A lo largo del periodo de la posguerra los Estados Unidos han jugado el papel indiscutido de hegemonía en el mundo occidental. Dicho poder emana no solo de la posibilidad de proyectar sus fuerzas militares en la mayor parte del globo, sino también de su capacidad de extraer excedentes económicos a través de la estructura […]
A lo largo del periodo de la posguerra los Estados Unidos han jugado el papel indiscutido de hegemonía en el mundo occidental. Dicho poder emana no solo de la posibilidad de proyectar sus fuerzas militares en la mayor parte del globo, sino también de su capacidad de extraer excedentes económicos a través de la estructura del sistema económico internacional y del rol privilegiado del dólar en dicho sistema. El grupo de países contenido bajo la esfera de influencia norteamericana ha estado dispuesto a mantener y financiar el status quo en la medida que tres condiciones sean cumplidas. La primera es un fuerte grado de convicción por parte de ciertos países, fundamentalmente Europa y Japón, de que los costos de permitir el colapso de la posición norteamericana a nivel global superan los beneficios de continuar apoyando dicha posición. La segunda, es la noción por parte de países en la periferia y poderes rivales, que el poder militar norteamericano no puede ser desafiado. La tercera condición es que el sistema financiero de los Estados Unidos continúe siendo el principal refugio y fuente de liquidez de los mercados globales.
Durante las ultimas 2 décadas dichas condiciones han sufrido un proceso de erosión. Las dos primeras, por las aventuras militares en Irak y Afganistán. La tercera a cuenta de la reciente crisis financiera. El hecho que a diferencia de eventos pasados la actual crisis internacional tiene como epicentro la economía norteamericana, se cita como evidencia en los círculos especializados del aparente declive de la hegemonía de los Estados Unidos. La acumulación de déficit de cuenta corriente y fiscales, así como el acelerado crecimiento de la deuda publica en dicho país durante la ultima década han aumentado la incertidumbre sobre la capacidad del dólar para seguir ejerciendo su papel como principal unidad de cuenta y reserva de valor del sistema monetario internacional.
En cierta medida la creciente realización por parte de países aliados y de la periferia de los costos asociados al sostener la posición privilegiada del dólar, los ha llevado al desarrollo de alternativas a nivel regional para reducir su dependencia respecto a la moneda norteamericana y con miras a disputar el rol hegemónico de dicha moneda. En el caso de Europa la respuesta esta representada por la creación del Euro en el 2000 y su adopción por 14 países de la región. Tras 10 años en operación, la moneda común fortaleció el proceso de integración económica europea, y en una primera fase de la crisis, sirvió como mecanismo de protección de los especuladores internacionales. Mientras tanto en Asia, la crisis financiera de finales de los años dejo en claro la importancia de establecer mecanismos regionales de coordinación monetaria y financiera para hacer frente a la volatilidad de los mercados internacionales. Este suceso llevo a 13 países del este asiático a establecer la iniciativa Chiang Mai, con el objetivo de establecer un fondo regional de estabilización y eventualmente crear una unidad monetaria asiática.
Por otra parte en América Latina, el arribo el poder en diferentes países de la región, con proyectos de gobierno alternativos al modelo neoliberal, ha promovido el fortalecimiento de la integración regional a lo largo de la ultima década. Muestra de ello son las iniciativas del ALBA y el Banco del Sur. A las anteriores se suma la creación de un sistema de compensación monetaria a nivel regional, el Sucre. Dicho proceso se encuentra en sus primeras etapas y aun esta abierto el debate sobre los mecanismos específicos que debe adoptar la iniciativa de moneda regional para convertirse en una realidad.
En líneas generales los principales objetivos de la iniciativa del Sucre consisten en reducir la dependencia del dólar y fomentar el comercio intra-regional. En este sentido y contrario a las percepciones de un sector de la izquierda latinoamericana, la urgencia estratégica de la implementación del sucre no radica en un inminente colapso del dólar. De hecho una de las contradicciones de la actual crisis es que lejos de debilitar la posición del dólar dentro del sistema monetario internacional, esta la ha fortalecido. Esto se debe a que el incremento en la demanda por liquidez asociada con la incertidumbre que predomina en los mercados de capital ha aumentado la demanda por dólares, lo cual se ve reflejado en 3 indicadores. En primer lugar, la participación del dólar americano dentro de las reservas internacionales ha aumentado desde el comienzo de la crisis en el verano del 2008. Segundo, en cada uno de los eventos de pánico que han ocurrido desde entonces el dólar ha sufrido fuertes apreciaciones relativo al resto de las divisas internacionales. Y en tercer lugar, en cada uno de estos episodios el rendimiento de los bonos del tesoro de los Estados Unidos ha caído de forma significativa, reflejo claro del llamado «flight to quality». Los 3 fenómenos citados demuestran que ante la falta de una alternativa viable, la inestabilidad y volatilidad solo refuerzan el papel de resguardo de valor del dólar dentro del sistema.
