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Crítica del documental de Camila Guzmán

El telón de azúcar

Fuentes: Rebelión

Hoy he ido a ver el documental de Camila Guzmán El telón de azúcar , que aquí en Francia se ha estrenado coincidiendo con el aniversario de la muerte del Che Guevara. Un buen momento desde el punto de vista comercial como demuestra los diversos especiales que la prensa escrita y la televisión han dedicado […]

Hoy he ido a ver el documental de Camila Guzmán El telón de azúcar , que aquí en Francia se ha estrenado coincidiendo con el aniversario de la muerte del Che Guevara. Un buen momento desde el punto de vista comercial como demuestra los diversos especiales que la prensa escrita y la televisión han dedicado últimamente a la revolución cubana.

La autora, hija de refugiados chilenos emigrados a Cuba tras el golpe de Pinochet, describe la infancia y adolescencia de esa primera generación de cubanos nacidos tras la revolución. La presenta como una infancia feliz, casi paradisíaca, pero se lamenta de que aquella época dorada diera paso, tras la caída de la Unión Soviética, al período especial, con el que comenzó la escasez energética y de bienes de consumo en la isla y a causa del cual muchos de los jóvenes de esa generación decidieron emigrar de la isla a países más ricos y con mejores posiblidades de trabajo. La propia directora del documental es uno de esos jóvenes emigrantes.

El documental, dejando a parte el ritmo cinematográfico, que lo considero bueno, me ha dejado un sabor bastante agridulce, por no decir amargo.

He leído en una entrevista con la autora que le agrada pensar que la suya es una crítica «desde dentro de la revolución. Lo siento pero yo no lo he visto así. Mas bien a mí me ha provocado amargura ver como alguien que reconoce deber tanto a la revolución cubana y a su sistema educativo, presenta ahora un documental tan cargado de crítica destructiva y tan plagado de olvidos sobre la realidad del resto de nuestra América. ¿Ingenuidad? ¿Irresponsabilidad? ¿Falta de perspectiva o de lucidez? No sé que pensar.

Toda la segunda parte del documental es un crítica irreflexiva del sufrimiento que el pueblo cubano viene viviendo desde la llegada del periodo especial tras la caída de la URSS. Todo son críticas, incluso cuando se muestra a los jóvenes universitarios con los libros, la comida, la educación y el alojamiento gratuito como en ningún otro país del tercer mundo, lo que se comenta es que «antes había merienda con pasteles y ahora ya ni eso».

Pero sobre todo la autora del documental olvida recordar que Cuba no es el único país de Latinoamérica donde los jóvenes se ven obligados a emigrar, ni tampoco del que más lo hacen (pero sí es el único país de Latinoamérica sometido a bloqueo por la primera economía del mundo). Se olvida que, a pesar de las dificultades, la gran masa irredenta que sobrevive en los basureros y las chavolas de toda nuestra América es algo que no ha vuelto a repetirse en Cuba desde el triunfo de la revolución. Que la marcha de la URSS y sus satélites tras su involución capitalista no ha supuesto precisamente un beneficio en las condiciones de vida de sus pueblos. Que la alternativa capitalista de Cuba no es convertirse en un país imperialista como el estado de Florida la próspera Europa occidental, sino volver a ser uno más de los países más explotados por el primer mundo y azotados por la miseria, como lo son hoy Haiti, Santo Domingo, Guatemala, Nicaragua… o quizás, en el mejor de los casos, lo que le espere es llegar a ser un segundo Puerto Rico.

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