América Latina emergió de la crisis económico-financiera como modelo efectivo para navegar en esas aguas. Las principales economías de la región, y no otras no tan portentosas, enfrentaron las turbulencias con inversión social y resguardo de sus pueblos. Una contracara saludable y viable ante la salida conservadora de los países centrales.
Los defensores del sistema mundial, o más bien los apologistas del establishment -como acertadamente los designara Mészáros- se empeñan en querer tapar el sol con un dedo. Pretenden, apoyados en el enorme poder de penetración de las industrias culturales, hacernos creer que no existe ni ha existido nunca el imperialismo; y que la crisis social, económica y política que atraviesa al mundo también es una invención de mentes calenturientas de la «romántica y soñadora» izquierda de siempre.
En el mejor de los casos, y forzados por las circunstancias imposibles de enmascarar, admiten que hay «problemas coyunturales» y cíclicos que, según afirman, pueden ser subsanados en el marco del mismo capitalismo.
La cruda realidad y la historia, que son muy tercas, también se empeñan en desmentirlos a diario. Por más esfuerzos que dediquen a ocultar o minimizar los hechos, la verdad es que hay evidencias contundentes e irrebatibles de que el capitalismo, que nació y se consolidó en función de una brutalidad y rapacidad infinitas, enfronta una crisis sistémica, cuyas consecuencias, riesgos y amenazas deben ser objeto de un análisis riguroso, crítico y comprometido.
Hasta el momento, la inestabilidad del dólar como moneda de reserva mundial y la volatilidad de los mercados financieros han tenido dos consecuencias fundamentales: la primera es que se incrementaron los niveles de concentración y poder de los grandes grupos económicos; la segunda es la pretensión de revivir el recetario neoliberal con el cual, en los últimos años, se impusieron grandes sacrificios a las masas de trabajadores en Europa y Estados Unidos.
Hay que contar entre los apologistas de este desmadre que es el capitalismo a líderes de opinión, académicos e investigadores sociales de la ultraderecha que acaparan los espacios televisivos, impresos y radiales de la gran prensa transnacional. Con su prédica de defensa a ultranza del modo de producción capitalista, y el mensaje aterrador de que si no es en el marco del capitalismo, no hay ninguna otra salida posible, bombardean sistemáticamente con mentiras a toda la aldea global.
Los países de América Latina, en especial de Suramérica, hemos podido sortear con relativo éxito los embates de esta primera fase de la crisis, desatada a fines de 2008 y que ha disparado las tasas de desempleo mundial, sumiendo en la incertidumbre y la desesperación a cientos de millones de seres humanos.
En la mayoría de las naciones latinoamericanas se han instaurado regímenes progresistas que han hecho grandes esfuerzos por sacudirse el imperialismo que se impuso primero a la fuerza bruta -con invasiones, bombardeos y dictaduras-, y luego, más sutilmente, con pérfidos mecanismos de endeudamiento y ¿señoreaje? de nuestras economías.
El lingüista y filósofo norteamericano Noam Chomsky sintetizó con suma claridad esa política de dominación imperial instaurada en América Latina desde las postrimerías del siglo XIX y a lo largo del siglo XX.
De acuerdo con los estudios de Chomsky, desde John Quincy Adams (presidente en 1825), pasando por Woodrow Wilson (1913) y hasta Barak Obama, la política exterior de Estados Unidos no ha sufrido mayores variaciones en cuanto a su objetivo fundamental: expansión de su poderío y control del mundo en términos de un Gran Área, su Gran Área de influencia.
Así como esa política de dominación data de más de 100 años, en nuestra región también hubo reflexiones premonitorias al respecto.
Simón Bolívar, antes de morir, supo dar una lectura adelantada al accionar de la futura potencia imperial, cuando acuñó la célebre frase: «Los Estados Unidos de Norteamérica parecen destinados por la providencia a plagar la América de miseria a nombre de la libertad». Y efectivamente, tras la decadencia del imperio español y el triunfo de los ejércitos patriotas para libertar estas tierras, sobrevino una dominación neocolonial igual de sangrienta y retardataria, pero esta vez desde los sucesivos gobiernos estadounidenses.
Trescientos años mediaron entre la fase de colonización, masacre y opresión de la Corona española y el surgimiento de los movimientos patriotas e independentistas. Ahora, en 2010, varios países suramericanos conmemoramos el bicentenario de la gesta emancipadora y libertaria. Igualmente, otro grupo importante de nuestras naciones se hallan inmersas en complejos procesos de transformación social, que han marcado el comienzo de un cambio epocal.
Emulando el camino trazado por otro gran pensador venezolano, el maestro y revolucionario Simón Rodríguez, nuestros pueblos, de la mano de líderes progresistas y populares, se han atrevido a buscar nuevas vías, nuevas fórmulas, nuevos mecanismos y nuevas metodologías. En definitiva: a inventar o errar.
