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Recesión en Estados Unidos

El «sueño americano» duerme en carpa

Fuentes: APM

Despidos masivos, gente que vive en las calles y baja en los niveles de consumo, son las consecuencias que sufre la sociedad estadounidense a raíz de la profundización de la crisis económica.

A siete meses del desencadenamiento de la mayor crisis financiera y económica desde 1929, no quedan dudas de que todos los países del mundo fueron alcanzados por sus consecuencias. Las economías más empobrecidas del globo se empobrecieron aún más, y las más fuertes y desarrolladas poco a poco fueron entrando en una imparable recesión.

A pesar de las inyecciones millonarias que la Casa Blanca puso en marcha para sanar la crisis, la sociedad estadounidense se ve obligada a modificar muchas de sus costumbres, principalmente el consumo y el pedido de préstamos. (Ver: «Un super-rescate emotivo. APM 03/10/2008)

Cotidianamente, los periódicos de todo el mundo publican artículos referidos a los despidos masivos que realizan importantes empresas transnacionales en sus casas centrales ubicadas en Estados Unidos, como General Motors o IBM. Mientras que otras empresas y bancos se ven obligados a cerrar sus puertas de manera definitiva.

El Departamento de Trabajo estadounidense informó que las cifras de despidos masivos -definidos como recortes de empleos que involucren al menos 50 personas de un solo empleador- subieron en 542 en febrero desde el mes previo a un número ajustado estacionalmente de 2.769.

Eso resulta en 295.477 trabajadores despedidos por reducción de planilla, llevando el número total de anuncio de despidos masivos a 28.481 desde el inicio de la recesión, en diciembre del 2007.

Pero no hay que olvidar que detrás de estos números fríos hay personas. Entonces hay que preguntarse ¿qué sucede con ellos una vez que son despedidos de sus puestos laborales?.

Quienes tienen suerte, actualmente realizan empleos para los cuales no es requisito fundamental ser calificado y donde el salario es bajo. Son los trabajos que antes de la crisis eran exclusivos de los inmigrantes. Se trata de empleos poco atractivos para el estadounidense medio, despreciados en tiempos de bonanza económica. Ahora, la política es expulsar a los inmigrantes para «favorecer» el empleo nacional. (Ver: «Que se les pudran las naranjas». APM 09/07/2006)

«Esto no es lo que yo quisiera hacer, pero perdí mi negocio propio el año pasado, y llevo tres meses como empleado aquí», explica Moez, un tunecino de unos 35 años. Moez perdió su pequeña empresa de valet parking y consiguió trabajo estacionando autos para los clientes de la cadena de restaurantes Sunset Boulevard. Hasta ese entonces, pudo vivir «un poco el sueño americano».

Jennifer Campana, una madre soltera que perdió su trabajo en una empresa de relaciones públicas, dijo al diario Los Angeles Times que se ofreció para cuidar niños, aunque «no he hecho de niñera desde que tenía 15 años», afirmó.

Aunque cueste creerlo, Moez y Jennifer son dos afortunados que pueden contar con un ingreso, aunque sea mínimo, para mantener a sus familias.

En Miami, principal destino de inmigrantes latinoamericanos, el nivel de desempleo de 6,8 por ciento, es menor que en otras grandes ciudades del país. Por tal razón, muchos estadounidenses de otros estados van hacia el sur de Florida para tomar empleos que antes dejaban en manos de inmigrantes, lo cual reduce la oferta de trabajo para éstos, y amplía la necesidad de regresar a sus países. (Ver: «Apunten contra los inmigrantes». APM 05/11/2008)

Consulados de países latinoamericanos, como el mexicano y el argentino, afirman que hay un aumento evidente en los últimos meses en los trámites de documentos de personas que regresan, pero no cuentan con cifras oficiales.

Desempleados y desalojados
Distinta es la historia de vida de Jennifer Thompson, una mujer de 45 años, casada y con tres hijos, que perdió su puesto en la sucursal de General Motors, en California.
«Estaba en la parte administrativa, me encargaba de autorizar los recortes de personal», recuerda con ironía.

Con el despido, llegaron otros problemas: no pudo seguir pagando la hipoteca de su casa y el banco la desalojó junto con su familia.

Para poder cubrir otras deudas acumuladas, Jennifer y su marido cancelaron el seguro médico y vendieron los muebles, electrodomésticos y videojuegos. El dinero apenas les alcanzó para pagar lo más urgente y vivir durante tres meses «en un motel de mala muerte», en Venice, la playa hippie de Los Ángeles.

