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El Socialismo todavía está por construirse

Fuentes: Rebelión

Reflexiones de los programas de CONVERSATORIO SOCIALISTA Abril – Mayo 2016 (Circuito Radial PDVSA)


La guerra declarada por la contrarrevolución burguesa recrudece. Solo se le puede enfrentar y vencer con la fuerza protagónica de todo el pueblo, especialmente con la de esa parte del pueblo que ocupa un lugar fundamental en el campo económico y de la producción en el que esa guerra tiene su epicentro, como son los trabajadores. Bajo los dictados de este asedio, un cerco asfixiante se tiende sobre el gobierno Bolivariano para consumar lo ya anunciado por los voceros de la maquinaria de guerra imperialista yanqui desde el 09 de marzo de 2015: hacer colapsar la economía del país y provocar las condiciones de una crisis «humanitaria» que abra las puertas de una intervención encabezada por la Casa Blanca y secundada por sus socios locales y en la regional.

Al compás de ese cerco que se achica – con eje en la producción y distribución de alimentos y demás bienes esenciales – aumentando las penurias para proveerse de lo más elemental para la subsistencia diaria, y del esfuerzo gigantesco del gobierno Bolivariano dirigido a contrarrestarlo, impulsando la Agenda Económica Bolivariana (15 motores productivos) que busca echar las bases de un nuevo «modelo» económico Productivo, la escalada reaccionaria apela a la intervención bajo los viejos mecanismos colonialistas de Washington en la región (OEA). Mientras – a decir de la población – los efectos de los motores económicos «aún no se sienten» a la hora de las compras diarias.

Apoyándose en estos elementos (y no pocas contradicciones en el gobierno), los agentes de la gran burguesía propagan (con relativo éxito) que el desabastecimiento, la hiperinflación, la violencia, la corrupción, etc., son resultados del «modelo» económico socialista – estatista aplicado por el gobierno, y postulan como solución ante las masas las bondades de una economía organizada según el libre mercado, la iniciativa empresarial y sin controles del Estado. Tras cada golpe en las condiciones de vida de la gente, redoblan esfuerzos destinados a ganar el corazón y la cabeza de las masas para, dotar de base social su plan de derrocamiento de la Revolución y su perspectiva Socialista.

Lo cierto, sin embargo, es que entre la vieja sociedad capitalista y el Socialismo, media una dura batalla política entre las viejas fuerzas reaccionarias y las fuerzas populares que propugnan una sociedad orientada en función de los intereses y aspiraciones del pueblo trabajador. Pueblo que padece los efectos de las agudas tensiones provocadas por esa lucha de clases, en lo estructural y en lo superestructural, en la que se dirime qué clases terminarán imponiéndose y, con ello, afianzando, o bien la permanencia de una sociedad organizada en función de la ganancia (capitalista) o bien su sustitución por una sociedad organizada en función del trabajo (Socialista). Todo, bajo una dinámica no exenta de fallas, deficiencias, inconsistencias y prácticas condenables dentro de las filas revolucionarias, que objetivamente pesan y de alguna manera alimentan en las masas la convicción de que la culpa es del gobierno y su «modelo» socialista fracasado.

Del pasado capitalista no se salta al Socialismo alegremente. Es un salto histórico que implica también un salto en la conciencia de las masas, y este salto no se va a dar espontáneamente, depende de las clases que llegan a manejar el Estado y la economía. Y este Estado que tenemos hoy, si bien se apoya en una gran movilización popular, en una enorme voluntad popular, todavía no ha llegado a la materialización de la participación y el protagonismo popular consagrada en la Constitución Nacional, en el sentido de que realmente las clases populares ejerzan el poder directamente, la gestión directa del Estado.

El problema del poder aún no está resuelto.

Nada contribuye a evidenciar la diferencia que existe entre Poder y Gobierno como la situación en la que nos encontramos actualmente, en la que el gobierno Bolivariano desarrolla acciones y aplica medidas para frenar la guerra económica de las clases acaudaladas, que resultan virtualmente impotentes, no solo para contener sus nefastos efectos sociales sino incluso el escandaloso abultamiento del lucro que esto representa para sectores empresariales y comerciales, constituyendo de facto un retroceso continuo en las condiciones de vida de las masas.

