El presidente salvadoreño Elías Antonio Saca pasará a la historia como el ejecutor de entregar la economía y posiblemente la soberanía del país, al aliado y cercano vecino norteamericano, tras la entrada de esa pequeña nación centroamericana en el Tratado de Libre Comercio (TLC) acordado con Estados Unidos. La puesta en vigencia del acuerdo comenzó […]
El presidente salvadoreño Elías Antonio Saca pasará a la historia como el ejecutor de entregar la economía y posiblemente la soberanía del país, al aliado y cercano vecino norteamericano, tras la entrada de esa pequeña nación centroamericana en el Tratado de Libre Comercio (TLC) acordado con Estados Unidos.
La puesta en vigencia del acuerdo comenzó el primero de marzo después que El Salvador hizo los cambios legislativos y regulativos que exigía Washington. Saca realizó el anuncio al concluir una conversación con el presidente George W. Bush, en la Casa Blanca adonde acudió para agradecer al mandatario por no expulsar a cerca de 260 000 salvadoreños que trabajan allá y que por otro año, fueron beneficiados con el Estatus de Protección Temporal.
Este aspecto resulta sumamente importante para el país centroamericano pues las remesas enviadas por sus coterráneos que viven en Estados Unidos alcanzaron los 3 500 millones de dólares en 2005, una cuarta parte de su producto Interno Bruto (PIB).
La tercera nación más pobre de Centroamérica tiene un PIB de 14 000 millones de dólares mientras que el de Estados Unidos se cifra en 11 670 billones.
Para el diario local La Prensa Gráfica, el de mayor circulación en el país, «la consistencia en apoyar con presencia concreta a la Casa Blanca en la ocupación a Iraq» ha sido unos de los motivos de la magnanimidad de Washington hacia la empobrecida nación. El anterior presidente salvadoreño, Francisco Flores y el actual Elías Antonio Saca han sido los presidentes más fieles que ha tenido Estados Unidos en toda la región Centroamericana.
En un eufórico discurso ante empresarios salvadoreños, Saca afirmó «estamos en Grandes Ligas en el comercio mundial y ahora nos toca empujar juntos esta carreta».
Y sus palabras no dejan de reflejar la verdad pues el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) señaló que el 44 % de los 8 millones de salvadoreños son pobres, el desempleo alcanza al 16 % de la población y el subempleo al 40 %.
Desde 1990 cuando el partido Alianza Republicana Nacionalista (ARENA) llegó a la presidencia, adoptó un amplio plan neoliberal e implantó la dolarización, pero fue incapaz de levantar la economía. Como consecuencia proliferaron numerosas bandas bien organizadas de asaltantes llamadas «maras», que controlan en ocasiones todos los negocios en un barrio.
Con la entrada en vigor del TLC, en el primer año se suprimirán los aranceles al 99,8% de las exportaciones industriales de El Salvador, mientras se beneficiarán con similar medida el 78 % de las exportaciones norteamericanas.
El beneficio es casi nulo para la pequeña nación pues desde hace años el 90 % de sus mercancías no pagan aranceles porque gozan de la Iniciativa de la Cuenca del Caribe que Estados Unidos otorga a los productos de las maquilas y otros bienes.
Las maquilas representan el 88 % de sus exportaciones hacia el vecino del norte. Como afirma Elías Saca, los salvadoreños tendrán que seguir empujando las carretas.
La industria salvadoreña no esta desarrollada y no podrá competir en el mercado nacional ni en el norteamericano. Las mercancías electrodomésticas, calzado, alimentarias, plásticos y de todas las variedades procedentes del norte inundarán El Salvador con la consecuente quiebra y posterior venta de sus pequeñas y medianas fábricas.
Una de las cláusulas del TLC es que las compañías transnacionales operarán e invertirán con todas las facilidades de la ley en las naciones que firmen el Tratado. A la vuelta de pocos años, con el abundante capital de que disponen y las prerrogativas que se les otorgan, esas compañías tendrán en sus manos el control de la economía salvadoreña.
En cuanto al agro, 400 000 personas se dedican a la producción de arroz, maíz y frijol. A partir del 1 de marzo, los granjeros norteamericanos, que cuentan con enormes subsidios para sus producciones, pueden vender 68 000 toneladas de arroz sin pagar el 40 % del arancel. Lo mismo sucede con el maíz (en el 2003 importó del Norte 230 000 toneladas) y con el frijol, pues debido a las áreas de siembra, rendimiento y costos por manzanas, no son competitivos.
Varias compañías transnacionales ya tienen sus proyecciones puestas en las fértiles tierras salvadoreñas con el objetivo de comprar amplios territorios e incrementar la explotación intensiva de los cultivos.
Lo mismo ocurrirá con el sector pecuario y aviario pues Estados Unidos venderá desde un principio, con aranceles rebajados, grandes cantidades de carne de puerco, de res y de aves. El éxodo de los campesinos a las ciudades y hacia otros países de la región en busca de subsistencia para sus familias, será una consecuencia inevitable de esas desnacionalizaciones.
Como si esto fuera poco, el TLC establece que las empresas de Estados Unidos también podrán incursionar en el mercado de servicios como telecomunicaciones, energía, transporte, turismo, medio ambiente, seguros, ventas al por mayor y al por menor, servicios de entrega inmediata, computadoras, audiovisuales, de diversión, construcción, publicidad, arquitectura, ingeniería y a la par se eliminarán la mayoría de los requisitos locales que imponían barreras a profesionales estadounidenses.
El Tratado protege por 20 años a las patentes sobre medicinas y agroquímicos procedentes de invenciones norteamericanas, que incluyen las nuevas sobre plantas naturales.
En resumen, el TLC será un beneficio total para las empresas transnacionales, la oligarquía nacional y para el control estadounidense sobre la economía y la política de la pequeña nación centroamericana.