“Si inviertes tus dos peniques sabiamente en el banco / sanos y salvos estarán”, le cantan los directores del Fidelity Fiduciary Bank [Banco de Ahorro, Crédito y Seguridad en el doblaje español] a Michael Banks [uno de los dos niños protagonistas] en Mary Poppins, «pronto esos dos peniques, invertidos en el banco con seguridad, se multiplicarán». El niño, que preferiría gastar su dinero en una bolsa de migas para alimentar a las palomas, no se deja intimidar por su cantinela. Hay que arrancar la moneda de la mano del reticente depositante. Tal vez en contra del destino familiar y nominativo [su apellido es “Banks”], pide a gritos que se la devuelvan, desatando un pánico que se convierte rápidamente en una estampida en contra del banco.
No jugó ningún papel en la desaparición del Silicon Valley Bank (SVB) un par de míseros peniques. Lo que asustó inicialmente a los clientes fue la declaración de que el SVB tenía que registrar algunas pérdidas en su cartera de bonos antes de que fueran más pronunciadas. Toda crisis bancaria es única, y algunas más únicas que otras. En cierta ocasión cubrí la quiebra de un banco en Turquía, en el que los depositantes que hacían cola fuera no se habían reunido para retirar sus ahorros, sino para apuntalar la institución aportando más fondos (el banco estaba vinculado a un enemigo del presidente Erdoğan: sus ahorradores luchaban contra una absorción que consideraban tenía razones políticas, y lo hacían por motivos propios).