De esta forma el problema estratégico desde la perspectiva de los países que se encuentran dentro de la esfera de influencia del dólar consiste mas bien en el hecho que la economía importadora de ultima instancia enfrenta un periodo prolongado de estancamiento similar al experimentado por el Japon durante las ultimas 2 décadas. En un entorno caracterizado por el desapalancamiento del sector privado asociado con la reducción de sus deudas a niveles sostenibles, la economía norteamericana vera crecer sus niveles de ahorro interno y un correspondiente ajuste del saldo comercial externo. La implicación principal de esta transformación para las economías de la región, las cuales cuentan con una estructura exportadora de carácter homogéneo, consiste en que experimentaran un estancamiento de sus volúmenes de exportaciones al mismo tiempo que verán caer los precios de las materias primas, como ha ocurrido en los anteriores eventos de recesion global. Aun para las elites capitalistas de la región, este es claramente un callejón sin salida.
La alternativa entonces consiste en reforzar los nexos productivos y comerciales a nivel regional. Como quedo patente durante el periodo de la Gran Depresión, en un contexto caracterizado por incrementos en las tensiones comerciales a nivel global, aquellos países que reorientan su estrategia hacia el mercado interno son los primeros que logran retornar a la senda de crecimiento. El Sucre jugaría un papel clave para la implementación de esta estrategia alternativa a nivel regional. En primer lugar, al reducir los costos de transacción incrementa los márgenes de rentabilidad de las exportaciones no tradicionales intra-regionales, aumentando así su atractivo dentro del sector exportador. En segundo lugar al contar con mecanismos de redistribución de excedentes comerciales, diseñados para evitar el tipo de crisis que experimenta el Euro actualmente, la moneda común ayudaría a acelerar la transición al forzar a países con superávit comerciales intra-regionales, como Venezuela, a invertir estos excedentes en mayores volúmenes de importaciones de otros países usuarios del Sucre. Finalmente, el Sucre al crear este tipo de incentivos para la integración, fortalecería la creación de un mercado interno común lo suficientemente grande como para crear las economías de escala requeridas para un proceso de industrialización.
Por otra parte es importante señalar que la creación del Sucre y la intensificación del comercio intra-regional van de la mano con un cambio radical del sistema de financiamiento externo de los países que se integren a la iniciativa. En la medida en que dichos países mantengan altos niveles de endeudamiento externo denominados en dólares, estos seguirán requiriendo ingresos por exportaciones denominados en dicha moneda para cubrir el servicio de la deuda. Dicho de otra forma, mientras que exista la necesidad de pagar una deuda externa denominada en dólares los países de la región estarán atados al dólar y a la inserción productiva y comercial que la pertenencia a esta esfera de influencia implica. De ahí la importancia que paralelo al proceso de implementación del Sucre, los países que participen de la iniciativa se comprometan a realizar auditorias de la deuda que conduzcan a la reducción de una deuda externa que en muchos casos ha sido adquirida de forma ilegal o ilegitima, como quedo demostrado con la reciente experiencia de auditoria en el Ecuador.
Sin embargo el proceso de eliminación de la dependencia del dólar asociado al Sucre, solo puede ser completado por un mecanismo que permita movilizar el ahorro interno de la región. Este mecanismo es el Banco del Sur, el cual al favorecer prestamos denominados en las monedas de los países, reduce la vulnerabilidad de estos a los flujos internacionales de capital. Mas allá de esto al permitir el financiamiento de proyectos productivos y de infraestructura destinados a promover la integración regional a través de la movilización de las reservas internacionales, el Banco constituye una herramienta clave para reducir la dependencia de créditos denominados en dólares.
Aunque los miembros del G-20 quieran hacer creer al mundo que la salida de la Gran Recesion esta tan solo a la vuelta de la esquina, los problemas estructurales de la economía global indican que nos enfrentamos a un lento pero inexorable proceso de transformación de estas estructuras. El cambio mas importante es la erosión de la posición hegemónica de los Estados Unidos aludida anteriormente. Si bien esto no implica un súbito colapso del dólar y del actual sistema internacional, es claro que aquellos países que saldrán fortalecidos de la crisis, serán los que sean capaces de crear nuevas estructuras. América Latina tiene hoy en sus manos esta oportunidad histórica con la implementación integral de una nueva arquitectura financiera regional basada en el Sucre. Es nuestro deber no desaprovecharla.