El Poder real aún no está en manos de las clases que sufren las consecuencias de la guerra económica; no puede entenderse la batalla económica como un mero problema de gestión técnica y gerencial, tal como algunos pretenden: es una durísima batalla políticaentre fuerzas históricamente confrontadas, y eso es lo que estamos viviendo, con idas y venidas, ascensos y descensos, con flujos y reflujos, con lucha entre Revolución y Contrarrevolución. Y esta batalla económica no la vamos a ganar solamente con medidas que hay que tomar y con algunas que se están tomando; es indispensable el involucramiento del pueblo, sobretodo de ese pueblo que está comprometido directamente con los procesos productivos: los trabajadores.

Especial significación tiene a este respecto, el llamado del Presidente Nicolás Maduro a la clase trabajadora venezolana a asumir el desarrollo de los 15 motores productivos de la Agenda Económica Bolivariana, para transformar el «modelo» económico rentista y vencer la guerra económica: «El gran reto de la clase obrera – ha dicho Maduro el 1° de mayo pasado -, la gran asignatura pendiente de la clase obrera y del socialismo, es desarrollar la economía, producir más y mejor que el sistema capitalista».

Pero esta convocatoria, así como las exigencias que la secundan desde sectores de la militancia, corre la suerte de quedar restringida a un formula discursiva, o a un enunciado general de escasa trascendencia, si su alcance y profundidad se circunscribe exclusivamente a los planes coyunturales determinados por las circunstancias inmediatas, y no se le relaciona estrechamente con los hechos y experiencias que le sirven de antecedentes y, directa o indirectamente, condicionan su desarrollo en la coyuntura actual. Porque Producir más y mejor es una tarea que no parte de cero: por un lado, la precede la enorme transformación estructural ocurrida en el sector Estatal de la economía, resultado de los procesos de nacionalización y estatizaciones realizadas por el gobierno Bolivariano tras dura lucha contra la reacción oligárquica e imperialista; y, por el otro, por las alianzas entre Estado y sectores del capital privado propiciadas en distintos momentos para impulsar la diversificación y elevación de la capacidad productiva, promover exportaciones no petroleras y aumentar el ingreso de divisas.

En ese contexto, asumir la producción (y los problemas de la producción) desde el sector estatal de la economía, pasa por el balance de la propia práctica social desarrollada en los marcos de esta gran batalla económica, especialmente en cuanto a la forma cómo se han abordado y resuelto, , situaciones tales como: la relación del protagonismo de los trabajadores como clase en la producción y la Gestión de los procesos productivos, sus resultados y enseñanzas, la aplicación de las leyes revolucionarias en las relaciones laborales, etc.; y en el campo de las relaciones entre la dirección económica del Estado con el sector privado de la economía, pasa también por balancear sus resultados reales a la fecha de hoy, tomando en cuenta los muchos planes productivos que se han puesto en marcha, con el drenaje de divisas y estímulos que ha implicado, y que a la luz de los 15 motores para la producción, reviste especial interés.

Se trata de dos aspectos de la producción (sector estatal y sector privado de la economía) dentro de cuyas determinaciones, en lo esencial, sigue desenvolviéndose la clase trabajadora venezolana en la coyuntura actual, sin que hasta ahora sus implicaciones y resultados hayan dado lugar a un debate político unificador que, sobre la base de las lecciones y enseñanzas extraídos de nuestros propios errores, fallas, limitaciones e inconsistencias, permita elevar la preparación y organización de los trabajadores en las tareas que le corresponde como clase en el campo de la producción y de la lucha política. La clase trabajadora puede y debe apoyarse en su propia experiencia para colocarse a la altura del papel que su condición le plantea, pero para ello es indispensable la reflexión colectiva de los protagonistas del proceso productivo y no solamente la adopción de planes desde la burocracia estatal al margen de las duras lecciones de la vida.

Iniciativas desde abajo.

Encarando limitaciones con una clara determinación a superar dificultades y con criterios de autoorganización, desde sectores laborales y las comunidades viene abriéndose paso, a lo largo y ancho del país, diversas iniciativas que asumen la producción y la creación de canales de distribución por fuera de los establecidos por el mercado, en función de romper el cerco del desabastecimiento, la especulación y la escases impuestos, y garantizar los bienes necesarios para la vida cotidiana.

