestros ambientes socio-políticos, especialmente en las redes sociales y las páginas virtuales. Estamos en un tiempo para el gran protagonismo real y concreto del Poder Popular en cada parroquia, comunidad, pueblo y ciudad, con base en los objetivos del Plan de la Patria, la conciencia revolucionaria y la profunda espiritualidad bolivariana y universal del proyecto chavista.
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