Durante su reunión de otoño (boreal) en Tokyo, en octubre, la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde criticó públicamente las políticas de austeridad impuestas por Europa a Grecia, España y Portugal, argumentando que en vez de ayudar a la recuperación de sus economías, los está perjudicando, tal como las sangrías que se […]
Durante su reunión de otoño (boreal) en Tokyo, en octubre, la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde criticó públicamente las políticas de austeridad impuestas por Europa a Grecia, España y Portugal, argumentando que en vez de ayudar a la recuperación de sus economías, los está perjudicando, tal como las sangrías que se aplicaban en la Edad Media debilitaban a los pacientes en vez de fortalecerlos.
Muchos observadores se preguntaron entonces si este distanciamiento del FMI respecto a la ortodoxia económica es real y profundo o apenas coyuntural.
El FMI publicó el lunes 3 de diciembre un avance de investigación que parece dar la razón a quienes creen en la conversión de este bastión del neoliberalismo, ya que en él se acepta el uso del control directo de capitales para calmar los flujos volátiles y especulativos, tal como Brasil, Tailandia y Corea del Sur vienen haciendo, pero hasta ahora sin la aprobación del organismo financiero internacional, que condenaba toda intervención restrictiva del libre movimiento de capitales.
Y además, el FMI acaba de publicar una revisión de sus condicionalidades, el aspecto más criticado de sus políticas, entre 2002 y setiembre de 2011, en la que asegura haber «aprendido de las crisis para mejorar la forma en la que presta a países en problemas y ser más flexible». Las condicionalidades serían ahora «hechas a medida de las necesidades y circunstancias del país», en vez de aplicar siempre el mismo modelo, y en sus intervenciones sobre las crisis «se ha protegido el gasto social».
Sin embargo esto no es lo que ha ocurrido en Grecia, donde el FMI es parte de la «troika» que dicta la política económica, junto con el Banco Central Europeo y la Comisión Europea. La economía griega se habrá contraído en veintidós por ciento a fines de 2013, según las proyecciones del organismo financiero internacional. El empleo ha bajado a los niveles de treinta años atrás y, a pesar de los cortes draconianos en el gasto público, la deuda del sector público con acreedores públicos ha subido de ciento cuarenta y cuatro por ciento del producto bruto a ciento setenta por ciento. Los acreedores públicos, o sea el Banco Central Europeo, el propio FMI y bancos estatales de Alemania y Francia, deberán aceptar un «corte de pelo» similar al que sufrieron los acreedores privados o Grecia puede verse forzada a declararse en default y abandonar el euro.
Despedidos o con sus sueldos recortados, los funcionarios públicos griegos gastan menos y las expectativas de recesión hacen que los privados tampoco inviertan. Como la economía se contrae más rápido de lo que se achica el Estado, se cobran mucho menos impuestos y el déficit público aumenta en vez de disminuir… el efecto sangría que debilita al paciente.
Lo sorprendente no es que el FMI discrepe con sus dos socios en la «troika», sino que continúe apoyándola con la excusa de ser minoría en ella. Más que dirigidas a la conducción alemana de la economía europea, donde se concentran los paladines de la austeridad, las poses reformistas del FMI parecen dirigidas a los BRICS, y en particular a Brasil.
El grupo de economías emergentes conocido como BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) está contribuyendo con un sexto de los 450,000 millones de dólares agregados a las arcas del FMI y destinados casi exclusivamente a Europa. Paradójicamente, el organismo financiero internacional admite equivocaciones en sus condicionalidades hacia los países pobres en momentos en que éstos representan menos de diez por ciento de sus préstamos.
China contribuirá con 43,000 millones al rescate europeo en 2012, Brasil, Rusia e India con 10,000 millones cada uno y Sudáfrica con 2,000 millones. La esperanza de estos países es que la economía europea se recupere pronto, porque Europa es un gran mercado de sus exportaciones. Pero no solo esto no está sucediendo, sino que gran parte del dinero prestado a interés cero por el Banco Central Europeo y la Reserva Federal de Estados Unidos corre a colocaciones especulativas en Brasil (y no en China o India, porque estos países nunca liberalizaron sus flujos financieros). La entrada masiva de divisas hace que el real brasileño se revalúe, lo que vuelve más caras sus exportaciones. En 2011, la industria brasileña se contrajo, por la caída de las exportaciones de productos manufacturados.
Paulo Nogueira Batista, representante de Brasil en la junta ejecutiva del FMI, ha dicho que la nueva posición del organismo financiero autorizando a los países a controlar los movimientos especulativos es insuficiente. El FMI sigue a su juicio exhibiendo un «prejuicio neoliberal» y se niega a reconocer la responsabilidad de los países ricos en la creación de estos flujos volátiles.
En cuanto a las condicionalidades, un estudio escrito por Iolanda Fresnillo para la red Eurodad concluye que, a pesar del nuevo discurso del FMI, en los documentos de política por país «no hay evidencia de que este nuevo foco en reducir la pobreza esté realmente ocurriendo». Por el contrario, la mayoría de los programas aprobados en 2012, después del periodo estudiado, incluyen cortes en los gastos sociales.
http://agendaglobal.redtercermundo.org.uy/2012/12/07/el-supuesto-viraje-del-fmi/