A fines de 2004, la República Bolivariana Venezuela y la Cuba socialista fundaron la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Alba), en oposición al Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) embanderada por Washington con el fin de extender sus mecanismos de control y dominación en los ámbitos financiero y económico.
A este proyecto se adhirieron de forma progresiva Bolivia, Ecuador, Nicaragua, San Vicente y las Granadinas, la Mancomunidad de Dominica, Antigua y Barbuda. Además, participan como observadores Uruguay, Paraguay y, más recientemente, Siria.
El Alba se fundamenta en principios de solidaridad, complementariedad y respeto a la soberanía. Esta unión estratégica, desde el punto de vista geopolítico, ha permitido avanzar en otros proyectos, orientados hacia el diseño y construcción de una Nueva Arquitectura Financiera Regional, como es el caso del Banco del Sur y el Sistema Unitario de Compensación Regional de Pagos (Sucre).
Pero para avanzar en estas grandes empresas conjuntas, es indispensable la voluntad política y la eficiencia. La primera vez que se habló del Sucre fue a fines de 2008, en el marco de la III Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno del Alba, celebrada en Caracas. Luego se firmó su tratado constitutivo el 16 de octubre de 2009 y, gracias a un intenso trabajo técnico, se pudo poner en operación el sistema el 3 de febrero de 2010.
En tan sólo 14 meses, los gobiernos de Cuba, Venezuela, Ecuador y Bolivia han activado un instrumento que permite concretar transacciones comerciales sin utilizar dólares. Para ello se ha creado una unidad de cuenta común expresada en «sucres», así como un Consejo Monetario Regional, una Cámara de Compensación Regional y un Fondo de Convergencia y Compensación Territorial.
En su primera fase, el Sucre opera con una moneda fiduciaria o virtual (llamada «sucre»), cuyo objeto es reducir la dependencia estructural del dólar y, al mismo tiempo, brindar protección frente a las turbulencias de un mercado internacional caracterizado por los movimientos especulativos y la volatilidad.
El «sucre» es la unidad de cuenta común mediante la cual se concretan las transacciones. Cada país integrante cuenta con una asignación inicial de «sucres» y las operaciones de intercambio comercial que realizan entre ellos son compensadas con la participación de sus bancos centrales. Cada importador o exportador canaliza la venta y/o compra de un determinado bien y servicio, a través de un «Banco Operativo Autorizado» que concreta los pagos correspondientes en la moneda de curso legal de cada nación.
El Consejo Monetario Regional (CMR), funge como órgano rector, mientras que la Cámara de Compensación Regional (CCR) es administrada por el Banco del ALBA, brazo ejecutor del nuevo sistema financiero regional donde está enmarcado el Sucre.
El Fondo de Reserva y Convergencia Comercial permite cubrir los déficit transitorios que se puedan presentar en la CCR y además puede financiar las posiciones en sucres para aquellos países que no tengan suficiente disponibilidad. Este fondo está orientado además hacia el financiamiento de aquellas actividades productivas que permitan elevar la oferta exportable entre los países.
La empresa Gravetal Bolivia, que colocó recientemente 5.000 toneladas de aceite crudo de soya en el mercado venezolano, recibió como pago un monto en bolivianos equivalente a 4.241.680 sucres. Igual ocurre con los productores venezolanos (que reciben bolívares) y los de la isla Antillana (que reciben pesos cubanos). El caso de Ecuador se maneja de distinta manera porque la unidad monetaria del país meridional es el dólar. Con ello se logra un ahorro importante de divisas y se estimula una mayor producción de bienes y servicios, en función de las fortalezas propias de cada economía.
Así, se pueden contar ya algunas operaciones hechas en este marco: en febrero de 2010, Cuba y Venezuela estrenaron el Sucre con la venta de un cargamento de 8.000 toneladas métricas de arroz a la isla antillana. Luego en julio pasado, Ecuador vendeió a Venezuela un cargamento de más de 5.000 toneladas métricas arroz tipo paddy por un monto de cerca de 2 millones de sucres.
Finalmente, unas semanas atrás, productores bolivianos colocaron en Venezuela 5.000 toneladas de aceite de soya por un monto de más de 4 millones de sucres.
Con este trabajo intenso se abona el terreno para que el sucre pueda servir como unidad de cuenta entre importadores y exportadores y, más adelante, en su fase de consolidación, permita la puesta en circulación de una moneda que opere como reserva de valor y medio de pago entre los países miembros y en sus respectivos mercados internos. Aunque está integrado por Nicaragua, Cuba, Bolivia, Ecuador y Venezuela, el Sucre no es limitativo, la idea es que progresivamente puedan irse incorporando otros países.
La puesta en marcha del Sistema Unitario de Compensación Regional de Pagos es una fase en la creación de nuevos mecanismos y nuevas rutas hacia otro mundo posible, donde prevalezca la justicia y el equilibrio. En definitiva, es un paso para desmontar la lógica destructiva y adversarial del capitalismo.
http://www.prensamercosur.com.ar/apm/nota_completa.php?idnota=4845