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El salario del miedo

Fuentes: Punto Final

Continuando con el chequeo de nuestra sociedad, una vez más apareció el especialista internacional que deja en evidencia las profundas deficiencias del modelo de desarrollo a la chilena -bien disfrazadas detrás de las estupendas cifras macroeconómicas- y que reflejan una cultura nacional marcada por la desigualdad. Así como a fines del año 2003 sendos informes […]

Continuando con el chequeo de nuestra sociedad, una vez más apareció el especialista internacional que deja en evidencia las profundas deficiencias del modelo de desarrollo a la chilena -bien disfrazadas detrás de las estupendas cifras macroeconómicas- y que reflejan una cultura nacional marcada por la desigualdad.

Así como a fines del año 2003 sendos informes del Banco Mundial y de las economías más desarrolladas revelaban nuestra verdadera identidad y nos presentaban como uno de los diez países con peor distribución del ingreso en el mundo, esta vez le tocó el turno al salario mínimo. El especialista delator resultó ser Naciones Unidas, que puso en duda el monto de $ 120.000 fijados actualmente como parámetro con el cual se puede lograr una calidad de vida digna.

Quién lo iba a pensar: el país que exporta más de US$ 32.000 millones, con un crecimiento sólo en este año de más de 50% en el valor exportado, en donde el Producto Interno Bruto por persona ajustado por poder de compra se empina por sobre los US$ 11.000, que cuenta con cuatro grupos económicos que ubican a sus empresas entre las dos mil más grandes del mundo según Forbes y que ha mantenido un crecimiento económico promedio en los últimos quince años un poco mayor al 5,5%, está siendo cuestionado porque detenta políticas salariales de subsistencia que ni siquiera cumplen su objetivo.

Lo cierto es que el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de Naciones Unidas, en sus observaciones finales al tercer informe que entregó nuestro país en relación a estas materias, aconseja la adopción de medidas que aseguren que el salario mínimo sea suficiente para que los trabajadores y sus familias lleven una vida digna e insta al Estado a entregar información más detallada sobre la relación entre el salario mínimo fijado por ley y la canasta básica de alimentos. Lo más preocupante, más allá del deterioro de nuestra imagen país, ha sido la respuesta del gobierno ante la solicitud de la ONU. No se puede tolerar ni humana ni técnicamente la postura escuetísima y alejada de la realidad que textualmente dice: «De acuerdo a lo consultado, cabe señalar que el salario mínimo vigente es suficiente para proporcionar condiciones de vida dignas».

Tenemos que ser un país serio. Por lo mismo, si consideramos que en el 40% más pobre de la población chilena (los dos primeros quintiles) existe una relación de casi cuatro personas que dependen del ingreso de cada ocupado por hogar -según la encuesta Casen 2003- y que ahí se concentra la mayoría de los trabajadores que reciben el manoseado salario mínimo, es nuestro deber informar que con $ 120.000 mensuales -algo más de US$ 200- y utilizando los precios más bajos entregados por el INE, a esa familia de cuatro miembros le alcanza para lo siguiente:

Cada miembro del hogar podrá comer sólo 1 pan al día; las personas de este hogar podrán comer arroz sólo en 6 comidas al mes; se podrá comer tallarines 1 vez a la semana; sólo 1 vez al mes podrán comer carne; sólo 1 vez al mes podrán comer pollo; sólo 2 veces al mes podrán comer vienesas; cada miembro del hogar podrá tomar sólo 1 vaso de leche cada 3 días; cada miembro del hogar podrá comer sólo 2 huevos al mes; se utilizará el mínimo de aceite para cocinar; sólo algunos días se le podrá echar margarina al pan; cada miembro del hogar podrá echar sólo una cucharadita de azúcar por taza de té; cada miembro del hogar podrá tomar 1 taza de té al día, si se comparte cada bolsita; sólo 2 veces a la semana la familia tendrá jugo en la mesa; se tratará de aliñar con sal lo menos posible; cada miembro del hogar podrá comer fruta sólo 2 veces a la semana; se podrá consumir 1 kilo de tomates a la semana; se podrá consumir 1 kilo de papas a la semana para acompañar las comidas; se podrá utilizar 1/2 kilo de cebollas a la semana; se podrá comer lentejas sólo 2 veces al mes.

Pago de arriendo por la vivienda: $ 45.000. En gas, agua y luz se gastará un promedio de $4.000 por cada servicio básico. Uso de una caja de detergente para lavar la ropa sólo cuando esté muy sucia, y se deberá juntar la de todos los miembros del hogar para ahorrar detergente. Gasto mensual en vestuario: $ 8.000 (considerando que cada persona contará con $ 2.000 mensuales para vestirse, recién en seis años podrá tener una tenida completa que incluya calzado, pantalón, polera, camisa, ropa interior, abrigo, etc.).

Tendrán para 60 pasajes adultos y 40 escolares (quien trabaje podrá tomar sólo dos micros al día y el otro adulto de la casa, no podrá viajar en micro. Además se supone que uno de los niños gasta en pasaje sólo los días que va al colegio). Sólo a veces se podrá utilizar jabón para ducharse; cada miembro del hogar podrá lavarse los dientes sólo día por medio y deberá hacer durar su champú y su desodorante cuatro meses; se podrá utilizar dos rollos de papel higiénico a la semana. En algunos casos se deberá usar éste como sustituto de las servilletas.

Además, se supone que todos los gastos en salud (intervenciones, consultas, medicamentos) y educación (mensualidad, útiles escolares, uniforme) los cubrirá el Estado. Por otro lado las personas no tendrán derecho a recrearse y salir en familia, a llamar por teléfono, a equipar sus viviendas, a fumar, beber alcohol y comer una dieta variada.

Ojalá con estos datos de sentido común el gobierno pueda informar de mejor manera a Naciones Unidas. Eso siempre y cuando compartamos el concepto de vida digna, claro.

Marco Kremerman. Economista. Fundación Terram