«Podía ir a Curitiba a declarar. Cualquier día. Por eso me sentí prisionero hoy a la mañana» fue una de las primeras frases de Lula en su conferencia de prensa de la tarde del viernes, luego de la efimera detención que el juez Sergio Moro ordenara en su contra para que declare, en el marco […]
«Podía ir a Curitiba a declarar. Cualquier día. Por eso me sentí prisionero hoy a la mañana» fue una de las primeras frases de Lula en su conferencia de prensa de la tarde del viernes, luego de la efimera detención que el juez Sergio Moro ordenara en su contra para que declare, en el marco de la investigación Lava Jato, en el aeropuerto de Congonha, en un procedimiento que en Brasil se conoce como «conducción coercitiva».
La operación había sido meticulosamente planeada. Por la mañana, el diario Folha de Sao Paulo apareció impreso con un titular catástrofe, relacionando a Lula con el caso, a través de una supuesta delación -que jamás se conoció- del ex senador Delcidio. A las 6 de la mañana, 200 efectivos de la Policía Federal brasileña llegaron al domicilio de Lula, situado en San Bernando de Campo, y al propio Instituto Lula, en Ipiranga, en lo que fue un operativo «pirotécnico», tal como lo describió el veterano dirigente sindical. ¿Cómo siguió la cobertura de los hechos? Un helicóptero de la Rede Globo sobrevolaba la Superintendencia de la PF en San Pablo, mientras Lula era llevado al aeropuerto a declarar. Como se ve: un show televisado, destinado a mostrar herido, domesticado, con la cabeza gacha, al ex presidente mejor valorado de la historia de Brasil.
Pero Lula fue muy claro en su interpretación de los hechos y no dejó caer su ánimo. «Mucha gente se incomodó con nosotros. Y quieren detener esos avances sociales» declaró en la rueda de prensa, rodeado de dirigentes del PT y la CUT, y organizaciones sociales, políticas y estudiantiles que defienden su legado. «No voy a bajar la cabeza: aprendí a levantarla en asambleas de fábrica, cuando me levantaba a las 4 de la mañana» afirmó luego, como si a alguno de los presentes le quedaran dudas sobre lo que hará de acá más. Pero también dejó un mensaje claro a los dirigentes de su ya histórico partido, que acaba de cumplir 36 años: «lo que está pasando ahora es lo que necesitaba el PT para levantar la cabeza».
¿A que se debe la referencia de Lula en relación al PT? A las elecciones municipales que habrá este año en Brasil, pero, sobre todo, a la necesidad de mejorar la gestión del gobierno federal en vías a desbaratar el intento de impeachment sobre Dilma para luego vencer en las elecciones de 2018. Sabe Lula que es el candidato mejor posicionado para esa contienda. Y entiende, además, que buena parte de la pirotecnia televisada en su contra tiene que ver con el intento de erosionar la amplia popularidad que el nordestino conserva en las población brasileña. Por ello vislumbra que esto continuará.
El momento del avance de Moro sobre el histórico dirigente no es casual: en la región se vive un intento de restauración conservadora de forma nítida, en la que se busca descabezar a los principales liderazgos de lo que fueran (y son) los gobiernos posneoliberales. La citación judicial a Cristina Fernández de Kirchner y la campaña de desprestigio en torno a Evo Morales a raíz del caso Zapata son ejemplos cercanos a lo que está viviendo el fundador del PT. Y Brasil no pudo avanzar en una ley de medios que redistribuya diversas informaciones: así aparece el tono monocorde de Globo, O Estado de Sao Paulo y Folha anunciando una y otra vez que Lula es culpable, antes que lo dictamine la propia justicia, de vaya a saber uno cuantos vejámenes.
¿Buscan investigar a fondo la corrupción? No, buscan instalar un preconcepto. El diario O Globo lo dejó en claro con una idea escalofriante, en su análisis del caso: «En la política lo que interesa es la versión, no los hechos». Por eso Lula sale a batallar en ambos planos. Con su verdad sobre lo que pasó -afirmó que esta es la tercera vez que declara sobre el tema- pero, además, con una interpretación sólida: detrás de la operación mediático-judicial hay un intento de aniquilar definitivamente al PT.
Brasil parece haber pasado una barrera con la detención de Lula, más allá de que este haya luego recuperado la libertad. El «todo vale» está a la vuelta de la esquina, y es efectivamente peligroso en un país donde los sectores populares conservan tanto arraigo con la figura del ex presidente. Ahora tanto los sectores del poder judicial que envalentonados buscan su cabeza, como los medios hegemónicos de comunicación deberán repensar hasta que punto tensar la cuerda. Cuánto más se puede. A fin de cuentas, ese raro espécimen político llamado Lula, que vino a San Pablo desde el nordeste pobre y se convirtió en el personaje más importante de la historia contemporanea de Brasil, les demostró una y otra vez que puede (y sabe como) reinventarse.
Juan Manuel Karg. Politólogo UBA / Analista Internacional.
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