Sociedad gris en la que vivimos; sociedad alienada, robotizada. Cualquiera que vaya un poco más allá de las apariencias puede percibirlo. El sistema ha ganado, o al menos gana de momento. El sistema ha anulado en las personas la capacidad de crítica, la capacidad de reflexión, y si nada cambia la sociedad está perdida. ¿Por […]
Sociedad gris en la que vivimos; sociedad alienada, robotizada. Cualquiera que vaya un poco más allá de las apariencias puede percibirlo. El sistema ha ganado, o al menos gana de momento. El sistema ha anulado en las personas la capacidad de crítica, la capacidad de reflexión, y si nada cambia la sociedad está perdida.
¿Por qué? Esta es la pregunta más básica que uno puede hacer, pero la aniquilación de la reflexión llega ya a tal extremo que escuchar hoy en día un «por qué» se antoja tarea complicada. La sociedad no hace preguntas, los individuos no se preguntan, no van más allá, no exploran posibilidades ni mucho menos las conciben en sus mentes, simplemente aceptan.
Pero nada es por casualidad y esta aniquilación del pensamiento viene de lejos, viene ya del sistema educativo empezando cómo no por la escuela.
Porque el sistema educativo tal y como está planteado (tal y como lo han planteado), aparte de ser la herramienta encargada de supuestamente culturizar a los ciudadanos mediante contenidos es la herramienta con la que se anula el pensamiento, es la forma con la que se aleja a los niños, adolescente, adultos…del pensamiento, de la crítica, para a cambio llevar a todo el mundo a la aceptación de lo que se les dice, a la aceptación de las normas pero no por un proceso de reflexión sino porque ello ha de ser así.
El sistema educativo tal y como está diseñado es una de las principales herramientas del sistema en pos del adoctrinamiento, en pos del agarrotamiento mental. Allí no se fomentará la crítica, el proponer soluciones alternativas, la creatividad; en cambio siempre se plantearán problemas con una única solución: el niño, adolescente o quien fuere debe hallar la solución que ya existe o la debe memorizar pero nunca debe buscar alternativas o plantear sus propias soluciones pues estas no existen, no hay ni puede haber alternativas ni soluciones propias.
Por tanto, no se trata de fomentar la expansión de la mente sino su constreñimiento; no se trata de que la persona ponga en cuestión las normas o lo que se le dice sino de que acepte que no hay alternativa, que no hay otra posibilidad a lo ya dicho. Se trata en definitiva de «cortarle las alas» al pensamiento ya desde la más temprana edad, se trata de construir piezas para el sistema.
Así, la creatividad, la reflexión y la crítica son ahogadas desde bien pronto a cambio de tener ciudadanos dóciles y simples mentalmente, personas que siendo ya adultas serán incapaces de realizar ninguna crítica ni de plantearse ante cualquier cuestión o norma ni tan solo: ¿por qué?. El resultado pues son unos ciudadanos que no se hacen preguntas porque ni tan siquiera saben y que solo acatan lo que se les dice.
Y así, las cosas pasan de ser contingentes a ser necesarias: es necesario que el modelo económico sea el que es pues no puede haber alternativa posible, es necesario que haya gente viviendo como reyes y otras personas viviendo como perros abandonados pues lamentablemente ha de ser así, es necesario que nos gobiernen gente sin escrúpulos y es necesario que les vuelva a votar porque así es la vida y es lo que hay…y es que no hay más posibilidades que las que me plantean, es decir, solo hay una posibilidad.
De este modo la masa es una verdadera masa, una masa maleable y totalmente adoctrinable, una masa que no hace preguntas ni tan solo se las hace para sí misma, una masa superficial sin asomo de espíritu crítico. Una masa, en definitiva, como la que tenemos.
Vicente Berenguer, asesor filosófico
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