«Nos dimos cuenta como trabajadores que si no asumíamos la gestión directa y democrática de nuestros bienes y de lo que queremos lograr, no íbamos a lograr unos resultados en los tiempos que esperábamos, porque la necesidad involucra que los planes de acción sean expeditos, sean inmediatos»; en estas palabras de un trabajador petrolero perteneciente a un Consejo de Trabajadores organizado para garantizar la distribución oportuna y equitativa de alimentos de un PDVAL ubicado dentro de las instalaciones de la empresa, se delinea la perspectiva y actitud con la que se está afrontando la difícil coyuntura desde el seno del pueblo, no claudicando ante el derrotismo y la desmoralización que promueve la derecha a partir de la existencia de problemas reales que no alcanza a resolver la gestión institucional con la diligencia que las circunstancias exigen. Tal actitud está caracterizando las iniciativas desde abajo, pero no para enfrentarse al Estado sino para aliarse con él por medio del concurso de esfuerzos.

Ejemplo de ello son las Empresas de Producción Social Comunal (EPSC) conformadas a raíz del cierre fraudulento de empresas por sus antiguos propietarios (por ejemplo Proletarios Uníos, y otras en el Estado Lara), la producción agrícola bajo la forma del Conuco que apalancan trabajadores de Pdvsa, Corpoelec, entre otras; los ensayos de cooperación entre el trabajador industrial y el productor del campo en Proyectos productivos comunes, o los nuevos canales de distribución de lo que se está produciendo.

Nuevas formas de organización se están ensayando para librar una lucha de naturaleza distinta a las tradicionales (sindicales), poniéndose a prueba la capacidad autogestionaria para sostener las iniciativas productivas que desde el mundo del trabajo ya toman cuerpo. Sin embargo, la dispersión y la ausencia de un plan unificado que coordine todas sus capacidades caracteriza aún a ese conjunto de grandes potencialidades. De ahí que existan situaciones en las que haya emprendimientos que sufran el acoso constantes de la derecha empresaria que, haciendo uso de vías judiciales, pretende destruir estas experiencias de auto organización y gestión de los propios productores asociados, o que sufren los rigores de la carencia de financiamiento o materias primas o localización segura para su modesta producción.

El motor productivo Comunal promovido por el gobierno revolucionario se orienta en sus definiciones a superar ese estado de cosas. Sin embargo, los ritmos de articulación y coordinación entre el plan estatal y el universo de iniciativas desde abajo, distan aún de ser los más óptimos, por lo que toman cuerpo a diario contradicciones entre esos planes preconcebidos de antemano y el empuje diario de los esfuerzos colectivos en marcha. En todo caso, ya se muestran evidencias del aumento de la capacidad de respuesta y de eficiencia en la gestión cuando se pone a prueba la intervención directa, organizada y democrática de los principales interesados en hacer más eficiente la gestión: los trabajadores.

A propósito del lanzamiento del motor productivo Comunal, el Presidente Nicolás Maduro sostuvo que entregaría las plantas paralizadas de la Polar a las empresas Comunales; ante esto, sin embargo, nos atrevemos a sostener, a la luz de las circunstancias antes mencionadas, que más allá de la materialización o no de esta medida, lo que debería siempre y en todo caso es facilitar el afianzamiento de las EPSC que aún, tras 3 años, siguen afrontando severas limitaciones para poder cumplir la función productiva que se han trazado en interés del pueblo.

A manera de resumen.

Las implicaciones que la aguda confrontación de clases en el país pudiera tener en algunos países centrales (como España en Europa o en el mismo EEUU) en los que la crisis capitalista hace crecer la resistencia social ante las medidas impuestas por el gran capital, (liquidando importantes conquistas sociales y económicas), explica, en gran medida, el feroz ataque de la burguesía imperialista junto a sus aliadas de la región (eje Madrid, EE.UU, Colombia) contra el Gobierno Bolivariano, y la vasta contraofensiva estratégica dirigida por el Imperialismo yanqui a liquidar la Revolución en Venezuela y la región y recuperar el control hegemónico de su otrora «patio trasero».

Si las grandes conquistas sociales constituyen una de las más emblemáticas obras de la Revolución Bolivariana, y que ante la agresión que se anuncia tras cada ataque contra el país representan una razón más que suficiente para defenderlas, aumentar la capacidad productiva del trabajo social constituye una tarea cuya resolución, no solo se funde más que nunca con la defensa de la Independencia y Soberanía Nacional amenazada, sino con el lugar que tendrá el trabajo en la conducción de los destinos de la Patria. Y la Patria hoy más que nunca es América Latina y el Caribe. Territorio que resume en una más justa medida la perspectiva Socialista, como ya hace mucho resume la medida de la perspectiva Bolivariana.

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