Por 400 dólares al mes, la familia de Jennifer vivió hacinada en una pequeña habitación: ella, su esposo y uno de los hijos compartían la cama y los dos niños más pequeños dormían en un sofá. Según pudo comprobar Dan, el esposo de Jennifer, 20 familias más ocupaban varias habitaciones del motel.

Con apenas unas monedas en los bolsillos, la familia vivió en el auto familiar durante dos semanas, y junto con otras diez parejas en problemas formaron una caravana de homeless (sin techo) que circulaban por las calles de Los Ángeles.

Pero tampoco había dinero para la gasolina. Entonces, Jennifer consiguió unas carpas regaladas y se unió a uno de los campos de pobres que empiezan a surgir en varias ciudades de Estados Unidos, conocidos como tent-cities (ciudades de carpas).

La historia de Jennifer Thompson es similar a la que viven cientos de estadounidenses que vieron disminuir drásticamente sus ahorros y, con ellos, su nivel de vida acomodado. Tuvieron que abandonar sus casas con piscinas, aire acondicionado y cocinas lujosas, por carpas pequeñas ubicadas en terrenos baldíos.

La situación en California es tan grave que el gobernador Arnold Schwarzenegger debió tomar parte del debilitado presupuesto para poder reubicar a las miles de personas que toman terrenos desocupados.

«Se trata de personas en buenas condiciones físicas que trabajaban por un salario y que antes podían pagarse una vivienda con esos ingresos», explicó Michael Stoops, director ejecutivo de la Coalición Nacional para Indigentes, una ONG con sede en Washington.

Pero hoy ni siquiera pueden encontrar trabajo. «La última vez me descartaron porque no tengo una dirección ni un teléfono, pero, ¿cómo me piden eso si vivo en una carpa?», se queja Jennifer Thompson.

La Oficina Presupuestaria del Congreso estadounidense reconoció que 28 millones de personas están usando los cupones públicos de alimentos porque no tienen con qué comer. Es el nivel más alto desde que en 1964 el presidente Lyndon B. Johnson adoptara ese programa dentro de la «guerra contra la pobreza».

Expertos advierten que lo peor está por llegar. Según The Economist, este año alrededor de 53 millones de personas quedarán por debajo de la línea de extrema pobreza, es decir que deberán vivir con 1,25 dólar por día.

El negocio detrás de la crisis
Pese a que la Casa Blanca anunció numerosos planes de ayuda para quienes tienen problemas para pagar sus préstamos hipotecarios, la amenaza de los desalojos es el mayor miedo de miles de estadounidenses. Como si fuera poco, también han aumentado la cantidad de estafas hipotecarias.

Los estafadores normalmente cobran a los deudores un honorario previo para ayudarlos a tener alivio en los pagos hipotecarios, pero luego no entregan ninguna ayuda.

Según Timothy Geithner, secretario del Departamento del Tesoro estadounidense, las personas que cometen fraudes están usando la publicidad alrededor de los planes de prevención de ejecuciones hipotecarias, para atraer a propietarios desesperados a costosas estafas.

Eric Holder, Procurador general de Estados Unidos, manifestó por su parte que la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) está investigando más de 2100 casos de fraude hipotecario, que representan un aumento de 400 por ciento en los últimos cinco años.

La Comisión de Comercio Federal (FTC, por sus siglas en inglés), una agencia de protección de consumidores, ha visto a muchas empresas fraudulentas con nombres que suenan como si estuvieran afiliadas al gobierno.

Según la FTC, las empresas les cobraban a los consumidores hasta 3.000 dólares en efectivo, pero hacían muy poco en tratar de asegurar nuevas condiciones crediticias de parte del acreedor. El resultado: los estafados terminan siendo desalojados de sus hogares sin un centavo en el bolsillo.

La investigación sobre fraudes de la unidad de investigación del Tesoro dijo que encontró casi 180.000 supuestos casos de fraude hipotecario entre julio de 2002 y julio del 2008.

Shaun Donovan, secretario de Vivienda, informó que el programa de reducción de intereses ayudará a millones de propietarios a refinanciar y reducir sus pagos mensuales y además se han asignado 75 mil millones de dólares para la modificación de préstamos hipotecarios.

El colapso financiero internacional no tiene límites. Alcanzó a las sociedades de todo el mundo de manera similar. Dejó en la calle a trabajadores de la clase media de países subdesarrollados pero sobretodo estadounidenses y europeos. Estos países comienzan a familiarizarse con la pobreza y el desempleo cotidiano.

Las inyecciones económicas son solo ayudas a corto plazo para un fenómeno que se sabe cuándo y cómo comenzó pero que no se sabe cuándo ni cómo terminará.

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